Entre la ciudad de
Mérida y el D.F. había aproximadamente 1450 km por la
carretera costera del Golfo de México, lo que implicaba veinticuatro horas de
autobús. Ni el estado de la ruta ni las características del vehículo permitían
hacer el trayecto en un tiempo menor. Como, entre otras incomodidades, el micro
no tenía baño a bordo, se hacían muchas paradas en el camino que también tenían
como objetivo comprar comida y subir y bajar pasajeros. Pero pese a todo, me
pareció interesante el camino y utilicé ese medio para trasladarme a México
Capital.
Como
es mi costumbre, pedí ventanilla. Y justo a mi lado se sentó un profesor de
Geografía del D. F. que había asistido al EGAL. ¡Genial! No había imaginado
poder contar con explicaciones tan precisas sobre la zona rural mexicana.
Habiendo
partido muy temprano a la mañana recorrimos la zona de producción de petróleo
para llegar en las primeras horas de la tarde a Villahermosa. El calor era
agobiante sumado a la humedad ambiente. Y allí debíamos almorzar y podíamos
comprar productos elaborados en la región.
Para
mi sorpresa, ¡encontré dulce de leche! Que en México se lo elaboraba también en
forma de barritas duras y se hacía con leche de cabra, y no de vaca. Pero no se
llamaba “dulce de leche”, sino que tenía otro nombre conflictivo para los
argentinos. Su nombre era “cajeta”, que para nosotros era la versión
grosera de denominar a la vagina.
El
campo mexicano estaba bastante poblado. Tal vez sea una apreciación muy
parcial, debido a que lo estaba comparando con la Región Pampeana. Pero pude
observar un menor tamaño de las explotaciones, menor mecanización y más
familias trabajando en los sembrados. Luego se hizo de noche, y arribamos a la
Ciudad de México cerca de las ocho de la mañana.
Me
alojé en Coyoacán en la casa de José Luis y compartí muy lindos momentos con su
mujer y niños.
Coyoacán
era un barrio del D. F. que estaba ubicado al sur de la ciudad y era un
verdadero centro cultural. Allí se encontraban los principales centros
universitarios, colegios, museos, iglesias y casas de gran valor histórico. Era
realmente un gran placer caminar por sus calles empedradas y sus plazas y
jardines.
Una
de las visitas que no había podido realizar en mi viaje anterior a la Ciudad de
México era la del Museo Casa de León Trotski, que se encontraba en la finca
donde se exilió y fuera asesinado en 1940 por Ramón Mercader, bajo las órdenes
de Stalin. Los boletos de ingreso al museo tenían un descuento del cincuenta
por ciento para estudiantes, docentes y jubilados. Pero para poder tomar
fotografías, cobraban un arancel aparte; así que terminé pagando casi lo mismo
que una entrada general.
Yo
conocía muchos detalles sobre el tema por haber leído “EL Asesinato de
Trotski”, de Julián Gorkin, donde además de relatar los acontecimientos referentes
al enfrentamiento entre ambos líderes en Europa, describía pormenorizadamente
las características de ese predio. Y me imaginaba una mansión, una verdadera
fortaleza. Sin embargo, me encontré con una casa cómoda pero sencilla.
En
las salas de ingreso había muestras temporales y una biblioteca pública con las
obras del viejo revolucionario. En la vivienda podían visitarse la cocina, el
comedor, el baño y el dormitorio donde se visualizaban las marcas de bala del
primer atentado fallido a manos del pintor David Alfaro Siqueiros y sus
cómplices. Y en el escritorio donde trabajaba Trotski, se mantenía el mapamundi
en la pared de su cabecera y se conservaban todos los elementos tal cual como
estaban dispuestos en el momento del ataque mortal. En el centro del jardín
donde se entretenía alimentando a sus gallinas y conejos, se encontraba un
pequeño mausoleo con las urnas que contenían las cenizas de él y de su mujer. Y
a un costado había una construcción que aparentaba ser un viejo galpón, donde
se exhibían audiovisuales educativos. Allí permanecí un largo rato viendo
películas sobre diferentes etapas de la vida de Trotski y de Stalin, así como
de la historia de la oscura vida del asesino. En la casa de los guardias se había
instalado una pequeña cafetería y un puesto de ventas de libros y souvenirs.
La
otra asignatura pendiente era la de conocer el Museo Frida Kahlo, que se encontraba
en la Casa Azul, donde la pintora nació y permaneció a lo largo de su vida, a
pesar de que mientras estuviera casada con el muralista Diego Rivera, residiera
en otros lugares, incluso en el exterior.
La
Casa Azul, tal cual sus cuadros, eran un verdadero reflejo de la vida difícil
que le tocó vivir a la destacada artista, debido a un accidente sufrido durante
su juventud, que la dejó inmovilizada por largo tiempo, le impidiera tener
hijos y que al cabo de los años le significara la amputación de su antepierna.
Sus
obras mostraban de manera cruel, impactante, las temáticas propuestas. Y era por eso que cuando los críticos la
consideraron surrealista, ella respondió que no lo era, simplemente que pintaba
su realidad, su sufrimiento… Justamente
parte de los objetos que se exhibían eran sus muletas, corsés y medicamentos
dando cuenta de sus tormentos. También sus exvotos, juguetes, vestidos y joyas,
entre ellas un par de aros que le regalara Picasso.
Si
bien el estilo de la pintora no era de mi preferencia, siento una profunda
admiración tanto por su fuerza ante los obstáculos de la vida, como por su
valentía para expresarse en una sociedad y en un momento histórico muy
restrictivos para el sexo femenino.
Al
caer la tarde la placita de Coyoacán se pobló de gentes y de venta ambulante de
artesanías y otros productos. Y también los barcitos con mesitas en las calles
se llenaron de clientes que consumían todo tipo de refrescos, en especial
alcohólicos. Todo muy agradable, muy coqueto, semejante al ambiente de la
placita Serrano en el barrio de Palermo. Y aprovechando la melancolía que esto
me produjera, me comuniqué telefónicamente y por chat con varios miembros de mi
familia. Todo estaba bien en Buenos Aires, así que me quedé tranquila y
continué con mi paseo.
Cené
con José Luis y los suyos, y luego me llevó en su camioneta hasta la terminal,
desde donde partiría en micro hacia Guadalajara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario