Entre los días 5 y 8
de junio de 2007, se realizaba en la Universidad Nacional de Río Cuarto, el
Primer Congreso de Geografía de Universidades Nacionales. Así que junto con
Omar y Martín partí desde la terminal Retiro hacia la provincia de Córdoba.
A la mañana
siguiente, al llegar a la ciudad de Río Cuarto, nos encontramos con una gran
cantidad de periodistas por todas partes. Evidentemente no estaban allí
esperándonos a nosotros, pero tampoco se habían concentrado a causa del
Congreso de Geografía, sino que lo que los había convocado era que esa semana
se levantaba el secreto de sumario en la causa por el asesinato de Nora
Dalmasso, ocurrido siete meses atrás, y se tenía la sospecha de que estaría
imputado su hijo Facundo. Y ese era el único tema del cual se hablaba por la
calle, lo que le robó cámara a la actividad académica referida a la Geografía
Nacional.
Río Cuarto era la
segunda ciudad en importancia de la provincia de Córdoba, situada al este de la
sierra de Comechingones, a orillas del río Cuarto, también conocido como
Chocancharava. Tenía en ese momento una población de alrededor de trescientos
mil habitantes, siendo el centro comercial y de servicios de una pujante región
agrícolo-ganadera. También su economía se basaba en industrias agromecánicas y alimentarias,
como frigoríficos y lácteas. Por otra parte, la universidad le daba un empuje
muy particular dada la cantidad de estudiantes provenientes de toda la región.
Y además constituía un nudo de comunicaciones entre la región Pampeana y Cuyo,
y entre el Atlántico y el Pacífico. Sin embargo, nunca la ciudad había estado
en los titulares de los diarios, como por el famoso crimen. Sinceramente una injusticia.
Luego de instalarnos
en un buen hotel céntrico partimos hacia el campus universitario que quedaba en
las afueras de la ciudad sobre la margen norte del río Cuarto. Y allí nos
esperaban los organizadores, estando entre ellos, Ricardo Agüero, José María
Cóccaro, Jorge González, Mayra Puigdomenech, Elina Sosa, Cristina Valenzuela… Como
era de esperar, excelentes anfitriones.
En todo este tipo de
actividades, además de las cuestiones académicas, aprovechamos para
encontrarnos y compartir gratos momentos con colegas y amigos con los que no
nos veíamos asiduamente, y esta ocasión no fue la excepción.
Durante el
transcurso del Congreso se expusieron gran cantidad de ponencias sobre
diversidad de temas, se realizaron plenarios con la participación activa de
estudiantes, se rindió homenaje a geógrafos destacados y se hicieron reuniones
programando actividades a futuro. Y, además, se desencadenaron discusiones muy
provechosas.
Pero como nada podía
ser perfecto, tuvimos un pequeño incidente. En esa época mi hijo Martín tenía
dieciséis años y permanecía conmigo en las aulas mientras se hacían las
exposiciones. A él lo entretenía el hecho de que se proyectaran imágenes y por
tal motivo, se mantenía tranquilo. Pero en un momento en que yo estaba
moderando una mesa, entró al aula alguien de seguridad increpándolo y
pidiéndole de mala manera, que se retirara. Él se quedó mirándolo fijo. No
entendía nada, y quienes estábamos allí, tampoco. Entonces yo le dije al hombre
que lo dejara, que era autista y que estaba conmigo, además de preguntarle qué era
lo que pasaba. El respondió que alguien lo había ido a buscar porque el
muchacho estaba molestando. ¡Quedamos absolutamente perplejos! Todos los
presentes le respondieron que eso no era cierto. A lo sumo hacía un ruidito
constante con la correa de la mochila, pero de ninguna manera era razón para
llamar a alguien de seguridad. Lo que más nos indignó fue que quien lo había
acusado no diera la cara.
El jueves 7 hicimos
un viaje de estudio dirigido por docentes de la Universidad, donde recorrimos
ambientes de llanura y de sierras, viendo las condiciones de uso del suelo
rural y del urbano, y los problemas medioambientales emergentes del proceso de
organización del espacio.
Primeramente
visitamos Sampacho, que era una localidad que contaba en ese momento con menos
de diez mil habitantes. Su nombre, derivado del quechua, significaba “lugar
débil o flojo”, y podría estar relacionado tanto por el constante movimiento de
los médanos como por los continuos temblores que ocurrían en la zona como lo
atestigua el terremoto de 1934 que había dejado al pueblo parcialmente
destruido.
