miércoles, 4 de julio de 2018

A Mendoza de vacaciones


  
 Era el mes de enero de 2005 cuando partí junto con mis hijos Martín y Joaquín, y mis nietas Ludmila y Laurita rumbo a la ciudad de San Rafael, provincia de Mendoza, con el fin de pasar unos días de vacaciones.


Ludmila peinando a Martín en General Alvear


Al llegar a destino prontamente nos dirigimos al hotel que contaba con una hermosa piscina, pero si bien el día estaba soleado, la temperatura no era suficientemente elevada como para sumergirnos. Así que nos acomodamos y salimos a pasear por la ciudad, teniendo que hacer un gran paréntesis en una de las tantas plazas para que las chicas y los no tan chicos disfrutaran de los juegos.

En el borde de la piscina del hotel de San Rafael



Joaquín con Laurita y Ludmila en el subibaja


Joaquín y Martín en las hamacas


Martín y Ludmila tomando un merecido refresco al regresar del paseo


Una de las tantas atracciones de la provincia de Mendoza, y de San Rafael en particular, eran las bodegas. Por lo que nos dispusimos a conocer una de las más famosas, la bodega Bianchi, que se especializaba en la elaboración del espumante o champagne extra brut utilizando un método francés, champenoise.
Allí tuvimos una visita guiada donde se nos explicó que los vinos se separaban para que unos pasaran directamente a la bodega central para su fraccionamiento y etiquetado, mientras que otros tomarían contacto con las barricas de roble francés para madurar dentro de la cava subterránea donde habría temperatura pareja, humedad constante y luz tenue. Las barricas de madera se usaban sólo de dos a tres años, para luego ser descartadas. Los enólogos continuaban controlando, analizando azúcares, acidez y cromáticos hasta el final del proceso, que conllevaba diferentes etapas y agregados para mejorar la calidad de los vinos.
Recorriendo los viñedos observamos que cada una de las hileras estaba precedida por un rosal. Y fuera de ser un elemento ornamental, nos explicaron que era equivalente al canario de la mina, es decir, que si había alguna plaga que pudiera afectar a las vides, ésta atacaría primeramente a los rosales, y de esa manera, tendrían la posibilidad de salvar la producción.
Para finalizar, pasamos a la sala de degustación donde nos ofrecieron diferentes variedades, y a los menores, jugo de uva sin alcohol.

Visita a la bodega Bianchi


Viñedos de Bianchi


Joaquín durante la degustación


El día siguiente amaneció con lluvia por lo que decidimos viajar a la ciudad de Mendoza y continuar visitando bodegas como forma de aprovechar al máximo los días de nuestras vacaciones. Y fue así como aparecimos en la bodega “La Rural”, que fuera fundada por don Felipe Rutini en 1885.
Don Felipe fabricaba y comercializaba vinos caseros en su ciudad natal, Ascoli Piceno, en la región de Marcas, Italia, de donde también era oriundo mi abuelo materno Carlos Sensini. Y luego de emigrar a la Argentina construyó una bodega bajo el lema “Labor et Perseverantia”. Luego de su muerte en 1919 sus descendientes ampliaron el área de viñedos tanto en la propia provincia de Mendoza como en San Juan, La Rioja, Río Negro y Salta, dedicándose a variedades tintas como el Cabernet Sauvignon y el Malbec. En el momento en que nos encontrábamos allí, exportaban a más de treinta países, incluida Francia.
Otra obra de sus descendientes había sido la creación del Museo del Vino San Felipe donde se reunieron los elementos más importantes de la vitivinicultura mendocina, contando con cuatro mil quinientas piezas madres, y llegando a ser uno de los más importantes de América.

