miércoles, 23 de agosto de 2023

A Santiago de Chile por la Conferencia Regional de la UGI

      Entre el 14 y el 18 de noviembre de 2011 se realizaba en Santiago de Chile una Conferencia Regional de la UGI (Unión Geográfica Internacional), lo que me había parecido muy interesante hasta tanto me enteré del lugar en que se llevaría a cabo, nada menos que la Escuela Militar, un  símbolo macabro de la dictadura de Pinochet. Y en un principio, tal cual otros colegas, había decidido no asistir, pero después consideré que era muy importante decir ciertas cosas ante personas de otros continentes que no estaban demasiado enteradas de la realidad chilena, porque tal cual Estados Unidos, hacia afuera se vendía como el estado ideal. ¡Puro marketing!

Conseguí una oferta por Air Canada que salía de Buenos Aires rumbo a Toronto, pero que el tramo a Santiago de Chile lo hacía casi vacío por lo que los pasajes de último momento los bajaban considerablemente. Así que el lunes 14 a la tarde fui a Ezeiza con Solange donde nos encontramos con Adriano Rovira que viajaba rumbo a España y cuyo avión salía al lado del nuestro. No era la primera vez que me encontraba en algún aeropuerto con otro geógrafo. Conversamos en la fila de migraciones donde nos comentó que había tenido que pernoctar en Buenos Aires a causa de uno de los tantos paros a los que las empresas aéreas nos tenían acostumbrados. Y desde ya surgió el tema de las manifestaciones de los estudiantes chilenos. Su vuelo salió pronto pero el nuestro con bastante demora porque el aeropuerto estaba sobrecargado. Y si bien al principio lo lamentamos, tuvimos el placer de ver los reflejos del atardecer sobre la cordillera.

Saliendo de Ezeiza por Air Canada

  

Como era la primera vez que Solange hacía ese viaje, le cedí la ventanilla, pero ella me hizo un lugarcito para que pudiera tomar algunas fotografías. 

Comienzo del deshielo en la Cordillera de los Andes

  

Luces del atardecer sobre los picos nevados

 

 

En pleno cruce de los Andes

  

Maravillosos reflejos sobre la montaña

 

 

Un verdadero espectáculo

 

 

Puesta del sol al aterrizar en Santiago

  

Desde el aeropuerto Merino Benítez tomamos un taxi rumbo a la Avenida 11 de Septiembre esquina Suecia donde habíamos alquilado un departamento, en Providencia, en el sector oriental del Gran Santiago. Se trataba de la tercera comuna más rica de Chile después de Las Condes y Vitacura, considerada una de las de mejor calidad de vida del país, la más limpia y la más segura. Y justamente por eso elegimos ese lugar que era uno de los pocos donde dos mujeres podían salir solas hasta ciertas horas de la noche, aunque no tan tarde como en Buenos Aires, desde ya. Por lo que antes de que cerraran los locales nos comunicamos con Sonia, que estaba parando en una casa de familia, y fuimos a cenar a un lugar muy lindo pero tan ruidoso que no podíamos ni conversar.

A la mañana siguiente, con el fin de desayunar, salí a comprar algunas vituallas en un supermercado de los alrededores. Nada más parecido al barrio de Recoleta en Buenos Aires, pero en miniatura, con las señoras paseando a sus finos perritos mientras las compras eran hechas por las empleadas domésticas.

En casi todos los avisos estaba la foto del actor chileno Benjamín Vicuña, famoso también en la Argentina por estar casado con la modelo Pampita. Y mientras me detuve a ver uno de los afiches, una mujer grande y muy bien vestida, se me acercó y me dijo:

-“No aparece por todas partes sólo porque es lindo, o por haber sido rostro de UNICEF, sino porque pertenece a la aristocracia chilena, y eso aquí se valora mucho”.

Yo le dije que tenía entendido que era descendiente del famoso historiador Benjamín Vicuña Mackenna del siglo XIX, cuyo museo se encontraba justamente en Providencia, nombre que llevaba en su honor una localidad de la provincia argentina de Córdoba.

“Efectivamente, de quien heredó su nombre. Pero su apellido materno es Luco, perteneciendo nada menos que a la familia de Ramón Barros Luco, quien fuera presidente de Chile entre 1910 y 1915, declarando la neutralidad ante la Primera Guerra Mundial, además de obras públicas de relevancia, como la Biblioteca Nacional. Por esa prosapia y por ser un importante empresario teatral, co-fundador del Centro Cultural Mori, es que puede darse el lujo de apoyar a la socialista Michelle Bachelet, y al mismo tiempo, a los estudiantes en sus reclamos” –agregó antes de continuar su matinal caminata. 

Solange en el departamento del barrio de Providencia

  

Antes del mediodía fui a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile a conversar un rato con Ernesto López Morales, un destacado urbanista que estaba estudiando el proceso de gentrificación en la ciudad de Santiago, que me dio su parecer sobre el conflicto estudiantil chileno, mostrándome que era mucho más complejo de lo que se veía desde afuera.

Regresé al departamento para tener un almuerzo frugal con lo que compré en un pequeño negocio vecino, y tomé el metro hasta la estación Escuela Militar. Crucé la transitada avenida Américo Vespucio y entré por la puerta principal a la Escuela Militar del General Bernardo O’Higgins.

