jueves, 31 de agosto de 2023

Despidiéndonos de Santiago

 La tarde estaba hermosa, espectacularmente primaveral, así que Solange y yo fuimos a recorrer en el Transantiago diferentes barrios de la ciudad, para lo cual tomamos varias líneas hasta el final del recorrido para poder tener una idea más acabada de la realidad santiaguina. El Transantiago, cuyo nombre derivaba de “Transporte de Santiago”, era un sistema de largos ómnibus con fuelle que se conectaban con las principales bocas de metro, reemplazando los antiguos mini-buses que operaron aproximadamente hasta 2007.

Una de las particularidades del país, y de la ciudad en especial, eran las grandes diferencias entre los sectores socioeconómicos. Los ricos lo eran mucho más que en la Argentina, pero el porcentaje de población que se encontraba en ese nivel era menor; mientras que la clase baja estaba mucho más extendida, si bien se manifestaba un crecimiento, aunque muy lento, de clase media. 

Barrio de monoblocks en el norte de Santiago

  

Viviendas de sectores socioeconómicos bajos

  

Calles arboladas y muy limpias

  

Eran muy comunes las viviendas de madera con techos de chapa

  

Construcciones muy frágiles ante un movimiento sísmico

  

Lejos del Centro los enrejados eran casi continuos

 

 Si bien nos habíamos bajado del ómnibus en más de una oportunidad, en determinado momento decidimos caminar atravesando un barrio para conocerlo mejor, y allí se nos presentó el principal inconveniente que había generado desde un principio la red del Transantiago, la falta de cobertura de amplias áreas donde originariamente llegaban los mini-buses. Por lo tanto, tuvimos que tomar un taxi-colectivo, que nos llevara hasta la parada del ómnibus. El taxi-colectivo, medio de transporte utilizado en varios países latinoamericanos, consistía en un automóvil con un recorrido fijo, con una capacidad máxima de cinco pasajeros. 

Muy bien cuidadas las palmeras pero no tanto los desagües

 

 Ya dejábamos la periferia para ir al Centro de Santiago, siendo el próximo destino La Moneda, sede de la presidencia de la República de Chile. Nos bajamos del Transantiago en la Alameda del Libertador Bernardo O’Higgins y Morandé, y caminamos por la plaza de la Ciudadanía, sobre el frente sur del Palacio.

El edificio había sido proyectado originariamente para albergar la Real Casa de Moneda, durante la época colonial, momento en que las autoridades locales de entonces no contaban con los recursos necesarios para su construcción, por lo que la Corona Española decidió que tendría que ser llevada a cabo por un particular, Don Francisco García de Huidobro, I Marqués de Casa Real. De estilo neoclásico italiano puro fue inaugurado en 1805, y también allí fueron acuñadas las primeras monedas del Chile independiente hasta 1929. En 1845, bajo el mandato del presidente Manuel Bulnes Prieto, pasó a ser la sede del gobierno.

Durante el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, en que fuera derrocado el presidente Salvador Allende, el edificio fue bombardeado por cañones del Ejército de Chile y por los cohetes Sura 3 de los aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea de Chile, ocasionando un incendio y quedando parcialmente destruido. Ese ataque además significó la pérdida de invaluables tesoros que se venían acumulando durante años, siendo los más importantes el Acta de la Independencia de Chile de 1818, y la original “Piocha de O’Higgins”, estrella de cinco puntas que se colocaba en el extremo inferior de la banda presidencial, y que, en el traspaso de mando de un presidente a otro, significaba la entrega del poder. El antiguo Salón Independencia, lugar donde muriera Allende, fue suprimido y cerrado por un muro de hormigón por orden de Augusto Pinochet para evitar su simbolismo. La presidenta Michelle Bachelet dispuso la restauración de dicha dependencia incluyendo el mobiliario original y dos cuadros del pintor Aldo Bahamonde, uno de los cuales retrataba al presidente saludando desde el balcón, y el otro, mostrando el mismo balcón con su barandal destruido y con el borde presentando impactos de proyectiles tras el bombardeo del ’73.

Las paredes de ladrillos gruesos, de más de un metro de espesor, soportaron varios sismos de Santiago, siendo uno de los pocos edificios coloniales de la capital chilena que ha sobrevivido, por lo que fuera declarado Monumento Nacional. Durante el terremoto de 2010 sufrió daños menores como desprendimiento de frisos en patios interiores y grietas en algunos muros, y algo más graves, como agrietamientos completos, en alguno de sus salones. 

Fachada sur del Palacio de la Moneda desde la plaza de la Ciudadanía

  

Continuando por la calle Morandé llegamos a la plaza de la Constitución, totalmente rodeada por oficinas de distintas dependencias de la presidencia y de los ministerios, por lo que popularmente al lugar se lo llamaba “el Búnker”. 

Plaza de la Constitución desde La Moneda hacia la calle Agustinas

 

Ministerio de Relaciones Exteriores sobre la calle Teatinos

 

 Y sobre Morandé, apenas cruzando la calle Moneda, en la plaza de la Constitución entre La Moneda y el Ministerio de Justicia, se encontraba el monumento a Salvador Allende Gossens, realizado por el escultor Arturo Hevia.

Salvador Allende, quien fuera médico y político socialista, ocupó el cargo de presidente de Chile entre el 4 de noviembre de 1970 y el 11 de setiembre de 1973, día de su muerte a causa del golpe de estado apoyado por el General Augusto Pinochet Ugarte. A pesar de haber sido el primer presidente marxista en el mundo que accediera democráticamente al poder, la Cámara de Diputados en su mayoría opositora, permanentemente lo acusaba de incurrir en violaciones de la Constitución, lo que incentivó la planificación de su abrupta destitución por parte de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de Carabineros cuando faltaban tres años para finalizar su mandato constitucional.  

