Desde allí partimos en un ómnibus hasta la
terminal de Valparaíso donde nos aguardaba una van con un chofer-guía, que
rápidamente nos condujo hasta uno de los cerros, para tener una visión
panorámica de la ciudad.
Vista de Valparaíso desde uno de los cerros
A medida que ascendíamos por las empinadas callecitas, teníamos una mejor vista de la bahía. Esa bahía había sido descubierta los primeros días de setiembre de 1536, siete meses después de la primera fundación de Buenos Aires, por el capitán español Juan de Saavedra, quien llegara por tierra para ubicar alguna de las naves enviadas por Diego de Almagro en su expedición de conquista. Allí encontró la carabela “Santiaguillo”, fondeada en la pequeña bahía de Quintil, y denominó a todo el lugar “Valparaíso”, en homenaje a Valle Paraíso de Cuenca, su ciudad natal.
Seis años después, el conquistador Pedro de Valdivia eligió esa zona para establecer el puerto oficial de la recientemente fundada ciudad de Santiago.
Vista de la bahía de
Valparaíso descubierta por los españoles en 1536
Iglesia de la Congregación de los
Sagrados Corazones con el fondo de los barcos en la bahía
Si bien Valparaíso se originó a
partir del puerto, en lo que se denominaba la “zona baja”, debido a lo estrecho de esa franja de llanura, comenzó
a expandirse por los cerros, “zona alta”.
Pero esos cerros, que formaban un anfiteatro natural en torno a la bahía, eran
sumamente empinados, tornándose muy difícil la comunicación a pie o por medios
de locomoción colectivos, entre ambos sectores de la ciudad. Fue así que a
partir de 1883 se construyeran cerca de treinta funiculares, que los porteños
llamaban “ascensores”, que en no más
de un minuto, pudieran transportar personas y mercaderías. Pero en noviembre de
2011, momento en que nosotras visitábamos la ciudad, solamente nueve estaban en
funcionamiento. Entre las razones para la desaparición o detención estaban las
destrucciones por terremotos, incendios, derrumbes de cerros y la poca
rentabilidad de algunos por la preferencia de otros medios de transporte como
buses y colectivos. Entre 1974 y 2010, dieciséis de ellos habían sido
declarados Monumentos Históricos Nacionales.
El ascensor más largo era el Mariposas, con un recorrido de ciento setenta y siete metros. Había sido inaugurado en 1906 y dejado fuera de servicio en 2009 debido a su pésima rentabilidad que dejaba grandes pérdidas económicas.
Ascensor Mariposas fuera de
servicio desde 2009
El momento de esplendor había sido cuando Valparaíso era un paso obligado en las rutas marítimas antes de la apertura del canal de Panamá en 1916, momento en que comenzara a decaer, y ya a fines del siglo XX y principios del XXI, la ciudad contaba con bajos recursos y falta de empleos. Si bien, además de las cargas, el puerto recibía a miles de turistas, ese movimiento económico no revertía en las arcas del municipio. Y además, a los turistas se los llevaba sólo al borde costero y cerros que originalmente eran los barrios ricos cuando era la capital económica de Chile, por lo que ese flujo de dinero quedaba limitado a pequeños sectores.
Marginalidad en los cerros
Muchas de esas “alegres casitas”, como decían algunos guías de turismo, estaban edificadas al borde de las laderas de fuertes pendientes, y muchas de ellas sostenidas por pilotes, tal cual palafitos de montaña. Y si bien esto ya podría considerarse de riesgo en cualquier zona, mucho más lo era allí, donde la elevada sismicidad y los derrumbes por fuertes precipitaciones, en más de una oportunidad, las había dejado convertidas en escombros.
