Partimos en un
colectivo de línea rumbo a Trevelin, una localidad a veinticuatro kilómetros al
sudoeste de Esquel, que constituyera el origen del asentamiento de la
inmigración galesa en el valle 16 de Octubre.
Unos gigantescos cúmulos nos
acompañaron en el camino de Esquel a Trevelin
El valle 16 de
Octubre, al borde de los Patagónides, constituía un verdadero ecotono entre la
zona seca y la húmeda por lo que encontrábamos desde pasturas y praderas en el
este, un parque transicional en el cual dominaba el maitén, hasta un bosque
frío de raulíes, lengas, coihues, ñires, cipreses y alerces patagónicos con un
abundante sotobosque de frutillas, zarzaparrillas, calafates y setas, en el
oeste.
La cadena de los
Patagónides, paralela a la de los Andes, señalaba el límite oriental del
territorio ocupado por los aonikenk o patagones meridionales, al que
denominaban “Chulilaw”, que ha sido traducido al español como “pago de las
Frutillas”.
Vegetación de transición y cumbres
nevadas en pleno verano en el valle 16 de Octubre
Además de cultivos
como cereales y alfalfa para alimento del ganado, en el valle había comenzado la
producción de fruta fina como frutillas, cerezas, frambuesas, grosellas, además
de flores entre las que se destacaban los tulipanes que por su calidad habían
accedido a los mercados mundiales más reconocidos.
El alambrado nos indicaba
la producción ganadera en el valle 16 de Octubre
En 1885, veinte años
más tarde de la llegada de los primeros colonos galeses a las costas del
Chubut, el Coronel Luis Jorge Fontana y un grupo de hombres llamados “Los
Rifleros” organizaron una expedición en busca de nuevas tierras donde vivir
y asentarse con sus familias, atravesando la provincia de este a oeste hasta descubrir
lo que llamaron el Cwm Hyfrid o Valle Hermoso. Ya instalados, el 1ro. de
febrero de 1888 el Coronel Fontana, primer gobernador del Chubut, firmó el
decreto que creó oficialmente la Colonia 16 de Octubre, en adhesión a la Ley de
Territorios Nacionales.
Alrededor de 1918,
John Daniel Evans inauguró el primer molino para moler el trigo de gran calidad
que se producía en la zona. Y ese hecho terminó dándole origen al nombre de
Trevelin (debiéndose pronunciar Trevélin y no Trevelín), que en galés significaba
“pueblo del molino”: “tre” pueblo y “velin” molino. Pero
además, el casco urbano tenía esa forma, ya que desde su plaza partían avenidas
y calles formando las aspas de un molino.
Índice de peligro de incendios
moderado debido a la lluvia caida y las bajas temperaturas
El pueblo era muy
pequeño, apenas contaba con seis mil quinientos habitantes, y todo estaba
absolutamente limpio y ordenado. Era una preciosura.
Detalle de los jardines de
la plaza de Trevelin
Además de las
actividades agropecuarias que lo circundaban, Trevelin vivía del turismo tanto
por su patrimonio cultural galés como por los atractivos naturales que lo
rodeaban, contando con buena capacidad de alojamiento tanto a nivel hotelero
como de cabañas de muy buen nivel de confort.
Con Martín y Omar en la plaza de
Trevelin
El paisaje era
maravilloso tanto por tener como marco a la cordillera de los Andes como por la
diversidad de flora y fauna autóctonas, más los cristalinos cursos de agua como
el del río Percey que limitaba al pueblo por el oeste.
Con Martín en la plaza de
Trevelin con el marco de los Andes Patagónicos
Ciprés patagónico en una de las
avenidas que partían desde la plaza central
Pero también Trevelin
constituía un interesante centro de atractivos de carácter histórico y cultural
con variedad de museos y monumentos como el Cartref Taid (Hogar del Abuelo), la
Tumba del Malacara, el Molino Nant Fach, la Escuela Nro. 18 del Plebiscito, la Piedra
Holdich, la Capilla Bethel…, y diversidad de ferias y fiestas tradicionales.
Otras manifestaciones típicas eran la Cabalgata de los Rifleros, la ceremonia
del té, y una escuela especializada en idioma galés que era una de las joyas de
su patrimonio ya que la Corona Británica les había tenido prohibido hablarlo en
su propia tierra.
Martín en una avenida de
Trevelin a la hora de la siesta
En 1897 se había
producido una disputa entre Argentina y Chile, ya que el Tratado de 1881
establecía como límite las altas cumbres de la cordillera que dividían aguas.
Pero en esa zona las divisorias de aguas estaban dadas por las morenas glaciarias
que se encontraban al este del cordón de altas cumbres, por lo que ambos países
se atribuían la posesión de los territorios intermedios. Fue entonces que se
invitó al Reino Unido a que realizara un arbitraje. El hombre designado para
hacer dicho trabajo fue Sir Thomas Holdich, quien decidiera llevar a cabo una
votación entre los colonos galeses, pobladores tehuelche, y chilenos que
habitaban el lugar, plebiscito que fuera realizado el 30 de abril de 1902. Y
pese a que Chile ofrecía el doble de tierras para los galeses, la gran mayoría
de los colonos optaron por permanecer bajo bandera argentina, sobre todo porque
no querían establecer un límite entre ellos y sus familias del resto del
Chubut, además de que ya existían algunos servicios como comisaría, escuela y
puesto sanitario instalados por el Gobierno Argentino. Por lo tanto, el rey
Eduardo VII asignó cincuenta y cuatro mil kilómetros para Chile y cuarenta mil
para Argentina, que se vio beneficiada con los tres valles más importantes:
Nuevo (luego El Bolsón), Cholila y 16 de Octubre.
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