El sábado 11 de octubre
de 2003, un grupo de participantes del recientemente finalizado V Encuentro
Internacional Humboldt, partimos desde la ciudad de Neuquén para realizar un
viaje de estudios guiado por las profesoras Elsie Jurio y Mabel Ciminari, de la
Universidad Nacional del Comahue.
El recorrido era de
aproximadamente mil kilómetros, y si bien no abarcaríamos la totalidad de la
provincia del Neuquén, daríamos una vuelta suficiente como para observar las
grandes diferencias físicas, desde las zonas áridas y sus oasis de riego en las
mesetas del sector oriental, hasta las formas glaciales con densos bosques en
la región cordillerana occidental.
A sólo ochenta kilómetros
por la ruta número 22 hacia el sudoeste llegamos a la Villa del Chocón, donde
se encontraba el Embalse Exequiel Ramos Mexía, que permitiera desarrollar el
turismo a partir de la posibilidad de la práctica de actividades acuáticas, en
una zona absolutamente árida. Y junto a la represa, se encontraba el valle de
los Dinosaurios, lugar en que Rubén Carolini, el 25 de julio de 1993 encontrara
el Gigantosaurus Carolinii, el dinosaurio carnívoro más grande conocido hasta
el momento; y donde Lieto Tessone descubriera los restos fósiles del
Rebbachisaurus Tessonei en 1998. Y a sólo cincuenta kilómetros del lugar se halló
el Argentinosaurus Huinculensis, el dinosaurio de mayor tamaño encontrado en el
mundo. Lo que ocurrió fue que cien millones de años atrás, esa zona estaba
cubierta por una selva, circundada por muchísimos ríos y lagunas, en cuyo
hábitat estos animales vivían. Y al elevarse la cordillera patagónica, los
vientos húmedos del Pacífico no pudieron llegar hasta esa área, quedando
privada de las precipitaciones de la etapa anterior. El lugar ha sido declarado
de interés por la ONU en 1996, y monumento nacional en 1997.
Valle de
los Dinosaurios. Al fondo, el espejo de agua del Embalse Exequiel Ramos Mexía
Ya desde allí tomamos la
ruta nacional 237, que corría de NE a SW, paralela al curso del río Limay. En esa
zona el relieve era de mesetas, que en términos generales iban descendiendo de
oeste a este.
Mesetas y
estepa arbustiva en el sector oriental de la provincia del Neuquén
La cubierta vegetal
estaba constituida por una estepa arbustiva, en un ambiente de temperaturas
medias anuales de 14ºC, con gran amplitud térmica entre el día y la noche, y
entre las estaciones, habiéndose registrado más de 35ºC en verano y -10ºC en
invierno. Este fenómeno tenía su causa en las escasas precipitaciones anuales que
rondaban los 160 mm. Y como complemento que agudizaba la evaporación de las
escasas precipitaciones, podría mencionarse el viento constante que en algunos
momentos podía alcanzar una velocidad de 100 km/hora.
Estepa
arbustiva en un ambiente semi-desértico y muy ventoso
Y en medio de ese paisaje
desolado, vimos a lo lejos el embalse de la represa de Piedra del Águila.
Embalse de la represa hidroeléctrica de
Piedra del Águila
Se trataba de un espejo
de agua de alrededor de trescientos kilómetros cuadrados, construida sobre el
río Limay, que abarcaba tanto una parte de la provincia del Neuquén, como de la
de Río Negro.
Espejo de agua de Piedra del Águila rodeado
de mesetas
Allí hicimos una visita
guiada por personal de la empresa, llegando hasta el pie del paredón de la
presa, que era de ciento setenta y dos metros de altura.
Paredón de concreto apoyado en las rocas más estables
La central tenía una
potencia instalada de 1400 MW, lo que la convertía en una pieza clave por estar
conectada al Sistema Eléctrico Nacional.
La energía producida en la Hidroeléctrica Piedra
del Águila podía ser enviada a todo el país
Pero el sentido de la
obra, además de producir electricidad, fue la de regular las crecidas del río
Limay que se producían durante la primavera y el verano, a causa del deshielo
cordillerano.
