Recorrimos las cuatro salas de exposición
museográfica, con amplia información cultural, social y ambiental de las
artesanías tradicionales de los pueblos indígenas, afroecuatorianos, montubios
y mestizos del Ecuador. Por lo que, si bien fueron muchas las muestras que
tuvimos a nuestra vista, solo haré referencia aquí, a las que, por diferentes
motivos, llamaron a nuestra atención.
Si bien Ecuador era un país pequeño, la diversidad de
ambientes generaba, además, diferentes culturas, que, entre otros aspectos, incidían
en la vestimenta femenina.
Una característica de la prenda de la chola cuencana consistía
en una blusa blanca con cuello triangular, adornado con encajes, bordados con
flores como símbolo de elegancia, cubierta con una manteleta de paño fino de
Gualaceo (una ciudad localizada al este de Cuenca), y la falda ancha y gruesa
confeccionada con terciopelo y con colores muy llamativos. Si estaba casada, de
su sombrero de paja toquilla, salían tiras negras.
Mientras que las mujeres del Chimborazo utilizaban anacos (vestidos precolombinos) negros sujetos a la cintura con una faja kawiña chumbi, tejida en telar con lana de oveja, en forma de rectángulos, alternando cada tanto con figuras geométricas. La función de las fajas era la de mantener el vientre caliente para proteger la fertilidad, y tenían símbolos bordados que representaban la cosmovisión del pueblo indígena, distinguiéndose animales, montañas y agua. Lo que las diferenciaba de otras mujeres de la región era la forma en la que se colocaban el anaco: la tela negra se envolvía de forma que se apretara en la cintura, siendo más holgada a la altura de los tobillos, debido al trabajo que realizaban en el campo, ya que necesitaban que la ropa estuviera más suelta para permitir su movilidad. También vestían un camisón largo con figuras bordadas en el pecho y mangas, que se colocaba debajo del anaco; sobre sus hombros usaban dos fachalinas largas (pañuelo rectangular hecho de paño), de colores distintos que aseguraban con un tupo (alfiler de gran tamaño) de plata. Dichas prendas se fabricaban con lana de borrego y en la antigüedad se teñían con colorantes naturales extraídos de las verduras, plantas y flores, pero posteriormente comenzaron a hacerse con hilos pigmentados. Y cuando estaban en condiciones de casarse, colgaban del sombrero tiras de varios colores.
Izquierda: traje de mujer de Cuenca con tiras negras
que salían del sombrero
que indicaban que estaba casada.
Derecha: traje de mujer del Chimborazo con tiras de
varios colores que salían del sombrero
que indicaban que estaba en condiciones de casarse.
Respecto de la elaboración de tejidos, había imágenes relativas al “telar de cintura”, denominado así ya que la cintura servía para tensar la urdimbre (conjunto de hilos longitudinales) colocada en ganchos o en la pared.
Telar de cintura
Algo
que nos pareció muy bonito, además de creativo y colorido, fueron los juguetes,
que, en muchos casos, consistían en figuras en miniatura.
Juguetes muy bonitos y
coloridos
Entre
los instrumentos musicales pudimos ver tanto los de cuerda como los de
percusión y de viento.
Instrumentos musicales de cuerda,
de percusión y de viento
Si
bien yo sabía que el famoso sombrero “Panamá” tenía su origen en Ecuador,
desconocía el lugar exacto donde se elaboraba, así como la razón por la cual se
lo conocía con el nombre de otro país.
Y
ahora pude informarme acerca de que dichos sombreros se cinfeccionaban en la
localidad de Montecristi, muy cercana a Manta, a escasos quince kilómetros de
la costa del Pacífico.
Su
particularidad era que se tejía a mano con el producto de las hojas de la palma
conocida como jipijapa, Paja toquilla, Iraca, palmiche, cestillo, nacuma,
rabiahorcado, murrapo, atagua, y científicamente como Carludovica palmata, planta
que crecía hasta los 1.300 m.s.n.m. en regiones cálidas y húmedas del Centro y
Sur de América.
Por
esa razón el origen de su denominación era la de “sombrero Montecristi”, o
simplemente “jipijapa”. Pero su fama
internacional como “Panamá”, vino del hecho de que durante la construcción del
canal se importaron millares de estos sombreros para el uso de los trabajadores
de la construcción. Cuando Theodore Roosevelt visitó el canal, también usó
dicho sombrero, lo que aumentó su popularidad.
Sombrero “Montecristi” o “Panamá”
Recorriendo
el museo, no solo tuvimos contacto con los diversos elementos generados por las
diversas culturas del Ecuador, sino que también recibimos información sobre sus
principales costumbres.
Y
los pueblos que más nos impactaron, fueron, sin lugar a duda, los amazónicos,
que se diferenciaban en siete etnias.
Una
de sus particularidades era la de abandonar a quienes no podían trasladarse por
sus propios medios, como, por ejemplo, los ancianos. A pesar de nuestra sorpresa,
era lógico pensar que, en una comunidad cazadora nómade, donde los desplazamientos
eran vitales para la subsistencia, y en un bioma selvático con grandes peligros
a cada paso, el hacerse cargo de quienes estuvieran imposibilitados de seguir
al grupo, pondría en peligro a todos sus miembros.
Siete etnias amazónicas
Un
elemento interesante lo constituía el “tuntuy”, que consistía en un grueso tronco
con un palo para hacer llamados, una especie de celular de los pueblos originarios.
Tuntuy (el celular de los pueblos originarios
amazónicos)
Y
como todo pueblo cazador, no solo elaboraban diferentes objetos con partes de
animales, sino que los representaban a través del arte.
Entre las muestras del museo encontramos un cinturón del cual colgaban picos de tucán, un collar con vértebras de boa, plumas de papagayos y tucanes, cráneos de monos y ratones, y un banco tallado en una sola pieza que representaba a siete serpientes.
Cinturón con picos de tucán
Collar con vértebras de boa
Plumas de papagayos y tucanes
Cráneos de monos, ratones y otros
Banco tallado en una sola
pieza
Pero,
evidentemente, el clima amazónico, extremadamente cálido y húmedo, no solo generaba
una gran diversidad de plantas y animales, sino que aumentaba la propagación de
determinados insectos, como, por ejemplo, los piojos. Y ya estos pueblos
utilizaban un método que perdura en la actualidad, aunque con otros materiales,
que se trata de la utilización de los “peines finos”.
“Peines finos” amazónicos para sacarse los piojos