Finalizado
el Encuentro Humboldt, Omar, Solange y yo decidimos dedicar un día a visitar
algunos lugares fuera de La Rioja Capital.
Era el sábado 25 de septiembre de 2010. Salimos del hotel Naindo, y mientras esperábamos al auto con chofer-guía que habíamos contratado, nos paramos en la esquina y vimos una especie de monolito en el cual, por ir y venir los días anteriores, no habíamos reparado. Se trataba de un autobombo. El Intendente Ricardo Quintela se lo había construido en propio agradecimiento por haber asfaltado a razón de una cuadra por día durante su primera gestión. Ni pintadas, ni pasacalle, ni propaganda televisiva le habían alcanzado, ya que todo eso era muy efímero. Necesitó de una obra de cemento y granito, con la respectiva placa, que pagaron los riojanos capitalinos de su propio bolsillo. ¡Eso era demasiado! Digno de una película de Fellini. Sin embargo, fue re-elegido.
Monolito en auto
honor del Intendente Ricardo Quintela
Tomamos
la RN 75 hacia el oeste para dirigirnos a la quebrada de los Sauces, y por un
camino levemente sinuoso de tan sólo siete kilómetros, a la vera del cual había
grandes residencias señoriales, arribamos al sitio denominado Las Padercitas.
Las Padercitas eran un conjunto de ruinas de barro conservadas tras una construcción de muros de piedra, y junto a las cuales persistía un templo donde se veneraba a San Francisco Solano.
Templo y muro de piedra de
Las Padercitas
San
Francisco Solano, español de origen, desarrolló lo más reconocido de su apostolado
en el antiguo Tucumán, adonde llegó desde Lima a pie. En su camino visitó las
ciudades de Santiago del Estero y Córdoba en cuyos conventos moró y edificó
templos convirtiendo indígenas; pero lo más destacado ha sido su misión en La
Rioja.
En 1593,
varios grupos indígenas amenazaban con arrasar la ciudad recientemente fundada
debido a que se sentían maltratados por los conquistadores europeos. Pero San
Francisco logró que los naturales celebraran un tratado de paz, con la
condición de separar de su cargo al alcalde que tanto daño les había hecho. Y a
partir de ese momento los atributos de alcalde fueron transferidos al Niño
Jesús, siendo ese preciso momento en que se instituyó la celebración del
Tinkunaco, simbolizando el “encuentro” entre ambas culturas.
El 12 de octubre de 1992, al cumplirse quinientos años del descubrimiento de América por parte de los europeos, se inauguró en la plazoleta de Las Padercitas, el monumental Tinkunaco, obra de cemento y cerámica de siete metros de altura, perteneciente al plástico riojano Edgardo Mario Aciar. Dos bloques yuxtapuestos simbolizando España y América Indígena y una espiral lanzada al cielo para insinuar la nueva cultura americana, han pretendido simbolizar sincretismo religioso y un camino en común. ¡Nada más alejado de la realidad!
Monumento al
Tinkunaco, “Encuentro de Gente” en quechua
San Francisco Solano fue el primer santo americano, canonizado por el Papa Benedicto XIII, en 1726.
Interior del templo de Las
Padercitas, lugar de veneración a San Francisco Solano
Las ruinas de barro que se protegían tuvieron como principal función actuar como fuerte en el que los españoles se defendían de los ataques de los grupos más radicalizados de los diaguitas, y había sido mandado a levantar por don Pedro Jerónimo Luis de Cabrera en 1630.
Ruinas de barro
correspondientes a un fuerte de defensa de los españoles ante los diaguitas
El 24
de julio de 1893 un grupo de devotos del convento de San Francisco quiso
celebrar el tercer siglo de aquel suceso con una misa en el sitio, dejando como
testimonio una gran cruz de madera que comenzó a ser venerada por la población
riojana.
Hasta
1919 en el lugar sólo estaban las ruinas del fuerte español, cubiertas de
maleza. Pero al llegar Fray Bernardino Gómez a La Rioja y su descubrimiento de
la historia del convento franciscano, muy unida a la acción misionera de
Francisco Solano, fue determinante para que las ruinas, que la gente visitaba
espontáneamente en agosto, a partir de 1920 se convirtieran en el centro de una
peregrinación organizada conduciendo las imágenes de San Francisco y el Niño
Dios Alcalde, a pie desde el Convento hacia Las Padercitas, ida y vuelta.
También él fue el impulsor de la construcción del templete que resguardaba las
ruinas, y de la capilla.
Entre los restos de Las Padercitas había paredes de barro muy anchas que originalmente habían sido muy altas, pero tres siglos de abandono deterioraron la antigua fortaleza que, a comienzos del siglo XX, empezara a ser restaurada y protegida.
