Ludmila peinando a Martín en General Alvear
Al llegar a destino
prontamente nos dirigimos al hotel que contaba con una hermosa piscina, pero si
bien el día estaba soleado, la temperatura no era suficientemente elevada como
para sumergirnos. Así que nos acomodamos y salimos a pasear por la ciudad,
teniendo que hacer un gran paréntesis en una de las tantas plazas para que las
chicas y los no tan chicos disfrutaran de los juegos.
En el borde de la
piscina del hotel de San Rafael
Joaquín con Laurita
y Ludmila en el subibaja
Joaquín y Martín en
las hamacas
Martín y Ludmila
tomando un merecido refresco al regresar del paseo
Una de las tantas
atracciones de la provincia de Mendoza, y de San Rafael en particular, eran las
bodegas. Por lo que nos dispusimos a conocer una de las más famosas, la bodega
Bianchi, que se especializaba en la elaboración del espumante o champagne extra
brut utilizando un método francés, champenoise.
Allí tuvimos una
visita guiada donde se nos explicó que los vinos se separaban para que unos
pasaran directamente a la bodega central para su fraccionamiento y etiquetado,
mientras que otros tomarían contacto con las barricas de roble francés para
madurar dentro de la cava subterránea donde habría temperatura pareja, humedad
constante y luz tenue. Las barricas de madera se usaban sólo de dos a tres
años, para luego ser descartadas. Los enólogos continuaban controlando,
analizando azúcares, acidez y cromáticos hasta el final del proceso, que
conllevaba diferentes etapas y agregados para mejorar la calidad de los vinos.
Recorriendo los
viñedos observamos que cada una de las hileras estaba precedida por un rosal. Y
fuera de ser un elemento ornamental, nos explicaron que era equivalente al
canario de la mina, es decir, que si había alguna plaga que pudiera afectar a
las vides, ésta atacaría primeramente a los rosales, y de esa manera, tendrían
la posibilidad de salvar la producción.
Para finalizar,
pasamos a la sala de degustación donde nos ofrecieron diferentes variedades, y
a los menores, jugo de uva sin alcohol.
Visita a la bodega
Bianchi
Viñedos de Bianchi
Joaquín durante la
degustación
El día siguiente
amaneció con lluvia por lo que decidimos viajar a la ciudad de Mendoza y
continuar visitando bodegas como forma de aprovechar al máximo los días de
nuestras vacaciones. Y fue así como aparecimos en la bodega “La Rural”, que
fuera fundada por don Felipe Rutini en 1885.
Don Felipe fabricaba y
comercializaba vinos caseros en su ciudad natal, Ascoli Piceno, en la región de
Marcas, Italia, de donde también era oriundo mi abuelo materno Carlos Sensini.
Y luego de emigrar a la Argentina construyó una bodega bajo el lema “Labor et
Perseverantia”. Luego de su muerte en 1919 sus descendientes ampliaron el área
de viñedos tanto en la propia provincia de Mendoza como en San Juan, La Rioja,
Río Negro y Salta, dedicándose a variedades tintas como el Cabernet Sauvignon y
el Malbec. En el momento en que nos encontrábamos allí, exportaban a más de
treinta países, incluida Francia.
Otra obra de sus
descendientes había sido la creación del Museo del Vino San Felipe donde se
reunieron los elementos más importantes de la vitivinicultura mendocina,
contando con cuatro mil quinientas piezas madres, y llegando a ser uno de los
más importantes de América.
Viñedos en el camino
entre San Rafael y Mendoza Capital
Ludmila durante la
visita a la bodega “La Rural”
Museo del Vino San
Felipe en la bodega “La Rural”
Joaquín degustando
los vinos de la bodega “La Rural”
Desde la bodega nos
dirigimos al Área Fundacional de la ciudad, lugar donde se encontraban las
ruinas de la iglesia de San Francisco, que fuera la catedral de Mendoza hasta
1861, en que un terremoto la desmoronara, así como al Cabildo y a otras
edificaciones. Es por esa razón que Mendoza era la única ciudad capital
provincial que no contaba con una Catedral. Dicho movimiento telúrico causó la
muerte de más de cuatro mil personas entre una población estimada de once mil
quinientos vecinos.
