lunes, 2 de julio de 2018

Las dos Villas de Merlo




Una noche de octubre de 2004, Martín y yo subimos al micro en la terminal de ómnibus de Retiro. Cuando nos despertamos estábamos en la terminal de Río Cuarto. Pero desde entonces nos resultó más difícil volver a dormirnos, porque el camino en el tramo de la provincia de San Luis, estaba absolutamente poceado, parecía que andábamos entre trincheras.
Ya en la Villa de Merlo nos estaban esperando otros miembros del Centro Humboldt que habían viajado anticipadamente con el fin de organizar el Encuentro que realizaríamos allí en setiembre del año siguiente.
Nos hospedamos en un hotelito sencillo sobre la avenida del Sol, justamente el nuevo eje por el cual crecía el pueblo. Hacía cinco años que no pisaba el lugar, y ya no conocía prácticamente nada.
En realidad, había dos Villas de Merlo. La de siempre, alrededor de la plaza Marqués de Sobremonte, frente a la cual se encontraban la antigua iglesia, la municipalidad, los negocios tradicionales, y los bares y confiterías a los que concurrían los viejos pobladores. Y la nueva Merlo, a lo largo de la avenida del Sol, donde se habían localizado recientes emprendimientos, hoteles, comercios destinados a los turistas, y los inmigrantes procedentes de grandes ciudades como Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, con costumbres y demandas muy diferentes a los anteriores.
El crecimiento había sido descomunal. El Censo del 91 acusaba poco más de seis mil habitantes, mientras que en el de 2001 ya vivían más de once mil personas. Pero desde ese momento, no paraba de llegar gente y de construirse casas, hoteles y negocios. Si bien, el turismo basado en la tranquilidad y en la salud, pensando en que se endilgaba al lugar como de tener un microclima con O3, siendo ideal para quienes padecían enfermedades respiratorias, se sumaban otros factores. Uno de ellos era la casi nula delincuencia; y la otra, que le diera mayor impulso, el tema del corralito bancario del año 2002. En ese momento, una de las escasas posibilidades para retirar dinero de los bancos, era el de hacer una inversión inmobiliaria. Y entonces, quienes ya contaban con una vivienda, pretendieron hacerse de ladrillos en un lugar turístico, y la Villa de Merlo fue una de las más elegidas. Y esto incomodaba totalmente a los antiguos pobladores quienes se quejaban de que ya no se conocían todos, que los nuevos vecinos eran muy ruidosos, que muchas veces no respetaban las horas de la siesta, y que sus hijos ya no hablaban con el cantito sanluiseño, sino que lo hacían como porteños.
Merlo fue fundada a partir de la plaza el 1ro de enero de 1797. Y en su centro se encontraba la reconstrucción del antiguo aljibe comunal que proveía de agua a los vecinos. El predio estaba muy bien cuidado, y por estar en primavera, se lucía mucho más por las flores que allí habían plantado. Pero, salvo algún que otro establecimiento que habían remozado, todo el resto se veía bastante caído y descuidado. 


Plaza Marqués de Sobremonte en el casco histórico


Mientras que la avenida del Sol y sus alrededores expresaban todo lo contrario. Y si bien las edificaciones eran en general bonitas, se notaba que todo había surgido repentinamente, como hongos después de la lluvia, y desde ya les faltaba historia.
Pero en la nueva Villa de Merlo, también se habían realizado otro tipo de construcciones que no eran solamente referidas a la infraestructura turística, sino que se relacionaban con el área educativa, como el Centro de Educación Nro. 27 “Gobernador Santiago Besso”. Y en el año 2002, con la participación de los estudiantes de nivel polimodal de Comunicación, Arte y Diseño, se realizaron tres grandes murales cuyo tema era los Derechos Humanos, para lo cual los alumnos se basaron en una investigación histórica y social de nuestro país, resaltando los hechos que consideraron importantes y significativos.


Mural sobre el pasado histórico y político


Mural sobre el presente: 2002, época del cacerolazo


Mural sobre el futuro, donde expresaron sus deseos e ilusiones


Y como era nuestro propósito la organización del Encuentro Humboldt, salimos a recorrer el pueblo buscando salones, casas de comidas y hoteles, lo que nos ocupó un tiempo considerable, dada la cantidad y variedad de servicios. Uno de los restoranes visitados fue La Vieja Bodega, un edificio re-funcionalizado al mejor nivel.



La Vieja Bodega


Era un verdadero placer caminar por las calles tanto por su tranquilidad como por la belleza de las casas y de los jardines.


Con Martín en un jardín florecido en la calle Pedernera


Uno de los principales hoteles que visitamos fue el Villa de Merlo, de cuatro estrellas, decorado con excelente gusto, gran amplitud de espacios, y con el plus del paisaje de fondo.



Hotel Villa de Merlo


Y después de haber visitado gran parte de la hotelería del pueblo, continuamos por Piedra Blanca, sector originariamente sólo zona veraniega, pero que ya formaba parte de Merlo. Y en ese lugar, mucho más tranquilo aún, encontramos hospedajes realmente paradisíacos como la Hostería del Virrey y la Choay.

Hostería del Virrey


Hostería Choay


Caminando por las apacibles calles de Piedra Blanca, nos encontramos ante la capilla Nuestra Señora de Fátima. En 1945 Doña Rosa de Herrera, vecina del lugar, manifestó a la Diócesis la intención de levantar una capilla, para lo cual donó un terreno. Y en 1972 fue llevada la imagen de Nuestra Señora de Fátima.