SALVADOR ALLENDE GOSSENS (1908-1973)

 “TENGO FE EN CHILE Y SU DESTINO”

 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973

  

Dimos algunas vueltas más por las calles céntricas, y después regresamos a Providencia. El día anterior había cenando con Camila y Patricio en el restorán La Estancia, pero ya era noche cerrada y sólo se podían ver las luces de los principales edificios; por eso les propuse a Solange y a Sonia ir más temprano y así poder tomar fotografías desde lo alto.

La vista a la hora del atardecer era muy impactante, en especial por la cantidad de edificios que comenzaban a tapar las montañas. Sin duda, hubiera preferido un ambiente de edificaciones más bajas, a escala humana, con la cantidad de pisos que permitieran ser subidos por escaleras. Las torres exageradamente altas, además de generar un costo energético interno muy elevado, eran las causantes de mayores embotellamientos, y en un área de actividad sísmica intensa hacían más difíciles las tareas de rescate. Y si bien el argumento estaba dado en función de las nuevas normas de construcción sismo-resistentes, la densidad y dependencia de los ascensores, complicaban las posibilidades de defensa ante situaciones de riesgo. Pero el valor de la tierra y la absurda relación entre altura y modernidad, todo lo podían. 

Elevada densidad de edificios en Providencia

  

Los picos nevados de la cordillera de los Andes todavía podían ser vistos

 

Una verdadera selva de cemento hacia todos los puntos cardinales

  

Y como si fuera poco todo lo ya realizado, se encontraba aun en construcción el proyecto inmobiliario Costanera Center, un conjunto de cuatro edificios ubicados en la intersección de la avenida Andrés Bello con Nueva Tajamar, a pocos metros de la estación Tobalaba del metro. El edificio central sería la Gran Torre Santiago, de trescientos metros, sesenta pisos, y veinticuatro ascensores de alta velocidad moviéndose a una velocidad de 6,6 metros por segundo; mientras que otras dos torres llegarían a una altura de ciento setenta y cinco metros, y la cuarta a sólo ciento cinco. De propiedad del consorcio Cencosud iría a contar con un centro comercial, dos hoteles de cuatro y de cinco estrellas, y el resto estaría destinado a oficinas. Y si bien estaba prevista su inauguración para mediados de 2009, los efectos de la crisis económica de 2008 determinaron la paralización momentánea de las obras, por lo que en noviembre de 2011, momento en que nos encontrábamos allí, habiéndose retomado la obra, se proseguía raudamente con el objetivo de que en pocos meses estuviera la mayor parte en funcionamiento. El diseño había estado a cargo del estudio chileno Alemparte Barreda y Asociados, de la compañía canadiense Watt International y del arquitecto argentino César Pelli Clarke, quien trabajara en la construcción de las Torres Petronas de Kuala Lumpur, entre otros rascacielos. Y si bien muchos santiaguinos afirmaban con orgullo tener la torre más alta de Sudamérica, yo pensaba que era un espantoso elefante blanco, que daba por el traste con el ambiente del barrio, ya que tal cual como ocurría en muchas otras partes del mundo, se levantaban edificios sin planificación urbana alguna. 

Gran Torre Santiago en construcción

  

Pero nada terminaba allí, sino que el proceso de cementización de las laderas cordilleranas continuaba a pasos agigantados por todas partes, como lo estaban demostrando las grandes grúas que veíamos a cada paso. 

Las construcciones de altura avanzaban por las laderas de los cerros

  

Y después de hacer críticas urbanísticas que sólo quedaron entre nosotras, decidimos distendernos y preparnos para cenar. Y aunque en los platos no hubiera coincidencias, sí la tuvimos a la hora de brindar para despedirnos de Santiago: “Pisco sour para tres”, -le dijimos al mozo mientras tomaba los pedidos. 

Con Sonia y Solange brindando con pisco sour como despedida de Santiago

  

El viernes 18 Solange y yo regresamos a Buenos Aires por Air Canada. Nuevamente el tiempo estuvo muy bueno, pero en muchos tramos las nubes cubrieron el paisaje por lo que no pudimos ver la Cordillera como hubiésemos querido. 

Campos de cultivo durante el decolaje en Santiago

  

A punto de cruzar los Andes

  

Nubes cubriéndolo todo al cruzar la Cordillera

 

 

Sólo por momentos se despejaba

  

Nos pusimos muy contentas cuando el comandante anunció que ya estábamos sobre Ezeiza. En parte por tratarse de un avión grande y además porque traíamos viento de cola, le habíamos puesto sólo una hora y media entre Santiago y Buenos Aires.  

Debajo de estas nubes estaba el aeropuerto de Ezeiza

  

Pero a los pocos minutos agregó que tendríamos que hacer sobrevuelos de espera porque el aeropuerto “Ministro Pistarini” estaba saturado. Sin embargo no aclaró durante cuánto tiempo, y desde las ventanillas veíamos cada vez más aeronaves dando vueltas como nosotros, como si fuéramos los avioncitos de una calesita.

 

¡Y recién después de cincuenta minutos, por fin, aterrizamos! 

lunes, 28 de agosto de 2023

¡Aquí tengo a una señora que no quiere pagar!

  El jueves 17 el día amaneció precioso. Sol radiante y una temperatura muy agradable. Ideal para ir a pasear por Santiago, pero Solange y yo debíamos exponer nuestra ponencia en la Conferencia Regional de la Unión Geográfica Internacional, por lo que fuimos hasta la Escuela Militar donde ya había estado dos días atrás.

Ella entró con la credencial que habíamos abonado por un día, pero a mí me contabilizaron la asistencia a la reunión del día martes como único derecho a ingreso por los ciento treinta dólares de inscripción. Traté de explicar que ese día se trataba de una invitación por ser Coordinadora de la Red Latinoamericana de Estudios Geográficos de la UGI, pero que mi ponencia estaba programada para el jueves.

