Los primeros
días del mes de junio de 2004, tenía que regresar a Villa Carlos Paz con el fin
de continuar con la organización del Encuentro Humboldt que se realizaría tres
meses después. Y como mi hijo Joaquín no se había tomado vacaciones en el
verano, lo invité a viajar conmigo, además de llevar también a Martín.
¡¡¡Qué
frío!!!!! Habíamos salido de Buenos Aires en plena Sudestada, pero en Córdoba
las temperaturas eran mucho más bajas; y, por otra parte, como no se trataba de
un fin de semana, gran parte de los locales estaban cerrados y muchas de las
excursiones no se realizaban por falta de pasajeros, a menos que se pagara una
exorbitancia.
Mientras yo
hacía gestiones de todo tipo, Joaquín (19) y Martín (13) andaban juntos por
todas partes, caminando alrededor del lago San Roque o en los locales de
jueguitos electrónicos.
Pero en cuanto
me desocupé, hicimos unas salidas a los valles cercanos en remise, y subimos al
cerro de la Cruz.
Primeramente, fuimos
hasta el final de la avenida Estrada, al pie de la aerosilla, y doblando a la
izquierda encontramos las escalinatas que llegaban hasta la cima.
A lo largo del
camino se presentaba un vía crucis que finalizaba en la famosa cruz en lo más
alto del cerro.
A medida que ascendíamos
la vegetación iba mermando y haciéndose cada vez más espinosa, pero la vista
era cada vez más bonita.
En determinado
momento yo hice un alto para descansar y tomar fotografías, pero el entusiasmo
de los chicos hizo que continuaran subiendo a gran velocidad.
Vista de Villa Carlos Paz durante el ascenso al
cerro de la Cruz
El cerro de la
Cruz era el más alto de Carlos Paz y se elevaba a 1000 m.s.n.m. La cruz blanca
que lo coronaba era de quince metros de altura, realizada con hormigón armado.
Fue inaugurada en 1934 coincidiendo con la realización en Buenos Aires del
XXXII Congreso Eucarístico Internacional, razón por la cual Margarita
Avanzatto, viuda de Carlos Paz, fundador de la villa, había donado esos
terrenos al Arzobispado de Córdoba.
En la
parte superior de la cruz había una inscripción en latín que decía “Christus Vivit Regnat et Imperat”, cuyo
significado era “Cristo vive, reina e
impera”.
Desde
allí pudimos tener una vista panorámica de la ciudad, con el río San Antonio
desembocando en el lago San Roque, por lo que nos quedamos observando el
panorama durante varios minutos, hasta que el viento, que se hacía cada vez más
fuerte, nos impidió permanecer más tiempo.
Vista
de Villa Carlos Paz, con el río San Antonio desembocando en el lago San Roque
Y muy a
pesar del frío, durante el descenso volvimos a entrar en calor. Joaquín y yo
quedamos muy satisfechos con esa experiencia, pero a Martín no se le borró más
de la mente, y desde ese momento, siempre ha pedido volver a las montañas.
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