Viñedos en el camino entre San Rafael y Mendoza Capital


Ludmila durante la visita a la bodega “La Rural”


Museo del Vino San Felipe en la bodega “La Rural”


Joaquín degustando los vinos de la bodega “La Rural”


Desde la bodega nos dirigimos al Área Fundacional de la ciudad, lugar donde se encontraban las ruinas de la iglesia de San Francisco, que fuera la catedral de Mendoza hasta 1861, en que un terremoto la desmoronara, así como al Cabildo y a otras edificaciones. Es por esa razón que Mendoza era la única ciudad capital provincial que no contaba con una Catedral. Dicho movimiento telúrico causó la muerte de más de cuatro mil personas entre una población estimada de once mil quinientos vecinos.

Ruinas de la catedral mendocina destruida durante el terremoto de 1861


Pero el atractivo mayor de Mendoza era, sin duda, el parque General San Martín, el principal y más antiguo de la ciudad, realizado a posteriori del terremoto de 1861 con el fin de sanearla de las grandes epidemias de difteria, cólera y sarampión. Y como otros espacios verdes del país, fue diseñado por el arquitecto y paisajista francés Carlos Thays.
En el parque se podían realizar un sinnúmero de actividades recreativas, deportivas, educativas, culturales y turísticas, encontrándose dentro de su perímetro el Rosedal, varios clubes, destacándose el de Regatas en la costa del lago, el Zoológico, la Universidad Nacional de Cuyo, el CONICET, y el estadio Malvinas Argentinas (sede del Mundial 78).
Lago del parque General San Martín


Desde el lago tomamos rumbo hacia el oeste y comenzamos el ascenso al cerro de la Gloria, perteneciente a la Precordillera de Mendoza, pasando por el Anfiteatro y deteniéndonos en varios miradores, hasta llegar a su cima donde se encontraba el Monumento Nacional al Ejército de los Andes. Esta obra databa de 1914 en conmemoración del centenario del Cruce de la Cordillera por el Ejército de los Andes al mando del General José de San Martín para liberar Chile y Perú y asegurar la independencia de la Provincias Unidas del Río de la Plata.

Anfiteatro del Cerro de la Gloria


Uno de los miradores del cerro de la Gloria


Con Martín, Joaquín y Ludmila junto al Monumento Nacional al Ejército de los Andes


En la zona de la cuesta de los Terneros pudimos observar las diferentes tonalidades de las rocas, que se presentaban amarillentas por la presencia de óxido de azufre, verdes las compuestas por óxido de cobre, mientras que las rojizas contenían óxido de hierro.
Subimos hasta los 1100 m.s.n.m. y nos detuvimos en el mirador de San Francisco de Asís desde donde obtuvimos una vista panorámica de la depresión de los Huarpes.


Cruzando el río Diamante


Cuesta de los Terneros


Mayor aridez a medida que avanzábamos hacia el oeste


Los colores de las rocas mostraban los minerales predominantes


Ludmila en el mirador San Francisco de Asís


Con Martín, Laurita y Ludmila en el mirador San Francisco de Asís


Martín y Joaquín con Laurita y Ludmila en el mirador San Francisco de Asís
desde donde se divisaba la Gran Depresión de los Huarpes


Continuamos viaje y nos detuvimos frente a formaciones pétreas llamadas Garganta del Diablo en el Cañón del Atuel. Las grandes paredes del cañón comenzaban a adquirir mayor relevancia a medida que avanzábamos, donde la erosión hídrica y la eólica habían generado diferentes formas. La mayor parte de las rocas tenían origen volcánico correspondientes a la era Paleozoica, y en muchos casos, habían sido posteriormente metamorfizadas. Y, además, cuando bajamos y nos internamos entre los elevados paredones, pudimos observar sedimentos marinos, ya que el océano Pacífico bañaba esa zona antes de la formación de la cordillera de los Andes.