Ruinas de la
catedral mendocina destruida durante el terremoto de 1861
Pero el atractivo
mayor de Mendoza era, sin duda, el parque General San Martín, el principal y
más antiguo de la ciudad, realizado a posteriori del terremoto de 1861 con el
fin de sanearla de las grandes epidemias de difteria, cólera y sarampión. Y
como otros espacios verdes del país, fue diseñado por el arquitecto y
paisajista francés Carlos Thays.
En el parque se podían
realizar un sinnúmero de actividades recreativas, deportivas, educativas,
culturales y turísticas, encontrándose dentro de su perímetro el Rosedal,
varios clubes, destacándose el de Regatas en la costa del lago, el Zoológico,
la Universidad Nacional de Cuyo, el CONICET, y el estadio Malvinas Argentinas (sede
del Mundial 78).
Lago del parque General
San Martín
Desde el lago tomamos
rumbo hacia el oeste y comenzamos el ascenso al cerro de la Gloria, perteneciente
a la Precordillera de Mendoza, pasando por el Anfiteatro y deteniéndonos en
varios miradores, hasta llegar a su cima donde se encontraba el Monumento Nacional
al Ejército de los Andes. Esta obra databa de 1914 en conmemoración del
centenario del Cruce de la Cordillera por el Ejército de los Andes al mando del
General José de San Martín para liberar Chile y Perú y asegurar la
independencia de la Provincias Unidas del Río de la Plata.
Anfiteatro del Cerro
de la Gloria
Uno de los miradores
del cerro de la Gloria
Con Martín, Joaquín
y Ludmila junto al Monumento Nacional al Ejército de los Andes
En la zona de la cuesta de los Terneros pudimos observar las diferentes
tonalidades de las rocas, que se presentaban amarillentas por la presencia de
óxido de azufre, verdes las compuestas por óxido de cobre, mientras que las
rojizas contenían óxido de hierro.
Subimos hasta los 1100 m.s.n.m. y nos detuvimos en el mirador de San
Francisco de Asís desde donde obtuvimos una vista panorámica de la depresión de
los Huarpes.
Cruzando el río
Diamante
Cuesta de los
Terneros
Mayor aridez a
medida que avanzábamos hacia el oeste
Los colores de las
rocas mostraban los minerales predominantes
Ludmila en el
mirador San Francisco de Asís
Con Martín, Laurita
y Ludmila en el mirador San Francisco de Asís
Martín y Joaquín con
Laurita y Ludmila en el mirador San Francisco de Asís
desde donde se
divisaba la Gran Depresión de los Huarpes
Continuamos viaje y
nos detuvimos frente a formaciones pétreas llamadas Garganta del Diablo en el
Cañón del Atuel. Las grandes paredes del cañón comenzaban a adquirir mayor
relevancia a medida que avanzábamos, donde la erosión hídrica y la eólica habían
generado diferentes formas. La mayor parte de las rocas tenían origen volcánico
correspondientes a la era Paleozoica, y en muchos casos, habían sido posteriormente
metamorfizadas. Y, además, cuando bajamos y nos internamos entre los elevados
paredones, pudimos observar sedimentos marinos, ya que el océano Pacífico
bañaba esa zona antes de la formación de la cordillera de los Andes.
Joaquín al
acercarnos al Cañón del Atuel
Cañón del Atuel, una
enorme grieta en las mesetas
Joaquín y Martín
trepando por los paredones de cuarenta metros de altura
en la Garganta del
Diablo del Cañón del Atuel
Rocas al descubierto
por extremada aridez
A
poco de andar llegamos al embalse de Valle Grande, donde se encontraba un
hermoso espejo de agua que era utilizado tanto para deportes náuticos como para
pesca deportiva. Y como tenía su cota de agua baja, alcanzamos a ver el famoso
“submarino” formado por las rocas de su lecho.