Entonces la recepcionista me acompañó a una sala donde estaban los organizadores para que diera allí las razones de mi problema. Después de escucharme de mala gana, la chica que me atendió le dijo a alguien por teléfono:

-          “¡Aquí tengo a una señora que no quiere pagar!”

Al cabo de un rato vino un joven a la sala y le dije que no era que no quería pagar, sino que ya había pagado, y que me obligaron a utilizar mi credencial para una actividad ajena a la exposición de las ponencias. Él me miró con cara de no muy buenos amigos, y mandó a llamar a su jefe.

Se estaba acercando la hora de la exposición y a mí me tenían todavía esperando, sin darme ninguna respuesta. Yo había decidido no volver a pagar bajo ningún punto de vista. Ya me había parecido una estafa la inscripción, y, además, me resultaba indignante la mala leche con la que se habían comportado. Por un lado, no iba a haber ningún inconveniente en que expusiera Solange sola, pero me parecía muy injusto dejarla en banda y, a la vez, haber tenido tantos gastos, los más, salidos de mi bolsillo, para no poder hacer la presentación.

Finalmente apareció un hombre grande, y tras escucharme pacientemente, autorizó a que expusiera la ponencia diciéndome con el ceño fruncido:

-          “Usted hace la presentación, y se me retira inmediatamente”.

Si bien me cayeron muy mal la condición y el tono, acepté inmediatamente, y, además, se lo agradecí. Pero lo que nunca imaginé era que me pusiera un custodio, trajeado de negro, que se parecía bastante a los que solían estar en las puertas de los boliches, para que me obligara a irme en cuanto finalizara mi actividad. Me faltaban sólo las esposas para sentirme una criminal de extremada peligrosidad, a la que le otorgaban unos pocos minutos para salir de su celda. Y así aparecí en la sala, colorada de bronca y de nervios por la situación y por llegar sobre la hora.

Junto con Solange presentamos el trabajo “Pobreza y Aislamiento en el Área Metropolitana de Buenos Aires”. Todo salió muy bien y generó gran interés por parte del público presente, que hizo muchas preguntas y comentarios positivos. Y mi custodio, quien permanecía controlándome a escasa distancia, no se animó a decirme que me fuera cuando vio la cantidad de personas que venían a saludarme, entre ellos, Stanley Brunn de EEUU, por lo que sigilosamente se retiró. Y ya libre, pude escuchar las ponencias de otros geógrafos e intercambiar materiales.

Llegado el mediodía, fui con Solange, Hildegardo, Álvaro y otros mexicanos a almorzar a un restorán cercano donde nos encontrarnos con Gerusa Duarte de Brasil y colegas de diversos países. Con todos ellos pasamos momentos muy agradables, pero el sabor amargo que me había quedado no me lo pudo quitar nadie.

A la tarde yo no podía volver a ingresar. Tampoco me habían quedado ganas. Y le propuse a Solange llevarla a conocer otros barrios de Santiago, ya que al día siguiente debíamos estar regresando a Buenos Aires, y no debía quedarse con la idea de que toda Santiago era como Las Condes y Providencia. 

 

domingo, 27 de agosto de 2023

En excursión a Valparaíso y Viña del Mar

   El miércoles 16 contraté una excursión en la terminal del Tur Bus de Santiago, para que Solange conociera Valparaíso y Viña del Mar.

Desde allí partimos en un ómnibus hasta la terminal de Valparaíso donde nos aguardaba una van con un chofer-guía, que rápidamente nos condujo hasta uno de los cerros, para tener una visión panorámica de la ciudad.  

Vista de Valparaíso desde uno de los cerros


A medida que ascendíamos por las empinadas callecitas, teníamos una mejor vista de la bahía. Esa bahía había sido descubierta los primeros días de setiembre de 1536, siete meses después de la primera fundación de Buenos Aires, por el capitán español Juan de Saavedra, quien llegara por tierra para ubicar alguna de las naves enviadas por Diego de Almagro en su expedición de conquista. Allí encontró la carabela “Santiaguillo”, fondeada en la pequeña bahía de Quintil, y denominó a todo el lugar “Valparaíso”, en homenaje a Valle Paraíso de Cuenca, su ciudad natal.

Seis años después, el conquistador Pedro de Valdivia eligió esa zona para establecer el puerto oficial de la recientemente fundada ciudad de Santiago.

Vista de la bahía de Valparaíso descubierta por los españoles en 1536

 

Iglesia de la Congregación de los Sagrados Corazones con el fondo de los barcos en la bahía

  

Si bien Valparaíso se originó a partir del puerto, en lo que se denominaba la “zona baja”, debido a lo estrecho de esa franja de llanura, comenzó a expandirse por los cerros, “zona alta”. Pero esos cerros, que formaban un anfiteatro natural en torno a la bahía, eran sumamente empinados, tornándose muy difícil la comunicación a pie o por medios de locomoción colectivos, entre ambos sectores de la ciudad. Fue así que a partir de 1883 se construyeran cerca de treinta funiculares, que los porteños llamaban “ascensores”, que en no más de un minuto, pudieran transportar personas y mercaderías. Pero en noviembre de 2011, momento en que nosotras visitábamos la ciudad, solamente nueve estaban en funcionamiento. Entre las razones para la desaparición o detención estaban las destrucciones por terremotos, incendios, derrumbes de cerros y la poca rentabilidad de algunos por la preferencia de otros medios de transporte como buses y colectivos. Entre 1974 y 2010, dieciséis de ellos habían sido declarados Monumentos Históricos Nacionales.

El ascensor más largo era el Mariposas, con un recorrido de ciento setenta y siete metros. Había sido inaugurado en 1906 y dejado fuera de servicio en 2009 debido a su pésima rentabilidad que dejaba grandes pérdidas económicas. 