Verdaderos
palafitos de montaña
Viviendas
sobre las fuertes pendientes
Por su condición de ciudad-puerto, Valparaíso
se ha destacado por las influencias estéticas y culturales de diversidad de
gentes, ya sea de paso o permanencia, que han contribuido a inspirar a artistas
y pensadores quienes se juntaban en los cafés durante largas horas teniendo
largas conversaciones. Anónimos y famosos intelectuales han pasado por
Valparaíso, de lo cual sus habitantes se vanagloriaban. Charles Darwin la
visitó en 1834, en su recorrida por el territorio chileno, entre Tierra del
Fuego y Copiapó; y el poeta nicaragüense Rubén Darío residió entre los meses de
febrero y setiembre de 1887, publicando en 1888 su libro “Azul”, en el
cual una de sus prosas se llamaba Álbum Porteño”.
Desde ya que Pablo Neruda no podía ser menos,
quien en el cerro Florida, tenía una de sus exóticas casas, “La Sebastiana”,
comprada a la familia del constructor español Sebastián Collado en 1959,
después de que la muerte lo sorprendiera cuando aún estaba a medio hacer.
A Neruda le llevó dos años concluir su casa,
hasta que finalmente el 18 de setiembre de 1961, coincidiendo con el día en que
Chile celebraba su independencia, la inauguró con una gran fiesta. Él solía
pasar allí los “Años Nuevos”, tal como 1973, el último de su vida. Durante
la dictadura militar permaneció cerrada hasta ser restaurada y abierta como
museo el 1ro. de enero de 1992.
A pesar de ser un tema aparentemente poco
poético, Neruda fue capaz de expresar maravillosamente la obra en construcción de
la siguiente manera:
A “LA SEBASTIANA”
Yo construí la casa.
La hice primero de aire.
Luego subí en el aire la bandera
y la dejé colgada
del firmamento, de la estrella,
de la claridad y de la oscuridad.
Cemento, hierro, vidrio,
eran la fábula,
valían más que el trigo y como el oro,
había que buscar y que vender,
y así llegó un camión:
bajaron sacos
y más sacos,
la torre se agarró a la tierra dura
-pero, no basta, dijo el conductor,
falta cemento, vidrio, fierro, puertas-,
y no dormí en la noche.
Pero crecía,
crecían las ventanas
y con poco,
con pegarle al papel y trabajar
y arremeterle con rodilla y hombro
iba a crecer hasta llegar a ser,
hasta poder mirar por la ventana,
y parecía que con tanto saco
pudiera tener techo y subiría
y se agarrara, al fin, de la bandera
que aún colgaba del cielo sus colores.
Me dediqué a las puertas más baratas,
a las que habían muerto
y habían sido echadas de sus casas,
puertas sin muro, rotas,
amontonadas en demoliciones,
puertas ya sin memoria,
sin recuerdo de llave,
y yo dije:
“Venid a mí, puertas perdidas:
os daré casa y muro
y mano que golpea,
oscilaréis de nuevo abriendo el alma,
custodiaréis el sueño de Matilde
con vuestras alas que volaron tanto.”
Entonces la pintura
llegó también lamiendo las paredes,
las vistió de celeste y de rosado
para que se pusieran a bailar.
Así la torre baila,
cantan las escaleras y las puertas,
sube la casa hasta tocar el mástil,
pero falta dinero:
faltan clavos,
faltan aldabas, cerraduras, mármol.
Sin embargo, la casa
sigue subiendo
y algo pasa,
un latido circula en sus arterias:
es tal vez un serrucho que navega
como un pez en el agua de los sueños
o un martillo que pica
como alevoso cóndor carpintero
las tablas del pinar que pisaremos.
Algo pasa y la vida continúa.
La casa crece y habla,
se sostiene en sus pies,
tiene ropa colgada en un andamio,
y como por el mar la primavera
nadando como náyade marina
besa la arena de Valparaíso,
ya no pensemos más: ésta es la casa:
ya todo lo que falta será azul,
lo que ya necesita es florecer.
Y eso es trabajo de la primavera.
La Sebastiana, casa de Pablo Neruda
en el cerro Florida
En un banco con la silueta de
Pablo Neruda en los jardines de La Sebastiana
Vista desde los balcones de La
Sebastiana
Barrio tranquilo en el cerro
Florida
Las casas llegaban hasta la cima
del cerro
Luego descendimos y recorrimos el Centro de Valparaíso donde nos hicieron ver los monumentos y edificios más importantes.
Calle comercial en el Plan de
Valparaíso
En la intersección de la avenida Brasil con
Bellavista, se encontraba el monumento a Lord Cochrane, que contaba con la proa
de un buque surgiendo en la base y un obelisco coronándolo.
Thomas Alexander Cochrane, considerado uno de los capitanes británicos más audaces y exitosos de las Guerras de la Revolución Francesa, después de ser dado de baja en la marina británica, sirvió en las marinas de Chile, Brasil y Grecia. Fue uno de los fundadores de la Armada de Chile y uno de los grandes luchadores contra el dominio marítimo por los españoles del Pacífico Sur americano, consiguiendo la liberación de Valdivia ayudado por tropas terrestres pedidas a O’Higgins y al uso de banderas españolas como insignia de sus embarcaciones; contribuyendo también a la independencia del Perú, hasta acabar con el poder español en la zona. Pero pese a esos méritos, por falta de pagos a sus servicios, fue que se marchó a otras costas, ayudando a la Armada Brasileña a combatir a los portugueses; y en el Mediterráneo, luchando contra los turcos por la independencia griega.
Monumento a Lord Thomas
Alexander Cochrane
En la esquina de las avenidas Errázuriz y
Blanco se encontraba el edificio Luis Cousiño, construido entre los años 1881 y
1883 en terrenos ganados al mar, por iniciativa de Isidora Goyenechea en
memoria del empresario Luis Cousiño Goyenechea, para albergar las oficinas de
la Compañía Explotadora Carbonífera de Lota y Coronel. A lo largo del siglo XX
el edificio fue ocupado por diversas empresas y organismos, deteriorándose por
falta de manutención, a pesar de haber sido declarado Monumento Histórico.
Estuvo abandonado durante varios años, además de haber sido incendiado varias
veces, recibiendo el apodo de “La Ratonera”, convirtiéndose en el
símbolo del deterioro patrimonial de Valparaíso. Pero posteriormente fue
adquirido por la Fundación DUOC, perteneciente a la Pontificia Universidad Católica
de Chile, que lo restauró dándole como destino actividades educativas.
DUOC había sido fundado como Departamento Universitario Obrero Campesino por el primer rector laico de la Universidad Católica, Fernando Castillo Velasco, con el fin de brindar educación gratuita a los estudiantes de más baja extracción social, práctica que ya estaban realizando algunas universidades estatales como la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado. Pero el éxito que el DUOC había tenido fue frenado por la dictadura militar que intervino la Universidad, siendo muchos de sus académicos y estudiantes perseguidos, expulsados, y en muchos casos, desaparecidos.
Centro de Extensión Edificio
Cousiño del DUOC – UC (ex La Ratonera)
En sólo quinientos metros desde el Centro de
Extensión del DUOC, a la altura del muelle Prat, llegamos a la plaza Sotomayor,
una de las principales de la ciudad, donde se encontraba el monumento a la
Marina Nacional o a los Héroes de Iquique, el edificio de la Armada de Chile,
el de la Compañía Sudamericana de Vapores, y el hotel Reina Victoria.
El monumento fue inaugurado en 1886, donde bajo tierra se encontraban los restos del Capitán de Fragata Arturo Prat, el Teniente Ignacio Serrano, el Guardiamarina Ernesto Riquelme y el Marinero Desconocido, todos ellos participantes de la Guerra del Pacífico, quienes se inmolaran al abordar un barco de la Armada Peruana. Los cuatro costados estaban decorados con relieves de los distintos combates navales, estando custodiado permanentemente por una pareja de marineros.