  

Puerta principal de la Escuela Militar del General Bernardo O´Higgins

  

Allí estaban las casillas de recepción y las cajas para el pago de la Conferencia Regional. Los congresos de la UGI siempre se habían caracterizado por su elevado costo de inscripción. En La Haya, Holanda, yo había pagado quinientos dólares en el año 1996. Pero podía comprenderse a partir de que se trataba del Congreso Internacional realizado cada cuatro años, a los costos internos del país y a que estaba organizado en un hotel de primera categoría. Pero en el caso de Chile se trataba de una Conferencia Regional con supuesta asistencia de otros latinoamericanos, y en un organismo oficial cuyos salones de conferencias eran muy buenos, pero el resto de las instalaciones, realmente tétricas.

 Y como la suma era excesiva y se podía pagar por cada día que se quisiera asistir, decidí abonar los ciento treinta dólares que correspondían al jueves 17, día en que habían ubicado la ponencia que hiciera junto con Solange. Porque al margen de las exposiciones, la idea era encontrarme con colegas de diferentes países para intercambiar materiales, independientemente de lo que se dijera públicamente.

En ese momento yo era la Coordinadora de la Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la UGI por lo que poco después de mi inscripción para ese único día, me llegó una invitación para asistir a una reunión con representantes de otros países latinoamericanos, que se realizaría el martes 15. Así que al ingresar expliqué lo sucedido y me permitieron asistir utilizando el ticket que ya poseía.

La Reunión era organizada por Patricia Solís, una joven géografa norteamericana muy activa que representaba a la Asociación de Geógrafos Americanos. Y se encontraban presentes Álvaro Sánchez Crispin e Irasema Alcántara Ayala de México, Luis Sandia de Venezuela, Hildegardo Córdova Aguilar y Juan Manuel Delgado de Perú, y Francisco Ferrando Acuña de Chile, entre otros.

Se discutieron varios temas relacionados con la actividad académica latinoamericana, se hicieron propuestas de trabajo a futuro y se expusieron las dificultades económicas que impedían que los geógrafos de nuestro subcontinente tuvieran mayor participación en congresos y publicaciones.

Yo agregué al respecto, que además de no acordar con el lugar en que se estaba llevando a cabo la reunión por lo que esa institución representaba en la historia política chilena, estaba siendo un claro ejemplo de muralla económica para la comunidad geográfica latinoamericana, transformándose en una conferencia de europeos, norteamericanos y algunos asiáticos en América Latina; y que además, adhería a la lucha de los estudiantes chilenos por la gratuidad de la educación universitaria.

Mis palabras, evidentemente gustaron a muy pocos, significándome un enfrentamiento con el representante chileno del IPGH (Instituto Panamericano de Geografía e Historia) y con uno de los coordinadores militares de la Conferencia. Este hombre, al salir de la sala me increpó en uno de los pasillos diciendo que yo no entendía para nada la realidad educativa chilena, y que no podía opinar así desde afuera. A lo que le repliqué que seguramente había recorrido su largo país más que él y con mayor frecuencia, pero que además, tenía todo el derecho de dar mi parecer, ya que con mis impuestos estaba financiando la educación en la universidades nacionales argentinas, a los jovenes chilenos de gran capacidad que en su país no tenían acceso sólo por cuestiones económicas. “¡Los argentinos les estamos subsidiando a sus profesionales y por eso, también formamos parte del problema!” –le dije en un tono un tanto elevado, cosa que suele funcionar con los milicos, a los que hay que gritarles más fuerte de lo que hacen ellos. Y con mucha bronca me fui.

A la salida, en los jardines, me encontré con algunos miembros de la reunión que estaban disfrutando del aire libre en un día primaveral espectacular, y con quienes hicimos una serie de fotografías.  

Juan Manuel Delgado, Irasema Alcántara y Patricia Solís en la escalinata de la Escuela Militar

 

Con Juan Manuel Delgado de Perú

  

Con Irasema Alcántara Ayala de México

  

Como Irasema estaba un poco perdida, yendo con ella hasta el metro, le mostré un poco los alrededores de la Escuela Militar que se encontraba ubicada en plena comuna de Las Condes.

  

Desde los jardines de la Escuela Militar, modernos edificios en la comuna de Las Condes

  

Y le comenté que años atrás era una zona donde solamente había casas bajas, pero que debido a estar habitada por familias de nivel alto y medio-alto, había visto crecer su eje comercial, financiero y turístico manifestándose en edificios de altura con servicios de última generación. En ese sector, al oriente de la ciudad estaban establecidas la mayoría de las embajadas, los clubes de las colectividades y los campus de varias universidades. 

Apartamentos en alquiler, oficinas y viviendas particulares de lujo en Las Condes

  

Edificios muy elevados en zona sísmica

  

Intersección de las avenidas Apoquindo y Américo Vespucio


Si bien los nuevos edificios se realizaban con técnicas sismoresistentes, nunca me parecieron adecuados para lugares con una historia de terremotos de gran intensidad y frecuencia. Creo que complica la distribución de servicios ante las emergencias y satura determinadas áreas de las ciudades, además de que dentro de ellos el balanceo suele ser muy fuerte. Pero el precio de la tierra y la necesidad de contar con la cercanía de determinados servicios los ha impuesto como signo de modernidad. Para mi gusto, Las Condes con esas nuevas edificaciones, estaba perdiendo la magia y la tranquilidad que en otros tiempos la había distinguido de entre las demás comunas de Santiago. 

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