Conseguí una oferta por Air Canada que salía de Buenos Aires rumbo a Toronto, pero que el tramo a Santiago de Chile lo hacía casi vacío por lo que los pasajes de último momento los bajaban considerablemente. Así que el lunes 14 a la tarde fui a Ezeiza con Solange donde nos encontramos con Adriano Rovira que viajaba rumbo a España y cuyo avión salía al lado del nuestro. No era la primera vez que me encontraba en algún aeropuerto con otro geógrafo. Conversamos en la fila de migraciones donde nos comentó que había tenido que pernoctar en Buenos Aires a causa de uno de los tantos paros a los que las empresas aéreas nos tenían acostumbrados. Y desde ya surgió el tema de las manifestaciones de los estudiantes chilenos. Su vuelo salió pronto pero el nuestro con bastante demora porque el aeropuerto estaba sobrecargado. Y si bien al principio lo lamentamos, tuvimos el placer de ver los reflejos del atardecer sobre la cordillera.
Saliendo
de Ezeiza por Air Canada
Como era la primera vez que Solange hacía ese viaje, le cedí la ventanilla, pero ella me hizo un lugarcito para que pudiera tomar algunas fotografías.
Comienzo del deshielo en la
Cordillera de los Andes
Luces del atardecer sobre los
picos nevados
En pleno cruce de los Andes
Maravillosos reflejos sobre la
montaña
Un verdadero espectáculo
Puesta del sol al aterrizar en
Santiago
Desde el aeropuerto Merino Benítez
tomamos un taxi rumbo a la Avenida 11 de Septiembre esquina Suecia donde habíamos
alquilado un departamento, en Providencia, en el sector oriental del Gran
Santiago. Se trataba de la tercera comuna más rica de Chile después de Las
Condes y Vitacura, considerada una de las de mejor calidad de vida del país, la
más limpia y la más segura. Y justamente por eso elegimos ese lugar que era uno
de los pocos donde dos mujeres podían salir solas hasta ciertas horas de la
noche, aunque no tan tarde como en Buenos Aires, desde ya. Por lo que antes de
que cerraran los locales nos comunicamos con Sonia, que estaba parando en una
casa de familia, y fuimos a cenar a un lugar muy lindo pero tan ruidoso que no
podíamos ni conversar.
A la mañana siguiente, con el fin
de desayunar, salí a comprar algunas vituallas en un supermercado de los
alrededores. Nada más parecido al barrio de Recoleta en Buenos Aires, pero en
miniatura, con las señoras paseando a sus finos perritos mientras las compras eran
hechas por las empleadas domésticas.
En casi todos los avisos estaba la
foto del actor chileno Benjamín Vicuña, famoso también en la Argentina por
estar casado con la modelo Pampita. Y mientras me detuve a ver uno de los
afiches, una mujer grande y muy bien vestida, se me acercó y me dijo:
-“No aparece por todas partes sólo
porque es lindo, o por haber sido rostro de UNICEF, sino porque pertenece a la
aristocracia chilena, y eso aquí se valora mucho”.
Yo le dije que tenía entendido que
era descendiente del famoso historiador Benjamín Vicuña Mackenna del siglo XIX,
cuyo museo se encontraba justamente en Providencia, nombre que llevaba en su
honor una localidad de la provincia argentina de Córdoba.
“Efectivamente, de quien heredó su nombre. Pero su apellido materno es Luco, perteneciendo nada menos que a la familia de Ramón Barros Luco, quien fuera presidente de Chile entre 1910 y 1915, declarando la neutralidad ante la Primera Guerra Mundial, además de obras públicas de relevancia, como la Biblioteca Nacional. Por esa prosapia y por ser un importante empresario teatral, co-fundador del Centro Cultural Mori, es que puede darse el lujo de apoyar a la socialista Michelle Bachelet, y al mismo tiempo, a los estudiantes en sus reclamos” –agregó antes de continuar su matinal caminata.
Solange en el departamento
del barrio de Providencia
Antes del mediodía fui a la Facultad de
Arquitectura de la Universidad de Chile a conversar un rato con Ernesto López
Morales, un destacado urbanista que estaba estudiando el proceso de
gentrificación en la ciudad de Santiago, que me dio su parecer sobre el
conflicto estudiantil chileno, mostrándome que era mucho más complejo de lo que
se veía desde afuera.
Regresé al departamento para tener un almuerzo
frugal con lo que compré en un pequeño negocio vecino, y tomé el metro hasta la
estación Escuela Militar. Crucé la transitada avenida Américo Vespucio y entré
por la puerta principal a la Escuela Militar del General Bernardo O’Higgins.