Monumento a los Héroes de Iquique
en la plaza Sotomayor
El edificio de la Comandancia en Jefe de la Armada de Chile, de estilo neoclásico francés, fue inaugurado en 1910, para el Centenario de la Primera Junta Nacional. Y era conocido también como Ex Intendencia, debido a que ocupara su antiguo lugar.
Comandancia en Jefe de la
Armada de Chile
La Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV), la más grande y antigua de Latinoamérica, era de origen chileno, y a principios del siglo XXI ocupaba el 20mo. lugar mundial en el ranking de navieras portacontenedores, según la consultora especializada Alphaliner. Se trataba de una sociedad anónima abierta que cotizaba sus acciones en la Bolsa de Comercio de Santiago desde 1893.
Compañía Sudamericana de
Vapores, la más grande y antigua de Latinoamérica
El hotel Reina Victoria, bautizado
originariamente como hotel Inglés, fue reconstruido en 1902, luego de ser
devorado por un incendio en 1897. Y entre sus principales características estaba
el que todas las habitaciones tenían vista hacia la plaza Sotomayor.
Detalle de la fachada del
hotel Reina Victoria
Habiendo recorrido gran parte de la ciudad
histórica, nos dirigimos hacia el sur, para volver a ascender a los cerros,
pero esta vez en el principal ascensor utilizado por los turistas, el
Artillería. Y en ochenta segundos, en un recorrido de ciento setenta y cinco
metros, llegamos desde la plaza Aduana en el barrio Puerto, hasta el Paseo 21
de Mayo, sobre el cerro Artillería, donde había un mirador para contemplar la
bahía y la ajetreada actividad portuaria.
Ascensor del cerro Artillería
Subiendo en el ascensor al cerro
Artillería
Desde el ascensor hacia el Plan
Desde un poco más arriba…
En el mirador del cerro Artillería
Valparaíso desde el mirador
Artillería
El primer muelle comercial de todo Chile fue
el construido en Valparaíso en 1810, en el lugar donde posteriormente se ubicó
el edificio del diario EL Mercurio de Valparaíso, ya que entre 1910 y 1930 le
fueron ganados cerca de quinientos metros de tierras al mar, construyendo gran
parte del muelle actual.
A principios del siglo XXI Valparaíso no sólo era el principal puerto de contenedores, sino también el de pasajeros de todo el país. Transfería anualmente diez millones de toneladas de mercancías y atendía por temporada cerca de cincuenta cruceros y ciento cincuenta mil pasajeros.
Intensa actividad en el
puerto de Valparaíso
El Paseo 21 de Mayo era uno de los balcones
naturales de Valparaíso, diseñado como respuesta a la localización, a fines del
siglo XIX, del edificio de la Escuela Naval Arturo Prat, ahora convertida en el
Museo Naval y Marítimo de Chile.
Era el lugar más visitado por los turistas, contando con una feria artesanal donde se podían adquirir acuarelas, ropa de lana, souvenirs relativos a Valparaíso como piezas de joyería y figuras hechas con lapislázuli, la piedra típicamente chilena.
Acuarelas
representativas de Valparaíso
Variedad de tejidos de
diversa calidad
Cerca de allí estaba el ascensor Villaseca, inaugurado en 1913 y detenido desde 2006 debido a que los derrumbes en el cerro ponían en peligro a los usuarios.
Ascensor Villaseca, en
franco deterioro
Tomamos la avenida Errázuriz y luego la España
bordeando la costanera para llegarnos así hasta Viña del Mar, que se encontraba
al norte de Valparaíso pero absolutamente unida, a pesar de que se había
originada a fines del siglo XIX, a partir de que los ingleses avecindados en
Valparaíso, habían establecido allí sus casas quinta de veraneo y
esparcimiento.
Era denominada la “Ciudad Jardín” por
la gran cantidad de áreas verdes y parques con flores muy cuidadas. Un claro
ejemplo era el Reloj de Flores que se encontraba a los pies del cerro Castillo.