Ascensor Mariposas fuera de servicio desde 2009

 

 Los más de cuarenta cerros poblados de casitas multicolores que rodeaban la bahía era uno de los principales atractivos de la ciudad, sin embargo, cuando uno se acercaba, podía verse la cruda realidad. Los niveles de pobreza se calculaban en dos puntos por encima de la media nacional, que en ese momento, según cifras oficiales era del 14,4%. Pero además, las pendientes lo complicaban todo, desde la llegada del agua hasta la recolección de la basura, que se acumulaba en las calles.

El momento de esplendor había sido cuando Valparaíso era un paso obligado en las rutas marítimas antes de la apertura del canal de Panamá en 1916, momento en que comenzara a decaer, y ya a fines del siglo XX y principios del XXI, la ciudad contaba con bajos recursos y falta de empleos. Si bien, además de las cargas, el puerto recibía a miles de turistas, ese movimiento económico no revertía en las arcas del municipio. Y además, a los turistas se los llevaba sólo al borde costero y cerros que originalmente eran los barrios ricos cuando era la capital económica de Chile, por lo que ese flujo de dinero quedaba limitado a pequeños sectores.  

Marginalidad en los cerros

  

Muchas de esas “alegres casitas”, como decían algunos guías de turismo, estaban edificadas al borde de las laderas de fuertes pendientes, y muchas de ellas sostenidas por pilotes, tal cual palafitos de montaña. Y si bien esto ya podría considerarse de riesgo en cualquier zona, mucho más lo era allí, donde la elevada sismicidad y los derrumbes por fuertes precipitaciones, en más de una oportunidad, las había dejado convertidas en escombros.  

Verdaderos palafitos de montaña


Viviendas sobre las fuertes pendientes

 

Por su condición de ciudad-puerto, Valparaíso se ha destacado por las influencias estéticas y culturales de diversidad de gentes, ya sea de paso o permanencia, que han contribuido a inspirar a artistas y pensadores quienes se juntaban en los cafés durante largas horas teniendo largas conversaciones. Anónimos y famosos intelectuales han pasado por Valparaíso, de lo cual sus habitantes se vanagloriaban. Charles Darwin la visitó en 1834, en su recorrida por el territorio chileno, entre Tierra del Fuego y Copiapó; y el poeta nicaragüense Rubén Darío residió entre los meses de febrero y setiembre de 1887, publicando en 1888 su libro “Azul”, en el cual una de sus prosas se llamaba Álbum Porteño”.

Desde ya que Pablo Neruda no podía ser menos, quien en el cerro Florida, tenía una de sus exóticas casas, “La Sebastiana”, comprada a la familia del constructor español Sebastián Collado en 1959, después de que la muerte lo sorprendiera cuando aún estaba a medio hacer.

A Neruda le llevó dos años concluir su casa, hasta que finalmente el 18 de setiembre de 1961, coincidiendo con el día en que Chile celebraba su independencia, la inauguró con una gran fiesta. Él solía pasar allí los “Años Nuevos”, tal como 1973, el último de su vida. Durante la dictadura militar permaneció cerrada hasta ser restaurada y abierta como museo el 1ro. de enero de 1992.

A pesar de ser un tema aparentemente poco poético, Neruda fue capaz de expresar maravillosamente la obra en construcción de la siguiente manera:

A “LA SEBASTIANA”

Yo construí la casa.

La hice primero de aire.

Luego subí en el aire la bandera

y la dejé colgada

del firmamento, de la estrella,

de la claridad y de la oscuridad.

Cemento, hierro, vidrio,

eran la fábula,

valían más que el trigo y como el oro,

había que buscar y que vender,

y así llegó un camión:

bajaron sacos

y más sacos,

la torre se agarró a la tierra dura

-pero, no basta, dijo el conductor,

falta cemento, vidrio, fierro, puertas-,

y no dormí en la noche.

Pero crecía,

crecían las ventanas

y con poco,

con pegarle al papel y trabajar

y arremeterle con rodilla y hombro

iba a crecer hasta llegar a ser,

hasta poder mirar por la ventana,

y parecía que con tanto saco

pudiera tener techo y subiría

y se agarrara, al fin, de la bandera

que aún colgaba del cielo sus colores.

Me dediqué a las puertas más baratas,

a las que habían muerto

y habían sido echadas de sus casas,

puertas sin muro, rotas,

amontonadas en demoliciones,

puertas ya sin memoria,

sin recuerdo de llave,

y yo dije:

“Venid a mí, puertas perdidas:

os daré casa y muro

y mano que golpea,

oscilaréis de nuevo abriendo el alma,

custodiaréis el sueño de Matilde

con vuestras alas que volaron tanto.”

Entonces la pintura

llegó también lamiendo las paredes,

las vistió de celeste y de rosado

para que se pusieran a bailar.

Así la torre baila,

cantan las escaleras y las puertas,

sube la casa hasta tocar el mástil,

pero falta dinero:

faltan clavos,

faltan aldabas, cerraduras, mármol.

Sin embargo, la casa

sigue subiendo

y algo pasa,

un latido circula en sus arterias:

es tal vez un serrucho que navega

como un pez en el agua de los sueños

o un martillo que pica

como alevoso cóndor carpintero

las tablas del pinar que pisaremos.

Algo pasa y la vida continúa.

La casa crece y habla,

se sostiene en sus pies,

tiene ropa colgada en un andamio,

y como por el mar la primavera

nadando como náyade marina

besa la arena de Valparaíso,

ya no pensemos más: ésta es la casa:

ya todo lo que falta será azul,

lo que ya necesita es florecer.

Y eso es trabajo de la primavera. 

La Sebastiana, casa de Pablo Neruda en el cerro Florida

   

En un banco con la silueta de Pablo Neruda en los jardines de La Sebastiana

  

Vista desde los balcones de La Sebastiana

 

 

Barrio tranquilo en el cerro Florida

 

 

Las casas llegaban hasta la cima del cerro

  

Luego descendimos y recorrimos el Centro de Valparaíso donde nos hicieron ver los monumentos y edificios más importantes.  

