El autobús partió desde el D. F. pasada la medianoche. Era semicama y
muy confortable. El camarero estaba por poner una película cómica, ya que había
niños en el pasaje, pero todos pidieron una de mucha acción. Una mujer que
tenía a mi lado gritaba: -“¡Una de miedo!” Así que me acomodé sobre la
ventanilla y me dormí. Bien temprano arribamos a Guadalajara. Luis Felipe me
había reservado una habitación en un hotel muy elegante junto con Cristina y
Brisa, quienes llegaron en avión.
Como era domingo, Luis Felipe nos invitó a pasar el día en Tlaquepaque,
una localidad en el área metropolitana de Guadalajara que se caracteriza por la
elaboración de artesanías en papel maché, vidrio, latón, alfarería, hilados,
barro, piel y madera.
El pueblo contaba con calles cortadas al tránsito motorizado por donde
caminar con tranquilidad pudiendo observar la producción de sus habitantes, y
varios centros comerciales para todos los bolsillos. Yo lamentablemente no
podía comprar demasiado, no sólo porque los precios eran muy altos para los
argentinos en ese momento, sino también por el tamaño, peso y fragilidad de
algunas piezas realmente extraordinarias. De todos modos, disfruté mucho del
paseo y de la compañía.
Era el 27 de abril de 2003. Habíamos caminado mucho, estábamos cansados
y para relajarnos decidimos sentarnos en una mesita de bar en la calle para
tomar algo fresco antes de partir. Ese día había elecciones en la Argentina, y
si bien no habíamos podido votar, por lo menos queríamos enterarnos de los
resultados. Pero los cybers estaban cerrados por ser feriado, cosa insólita en
un lugar turístico; así que calculando que en Buenos Aires ya serían las ocho
de la noche, llamé por teléfono a mi padre para que me informara.
Mi padre sintéticamente me dio todos los datos disponibles hasta el
momento, y acto seguido me dijo: -“La nena está en incubadora”.
- “¡¿Qué nena?!”, pregunté.
-“¡¿Cómo, no sabías que nació Laurita?!
-“Si faltaba un mes y yo hablé anoche y …”.
-“Pero nació a la madrugada.”
¡No lo podía creer! Él me tranquilizó diciéndome que la madre y la nena
estaban bien y que mi hijo Joaquín me había enviado un mail contándome que
había presenciado el parto…
Yo regresé a la mesa donde estaban mis amigos. Les dije que no me
acordaba los resultados de las elecciones pero que había sido abuela por
segunda vez. Y brindamos por eso.
En cuanto volvimos a Guadalajara buscamos un cyber abierto y me puse en
contacto con todos. Quería volverme esa misma noche porque mi familia está
antes que todo, pero me convencieron de que era absurdo porque apenas la madre
la podía ver un ratito.
Los dos días que siguieron hicimos las presentaciones académicas que
nos habían llevado hasta allí, y continuamos visitando la ciudad, pero mi
cabeza estaba en Buenos Aires.
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