El origen de Sampacho se
remontaba a fines del siglo XVIII cuando Rafael de Sobremonte, gobernador de
Córdoba, en su deseo de proteger y dar mayor seguridad a las rutas que se
habían abierto en la zona, mandara a erigir el fuerte San Fernando, que fuera
destruido más de una vez por los Ranqueles, con el fin de defenderse de la
invasión de los blancos. Y como la zona contaba con un arroyo de abundante
caudal que se desplazaba por una llanura fértil, las autoridades consideraron
que el lugar se prestaba para la fundación de un poblado, lo que se concretara
a partir de las tierras donadas por un estanciero. Y fue a fines del siglo XIX
que llegaron los primeros colonos de origen italiano, para arribar
posteriormente otros, también procedentes de tierras europeas.
Luego continuamos viaje hasta
Achiras, conocida como “La Linda del sur cordobés”, por estar enclavada en las
últimas estribaciones de las sierras de Comechingones, a 850 m.s.n.m. Y por esa
razón se había convertido en el centro turístico más importante de la región, contando
en ese entonces con sólo dos mil habitantes permanentes, pero que aumentaban
considerablemente todos los veranos.
En ese momento, se encontraba
en construcción otro de los microembalses pensados para contener las aguas que
provocaban anualmente fuertes inundaciones.
Se encontraba en
construcción la represa de Achiras
Dique de contención
del río Achiras
Se trataba de una localidad
más antigua que Sampacho, ya que las primeras menciones se remontaban a 1570, y
que continuaron con la Posta de Los Nogales, ubicada a la vera del Camino Real.
Por esto y por otros importantes acontecimientos, su historia nos pareció muy
rica. De hecho, el pueblo contaba con varios museos y edificios de gran valor.
Uno de ellos era la Casa de los Oribe, construida alrededor de 1887 en barro y
piedra, donde además del Archivo Histórico había un enorme salón denominado
Teatrino donde participamos de una actividad cultural. Y en esa ocasión nos
hicieron saber la trascendencia que había tenido Achiras en la campaña
libertadora, ya que el General San Martín, en su paso hacia Cuyo, allí había
reclutado hombres y se había hecho de diversos elementos necesarios para el
cruce de los Andes.
Martín en el aljibe de la Casa de los Oribe
Caminamos por sus callecitas
con sus construcciones de adobe y piedra para luego llegar hasta la plaza Roca,
que fuera el lugar de asentamiento del fuerte que sirvió durante la Campaña al
Desierto, entre los años 1832 y 1869. La plaza resultó ser el reducto interior
de la fortificación, perimetrada por edificios militares, civiles, religiosos y
particulares, que daban su espalda al exterior y abrían sus puertas a un
espacio cerrado que brindaba amparo al vecindario, todo coronado por el
edificio de La Comandancia.
Iglesia La Merced frente a la plaza Roca
Plaza Roca
Paseando por Achiras
Ya habiendo pasado largamente
el mediodía, nos instalamos a la vera de uno de los dos cursos de agua que
tenía el pueblo, donde había mesas y bancos de cemento, teniendo nuestro
merecido almuerzo en un ambiente de gran camaradería. Y ya cansados pero muy
satisfechos regresamos a la ciudad de Río Cuarto.
Con Martín en el balneario de Achiras
Martín en el sur de la sierra de los
Comechingones
Con Elina Sosa
El guía destacaba aspectos naturales e históricos
de Achiras
Todas las actividades del
Congreso continuaron normalmente y como despedida nos ofrecieron un asado con
espectáculo y baile en los salones de la Sociedad Rural de Río Cuarto. ¡Excelente!
Y si bien la comida fue de primer nivel y muy abundante, lo que se logró
durante el baile, fue sensacional.
El Congreso había tenido como
logo unas manos, cuya reproducción en cartulina había sido repartida previamente
entre los asistentes para luego utilizarlas lúdicamente. De esa manera todos
nos integramos y divertimos muchísimo, sumándole un gran valor a la reunión
científica.
Ya concluidas todas las
actividades, a la noche tomamos un micro rumbo a Buenos Aires, que después de
casi diez horas de viaje nos dejó en la terminal de ómnibus de Retiro, atravesando
la Villa 31.
Lamentablemente la
marginalidad crecía día a día debido a un fuerte proceso inmigratorio a causa
de la expulsión de población rural tanto de Argentina como de países vecinos,
por parte de población cada vez más pauperizada. Y justamente esa problemática
había sido tratada en varias ponencias durante el Congreso al que habíamos
asistido.
Llegada a la ciudad de Buenos Aires
Áreas marginales cercanas a la terminal de ómnibus de Retiro
Viviendas extremadamente precarias en el barrio de
Retiro
Comercios de la Villa 31
Vista parcial de la Villa 31
Locales informales en la Villa 31
Feria comercial de fines de semana en la Villa 31
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