Joaquín al acercarnos al Cañón del Atuel


Cañón del Atuel, una enorme grieta en las mesetas


Joaquín y Martín trepando por los paredones de cuarenta metros de altura
en la Garganta del Diablo del Cañón del Atuel


Rocas al descubierto por extremada aridez



Vista del espejo de agua del Embalse Valle Grande


Un inmenso lago artificial


Joaquín frente a la formación "El Submarino":
 isla dentro del lago formado por el Embalse Valle Grande


Otro día fuimos a conocer el complejo hidroeléctrico Los Nihuiles, que constaba de cuatro embalses que regulaban el caudal del río Atuel, y por alimentarse del deshielo de la cordillera de los Andes, se caracterizaba por su caudal irregular a lo largo del año. Además, se aprovechaba para generar energía eléctrica, que no sólo se distribuía en la provincia de Mendoza, sino que se interconectaba a la red nacional.
Y a pesar de lo que muchos creyeran, la zona continuaba destacándose por su extrema aridez, predominando la vegetación xerófila.

Precipitaciones menores a 200 mm en toda la región


Plantas xerófilas


Paisaje muy árido cercano al complejo hidroeléctrico Los Nihuiles


Complejo hidroeléctrico Los Nihuiles


Dique en el complejo hidroeléctrico Los Nihuiles


Joaquín junto a uno de los diques de Los Nihuiles


Importante centro de recreación


Club de Pescadores San Rafael en el embalse de El Nihuil


Martín y Joaquín junto a Laurita y Ludmila en el mirador del dique Los Nihuiles


Cuando soplaba viento las aguas del dique semejaban un mar


Y después de un paseo que demandó de gran parte de la jornada, regresamos al Centro de San Rafael para tomar algo fresco en las mesas de la calle de uno de sus bares, regresar al hotel, darnos un buen baño y disponernos a tener una exquisita cena.

Martín en el Centro de San Rafael


Un buen baño al llegar al hotel



Ya cambiadas, Laurita y Ludmila, jugando con su papá antes de cenar


No podíamos estar tan cerca y no visitar Las Leñas, por más que no fuera temporada de esquí. Así que, tras un día de descanso para hacer uso de la piscina del hotel, partimos hacia el corazón de la majestuosa Cordillera.
Ya bien en el oeste, cruzamos la ruta 40 y tomamos la 222. Dejamos el vehículo, y cruzamos el río Salado caminando a través del puente colgante de Elcha, para proseguir por una senda hasta llegar a la laguna de la Niña Encantada.

Dejamos la camioneta cerca de la ruta…


Y cruzamos el río Salado caminando por el puente colgante de Elcha


La laguna de la Niña Encantada, de aguas cristalinas de tono esmeralda provenientes de ríos subterráneos, se encontraba en el escorial volcánico de El Infiernillo. Y su nombre se debía a una leyenda que contaba que en esas tierras habitaba una hermosísima princesa india llamada Elcha perteneciente a una tribu que estaba enfrentada a otra. Con el fin de evitar mayores conflictos, la bruja convenció al padre de que la entregara en matrimonio a un miembro de la tribu contraria, pero Elcha había crecido con un compañero con el cual mantenía un sólido amor, por lo cual, ella y su amado huyeron a caballo. Poco después fueron descubiertos siendo buscados por ambas familias al mando de la bruja. En un momento, los jóvenes sintieron que habían extraviado el camino deteniéndose frente a un abrupto corte de la superficie que terminaba en la laguna. Se avecinaba una tormenta y sus perseguidores estaban muy cerca, por lo que decidieron arrojarse al agua. La primera en llegar fue la bruja que en el mismo instante en que se asomó a la laguna fue petrificada por un rayo. Mientras que, cuando los demás se acercaron temerosos, vieron reflejada en la superficie, cual espejo, la imagen de Elcha. Desde entonces, tanto la princesa como la bruja petrificada se pueden distinguir, y es por eso que los lugareños bautizaron así a la laguna.