El Reloj, cuyo mecanismo fuera construido en
la fábrica Favag de Neuchatel, Suiza, fue adquirido en el año 1962, como parte
del plan de embellecer la ciudad con motivo del nombramiento de Viña del Mar
como una de las sedes del Campeonato Mundial de Fútbol.
Con Solange en el Reloj de Flores
de Viña del Mar
El principal parque de Viña del Mar lo
constituía, sin duda, la Quinta Vergara, donde se destacaban los jardines que
rodeaban al Palacio Vegara y al anfiteatro donde se realizaba anualmente el
Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar.
En los jardines existían una serie de especies
exóticas traídas desde California, Asia y África, introducidas en el siglo XIX
cuando todavía era la Hacienda de las Siete Hermanas, para solaz de sus dueños.
En 1941 la Municipalidad de Viña del Mar compró el predio que pasó a ser de uso público, convirtiendo al palacio en Museo y Escuela de Bellas Artes. Y en el parque podían encontrarse algunas esculturas como la de Gabriela Mistral, donada por la artista Nina Anguita con motivo del Premio Nobel que la poetisa obtuviera en 1945.
Ingresando a la Quinta
Vergara
Una obra maestra de la
jardinería
Rosas rosas en la Quinta
Vergara
Flores y esculturas en los
inmensos jardines
En medio de tan magnífico jardín, la hija de José Francisco Vergara, fundador de Viña del Mar, mandó a construir un edificio gótico veneciano, para reemplazar la casa familiar que se había derrumbado en el terremoto de 1906. En 1910 finalizó la obra y fue amoblado con gran variedad de estilos como el Rococó, el Luis XVI, el Imperio, y el María Antonieta, entre otros, traídos directamente desde Europa. Blanca Vergara Álvarez de Errázuriz acostumbraba a reunir en su mansión lo más granado de la sociedad de la época, estando entre los principales huéspedes el Infante Francisco de Barbiera y Borbón, príncipe de España y el filósofo hindú Krishnamurti.
El
Palacio Vergara en medio de los jardines
Pero justo un siglo después de su
construcción, el Palacio Vergara sufrió un gran cimbronazo a causa del
terremoto del 27 de febrero de 2010, lo que le ocasionara grietas en las
columnas, fracturas y desprendimientos en las ornamentaciones originales, con
el riesgo de dar lugar a futuros derrumbes.
Fachada del Palacio Vergara
Balcones y barandas colapsaron
el 27 de febrero de 2010
Columnas y ornamentos de
estilo veneciano resultaron muy dañados
Con Solange junto a la valla
de seguridad con el cartel de PELIGRO DERRUMBE
Pared
rajada junto al portón de ingreso
La Quinta Vergara contaba también con un
anfiteatro donde la última semana de febrero de todos los años, se realizaba el
Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, donde han estado artistas
famosos a nivel mundial como Shakira, Antonio Prieto, Ricardo Montaner, Enrique
Iglesias, Backstreet Boys, Duran Duran, José Feliciano, Juanes, José Luis
Rodríguez, Tom Jones, Marco Antonio Solís…
Luego del éxito del primer Festival en 1960,
se decidió construir un escenario más estable que el existente hasta entonces,
que era de madera coronado por una concha acústica que ayudaba tanto a
proyectar el sonido hacia el público como a proteger a los artistas de las
frías noches viñamarinas. Muchos espectadores se sentaban en sillas de madera
sobre el piso de tierra y otros se ubicaban en los cerros colindantes a la
Quinta y sobre las copas de los árboles cercanos. Pero en 2002 fue remodelado
por el arquitecto Borja García-Huidobro Severin, quien lo hiciera de concreto
sólido, con una estructura sismo-resistente, un escenario techado, y simulando
un coliseo un aforo superior a las quince mil personas. Gracias a esa reforma,
el terremoto de 2010, no tiró abajo al Anfiteatro, ni siquiera lo agrietó, pero
el Festival no pudo tener su noche de cierre.