El caudal medio anual del
Limay era de 713 m3/seg, mientras que el máximo probable ascendía a 18.900
m3/seg. Y la represa contaba con un aliviadero de crecidas de hasta 10.000
m3/seg.
Vista panorámica de la represa Piedra del
Águila
La represa tenía túneles
que durante su construcción habían tenido la función de desviar las aguas del
río, pero posteriormente eran utilizados para ejercer el control de
funcionamiento.
Nuestro
grupo en camino al ingreso de un túnel de la represa
Parte de los túneles, excavados
por debajo de la dura roca, pudieron ser recorridos por nosotros, con los
cuidados lógicos de una zona oscura y húmeda.
Dentro
de uno de los túneles de la represa Piedra del Águila
Durante la excursión se
realizaron observaciones y discusión sobre diferentes temáticas, tales como el
comportamiento de los principales actores sociales en el proceso de apropiación
de la tierra en el valle inferior del río Limay, así como sobre la problemática
del paraje La Rinconada cuyas características fundamentales se asociaban al
paisaje de mesetas basálticas, mallines y al manejo de la tierra en función de
su tenencia.
Ya avanzada la tarde
llegamos a San Martín de los Andes, en el sudoeste del Neuquén, una de las ciudades
más bonitas del país.
En la puerta del hotel donde nos alojamos en
San Martín de los Andes
El paisaje había cambiado
totalmente. Estábamos de plenos Andes Patagónicos, donde las precipitaciones en
la ciudad de San Martín de los Andes eran de 1500 mm anuales, llegando a 4000
mm a medida que se avanzaba hacia el oeste, gran parte de las cuales caían en
forma de nieve, durante el período invernal. Por lo que, debido a esas
condiciones climáticas, de bajas temperaturas y elevada humedad se presentaba
un maravilloso bosque de coníferas, a 640 m.s.n.m., habiendo una menor amplitud
térmica que en la zona de la estepa.
Para ese entonces, la
ciudad tenía algo más de veintidós mil habitantes permanentes, además de los
contingentes de turistas, muchos de ellos provenientes del hemisferio norte,
que se acercaban año tras año, en especial para la época de esquí. San Martín
de los Andes, además, era sede del Parque Nacional Lanin.
Una calle de San Martín de los Andes vista
desde la ventana del hotel
La arquitectura
predominante de la ciudad era de piedra y madera, con jardines floridos y un
marco natural difícil de igualar. Distintas ordenanzas municipales regularon la
altura y fachada de las construcciones. Con la creación del Parque Nacional
Lanin en 1937, el famoso arquitecto Alejandro Bustillo recomendó que las
fachadas de las construcciones estuvieran cubiertas por piedras que se
encontraban disponibles por las voladuras producto de las explosiones
realizadas para la construcción de caminos, que las paredes estuvieran
cubiertas de madera para aislar los interiores de las bajas temperaturas, y,
además, que los techos fueran a dos aguas para evitar la acumulación de nieve.
Viviendas estilo alpino en un marco de
montañas cubiertas de densos bosques de coníferas
Antes de que se hiciera
de noche, salimos a caminar por la ciudad, que, si bien yo ya conocía desde
casi treinta años antes, cada vez la notaba más bonita.
Calle de la ciudad de San Martín de los Andes
Pero a pesar de estar en
primavera, las bajas temperaturas eran características, por lo que buscamos una
de las tantas “fábricas de chocolate casero”, no sólo con el fin de calmar el
frío sino de degustar las finas confituras de la región. Las barras de
chocolate incluían almendras, avellanas, pasas de uva…, mientras que los dulces
artesanales eran de sauco, rosa mosqueta, calafate y otros frutos del bosque.
Marta Fohs y Luis Felipe Cabrales Barajas visitando
una de las tantas chocolaterías
Nos esperaba una cena con
platos típicos y una sobremesa durante la cual comentaríamos todo lo recorrido
durante una jornada tan larga como interesante.