Laguna de la Niña Encantada




Joaquín en la Quebrada del río Salado


Joaquín junto al valle de Los Molles


El Pozo de las Ánimas consistía en dos depresiones divididas entre sí por una frágil separación. Al golpear el viento en las cercanías provocaba un silbido que daba origen a la tradición regional que aseguraba que allí iban a rezar y llorar las almas que andaban en pena por las montañas.
Uno de los pozos era una cavidad enorme con su proceso de erosión detenido en cuyas paredes se habían ido fijando distintos vegetales. Su fondo estaba cubierto de agua y podían observarse los constantes cambios de nivel del líquido, a juzgar por las marcas existentes. El otro pozo se trataba de una formación geológica llamada dolina, originada por los procesos que sufrieran los depósitos subterráneos de yeso. Éstos, por efecto de las filtraciones y napas freáticas habían formado enormes cavernas debajo de la superficie. Además, con el tiempo los terrenos se fueron hundiendo lentamente, originando un constante crecimiento de los característicos conos.

Pozo de las Ánimas


Joaquín junto al paredón del Pozo de las Ánimas


Desde allí continuamos viaje hacia el valle de Las Leñas, en pleno corazón de la cordillera de los Andes, a 2240 m.s.n.m.
La zona se caracterizaba, fundamentalmente, por su importancia para la práctica de deportes de invierno. Sin embargo, el verano también se presentaba atractivo, ya que, debido a su aridez, la amplitud térmica era elevada, llegando a 23°C en las primeras horas de la tarde.
Ya en 1890, el naturalista italiano Pellegrino Strobel había quedado encantado al recorrer el valle situado al pie del monte Torrecillas, y eligió a un arbusto que en lengua mapudungun se denominaba “colimani”, significando “leña amarilla”, para denominar la zona “Valle de las Leñas Amarillas”.

Llegando a Las Leñas


Joaquín, Martín y Ludmila en Las Leñas


El árido valle de Las Leñas


Joaquín en el valle de Las Leñas


Ludmila y Laurita junto a la escasa nieve que se mantenía en Las Leñas


Después de un largo y hermoso día regresamos al hotel contentos pero muy cansados, y nos sentamos a la mesa a disfrutar de unos deliciosos ñoquis. Y cuando nos disponíamos a retirarnos a nuestras habitaciones, Ludmila se encaprichó con que quería continuar de paseo, y se tapó los oídos ante nuestra decisión de ir a dormir.

Ludmila comiendo unos deliciosos ñoquis


Ludmila no quería escuchar que tenía que ir a dormir


El Atuel, como todo río mendocino alimentado en base a deshielo, permanecía en estiaje entre abril y septiembre, aumentando repentinamente su caudal durante la primavera y el verano. Espectacular lugar para la práctica de rafting, siendo variados los niveles de dificultad.
Primeramente, se animó Joaquín, y como lo disfrutó tanto, me convenció a mí. Así que, disfrazada de Tortuga Ninja, me dispuse a subir al gomón, compartido con otras once personas más el guía experimentado.
Antes de partir escuchamos atentamente las normas de seguridad, y rápidamente comenzamos a avanzar por los rápidos mediante el constante movimiento de los remos.
A mí me ubicaron en el medio hacia atrás, por lo que no tenía necesidad de realizar ningún esfuerzo, y disfruté plenamente de la navegación, sintiendo una extraña y agradable sensación en el estómago, además del peculiar sonido de las aguas y su maravilloso color turquesa.
Todo estaba bien, demasiado bien, por lo que el guía sintió que faltaba emoción, y decidió empujar a dos pasajeros, quienes nadaron un corto trecho hasta que los regresamos al gomón. Lejos de tomarlo mal, lo vivieron como algo muy divertido, lo que no hubiera sido mi caso, debido al temor que siempre le tuve al agua.

Disfrazada de Tortuga Ninja


Haciendo rafting en las verdes aguas del río Atuel


Ubicada en el centro hacia atrás, no tuve necesidad de remar


Hermosos lugares, hermosas experiencias, hermosa compañía. Ergo, hermosas vacaciones.






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