Capilla Nuestra Señora de Fátima


En esa zona también había casas de té, y siendo ya la mediatarde decidimos tomarnos un descanso y saborear las exquisiteces con que se acompañaban las diferentes hierbas, muchas de ellas bien autóctonas.


Omar ingresando a Merlin, la casa de té más conocida


Y antes de dar por finalizada esa jornada, nos llegamos hasta el Algarrobo Abuelo, un ejemplar de aproximadamente ochocientos años, verdadero testigo de la historia del lugar. Ese árbol fue fuente de inspiración de Antonio Agüero, el poeta merlino que le dedicara Las Cantatas del Árbol.



Algarrobo Abuelo


Esa noche fuimos a comer chivito y paralelamente nos ofrecieron un espectáculo de transformismo. Muy bien aceptado por los turistas y los foráneos, pero muy osado para los merlinos.
Y al día siguiente, nos dirigimos hacia el balneario El Rincón, donde al bajar las escaleras en medio de imponentes rocas, pudimos llegar al Balcón de los Sueños.


El Balcón de los Sueños en el balneario El Rincón


Y allí mismo, un grupo de personas estaba atravesando el arroyo practicando salto tirolés.




Una persona vestida de rojo se lanzó en tirolesa a cruzar el arroyo


Continuando camino nos dirigimos hasta el Mirador del Sol, desde donde se podía ver el valle de Concarán en toda su extensión. Y luego, yendo por el filo de la sierra de Comechingones, límite natural entre las provincias de San Luis y Córdoba, pudimos comparar las distintas vistas hacia ambas laderas.



Valle de Concarán desde el Mirador del Sol


En la amplia plataforma del Mirador del Sol, un grupo de artesanos ofrecían sus trabajos en ónix y en otras piedras de la región.


Martín junto a un artesano en el Mirador del Sol


Y al desandar el camino, giramos a la derecha y nos encontramos con el casino Dos Venados, que como casi todos los del país, también fue reconvertido a bingo y a otras actividades paralelas.

Casino Dos Venados


Por un camino serpenteado, con molles y pastizales secos, por la estación del año en que nos encontrábamos, nos dirigimos hacia Pasos Malos.



Finalizado el invierno los pastizales aún estaban secos


Finalmente pudimos acceder a un arroyo que descendía entre cortaderas y enormes rocas graníticas, pero que, debido a las escasas lluvias de la época, aun no estaba crecido.



Omar cruzando el arroyo por rocas muy resbaladizas


Y después de una caminata con ascensos, descensos y mantenimiento del equilibrio, nos tomamos un descanso disfrutando del suave sol primaveral.


Omar y Martín junto a quien nos guiara en la salida

 

 

Y antes de regresar pasamos por la Cascada Olvidada que se trataba de un pequeño salto de agua transparente y muy bonito.
  
Cascada Olvidada


Ya de vuelta, tomamos un camino consolidado bastante ancho, como una pequeña pampa, donde la vegetación comenzaba a densificarse, hasta estar todo el terreno cubierto de pasturas verdes y más tiernas.


Camino consolidado volviendo de Pasos Malos


Y a poco de andar llegamos al Mirador del Peñón Colorado obteniendo vistas panorámicas del cerro Chumamaya y su urbanización privada.

Country super exclusivo de Chumamata


Pero el country de Chumamata contaba con algo más que su paisaje serrano y su bella arquitectura, sino que tuvo una trascendencia histórica inesperada.
A las 20 del 20 de diciembre de 2001, los gobernadores justicialistas llegaban al Aeropuerto Internacional del Valle del Conlara, para asistir a su inauguración. Es que cuando el gobernador puntano Adolfo Rodríguez Saa cursó las invitaciones, nadie pensaba que el país estaría embarcado en una crisis institucional sin precedentes. El acto, que se hizo con la mayor discreción posible en sintonía con la gravedad de los hechos que se vivían a nivel nacional, comenzó pasadas las 20,30, una hora después de que el helicóptero presidencial sacara a Fernando de la Rúa de la Casa Rosada, que estaba rodeada de manifestantes. El Partido Justicialista aprovechó ese encuentro protocolar para iniciar una discusión que no terminó la noche en que los gobernadores compartieron la cena en el coqueto country de Chumamaya, junto a quinientas personas, escuchando zambas y chacareras interpretadas por Ariel Ramírez y el Chango Nieto. Los referentes del PJ continuaron a puertas cerradas en la casa del empresario Juan Carlos Caram, un amigo personal de Rodríguez Saa.
Inicialmente asumió la presidencia Ramón Puerta, por ser el presidente del Senado, quien al tercer día entregara el cargo a Adolfo Rodríguez Saa, elegido por el poder legislativo.
Adolfo Rodríguez Saa quien ocupara el cargo de gobernador de la provincia de San Luis desde el 10 de diciembre de 1983, dejó en su lugar a María Alicia Lemme, para hacerse cargo de la presidencia de la Nación. Pero su mandato duró solo ocho días, ya que, por los continuos cacerolazos y la falta de apoyo de la mayoría de los gobernadores, se viera obligado a renunciar.
Sin embargo, dentro de su provincia había tenido gran consenso. Incluso en la Villa de Merlo, donde siempre había habido intendentes opositores, por no depender de los cargos provinciales para vivir, muchos habitantes reconocían en “EL Adolfo”, la ejecución de obras de infraestructura, sobre todo a nivel educativo, que habían permitido sostener sin sobresaltos el crecimiento exponencial que estaban viviendo.

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