Así relataba ese angustiante momento Gabriela
García por internet:
“Se sacude la tierra como un perro sarnoso y los viñamarinos dudan si
bajar por las escaleras de sus edificios que giran como cuncunas ebrias, o
lanzarse por las ventanas que estallan como marejadas contra las rocas.
Son las 3:34 de la madrugada del sábado 27 de febrero y afuera la postal
es de absoluto caos. Corte de luz y agua, en la calle Álvarez, el pavimento se
mueve como olas que centenas de transeúntes surfea como puede. Gritos de
histeria, semáforos apagados, los focos de los automóviles que frenan echando
chispas, son la única luz que orienta a peatones que huyen despavoridos, miran
el cableado y se persignan, putean, lloran e intentan desesperados comunicarse
con sus seres queridos por celular.
Pero el celular está muerto y en la Gran Casona, una discoteque ubicada a
sólo dos cuadras de la Quinta Vergara, el panorama también es apocalíptico.
Aterradas, las personas rompen ventanas y puertas para poder evacuar, entre los
que está el vocalista del grupo argentino Miranda y la ignorada colombiana
Fanny Lu, los que a estas alturas corren igual de patulecos que todos los
chilenos por las calles de la Ciudad Jardín.
Nunca agradecimos tanto los chilenos el divismo de Ricardo Arjona. Y es
que el guatemalteco era el encargado de cerrar la jornada del viernes en la
Quinta Vergara, pero a última hora exigió no actuar después de las 23:30 horas,
lo que tenía hasta al Concejal Celis apestado. La organización del certamen
tuvo que alterar el orden de su parrilla (el artista se presentó después de La
Noche y antes de la Competencia Folclórica) para darle en el gusto a quien
había traído 30 toneladas de escenografía. Un edificio construido para su
premiada gira Quinto Piso que de haber estado sobre el escenario a la hora del
terremoto y frente a las 18 mil personas que agotaron los tickets en 72 horas
para verlo, se habría venido abajo. Y con él un mar de gente que repletaba las
galerías y que en la desesperación por arrancar podría haber fallecido
aplastada.
Fue lo primero que pensó Soledad Onetto cuando se quedó encerrada en el
subterráneo del espacio donde hasta el viernes se realizaba el Festival de
Viña. Conductora que perdiendo su sonrisa televisiva pasadas las tres y media
de la madrugada, se encontraba aislada y disparando mensajes de auxilio a
través de su blackberry, mientras Arjona quedaba varado en la carretera rumbo a
Santiago.
Y es que el terremoto tuvo su epicentro en la Región del Maule, pero se
sintió en la V Región como los últimos respiros de la humanidad. ‘Vi 2012!’,
grita una joven mientras los borrachos invocan a Dios, revientan cervezas
contra el pavimento y los lanzas salen a cazar (‘vamos al centro a agarrarle el
poto a las minas ahora que está oscuro’, decían unos choros), saqueando
recintos como Tierra Adentro, lugar que tuvo múltiples daños en su estructura y
en el cual estuvo hace unos días Paul Anka cenando con su staff.
Registrado en 8,8 grados en la escala de Richter, el nuestro es uno de
los cinco sismos más fuertes del mundo. 900 veces más intenso que el que
derribó a Haití. “¡El epicentro fue Concepción!” dice efusivo un periodista de
la cadena Globovisión, el único con Internet en esa boca de lobo en la que se
convirtió la V Región después del fuerte movimiento telúrico que sacó a la gente
de sus casas con guaguas en los brazos.
Durmiendo en la vía pública, la ciudadanía se cobijó con frazadas que
alcanzaron a lanzar por las ventanas de sus viviendas o que les facilitó el
cuerpo de bomberos.