Calle comercial en el Plan de Valparaíso


En la intersección de la avenida Brasil con Bellavista, se encontraba el monumento a Lord Cochrane, que contaba con la proa de un buque surgiendo en la base y un obelisco coronándolo.

Thomas Alexander Cochrane, considerado uno de los capitanes británicos más audaces y exitosos de las Guerras de la Revolución Francesa, después de ser dado de baja en la marina británica, sirvió en las marinas de Chile, Brasil y Grecia. Fue uno de los fundadores de la Armada de Chile y uno de los grandes luchadores contra el dominio marítimo por los españoles del Pacífico Sur americano, consiguiendo la liberación de Valdivia ayudado por tropas terrestres pedidas a O’Higgins y al uso de banderas españolas como insignia de sus embarcaciones; contribuyendo también a la independencia del Perú, hasta acabar con el poder español en la zona. Pero pese a esos méritos, por falta de pagos a sus servicios, fue que se marchó a otras costas, ayudando a la Armada Brasileña a combatir a los portugueses; y en el Mediterráneo, luchando contra los turcos por la independencia griega.  

Monumento a Lord Thomas Alexander Cochrane

  

En la esquina de las avenidas Errázuriz y Blanco se encontraba el edificio Luis Cousiño, construido entre los años 1881 y 1883 en terrenos ganados al mar, por iniciativa de Isidora Goyenechea en memoria del empresario Luis Cousiño Goyenechea, para albergar las oficinas de la Compañía Explotadora Carbonífera de Lota y Coronel. A lo largo del siglo XX el edificio fue ocupado por diversas empresas y organismos, deteriorándose por falta de manutención, a pesar de haber sido declarado Monumento Histórico. Estuvo abandonado durante varios años, además de haber sido incendiado varias veces, recibiendo el apodo de “La Ratonera”, convirtiéndose en el símbolo del deterioro patrimonial de Valparaíso. Pero posteriormente fue adquirido por la Fundación DUOC, perteneciente a la Pontificia Universidad Católica de Chile, que lo restauró dándole como destino actividades educativas.

DUOC había sido fundado como Departamento Universitario Obrero Campesino por el primer rector laico de la Universidad Católica, Fernando Castillo Velasco, con el fin de brindar educación gratuita a los estudiantes de más baja extracción social, práctica que ya estaban realizando algunas universidades estatales como la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado. Pero el éxito que el DUOC había tenido fue frenado por la dictadura militar que intervino la Universidad, siendo muchos de sus académicos y estudiantes perseguidos, expulsados, y en muchos casos, desaparecidos. 

Centro de Extensión Edificio Cousiño del DUOC – UC (ex La Ratonera)

  

En sólo quinientos metros desde el Centro de Extensión del DUOC, a la altura del muelle Prat, llegamos a la plaza Sotomayor, una de las principales de la ciudad, donde se encontraba el monumento a la Marina Nacional o a los Héroes de Iquique, el edificio de la Armada de Chile, el de la Compañía Sudamericana de Vapores, y el hotel Reina Victoria.

El monumento fue inaugurado en 1886, donde bajo tierra se encontraban los restos del Capitán de Fragata Arturo Prat, el Teniente Ignacio Serrano, el Guardiamarina Ernesto Riquelme y el Marinero Desconocido, todos ellos participantes de la Guerra del Pacífico, quienes se inmolaran al abordar un barco de la Armada Peruana. Los cuatro costados estaban decorados con relieves de los distintos combates navales, estando custodiado permanentemente por una pareja de marineros. 

Monumento a los Héroes de Iquique en la plaza Sotomayor

 

El edificio de la Comandancia en Jefe de la Armada de Chile, de estilo neoclásico francés, fue inaugurado en 1910, para el Centenario de la Primera Junta Nacional. Y era conocido también como Ex Intendencia, debido a que ocupara su antiguo lugar. 

Comandancia en Jefe de la Armada de Chile

  

La Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV), la más grande y antigua de Latinoamérica, era de origen chileno, y a principios del siglo XXI ocupaba el 20mo. lugar mundial en el ranking de navieras portacontenedores, según la consultora especializada Alphaliner. Se trataba de una sociedad anónima abierta que cotizaba sus acciones en la Bolsa de Comercio de Santiago desde 1893. 

Compañía Sudamericana de Vapores, la más grande y antigua de Latinoamérica

 

El hotel Reina Victoria, bautizado originariamente como hotel Inglés, fue reconstruido en 1902, luego de ser devorado por un incendio en 1897. Y entre sus principales características estaba el que todas las habitaciones tenían vista hacia la plaza Sotomayor. 

Detalle de la fachada del hotel Reina Victoria

 

Habiendo recorrido gran parte de la ciudad histórica, nos dirigimos hacia el sur, para volver a ascender a los cerros, pero esta vez en el principal ascensor utilizado por los turistas, el Artillería. Y en ochenta segundos, en un recorrido de ciento setenta y cinco metros, llegamos desde la plaza Aduana en el barrio Puerto, hasta el Paseo 21 de Mayo, sobre el cerro Artillería, donde había un mirador para contemplar la bahía y la ajetreada actividad portuaria. 

Ascensor del cerro Artillería

 

 Inaugurado en 1893 y declarado Monumento Nacional, este ascensor se había caracterizado en el pasado por su gran capacidad, hasta cincuenta personas. Era accionado a valor, tenía cuatro vías, cuatro carros y dos salas de máquinas, el doble del que mantenía en 2011. 

