lunes, 28 de agosto de 2023

¡Aquí tengo a una señora que no quiere pagar!

  El jueves 17 el día amaneció precioso. Sol radiante y una temperatura muy agradable. Ideal para ir a pasear por Santiago, pero Solange y yo debíamos exponer nuestra ponencia en la Conferencia Regional de la Unión Geográfica Internacional, por lo que fuimos hasta la Escuela Militar donde ya había estado dos días atrás.

Ella entró con la credencial que habíamos abonado por un día, pero a mí me contabilizaron la asistencia a la reunión del día martes como único derecho a ingreso por los ciento treinta dólares de inscripción. Traté de explicar que ese día se trataba de una invitación por ser Coordinadora de la Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la UGI, pero que mi ponencia estaba programada para el jueves.

Entonces la recepcionista me acompañó a una sala donde estaban los organizadores para que diera allí las razones de mi problema. Después de escucharme de mala gana, la chica que me atendió le dijo a alguien por teléfono:

-          “¡Aquí tengo a una señora que no quiere pagar!”

Al cabo de un rato vino un joven a la sala y le dije que no era que no quería pagar, sino que ya había pagado, y que me obligaron a utilizar mi credencial para una actividad ajena a la exposición de las ponencias. Él me miró con cara de no muy buenos amigos, y mandó a llamar a su jefe.

Se estaba acercando la hora de la exposición y a mí me tenían todavía esperando, sin darme ninguna respuesta. Yo había decidido no volver a pagar bajo ningún punto de vista. Ya me había parecido una estafa la inscripción, y, además, me resultaba indignante la mala leche con la que se habían comportado. Por un lado, no iba a haber ningún inconveniente en que expusiera Solange sola, pero me parecía muy injusto dejarla en banda y, a la vez, haber tenido tantos gastos, los más, salidos de mi bolsillo, para no poder hacer la presentación.

Finalmente apareció un hombre grande, y tras escucharme pacientemente, autorizó a que expusiera la ponencia diciéndome con el ceño fruncido:

-          “Usted hace la presentación, y se me retira inmediatamente”.

Si bien me cayeron muy mal la condición y el tono, acepté inmediatamente, y, además, se lo agradecí. Pero lo que nunca imaginé era que me pusiera un custodio, trajeado de negro, que se parecía bastante a los que solían estar en las puertas de los boliches, para que me obligara a irme en cuanto finalizara mi actividad. Me faltaban sólo las esposas para sentirme una criminal de extremada peligrosidad, a la que le otorgaban unos pocos minutos para salir de su celda. Y así aparecí en la sala, colorada de bronca y de nervios por la situación y por llegar sobre la hora.

Junto con Solange presentamos el trabajo “Pobreza y Aislamiento en el Área Metropolitana de Buenos Aires”. Todo salió muy bien y generó gran interés por parte del público presente, que hizo muchas preguntas y comentarios positivos. Y mi custodio, quien permanecía controlándome a escasa distancia, no se animó a decirme que me fuera cuando vio la cantidad de personas que venían a saludarme, entre ellos, Stanley Brunn de EEUU, por lo que sigilosamente se retiró. Y ya libre, pude escuchar las ponencias de otros geógrafos e intercambiar materiales.

Llegado el mediodía, fui con Solange, Hildegardo, Álvaro y otros mexicanos a almorzar a un restorán cercano donde nos encontrarnos con Gerusa Duarte de Brasil y colegas de diversos países. Con todos ellos pasamos momentos muy agradables, pero el sabor amargo que me había quedado no me lo pudo quitar nadie.

A la tarde yo no podía volver a ingresar. Tampoco me habían quedado ganas. Y le propuse a Solange llevarla a conocer otros barrios de Santiago, ya que al día siguiente debíamos estar regresando a Buenos Aires, y no debía quedarse con la idea de que toda Santiago era como Las Condes y Providencia. 

 

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