Institución que tras el zamarreo encendió sus sirenas rumbo a los cerros
de Valparaíso, donde varias casas se vinieron al suelo y donde cinco personas
perdieron la vida, entre ellos un hombre identificado como Fernando Soto, quien
murió aplastado por un muro. Y un joven de 16 años que vivía en las caballerizas
del Valparaíso Sporting Club.
A las siete de la mañana, el cielo seguía tan gris como una nube antes de
llover. Las personas trasladaban sus pocos enseres hasta el Parque Italia, los
peajes levantaban el cobro hacia el sur, el mar se levantaba furioso y continuaban
las réplicas en un país que fue decretado a eso de las 8 y media de la mañana
como zona de catástrofe, entre la V Región y la Araucanía, incluyendo a la
Región Metropolitana. Las noticias que llegan de Estados Unidos hablan de un
probable tsunami que puede afectar a Perú, Ecuador y Hawaii, alarma que tiene
las sirenas de bomberos y la PDI evacuando a la gente de los edificios de la
calle Tres Norte.
Pese a la advertencia de las autoridades de no usar el automóvil, miles
de turistas que hasta ayer transformaban en un hormiguero las playas porteñas,
aprietan el acelerador rumbo a Santiago, entre ellos Raphael que canceló su
show de hoy en el Casino y que desde el deteriorado Hotel del Mar donde también
se alojaba Onetto y Felipe Camiroaga se trasladó a la capital.
A las ocho de la mañana, cuando por fin el cielo aclaró, lo ineludible: la cancelación extraoficial del Festival de Viña en la voz de la Gobernación de Valparaíso. Certamen que esta noche ofrecería una jornada rockera, con Beto Cuevas en la obertura, un homenaje al Gato Alquinta y a los pueblos originarios a cargo de Los Jaivas y el carnaval de despedida de Los Fabulosos Cadillacs como broche de oro en una Quinta Vergara que hoy está agrietada y clausurada. No es el único evento masivo que no podrá llevarse a cabo durante las próximas 72 horas, porque el concierto de los argentinos de ‘Matador’ en el Teatro Caupolicán y el de Arjona en Santiago también han sido pospuestos, lo que los productores solucionarán devolviendo el dinero de los tickets. Nada comparado con los 214 muertos que suma hasta ahora el terremoto en Chile.”
Pared del Anfiteatro Quinta Vergara hecha de concreto sólido por el arquitecto Borja García-Huidobro Severin
Sólida estructura sismo-resistente
Escenario cubierto del nuevo Anfiteatro
Quinta Vergara
Aforo para más de quince mil
espectadores
Desde la Quinta Vergara nos dirigimos al
Centro, donde pasamos por la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, conocida
simplemente como Parroquia de Viña del Mar.
Como gran parte de la ciudad, el edificio
original que databa de fines del siglo XIX, había sido demolido luego del daño
producido por el terremoto de 1906, para luego levantarse un nuevo templo en la
misma ubicación del anterior, de estilo neorrománico e inaugurado en 1912.
Parroquia Nuestra Señora de
Dolores de Viña del Mar
Muy cerca de la Parroquia se encontraba la
plaza José Francisco Vergara, que también, como otros espacios de la ciudad,
contaba con bellos jardines con variedad de flores.
Plaza Vergara, o
simplemente, plaza de Viña del Mar
Luego cruzamos por un puente el estero Marga-Marga, curso de agua que naciendo en la Cordillera de la Costa cruzaba longitudinalmente la ciudad, para desembocar en el océano Pacífico. Y continuamos transitando por la arbolada avenida Libertad.
Desde un puente del estero
Marga-Marga
Avenida Libertad
La siguiente parada fue en el Museo de Arqueología e Historia Francisco Fonck, donde en sus jardines se encontraba un moai auténtico de la cultura Rapa Nui, llevado hasta allí desde la isla de Pascua.
Moai de la isla de Pascua
MOAI DEL AHLI ONE MAKAIHI - RAPA
NUI
Al margen de las antiguas casonas derrumbadas
o peligrosamente agrietadas, tal cual en Santiago y otras ciudades de la alargada
geografía chilena, ha habido una serie de nuevas construcciones que colapsaron
generando graves daños físicos, psicológicos y económicos en sus habitantes.