Subiendo en el ascensor al cerro Artillería

  

Desde el ascensor hacia el Plan

 

Desde un poco más arriba…


  

En el mirador del cerro Artillería

 

Valparaíso desde el mirador Artillería

  

El primer muelle comercial de todo Chile fue el construido en Valparaíso en 1810, en el lugar donde posteriormente se ubicó el edificio del diario EL Mercurio de Valparaíso, ya que entre 1910 y 1930 le fueron ganados cerca de quinientos metros de tierras al mar, construyendo gran parte del muelle actual.

A principios del siglo XXI Valparaíso no sólo era el principal puerto de contenedores, sino también el de pasajeros de todo el país. Transfería anualmente diez millones de toneladas de mercancías y atendía por temporada cerca de cincuenta cruceros y ciento cincuenta mil pasajeros.    

Intensa actividad en el puerto de Valparaíso

  

El Paseo 21 de Mayo era uno de los balcones naturales de Valparaíso, diseñado como respuesta a la localización, a fines del siglo XIX, del edificio de la Escuela Naval Arturo Prat, ahora convertida en el Museo Naval y Marítimo de Chile.

Era el lugar más visitado por los turistas, contando con una feria artesanal donde se podían adquirir acuarelas, ropa de lana, souvenirs relativos a Valparaíso como piezas de joyería y figuras hechas con lapislázuli, la piedra típicamente chilena. 

Acuarelas representativas de Valparaíso

  

Variedad de tejidos de diversa calidad

 

Cerca de allí estaba el ascensor Villaseca, inaugurado en 1913 y detenido desde 2006 debido a que los derrumbes en el cerro ponían en peligro a los usuarios.  

Ascensor Villaseca, en franco deterioro

 

Tomamos la avenida Errázuriz y luego la España bordeando la costanera para llegarnos así hasta Viña del Mar, que se encontraba al norte de Valparaíso pero absolutamente unida, a pesar de que se había originada a fines del siglo XIX, a partir de que los ingleses avecindados en Valparaíso, habían establecido allí sus casas quinta de veraneo y esparcimiento.

Era denominada la “Ciudad Jardín” por la gran cantidad de áreas verdes y parques con flores muy cuidadas. Un claro ejemplo era el Reloj de Flores que se encontraba a los pies del cerro Castillo.

El Reloj, cuyo mecanismo fuera construido en la fábrica Favag de Neuchatel, Suiza, fue adquirido en el año 1962, como parte del plan de embellecer la ciudad con motivo del nombramiento de Viña del Mar como una de las sedes del Campeonato Mundial de Fútbol.  

Con Solange en el Reloj de Flores de Viña del Mar

  

El principal parque de Viña del Mar lo constituía, sin duda, la Quinta Vergara, donde se destacaban los jardines que rodeaban al Palacio Vegara y al anfiteatro donde se realizaba anualmente el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar.

En los jardines existían una serie de especies exóticas traídas desde California, Asia y África, introducidas en el siglo XIX cuando todavía era la Hacienda de las Siete Hermanas, para solaz de sus dueños.

En 1941 la Municipalidad de Viña del Mar compró el predio que pasó a ser de uso público, convirtiendo al palacio en Museo y Escuela de Bellas Artes. Y en el parque podían encontrarse algunas esculturas como la de Gabriela Mistral, donada por la artista Nina Anguita con motivo del Premio Nobel que la poetisa obtuviera en 1945. 

 

Ingresando a la Quinta Vergara

  

Una obra maestra de la jardinería

 

Rosas rosas en la Quinta Vergara

 

Flores y esculturas en los inmensos jardines

 

En medio de tan magnífico jardín, la hija de José Francisco Vergara, fundador de Viña del Mar, mandó a construir un edificio gótico veneciano, para reemplazar la casa familiar que se había derrumbado en el terremoto de 1906. En 1910 finalizó la obra y fue amoblado con gran variedad de estilos como el Rococó, el Luis XVI, el Imperio, y el María Antonieta, entre otros, traídos directamente desde Europa. Blanca Vergara Álvarez de Errázuriz acostumbraba a reunir en su mansión lo más granado de la sociedad de la época, estando entre los principales huéspedes el Infante Francisco de Barbiera y Borbón, príncipe de España y el filósofo hindú Krishnamurti.   

El Palacio Vergara en medio de los jardines

  

Pero justo un siglo después de su construcción, el Palacio Vergara sufrió un gran cimbronazo a causa del terremoto del 27 de febrero de 2010, lo que le ocasionara grietas en las columnas, fracturas y desprendimientos en las ornamentaciones originales, con el riesgo de dar lugar a futuros derrumbes.   

Fachada del Palacio Vergara

  

Balcones y barandas colapsaron el 27 de febrero de 2010 

  

Columnas y ornamentos de estilo veneciano resultaron muy dañados

  

Con Solange junto a la valla de seguridad con el cartel de PELIGRO DERRUMBE

  

Pared rajada junto al portón de ingreso

 

La Quinta Vergara contaba también con un anfiteatro donde la última semana de febrero de todos los años, se realizaba el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, donde han estado artistas famosos a nivel mundial como Shakira, Antonio Prieto, Ricardo Montaner, Enrique Iglesias, Backstreet Boys, Duran Duran, José Feliciano, Juanes, José Luis Rodríguez, Tom Jones, Marco Antonio Solís…

Luego del éxito del primer Festival en 1960, se decidió construir un escenario más estable que el existente hasta entonces, que era de madera coronado por una concha acústica que ayudaba tanto a proyectar el sonido hacia el público como a proteger a los artistas de las frías noches viñamarinas. Muchos espectadores se sentaban en sillas de madera sobre el piso de tierra y otros se ubicaban en los cerros colindantes a la Quinta y sobre las copas de los árboles cercanos. Pero en 2002 fue remodelado por el arquitecto Borja García-Huidobro Severin, quien lo hiciera de concreto sólido, con una estructura sismo-resistente, un escenario techado, y simulando un coliseo un aforo superior a las quince mil personas. Gracias a esa reforma, el terremoto de 2010, no tiró abajo al Anfiteatro, ni siquiera lo agrietó, pero el Festival no pudo tener su noche de cierre.