Vista del espejo de
agua del Embalse Valle Grande
Un inmenso lago artificial
Joaquín frente a la formación "El Submarino":
isla dentro del lago
formado por el Embalse Valle Grande
Otro día fuimos a
conocer el complejo hidroeléctrico Los Nihuiles, que constaba de cuatro
embalses que regulaban el caudal del río Atuel, y por alimentarse del deshielo
de la cordillera de los Andes, se caracterizaba por su caudal irregular a lo
largo del año. Además, se aprovechaba para generar energía eléctrica, que no
sólo se distribuía en la provincia de Mendoza, sino que se interconectaba a la
red nacional.
Y a pesar de lo que
muchos creyeran, la zona continuaba destacándose por su extrema aridez,
predominando la vegetación xerófila.
Precipitaciones
menores a 200 mm en toda la región
Plantas xerófilas
Paisaje muy árido
cercano al complejo hidroeléctrico Los Nihuiles
Complejo
hidroeléctrico Los Nihuiles
Dique en el complejo
hidroeléctrico Los Nihuiles
Joaquín junto a uno
de los diques de Los Nihuiles
Importante centro de
recreación
Club de Pescadores
San Rafael en el embalse de El Nihuil
Martín y Joaquín
junto a Laurita y Ludmila en el mirador del dique Los Nihuiles
Cuando soplaba
viento las aguas del dique semejaban un mar
Y después de un paseo
que demandó de gran parte de la jornada, regresamos al Centro de San Rafael
para tomar algo fresco en las mesas de la calle de uno de sus bares, regresar
al hotel, darnos un buen baño y disponernos a tener una exquisita cena.
Martín en el Centro
de San Rafael
Un buen baño al
llegar al hotel
Ya cambiadas,
Laurita y Ludmila, jugando con su papá antes de cenar
No podíamos estar tan
cerca y no visitar Las Leñas, por más que no fuera temporada de esquí. Así que,
tras un día de descanso para hacer uso de la piscina del hotel, partimos hacia
el corazón de la majestuosa Cordillera.
Ya bien en el oeste,
cruzamos la ruta 40 y tomamos la 222. Dejamos el vehículo, y cruzamos el río
Salado caminando a través del puente colgante de Elcha, para proseguir por una
senda hasta llegar a la laguna de la Niña Encantada.
Dejamos la camioneta
cerca de la ruta…
Y cruzamos el río
Salado caminando por el puente colgante de Elcha
La laguna de la Niña
Encantada, de aguas cristalinas de tono esmeralda provenientes de ríos
subterráneos, se encontraba en el escorial volcánico de El Infiernillo. Y su
nombre se debía a una leyenda que contaba que en esas tierras habitaba una
hermosísima princesa india llamada Elcha perteneciente a una tribu que estaba
enfrentada a otra. Con el fin de evitar mayores conflictos, la bruja convenció
al padre de que la entregara en matrimonio a un miembro de la tribu contraria,
pero Elcha había crecido con un compañero con el cual mantenía un sólido amor,
por lo cual, ella y su amado huyeron a caballo. Poco después fueron
descubiertos siendo buscados por ambas familias al mando de la bruja. En un
momento, los jóvenes sintieron que habían extraviado el camino deteniéndose
frente a un abrupto corte de la superficie que terminaba en la laguna. Se
avecinaba una tormenta y sus perseguidores estaban muy cerca, por lo que
decidieron arrojarse al agua. La primera en llegar fue la bruja que en el mismo
instante en que se asomó a la laguna fue petrificada por un rayo. Mientras que,
cuando los demás se acercaron temerosos, vieron reflejada en la superficie,
cual espejo, la imagen de Elcha. Desde entonces, tanto la princesa como la
bruja petrificada se pueden distinguir, y es por eso que los lugareños
bautizaron así a la laguna.
Laguna de la Niña
Encantada
Joaquín en la
Quebrada del río Salado
Joaquín junto al
valle de Los Molles
El Pozo de las Ánimas
consistía en dos depresiones divididas entre sí por una frágil separación. Al
golpear el viento en las cercanías provocaba un silbido que daba origen a la
tradición regional que aseguraba que allí iban a rezar y llorar las almas que
andaban en pena por las montañas.
