El barrio de La
Boca en Buenos Aires, uno de los más tradicionales, se había caracterizado por
haber sido habitado por inmigrantes arribados a Buenos Aires en la segunda
mitad del siglo XIX, durante la etapa en que la Argentina recibía a quienes se
encontraban pasando por una situación de hambruna debido a la crisis que
azotaba al continente europeo. Y si bien la mayoría de ellos habían sido de
origen italiano, en particular oriundos de Génova, los había de diversas
nacionalidades como españoles, griegos, alemanes, franceses y sajones, entre otros.
Tanto la pobreza que
los había traído a estas tierras como la vulnerabilidad de la ciudad de Buenos
Aires en esos tiempos, hicieron que tuvieran que asentarse de la manera más económica
cerca del puerto que les daría fuentes de trabajo, a pesar de que la zona fuera
hostil, pantanosa, desolada y con periódicas inundaciones. Y allí construyeron
sus viviendas de madera y chapa acanalada con balcones de hierro de variados de
colores, producto de los sobrantes de pintura que los marineros recogían de los
barcos. Y los que se encontraban en peor situación se instalaban en los conventillos,
que eran casas de inquilinato donde se alojaban familias enteras en cada habitación
compartiendo cocina, lavatorios, letrinas y lavaderos.
Construcciones
típicas de madera y chapa multicolores
Conventillos
históricos
Endebles
escaleras en los conventillos de La Boca
Balcón
de hierro de las típicas casas de chapa del barrio de La Boca
Detalle
de la persiana de una casa del barrio de La Boca
Casas
de chapa coloridas a la vera de la antigua vía del tren
La
antigua vía del ferrocarril en el barrio de La Boca
Y si bien La Boca
no había dejado de tener pobres entre sus vecinos, a fines del siglo XX se
había convertido en un lugar turístico por excelencia, siendo el atractivo
principal el Caminito, una calle emblemática que se había hecho famosa a partir
del tango con letra de Gabino Coria Peñaloza y música de Juan de Dios Filiberto.
En una reunión que
tuviera lugar en una confitería de la calle Florida al 300, Filiberto le dijo a
Coria Peñaloza que tenía un tango inspirado en sus caminatas por un sendero de
la Boca mientras se dirigía a la Vuelta de Rocha; y luego de tararear varios compases
le pidió a su amigo que compusiera los versos. Gabino le contestó que tenía unos
versos que hacían referencia a un amor juvenil en la localidad de Olta, en la
provincia de La Rioja, y se los recitó. Filiberto consideró que era necesaria
una modificación, pero el poeta no lo consintió, entonces adaptó la música y esa
tarde de 1926, nació “Caminito”:
“Caminito
que el tiempo ha borrado,
Que juntos
un día nos viste pasar,
He venido
por última vez,
He
venido a contarte mi mal (…)”
En
Caminito
El sendero se extendía
de este a oeste atravesando en forma diagonal una manzana limitada por las
calles Araoz de Lamadrid al norte, Garibaldi al oeste, Magallanes al sur, y Del
Valle Iberlucea al este. Y su trayecto sinuoso se debió a que originariamente
fluía por allí un arroyo que desaguaba en el Riachuelo, y que debía cruzarse
por un pequeño puente, debido a lo cual, esa zona del barrio era denominada “Puntin”, que en genovés o
xeneize, significa precisamente eso.
En 1866 la empresa
Ferrocarril Buenos Aires a Ensenada construyó un ramal de cargas entre la
estación General Brown y la estación Muelles de la Boca, junto al Riachuelo,
justamente sobre lo que fuera el antiguo arroyo, ramal que posteriormente fuera
clausurado, convirtiéndose en un sendero natural conocido como “La Curva”.
Después de muchos
años de abandono, y habiéndose convertido en un basural, en 1950, un grupo de
vecinos, entre los que se encontraba el conocido pintor boquense Benito
Quinquela Martín, decidió poner en valor el lugar. Pero recién nueve años después,
el pintor logró que el gobierno municipal construyera una calle museo, por lo
cual expresó:
“Un
buen día se me ocurrió convertir ese potrero en una calle alegre. Logré que
fueran pintadas con colores todas las casas de material o de madera y cinc que
lindan por sus fondos con ese estrecho caminito (…) Y el viejo potrero, fue una
alegre y hermosa calle, con el nombre de la hermosa canción y en ella se instaló
un verdadero Museo de Arte, en el que pueden admirar las obras de afamados
artistas, donadas por sus autores generosamente.”
Entre las esculturas
que se encontraban en Caminito estaban “Juan de Dios Filiberto”, de Luis
Perlotti, “Elevando
anclas”, de Julio Vergottini, y "El bombero", de Ernesto Scaglia.
Juan
de Dios Filiberto, escultura de Luis Perlotti (1928)
"El
bombero", de Ernesto Scaglia
En marzo de 2008,
como consecuencia del despido que sufriera en la Universidad Argentina de la
Empresa, decidí invertir la indemnización en un negocio de artículos regionales,
y justamente La Boca, por todo lo comentado, era el sitio indicado. Así que
alquilé un local en un conventillo de la calle Magallanes.
Por la calle Magallanes
Conventillo
sobre la calle Magallanes donde se mostraba lo cosmopolita que era el barrio
El Conventillo
de los Sueños
Mi espacio se
llamaba “Argentina de Norte a Sur” y contaba con diversidad de productos regionales
organizados, en su mayor parte, a nivel provincial.
Además de las ventas
propiamente dichas, mi intención era explicarles a los clientes el origen de lo
que compraban, lo que sólo era factible con algunos extranjeros, principalmente
franceses, ya que a la mayoría no le interesaba nada, salvo que tuviera buen
precio.
“Argentina de Norte a Sur”
De
todo un poco…
Objetos
de la ciudad de Buenos Aires
Artículos
de la provincia de Buenos Aires
Regionales
de la provincia de Jujuy
Un día recibimos
la visita de un grupo de teatro integrado por mujeres mayores que interpretaban
a multivariados personajes, y les pusieron un toque divertido a todos los
locales de la zona.
Visita de una compañía de teatro de mujeres de la
tercera edad
Bailarina
de tango
Pero los sueños duraron poco. En parte porque había días en que no abría
caja y en parte porque me resultaba agotador estar toda la jornada de sábados y
domingos, momento en que había ventas, ya que durante el resto de la semana
daba clases en varios establecimientos, fue que a los tres meses de iniciada la
experiencia, mudé todo a un local de una galería del Microcentro, diciéndole adiós
a este tradicional barrio porteño.