Así relataba ese angustiante momento Gabriela García por internet:

“Se sacude la tierra como un perro sarnoso y los viñamarinos dudan si bajar por las escaleras de sus edificios que giran como cuncunas ebrias, o lanzarse por las ventanas que estallan como marejadas contra las rocas.

Son las 3:34 de la madrugada del sábado 27 de febrero y afuera la postal es de absoluto caos. Corte de luz y agua, en la calle Álvarez, el pavimento se mueve como olas que centenas de transeúntes surfea como puede. Gritos de histeria, semáforos apagados, los focos de los automóviles que frenan echando chispas, son la única luz que orienta a peatones que huyen despavoridos, miran el cableado y se persignan, putean, lloran e intentan desesperados comunicarse con sus seres queridos por celular.

Pero el celular está muerto y en la Gran Casona, una discoteque ubicada a sólo dos cuadras de la Quinta Vergara, el panorama también es apocalíptico. Aterradas, las personas rompen ventanas y puertas para poder evacuar, entre los que está el vocalista del grupo argentino Miranda y la ignorada colombiana Fanny Lu, los que a estas alturas corren igual de patulecos que todos los chilenos por las calles de la Ciudad Jardín.

Nunca agradecimos tanto los chilenos el divismo de Ricardo Arjona. Y es que el guatemalteco era el encargado de cerrar la jornada del viernes en la Quinta Vergara, pero a última hora exigió no actuar después de las 23:30 horas, lo que tenía hasta al Concejal Celis apestado. La organización del certamen tuvo que alterar el orden de su parrilla (el artista se presentó después de La Noche y antes de la Competencia Folclórica) para darle en el gusto a quien había traído 30 toneladas de escenografía. Un edificio construido para su premiada gira Quinto Piso que de haber estado sobre el escenario a la hora del terremoto y frente a las 18 mil personas que agotaron los tickets en 72 horas para verlo, se habría venido abajo. Y con él un mar de gente que repletaba las galerías y que en la desesperación por arrancar podría haber fallecido aplastada.

Fue lo primero que pensó Soledad Onetto cuando se quedó encerrada en el subterráneo del espacio donde hasta el viernes se realizaba el Festival de Viña. Conductora que perdiendo su sonrisa televisiva pasadas las tres y media de la madrugada, se encontraba aislada y disparando mensajes de auxilio a través de su blackberry, mientras Arjona quedaba varado en la carretera rumbo a Santiago.

Y es que el terremoto tuvo su epicentro en la Región del Maule, pero se sintió en la V Región como los últimos respiros de la humanidad. ‘Vi 2012!’, grita una joven mientras los borrachos invocan a Dios, revientan cervezas contra el pavimento y los lanzas salen a cazar (‘vamos al centro a agarrarle el poto a las minas ahora que está oscuro’, decían unos choros), saqueando recintos como Tierra Adentro, lugar que tuvo múltiples daños en su estructura y en el cual estuvo hace unos días Paul Anka cenando con su staff.

Registrado en 8,8 grados en la escala de Richter, el nuestro es uno de los cinco sismos más fuertes del mundo. 900 veces más intenso que el que derribó a Haití. “¡El epicentro fue Concepción!” dice efusivo un periodista de la cadena Globovisión, el único con Internet en esa boca de lobo en la que se convirtió la V Región después del fuerte movimiento telúrico que sacó a la gente de sus casas con guaguas en los brazos.

Durmiendo en la vía pública, la ciudadanía se cobijó con frazadas que alcanzaron a lanzar por las ventanas de sus viviendas o que les facilitó el cuerpo de bomberos.

Institución que tras el zamarreo encendió sus sirenas rumbo a los cerros de Valparaíso, donde varias casas se vinieron al suelo y donde cinco personas perdieron la vida, entre ellos un hombre identificado como Fernando Soto, quien murió aplastado por un muro. Y un joven de 16 años que vivía en las caballerizas del Valparaíso Sporting Club.

A las siete de la mañana, el cielo seguía tan gris como una nube antes de llover. Las personas trasladaban sus pocos enseres hasta el Parque Italia, los peajes levantaban el cobro hacia el sur, el mar se levantaba furioso y continuaban las réplicas en un país que fue decretado a eso de las 8 y media de la mañana como zona de catástrofe, entre la V Región y la Araucanía, incluyendo a la Región Metropolitana. Las noticias que llegan de Estados Unidos hablan de un probable tsunami que puede afectar a Perú, Ecuador y Hawaii, alarma que tiene las sirenas de bomberos y la PDI evacuando a la gente de los edificios de la calle Tres Norte.

Pese a la advertencia de las autoridades de no usar el automóvil, miles de turistas que hasta ayer transformaban en un hormiguero las playas porteñas, aprietan el acelerador rumbo a Santiago, entre ellos Raphael que canceló su show de hoy en el Casino y que desde el deteriorado Hotel del Mar donde también se alojaba Onetto y Felipe Camiroaga se trasladó a la capital.

A las ocho de la mañana, cuando por fin el cielo aclaró, lo ineludible: la cancelación extraoficial del Festival de Viña en la voz de la Gobernación de Valparaíso. Certamen que esta noche ofrecería una jornada rockera, con Beto Cuevas en la obertura, un homenaje al Gato Alquinta y a los pueblos originarios a cargo de Los Jaivas y el carnaval de despedida de Los Fabulosos Cadillacs como broche de oro en una Quinta Vergara que hoy está agrietada y clausurada. No es el único evento masivo que no podrá llevarse a cabo durante las próximas 72 horas, porque el concierto de los argentinos de ‘Matador’ en el Teatro Caupolicán y el de Arjona en Santiago también han sido pospuestos, lo que los productores solucionarán devolviendo el dinero de los tickets. Nada comparado con los 214 muertos que suma hasta ahora el terremoto en Chile.” 

