El viernes 2 a las cuatro y treinta y cinco de la mañana llegué a la estación 30th Street de Philadelphia, el corazón de la red ferroviaria de la ciudad. ¡Hermosa y limpia! Había sido abierta en 1933, poco después de que se terminara la expansión del Ferrocarril Pensilvania (PRR), y, en ese momento (2012) ya era propiedad de la empresa AMTRAK.
Era imponente, y eran dignos de admiración no solamente el cielorraso sino también sus artefactos de iluminación. En un gran hall se encontraba un enorme friso en altorrelieve denominado “The Spirit of Transportation”, que representaba viajes desde la antigüedad hasta la modernidad, e incluso el futuro, obra del artista austríaco Karl Bitter, que había sido expuesto previamente en la estación Broad Street desde 1895.
Hall
central de la estación Philadelphia - 30th Street
Detalle
del cielorraso y de los artefactos de iluminación de la estación 30th Street de
Philadelphia
“The Spirit of
Transportation“, escultura en altorrelieve, obra de Karl Bitter
En esta estación había varias ofertas gastronómicas y opté por COSÍ, donde desayuné un jugo de naranja, un yogur con frutas, cereales y una cheesecake.
COSÍ
SIMPLY GOOD TASTE
Cuando salió el sol tomé un taxi hasta el distrito
histórico y le pedí al taxista que me recomendara un hotel barato, pero hizo
caso omiso y me llevó al Best Western Independence Park Hotel, que se destacaba
por ser el más caro de ese sector. Costaba ciento cuarenta y siete dólares la
noche más impuestos que superaban los cuatro dólares por tratarse de un
edificio patrimonial. Estaba ubicado en la calle Chestnut, reconocido por el
Departamento del Interior de los Estados Unidos e inscripto en el Registro Nacional
de Lugares Históricos por su rica arquitectura, sus techos altos, sus
ventanales de paladio, un vestíbulo con chimenea y un acogedor patio interior.
En la antigua Philadelphia, la calle Chestnut era
un lugar céntrico para reuniones, actividades bancarias y encuentros sociales.
Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y otros patriotas estadounidenses solían
pasear por el barrio, cenar y asistir a la iglesia cercana. En 1856 el Sr.
Elliott encargó al arquitecto local Joseph Hoxie que diseñara allí un edificio
de estilo italiano con el fin de abrir un negocio de fabricación de muñecas.
Después de muchos años, el local albergó una tienda de artículos secos y otros
negocios; y más de cien años después, con la fachada original de granito y el
nombre del Sr. Elliott en el tejado, el Independence Park se convirtió en el
primer hotel boutique histórico de la ciudad.
BEST WESTERN INDEPENDENCE PARK HOTEL
Dejé el equipaje y salí a caminar hacia el río Delaware, es decir, hacia el este de la ciudad, buscando referencias históricas; y a solo dos pasos me encontré con una placa sobre una pared que decía “ON THIS SITE IN 1897 NOTHING HAPPENED” (EN ESTE SITIO EN 1897 NO PASÓ NADA). Sin duda, el propietario de esa finca tenía sentido del humor, o tal vez, cierta molestia ante la supuesta importancia histórica de muchos otros edificios.
ON
THIS SITE
IN
1897 NOTHING
HAPPENED
Banks
Street
Restoranes
de diversas nacionalidades
Una
taberna belga en la esquina de Chusnet St. con S 2nd St.
Cocina
japonesa y afgana al lado del resto belga
Más
locales gastronómicos
El ex
Corn Exchange National Bank
El Citizens Bank en el antiguo editicio del Corn Exchange National Bank
Restorán
RESERVE, de alto nivel culinario
Siguiendo
por la Chusnet St.
Un
restorán mexicano y otro afgano
Hacía frío, pero no nevaba ni había tanto
viento como en Boston. La gente era más agradable, menos los irlandeses, que
seguían de mal humor. Casi nadie comprendía español, pero todos hablaban un
inglés muy puro. El mantenimiento lo hacían personas negras, de los cuales la
mayor parte eran de origen etíope.
Si bien no había posibilidades de llegar hasta el río, pude desplazarme por una especie de jardín ribereño.
Rumbo
a la ribera del río Delaware
Cruzando Front Street, sobre el lado norte del I-95 Park me topé con un monolito en piedra rústica que anunciaba el Irish Memorial, un enorme monumento que se encontraba a pocos pasos y que conmemoraba a los millones de irlandeses que murieron de hambre entre los años 1845 y 1852, así como a los cientos de miles que emigraron a Estados Unidos durante esos años. La obra, de la artista Glenna Goodacre, se denominaba “An Gorta Mor”, traducida como “La Gran Hambruna” había sido inaugurada en 2002, conmemorando el 150 aniversario de la finalización de ese suceso. La integraban treinta y cinco figuras de bronce de tamaño real organizadas en dos escenas. La sección superior oeste representaba a los inmigrantes que llegaban a Estados Unidos, listos para comenzar de nuevo, y la sección inferior estaba referida a la hambruna en Irlanda.
Monolito The
Irish Memorial
Parte inferior de la obra “An Gorta Mor”, representando la hambruna en
Irlanda
Parte superior
de la obra “An Gorta Mor”, refiriendo a la llegada a los Estados Unidos
Y en el sector sur del mismo parque había
otro memorial, y se trataba del Monumento a los Inmigrantes Escoceses, que había
sido inaugurado el 8 de octubre de 2011, apenas cinco meses antes de que yo me
encontrara allí. La estatua de bronce estaba integrada por cuatro figuras
humanas incluyendo a un hombre con atuendo tradicional escocés y a un perro,
sobre un gran pedestal de piedra. Y su sentido era ofrecer un tributo a quienes
habían contribuido al crecimiento de la ciudad y del país.
Monumento
a los Inmigrantes Esoceses
Llamó mi atención que en esos lugares
anunciaran una multa de 300U$S a quienes no se hicieran cargo de la suciedad
producida por sus perros, mediante un cartel que indicaba que se trataba de una
ley.
IT’S THE LAW
CLEAN UP
AFTER
YOUR
DOG
maximun fine
300$
CITY OF
PHILADELPHIA
También me sorprendió ver a un “homeless”negro durmiendo en un banco del parque con semejante frío, y a la vez, otro hombre negro, haciendo allí la vigilancia.
Un
“homeless” negro durmiendo en el parque y un custorio, también negro
Reflejo
del frío invernal
Ya era mediodía y decidí hacer una pausa y almorzar. Así que regresé a la zona de los restoranes buscando uno que tuviera que ver más con mis hábitos, que estuviera servido por mozos, tuviera servilleras de tela y copas de vidrio, ya que venía comiendo basuras en autoservicios, limpiándome la boca con papel áspero y bebiendo en vasitos de plástico… Y lo encontré en 239 Chustnet, se llamaba Rocchino’s, y como era italiano, pedí unos ñoquis con salsa roja y pesto que traían pan con un pote de oliva, como postre un cañón de crema y chocolate, acompañados por una botella de agua y una taza enorme de café. Pagué 25, 92 U$S con todo gusto porque los valía. ¡Y además de reconfortarme por el frío y el cansancio, eso me hizo sentir como en Buenos Aires…!
Restorán
Rocchino’s
Delicioso plato de ñoquis con salsa roja y pesto
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