Puerta
principal de la Escuela Militar del General Bernardo O´Higgins
Allí estaban las casillas de recepción y las
cajas para el pago de la Conferencia Regional. Los congresos de la UGI siempre
se habían caracterizado por su elevado costo de inscripción. En La Haya,
Holanda, yo había pagado quinientos dólares en el año 1996. Pero podía comprenderse
a partir de que se trataba del Congreso Internacional realizado cada cuatro
años, a los costos internos del país y a que estaba organizado en un hotel de
primera categoría. Pero en el caso de Chile se trataba de una Conferencia
Regional con supuesta asistencia de otros latinoamericanos, y en un organismo
oficial cuyos salones de conferencias eran muy buenos, pero el resto de las
instalaciones, realmente tétricas.
En ese momento yo era la Coordinadora de la
Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la UGI por lo que poco después
de mi inscripción para ese único día, me llegó una invitación para asistir a
una reunión con representantes de otros países latinoamericanos, que se
realizaría el martes 15. Así que al ingresar expliqué lo sucedido y me
permitieron asistir utilizando el ticket que ya poseía.
La Reunión era organizada por
Patricia Solís, una joven géografa norteamericana muy activa que representaba a
la Asociación de Geógrafos Americanos. Y se encontraban presentes Álvaro
Sánchez Crispin e Irasema Alcántara Ayala de México, Luis Sandia de Venezuela,
Hildegardo Córdova Aguilar y Juan Manuel Delgado de Perú, y Francisco Ferrando
Acuña de Chile, entre otros.
Se discutieron varios temas
relacionados con la actividad académica latinoamericana, se hicieron propuestas
de trabajo a futuro y se expusieron las dificultades económicas que impedían
que los geógrafos de nuestro subcontinente tuvieran mayor participación en
congresos y publicaciones.
Yo agregué al respecto, que además
de no acordar con el lugar en que se estaba llevando a cabo la reunión por lo
que esa institución representaba en la historia política chilena, estaba siendo
un claro ejemplo de muralla económica para la comunidad geográfica
latinoamericana, transformándose en una conferencia de europeos,
norteamericanos y algunos asiáticos en América Latina; y que además, adhería a
la lucha de los estudiantes chilenos por la gratuidad de la educación
universitaria.
Mis palabras, evidentemente
gustaron a muy pocos, significándome un enfrentamiento con el representante
chileno del IPGH (Instituto Panamericano de Geografía e Historia) y con uno de
los coordinadores militares de la Conferencia. Este hombre, al salir de la sala
me increpó en uno de los pasillos diciendo que yo no entendía para nada la
realidad educativa chilena, y que no podía opinar así desde afuera. A lo que le
repliqué que seguramente había recorrido su largo país más que él y con mayor
frecuencia, pero que además, tenía todo el derecho de dar mi parecer, ya que
con mis impuestos estaba financiando la educación en la universidades
nacionales argentinas, a los jovenes chilenos de gran capacidad que en su país
no tenían acceso sólo por cuestiones económicas. “¡Los argentinos les estamos
subsidiando a sus profesionales y por eso, también formamos parte del
problema!” –le dije en un tono un tanto elevado, cosa que suele funcionar con
los milicos, a los que hay que gritarles más fuerte de lo que hacen ellos. Y
con mucha bronca me fui.
A la salida, en los jardines, me encontré con algunos miembros de la reunión que estaban disfrutando del aire libre en un día primaveral espectacular, y con quienes hicimos una serie de fotografías.
Juan
Manuel Delgado, Irasema Alcántara y Patricia Solís en la escalinata de la
Escuela Militar
Con
Juan Manuel Delgado de Perú
Con Irasema Alcántara Ayala de México
Como Irasema estaba un poco
perdida, yendo con ella hasta el metro, le mostré un poco los alrededores de la
Escuela Militar que se encontraba ubicada en plena comuna de Las Condes.
Desde los jardines de la
Escuela Militar, modernos edificios en la comuna de Las Condes
Y le comenté que años atrás era una zona donde solamente había casas bajas, pero que debido a estar habitada por familias de nivel alto y medio-alto, había visto crecer su eje comercial, financiero y turístico manifestándose en edificios de altura con servicios de última generación. En ese sector, al oriente de la ciudad estaban establecidas la mayoría de las embajadas, los clubes de las colectividades y los campus de varias universidades.
Apartamentos en alquiler,
oficinas y viviendas particulares de lujo en Las Condes
Edificios
muy elevados en zona sísmica
Intersección
de las avenidas Apoquindo y Américo Vespucio
Si bien los nuevos edificios se
realizaban con técnicas sismoresistentes, nunca me parecieron adecuados para
lugares con una historia de terremotos de gran intensidad y frecuencia. Creo
que complica la distribución de servicios ante las emergencias y satura
determinadas áreas de las ciudades, además de que dentro de ellos el balanceo
suele ser muy fuerte. Pero el precio de la tierra y la necesidad de contar con
la cercanía de determinados servicios los ha impuesto como signo de modernidad.
Para mi gusto, Las Condes con esas nuevas edificaciones, estaba perdiendo la magia
y la tranquilidad que en otros tiempos la había distinguido de entre las demás comunas
de Santiago.
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