Uno de los pozos era
una cavidad enorme con su proceso de erosión detenido en cuyas paredes se
habían ido fijando distintos vegetales. Su fondo estaba cubierto de agua y
podían observarse los constantes cambios de nivel del líquido, a juzgar por las
marcas existentes. El otro pozo se trataba de una formación geológica llamada
dolina, originada por los procesos que sufrieran los depósitos subterráneos de
yeso. Éstos, por efecto de las filtraciones y napas freáticas habían formado
enormes cavernas debajo de la superficie. Además, con el tiempo los terrenos se
fueron hundiendo lentamente, originando un constante crecimiento de los
característicos conos.
Pozo de las Ánimas
Joaquín junto al
paredón del Pozo de las Ánimas
Desde allí continuamos
viaje hacia el valle de Las Leñas, en pleno corazón de la cordillera de los
Andes, a 2240 m.s.n.m.
La zona se
caracterizaba, fundamentalmente, por su importancia para la práctica de
deportes de invierno. Sin embargo, el verano también se presentaba atractivo,
ya que, debido a su aridez, la amplitud térmica era elevada, llegando a 23°C en
las primeras horas de la tarde.
Ya en 1890, el
naturalista italiano Pellegrino Strobel había quedado encantado al recorrer el
valle situado al pie del monte Torrecillas, y eligió a un arbusto que en lengua
mapudungun se denominaba “colimani”, significando “leña amarilla”, para
denominar la zona “Valle de las Leñas Amarillas”.
Llegando a Las Leñas
Joaquín, Martín y
Ludmila en Las Leñas
El árido valle de
Las Leñas
Joaquín en el valle
de Las Leñas
Ludmila y Laurita
junto a la escasa nieve que se mantenía en Las Leñas
Después de un largo y
hermoso día regresamos al hotel contentos pero muy cansados, y nos sentamos a
la mesa a disfrutar de unos deliciosos ñoquis. Y cuando nos disponíamos a
retirarnos a nuestras habitaciones, Ludmila se encaprichó con que quería
continuar de paseo, y se tapó los oídos ante nuestra decisión de ir a dormir.
Ludmila comiendo
unos deliciosos ñoquis
Ludmila no quería
escuchar que tenía que ir a dormir
El Atuel, como todo
río mendocino alimentado en base a deshielo, permanecía en estiaje entre abril
y septiembre, aumentando repentinamente su caudal durante la primavera y el
verano. Espectacular lugar para la práctica de rafting, siendo variados los
niveles de dificultad.
Primeramente, se animó
Joaquín, y como lo disfrutó tanto, me convenció a mí. Así que, disfrazada de Tortuga
Ninja, me dispuse a subir al gomón, compartido con otras once personas más el
guía experimentado.
Antes de partir
escuchamos atentamente las normas de seguridad, y rápidamente comenzamos a
avanzar por los rápidos mediante el constante movimiento de los remos.
A mí me ubicaron en el
medio hacia atrás, por lo que no tenía necesidad de realizar ningún esfuerzo, y
disfruté plenamente de la navegación, sintiendo una extraña y agradable sensación
en el estómago, además del peculiar sonido de las aguas y su maravilloso color
turquesa.
Todo estaba bien,
demasiado bien, por lo que el guía sintió que faltaba emoción, y decidió
empujar a dos pasajeros, quienes nadaron un corto trecho hasta que los regresamos
al gomón. Lejos de tomarlo mal, lo vivieron como algo muy divertido, lo que no
hubiera sido mi caso, debido al temor que siempre le tuve al agua.
Disfrazada de
Tortuga Ninja
Haciendo rafting en
las verdes aguas del río Atuel
Ubicada en el centro
hacia atrás, no tuve necesidad de remar
Hermosos lugares,
hermosas experiencias, hermosa compañía. Ergo, hermosas vacaciones.
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