En el lobby del hotel esperando el llamado
para cenar
San Martín era el principal destino turístico
de la provincia, y uno de los más importantes de la Argentina. Con el
desarrollo del centro de esquí del cerro Chapelco en la década del ’70, se
produjo una expansión explosiva de la población junto con el desarrollo
edilicio que le permitiera contar con todo tipo de servicios.
Si bien ya estábamos fuera de temporada,
algunos manchones de nieve perduraban en algunas hoyas, lo que nos permitió
armar una batalla tal como si fuéramos niños durante un buen rato de la mañana
del domingo 12.
Jugando con la nieve en una de las hoyas próximas
al Chapelco
San Martín de los Andes se
encontraba en un profundo valle denominado Vega de Maipú, el mismo que hacia el
oeste estaba ocupado por el lago Lácar, de origen tectónico-glaciario como casi
todos los andino-patagónicos. De ahí sus veintinueve kilómetros de extensión de
este a oeste, convirtiéndose en el lago Nonthué después de una angostura,
mientras que su ancho no pasaba de tres kilómetros de promedio. Su máxima
profundidad alcanzaba los doscientos setenta y siete metros, con barrancas en algunas
costas y angostas playas. Y en este caso, desaguaba hacia el océano Pacífico a
través del río Hua-Hum, perteneciente a la cuenca del río Valdivia. Esto se
debió a que por ese sector de la cordillera el límite entre Argentina y Chile
pasaba por las altas cumbres y no por la divisoria de aguas, que estaba
conformada por las morenas glaciarias ubicadas hacia el este.
Dejamos el hotel y antes de
continuar viaje, nos dispusimos a tener un frugal almuerzo de vianda en la
playa oriental del lago Lácar.
Con Marta en la playa del lago Lácar,
teniendo un almuerzo frugal
A primera hora de la tarde
subimos nuevamente a nuestro micro y partimos rumbo al norte. Y ya pasando
Junín de los Andes comenzamos a bordear el río Aluminé, cuyo caudal dependía
tanto de las precipitaciones de la zona, como del deshielo de la cordillera de
los Andes. El valle por donde corría era estrecho y rodeado de montañas, y al
encajonarse, se generaban rápidos donde algunos visitantes podían hacer
rafting. Nacía en el lago Aluminé y desembocaba en el río Collón Cura, afluente
del Limay.
Río Aluminé corriendo de norte a sur,
paralelo a los Andes Patagónicos
A medida que avanzábamos
notábamos que la vegetación comenzaba a ralearse. Lo que ocurría era que ya
habíamos pasado de una zona de 1500 mm anuales de precipitaciones a sólo 500 mm
en pocos kilómetros. Pero pese a eso, se realizaban actividades pecuarias, en
especial de ganado caprino y ovino, de ahí la presencia de alambrados en gran
parte del camino.
En camino entre San Martín de los Andes y
Aluminé
Volvimos al paisaje de la
estepa, pero teníamos como marco hacia el oeste, a la imponente cordillera de
los Andes, de la cual sobresalía, permanentemente nevado, el volcán Lanin, de
3747 m.s.n.m.
Volcán Lanin sobresaliendo de entre los
cerros de la cordillera de los Andes
Y en poco tiempo más llegamos a
Aluminé, una localidad que apenas contaba con cuatro mil habitantes, pero que
era una preciosura por estar a 850 m.s.n.m. y rodeada de montañas. Todas las
instituciones más importantes estaban concentradas alrededor de su plaza, y fue
justamente allí donde nos bajamos para caminar un poco y comprar algo de
chocolate para el largo trecho que nos esperaba a lo largo del día.
Plaza San Martín de la
localidad de Aluminé
Al dejar Aluminé encontramos
varios establecimientos agrícola-ganaderos, en las zonas aledañas al río, que
constituía la fuente de regadío por excelencia.
Establecimiento agropecuario al norte de la
localidad de Aluminé
Pasados los oasis de regadío,
volvimos a un paisaje árido, que, al estar a comienzos de la primavera, aún no
había tenido el beneficio de las aguas de deshielo cordillerano.