Pared  del Anfiteatro Quinta Vergara hecha de concreto sólido por el arquitecto Borja García-Huidobro Severin

  

Sólida estructura sismo-resistente

   

Escenario cubierto del nuevo Anfiteatro Quinta Vergara

  

Aforo para más de quince mil espectadores

  

Desde la Quinta Vergara nos dirigimos al Centro, donde pasamos por la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, conocida simplemente como Parroquia de Viña del Mar.

Como gran parte de la ciudad, el edificio original que databa de fines del siglo XIX, había sido demolido luego del daño producido por el terremoto de 1906, para luego levantarse un nuevo templo en la misma ubicación del anterior, de estilo neorrománico e inaugurado en 1912.  

Parroquia Nuestra Señora de Dolores de Viña del Mar

  

Muy cerca de la Parroquia se encontraba la plaza José Francisco Vergara, que también, como otros espacios de la ciudad, contaba con bellos jardines con variedad de flores.  

Plaza Vergara, o simplemente, plaza de Viña del Mar

  

Luego cruzamos por un puente el estero Marga-Marga, curso de agua que naciendo en la Cordillera de la Costa cruzaba longitudinalmente la ciudad, para desembocar en el océano Pacífico. Y continuamos transitando por la arbolada avenida Libertad. 

Desde un puente del estero Marga-Marga

  

Avenida Libertad

  

La siguiente parada fue en el Museo de Arqueología e Historia Francisco Fonck, donde en sus jardines se encontraba un moai auténtico de la cultura Rapa Nui, llevado hasta allí desde la isla de Pascua. 

Moai de la isla de Pascua

  

MOAI DEL AHLI ONE MAKAIHI - RAPA NUI

 

Al margen de las antiguas casonas derrumbadas o peligrosamente agrietadas, tal cual en Santiago y otras ciudades de la alargada geografía chilena, ha habido una serie de nuevas construcciones que colapsaron generando graves daños físicos, psicológicos y económicos en sus habitantes. Supuestamente tales edificios debían resistir en buenas condiciones el terremoto, ya que existían normas de sismo-resistencia, y profesionales capaces de aplicarlas. Sin embargo, en muchos casos no se han respetado no solamente los códigos de edificación, sino tampoco las áreas restringidas por considerarse terrenos de alto riesgo, por lo que un edificio de altura en esa zona pasaría a ser una bomba de tiempo para residentes y vecinos. La inhabitabilidad de numerosas viviendas ha generado acciones legales contra empresas constructoras e inmobiliarias por negligencia y traición a la confianza de los adquirentes de sus departamentos, no dejando de lado la responsabilidad de las autoridades por los permisos concedidos y por la falta de controles. 

Uno de los edificios de altura que quedara inhabitable

  

Detalle de los daños causados en los departamentos

  

El atractivo principal de Viña del Mar siempre han sido las playas, a pesar de su estrechez, su profundidad inmediata, las limitaciones climáticas y la baja temperatura de las aguas; pero teniendo como ventaja estar a sólo dos horas de automóvil del área metropolitana de Santiago, la región más poblada del país.

La playa más céntrica y concurrida de Viña había sido Caleta Abarca, sin embargo, muchas otras eran visitadas por los veraneantes que se desplazaban hacia el norte de la ciudad. Pero en los últimos años, una de ellas, había tomado vida propia habiendo crecido sustancialmente su infraestructura turística, tanto en hotelería como en mayor oferta de casas y departamentos en alquiler. Reñaca ya se había convertido en el centro predilecto de la juventud destacándose por una arquitectura de terrazas y edificios escalonados en las laderas próximas al mar. 

Playa Caleta Abarca, la más céntrica y concurrida de Viña del Mar

  

Gaviota de flores sobre un verde césped a la entrada de Reñaca

  

Hotel Montecarlo y departamentos costeros en Reñaca

  

Playa de Reñaca desde donde se podía ver la Cordillera de la Costa

 

Después de este extenso recorrido, y siendo ya casi las tres de la tarde, la empresa de turismo, si bien nos dio libertad de acción durante casi una hora, nos llevó a almorzar a “La Terraza de Alfredo”, recomendándolo por la calidad de la comida y la limpieza de los sanitarios. Y si bien los argumentos habían sido válidos, los precios estaban muy por encima de otros establecimientos gastronómicos.

Permanecimos unos escasos minutos en la playa y luego nos trasladamos a la terminal de buses desde donde retornaríamos a Santiago. 

En la playa de Reñaca, frente a “La Terraza de Alfredo”

  

Caminamos un trecho por la zona de la Estación Central en Santiago, donde ya comenzaban a adornarse algunos espacios públicos con los arbolitos de Navidad, y a la vez, aparecían pintadas de protesta del Frente Estudiantil Universitario en varios frentes. 

Saliendo de la terminal del Tur Bus

 

FER (Frente Estudiantil Revolucionario)

 

Tomamos el metro y descansamos en el departamento, pero como a mí a la noche me quedaba pila, fui a cenar con mis amigos Camila Quintana y Patricio Quiroga al restorán La Estancia, en el piso quince del edificio de la avenida 11 de Septiembre 2250, en Providencia. Allí mismo, en el piso dieciséis, estaba el restorán Giratorio, desde donde podía verse todo Santiago a lo largo de trescientos sesenta grados, pero por gran diferencia de precios lo desestimamos. 

Cenando con Camila Quintana y Patricio Quiroga

  

No siendo muy tarde, al salir del restorán, no quedaba ni un bar abierto en los alrededores, por lo que no me quedó otra que irme a dormir, algo que sería inadmisible en las noches de cualquier barrio de Buenos Aires.