Paredes anchas de
barro
Al
cabo de unos ocho kilómetros más nos detuvimos antes de cruzar un túnel cavado
en medio de la roca.
Túnel en la Ruta Nacional
Número 75, en la quebrada de los Sauces
Desde allí observamos las laderas del Velazco, en su sector oriental. La vegetación era xerófila y achaparrada, predominando las jarillas, los chañares y los algarrobos.
Omar junto al guía, haciendo
un avistaje de la quebrada
Pasamos
el túnel y llegamos hasta un mirador desde donde vimos el lago del dique Los
Sauces, alrededor del cual se levantaban los cerros El Peñón, de 1.800 metros
de altura, y el de la Cruz, de 1.600 m.s.n.m.
La escasez de agua había obligado a construir un reservorio. La obra de ingeniería fue planificada para embalsar las aguas con el fin de destinarlas al riego y al consumo de la capital provincial. Pero posteriormente, también se le dieron otros fines como la práctica de navegación a vela, el esquí acuático y la tirolesa. Los pescadores podían obtener buenas piezas de pejerrey; y tanto las familias de la zona como los turistas solían disfrutar de unos días de esparcimiento en el Camping Municipal que ofrecía asadores, piletas y sanitarios.
La vegetación coincidía con los cursos de agua
temporarios
Lago del dique Los Sauces
En los últimos años el dique había perdido capacidad de almacenamiento. De hecho, cuando yo lo había conocido, en el año 69, las aguas cubrían toda la superficie donde ahora veía sólo pastizales o rocas sedimentarias compactadas. Los grupos ambientalistas lo atribuían a que las mineras estaban operando en la cuenca superior, y consumían grandes volúmenes de agua, no pudiendo entonces abastecer al lago; y, por otra parte, denunciaban el grado de contaminación que estaban sufriendo sus aguas. Pero, además, el 2010 terminó con una gran preocupación en los capitalinos. ¿Por qué se morían tantos peces en el Dique de los Sauces? Por un lado, las autoridades gubernamentales explicaron que se trataba de un alga que hacía que les quitara oxígeno a los animales acuáticos. Pero por el otro lado, sectores ambientalistas adjudicaron a la presencia de explotación minera y sus consecuencias en la vida natural del lugar. Por eso es que se le agregaba otra preocupación: el estado del agua. Inmediatamente, gente de Aguas Riojanas SAPEM afirmó que el agua estaba en perfectas condiciones, mientras sectores opositores decían totalmente lo contrario. Sin embargo, y pese a las incertidumbres que se sembró en la sociedad, se pudo frenar esta mortandad de peces. Los entendidos en el tema del dique decían que estaba en un estado avanzado de eutrofización. Esa situación se debía al tiempo de vida del dique, ya que fue realizado en la década de 1930 teniendo en ese momento ochenta años de utilidad. Durante su período de vida se había realizado el proceso de sedimentación de los nutrientes, tanto nitrógeno como fósforo, lo que había desencadenado un crecimiento exponencial de dos tipos de algas: Las clorofitas (algas verdes) y las cianófitas (algas azules). Dada la elevada cantidad de algas verdes, se producía un alto consumo de oxígeno disuelto que hacía que la fauna del lago viera disminuida la cantidad necesaria de oxígeno para su subsistencia. En esas circunstancias se proponía realizar las acciones de eliminación de las algas del dique, succionar el sedimento de la capa suelta y la aireación del lago, para recuperar la fauna. Ese proceso sería aplicado tras las diferentes investigaciones que se habían realizado desde la Secretaría del Agua.
Había campañas en
contra de la explotación de uranio
Al bordear la margen izquierda del dique, la primera parte de la ruta era serpenteante pero relativamente llana.
Área desértica de la
quebrada de los Sauces
Luego
comenzamos a subir por un camino de tierra firme, desde donde vimos en el fondo
del valle, una zona cultivada bajo regadío.
Un vergel en medio
del desierto
Ascendiendo
ya por una zona de cornisa, llegamos a la cumbre del cerro de la Cruz. Allí
había una rampa de lanzamiento de aladeltas y parapentes, que, según los
baqueanos, se trataba de uno de los mejores lugares del mundo para desarrollar
esas actividades por sus excelentes condiciones climáticas.
Cerro de la Cruz
Permanecimos un buen rato mirando el paisaje, fijando la mirada en la montaña azul, que se veía imponente, y tratando de poner la mente en blanco.
Vista panorámica de la quebrada de los Sauces desde el cerro
de la Cruz
Y en
esa mañana espectacular, continuamos nuestro paseo rumbo a la costa…
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