Paisaje árido entre Aluminé y Villa Pehuenia
Las características de
semi-desierto y vientos permanentes de alta velocidad, típicas de la Patagonia
Extraandina, se manifestaban a través de los arbustos aislados de la estepa.
Arbustos espinosos a partir de los cuales se
ponía de manifiesta la intensidad del viento
Pero había un árbol que
aparecía cada vez con mayor densidad, y era nada menos que el Pehuén o
Araucaria Araucana, especie protegida en el Parque Nacional Lanin. Se trataba
de un árbol de hojas perennes muy duras y con tronco cilíndrico de hasta
cincuenta metros de altura. Y ese era su hábitat ideal ya que crecía entre los
800 y 1700 m.s.n.m. resistiendo hasta -20ºC. Las semillas, llamadas piñones, eran
comestibles y constituían la base de la dieta de los pehuenches, etnia de la
cultura mapuche.
Pehuen o Araucaria
Araucana
Era tan característico del lugar,
que junto con el volcán Lanin formaba parte del escudo de la provincia del
Neuquén, desde 1958.
Sin duda, ya nos estábamos
acercando a Villa Pehuenia, debido a la mayor densidad de pehuenes, los árboles
que le dieran el nombre a la población fundada en 1989, al pie de los Andes
Patagónicos, a 1200 m.s.n.m., en el centro-oeste del Neuquén.
Camino entre Aluminé y
Villa Pehuenia
Al llegar a la villa nos
encontramos con un paisaje hermoso y casas desperdigadas, no todas ocupadas en
forma permanente, ya que tenía como principal función, la de lugar de descanso
para los residentes de la ciudad de Neuquén. Por lo que nos decían que era
difícil saber a ciencia cierta, cuál era la población real, calculándola
aproximadamente en cuatrocientos habitantes.
Vista
parcial de Villa Pehuenia
Villa Pehuenia estaba situada
en el medio de la costa norte del lago Aluminé, rodeada de montañas de
alrededor de dos mil metros sobre el nivel del mar. Por lo que el clima era
frío húmedo, mucho más riguroso que en otras localidades andinas de la
provincia.
Casi al norte del pueblito se
encontraba el volcán Batea Mahuida, de 1706 m.s.n.m., que mantenía nieves
durante siete meses al año.
Sus antiguos pobladores habían
sido los integrantes de la etnia huarpe llamada por los mapuche “pehuenche”,
gente del pehuén. Hacia fines del siglo XVII los mapuche invadieron ese sector
de la Patagonia Oriental y las poblaciones originarias fueron mapuchizadas,
aculturadas. Y de esa manera se mantuvieron hasta fines del siglo XIX, en que
tras la llamada “Conquista del Desierto”, arribaron criollos e inmigrantes
europeos.
De la edificación originaria
que aún se conservaba, estaban las “rucas”,
viviendas típicas realizadas con algunas vigas de troncos, con paredes de
adobe, techo a dos aguas, y con orientación de puertas y ventanas hacia los
lugares de mayor luz solar y menor exposición a los vientos húmedos
predominantes del sudoeste.
En la década de los ’90, la
comunidad puel, ya muy mixogenenizada con los blancos, comenzó la explotación
cooperativa del Área Natural Protegida Batea Mahuida, como centro de deportes
invernales.
Lago
Aluminé en las proximidades de Villa Pehuenia
Dejamos Villa Pehuenia y avanzamos
hacia el este, hasta llegar a la Meseta de Lonco Luán.
Camino
entre Villa Pehuenia y la Meseta de Lonco Luán
En la Meseta de Lonco Luán nos
detuvimos, y nuestras profesoras guías nos explicaron las causas del proceso de
desertificación que estaba afectando el potencial productivo de esas tierras.
Desertificación en la Meseta de Lonco Luán,
provincia del Neuquén
Pasando por la ciudad de
Zapala continuamos rumbo a Neuquén Capital, donde arribamos casi a medianoche.
Y allí nos despedimos del grupo de geógrafos con el cual habíamos pasado unos
días inolvidables.
El lunes 13 por la tarde nuevamente
estábamos tomando un micro que, vía valle del Río Negro, nos llevaría de vuelta
a Buenos Aires.