domingo, 26 de abril de 2020

Visita a la Virgen de la Carrodilla

  
Regresando de la alta montaña mendocina, hicimos una breve visita al santuario de la Virgen de la Carrodilla, Patrona de los Viñedos. Se trataba de un sitio de extremada sencillez donde previo al ingreso a la iglesia, se encontraban varios murales en bajorrelieve representativos de la fe que los viñateros sentían por su imagen.

Mural que mostraba a la Virgen de la Carrodilla en procesión y al fondo, el templo


Bajorrelieve que representaba a los cosecheros ofreciendo sus frutos a la Virgen
bajo el sol mendocino


Mural que ofrecía una imagen de las labores de la tierra mendocina


Bajorrelieve en recuerdo de los frecuentes terremotos


La iglesia había sido construida en 1840 siendo el único templo que se mantuvo en pie después del terremoto de 1861. Sobre la fachada y encima del portal poseía un mosaico que representaba a la Virgen entre los viñedos sobre una carrodilla. La imagen, traída por Antonio de Solanilla desde España a fines del siglo XVIII, estaba tallada sobre madera de roble, y el rostro, las manos y el niño, revestidos en cera natural de abeja. Todos los años, durante la Fiesta de la Vendimia, era levantada y transportada por cosechadores y viñateros quienes se encomendaban a ella para que los ayudara a recoger las uvas y proteger las tierras.
Contaba la tradición que en el año 1250 en un camino de Estadilla, un pueblito enclavado en las montañas de la provincia de Huesca en Aragón, España, había aparecido la Virgen María, con el Niño Dios en sus brazos y un racimo de uva en su mano izquierda, significación de abundancia. Y que lo había hecho a dos carboneros pobres sobre el carro que empleaban para el transporte del producto. De ahí que la llamaran Virgen de la Carrocilla, es decir, del Carrito. Y, supuestamente, después de ese acontecimiento habían encontrado, milagrosamente, la veta que les proporcionaría una vida mejor.
La fe creció y el lugar se convirtió en sagrado por lo que los habitantes del lugar la declararon Patrona de la Carrodilla, nombre que reemplazó al original de “Carrocilla”. Sobre esta cuestión había quienes afirmaban que se trataba de una desfiguración de “Carrodilla”, mientras que otros sostenían que su denominación se debía al nombre de la Sierra donde había aparecido la Virgen. Allí se había construido, en el siglo XVI, una ermita de Nuestra Señora de la Carrodilla, restaurada posteriormente, donde en 1765 fuera bautizado Antonio Solanilla, quien de niño había llegado a Buenos Aires junto a sus progenitores, trayendo entre sus pertenencias, una imagen de la Virgen.
En 1811, Solanilla se radicó en Mendoza, y contrajo matrimonio con Mercedes Estrella, hija de Isaac Estrella que tenía una finca en las cercanías de la ciudad, sobre el camino sur y próxima al canal Cacique Guaymallén. Y, como todas las casonas rurales de la época, contaba con una pequeña capilla. Esa propiedad pasó a ser herencia de Mercedes, quien había formado un hogar muy religioso con Solanilla, donde entronizaron a “Nuestra Señora de la Carrodilla”. Siendo Mendoza tierra donde las vides habían echado raíces profundas, la virgencita con granos de uva en la mano no tardaría en hacerse popular, además de la trasmisión oral de abuelos a nietos, sobre una noche de terrible tormenta de piedra, en que sacaron a la Virgen de la capillita en actitud de ruego, mejorando el tiempo inmediatamente.

Imagen de la Virgen de la Carrodilla


Torre de la Iglesia de la Virgen de la Carrodilla, de una sola nave


Imagen de la Virgen de la Carrodilla en el interior de la iglesia


Junto a la capilla se conservaba parte de la antigua casa solariega, con una evocativa galería, balcones enrejados de madera y fragantes glicinas. En ese momento, año 2008, recientemente recuperada, ya estaba convertida en Casa Parroquial.
Visitamos el museo y mi madre se detuvo a escribir un extenso texto en el libro de peticiones a la Virgen. Y si bien, no se lo pregunté, supongo que tuvo que ver con las oraciones que siempre rezaba por su esperanza de cura respecto del síndrome de autismo que afectaba a mi hijo Martín.

Patio de la Casa Parroquial, otrora vivienda de la familia Solanilla


Al día siguiente, sábado 31 de mayo, partimos hacia Buenos Aires. Esos días en Mendoza habían sido muy intensos. Así que en cuanto subimos al micro nos dormimos, y salvo una parada técnica en Laboulaye, provincia de Córdoba, seguimos así hasta Retiro arribando el 1ro. de junio por la mañana.




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