Regresando de la alta
montaña mendocina, hicimos una breve visita al santuario de la Virgen de la
Carrodilla, Patrona de los Viñedos. Se trataba de un sitio de extremada
sencillez donde previo al ingreso a la iglesia, se encontraban varios murales
en bajorrelieve representativos de la fe que los viñateros sentían por su
imagen.
Mural que mostraba a la Virgen de
la Carrodilla en procesión y al fondo, el templo
Bajorrelieve que representaba a
los cosecheros ofreciendo sus frutos a la Virgen
bajo el sol mendocino
Mural que ofrecía
una imagen de las labores de la tierra mendocina
Bajorrelieve en recuerdo de los frecuentes terremotos
La iglesia había sido
construida en 1840 siendo el único templo que se mantuvo en pie después del
terremoto de 1861. Sobre la fachada y encima del portal poseía un mosaico que
representaba a la Virgen entre los viñedos sobre una carrodilla. La imagen,
traída por Antonio de Solanilla desde España a fines del siglo XVIII, estaba
tallada sobre madera de roble, y el rostro, las manos y el niño, revestidos en
cera natural de abeja. Todos los años, durante la Fiesta de la Vendimia, era
levantada y transportada por cosechadores y viñateros quienes se encomendaban a
ella para que los ayudara a recoger las uvas y proteger las tierras.
Contaba la tradición
que en el año 1250 en un camino de Estadilla, un pueblito enclavado en las
montañas de la provincia de Huesca en Aragón, España, había aparecido la Virgen
María, con el Niño Dios en sus brazos y un racimo de uva en su mano izquierda,
significación de abundancia. Y que lo había hecho a dos carboneros pobres sobre
el carro que empleaban para el transporte del producto. De ahí que la llamaran
Virgen de la Carrocilla, es decir, del Carrito. Y, supuestamente, después de
ese acontecimiento habían encontrado, milagrosamente, la veta que les
proporcionaría una vida mejor.
La fe creció y el
lugar se convirtió en sagrado por lo que los habitantes del lugar la declararon
Patrona de la Carrodilla, nombre que reemplazó al original de “Carrocilla”. Sobre
esta cuestión había quienes afirmaban que se trataba de una desfiguración de
“Carrodilla”, mientras que otros sostenían que su denominación se debía al
nombre de la Sierra donde había aparecido la Virgen. Allí se había construido,
en el siglo XVI, una ermita de Nuestra Señora de la Carrodilla, restaurada posteriormente,
donde en 1765 fuera bautizado Antonio Solanilla, quien de niño había llegado a
Buenos Aires junto a sus progenitores, trayendo entre sus pertenencias, una
imagen de la Virgen.
En 1811, Solanilla se
radicó en Mendoza, y contrajo matrimonio con Mercedes Estrella, hija de Isaac
Estrella que tenía una finca en las cercanías de la ciudad, sobre el camino sur
y próxima al canal Cacique Guaymallén. Y, como todas las casonas rurales de la
época, contaba con una pequeña capilla. Esa propiedad pasó a ser herencia de
Mercedes, quien había formado un hogar muy religioso con Solanilla, donde
entronizaron a “Nuestra Señora de la Carrodilla”. Siendo Mendoza tierra donde
las vides habían echado raíces profundas, la virgencita con granos de uva en la
mano no tardaría en hacerse popular, además de la trasmisión oral de abuelos a
nietos, sobre una noche de terrible tormenta de piedra, en que sacaron a la Virgen
de la capillita en actitud de ruego, mejorando el tiempo inmediatamente.
Imagen de la
Virgen de la Carrodilla
Torre de la Iglesia de la Virgen
de la Carrodilla, de una sola nave
Imagen de la Virgen de la
Carrodilla en el interior de la iglesia
Junto a la
capilla se conservaba parte de la antigua casa solariega, con una evocativa
galería, balcones enrejados de madera y fragantes glicinas. En ese momento, año
2008, recientemente recuperada, ya estaba convertida en Casa Parroquial.
Visitamos el
museo y mi madre se detuvo a escribir un extenso texto en el libro de
peticiones a la Virgen. Y si bien, no se lo pregunté, supongo que tuvo que ver
con las oraciones que siempre rezaba por su esperanza de cura respecto del
síndrome de autismo que afectaba a mi hijo Martín.
Patio de la Casa Parroquial,
otrora vivienda de la familia Solanilla
Al día siguiente, sábado 31 de mayo, partimos
hacia Buenos Aires. Esos días en Mendoza habían sido muy intensos. Así que en
cuanto subimos al micro nos dormimos, y salvo una parada técnica en Laboulaye,
provincia de Córdoba, seguimos así hasta Retiro arribando el 1ro. de junio por
la mañana.
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