Supuestamente tales edificios debían resistir en buenas condiciones el
terremoto, ya que existían normas de sismo-resistencia, y profesionales capaces
de aplicarlas. Sin embargo, en muchos casos no se han respetado no solamente
los códigos de edificación, sino tampoco las áreas restringidas por
considerarse terrenos de alto riesgo, por lo que un edificio de altura en esa zona
pasaría a ser una bomba de tiempo para residentes y vecinos. La inhabitabilidad
de numerosas viviendas ha generado acciones legales contra empresas
constructoras e inmobiliarias por negligencia y traición a la confianza de los
adquirentes de sus departamentos, no dejando de lado la responsabilidad de las
autoridades por los permisos concedidos y por la falta de controles.
Uno de los edificios de
altura que quedara inhabitable
Detalle de los daños
causados en los departamentos
El atractivo principal de Viña del Mar siempre
han sido las playas, a pesar de su estrechez, su profundidad inmediata, las
limitaciones climáticas y la baja temperatura de las aguas; pero teniendo como
ventaja estar a sólo dos horas de automóvil del área metropolitana de Santiago,
la región más poblada del país.
La playa más céntrica y concurrida de Viña había sido Caleta Abarca, sin embargo, muchas otras eran visitadas por los veraneantes que se desplazaban hacia el norte de la ciudad. Pero en los últimos años, una de ellas, había tomado vida propia habiendo crecido sustancialmente su infraestructura turística, tanto en hotelería como en mayor oferta de casas y departamentos en alquiler. Reñaca ya se había convertido en el centro predilecto de la juventud destacándose por una arquitectura de terrazas y edificios escalonados en las laderas próximas al mar.
Playa Caleta Abarca, la más céntrica y concurrida de Viña del
Mar
Gaviota de flores sobre un verde césped a la entrada de
Reñaca
Hotel Montecarlo y departamentos costeros en Reñaca
Playa de Reñaca desde donde
se podía ver la Cordillera de la Costa
Después de este extenso recorrido, y siendo ya
casi las tres de la tarde, la empresa de turismo, si bien nos dio libertad de
acción durante casi una hora, nos llevó a almorzar a “La Terraza de Alfredo”,
recomendándolo por la calidad de la comida y la limpieza de los sanitarios. Y
si bien los argumentos habían sido válidos, los precios estaban muy por encima
de otros establecimientos gastronómicos.
Permanecimos unos escasos minutos en la playa y luego nos trasladamos a la terminal de buses desde donde retornaríamos a Santiago.
En la
playa de Reñaca, frente a “La Terraza de Alfredo”
Caminamos un trecho por la zona de la Estación
Central en Santiago, donde ya comenzaban a adornarse algunos espacios públicos
con los arbolitos de Navidad, y a la vez, aparecían pintadas de protesta del
Frente Estudiantil Universitario en varios frentes.
Saliendo de la terminal del
Tur Bus
FER
(Frente Estudiantil Revolucionario)
Tomamos el metro y descansamos en el
departamento, pero como a mí a la noche me quedaba pila, fui a cenar con mis
amigos Camila Quintana y Patricio Quiroga al restorán La Estancia, en el piso
quince del edificio de la avenida 11 de Septiembre 2250, en Providencia. Allí
mismo, en el piso dieciséis, estaba el restorán Giratorio, desde donde podía
verse todo Santiago a lo largo de trescientos sesenta grados, pero por gran diferencia
de precios lo desestimamos.
Cenando con Camila Quintana
y Patricio Quiroga
No siendo muy tarde, al salir del restorán, no
quedaba ni un bar abierto en los alrededores, por lo que no me quedó otra que
irme a dormir, algo que sería inadmisible en las noches de cualquier barrio de
Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario