sábado, 17 de junio de 2017

A Neuquén por las Jornadas Nacionales sobre La Región

  
La noche del 19 de noviembre de 2002, Omar y yo subimos en la terminal de ómnibus de Retiro a un coche cama rumbo a la ciudad de Neuquén. Sirvieron la cena, y mientras pasaban una película me dormí profundamente. Cuando me desperté, ya estábamos en la ciudad rionegrina de Cipolletti, justo enfrente, río Neuquén de por medio, de nuestro destino.
Buscamos un alojamiento de nivel medio, pero en la capital neuquina, todo era muy caro, y no existían temporadas bajas. Evidentemente los petroleros eran quienes levantaban los precios de todo por su capacidad adquisitiva. Así que nos ubicamos en un hotel de la zona comercial adyacente a la terminal de ómnibus, pero que a pesar del precio y de su fachada dejaba bastante que desear.
Ese día comenzaban las Jornadas Nacionales sobre “La Región: un ámbito para la Planificación y la Acción”, en la Universidad Nacional del Comahue, y si bien la actividad estaba a cargo de varios colegas de esa universidad, el Prof. Julio Anguita era quien llevaba la batuta. Nosotros tendríamos las funciones de moderadores y expositores por lo que le dedicamos todo el tiempo. Las discusiones fueron tan fuertes como interesantes, y conocimos a gente muy valiosa, que trataba el tema de la región desde diferentes disciplinas y puntos de vista.
En los escasos momentos libres salimos a caminar por la ciudad. Yo conocía Neuquén desde casi treinta años atrás cuando estaba en su mejor momento, con un gran movimiento, y mucha esperanza en las calles. Pero, en los últimos tiempos, la notaba cada vez más caída, y sin duda, esto se debía a las crisis que le habían impactado, tanto la referida a la actividad frutícola del Alto Valle del Río Negro, como a la privatización de YPF en manos de Repsol. Por otra parte, la estación de ferrocarril que ya no funcionaba, y que fuera una de las utilizadas por el famoso tren zapalero, era otro indicio de las consecuencias de las nefastas políticas económicas llevadas a cabo durante la década de los ’90.
Una de las cosas que nos llamó la atención fue no sólo que había menos librerías, sino la gran cantidad de clínicas privadas especializadas en cirugía plástica. Obviamente la población local no era suficiente mercado para una localización de ese nivel. Pero lo que ocurría era que debido al tipo de cambio que las beneficiaba, una gran cantidad de chilenas cruzaban la Cordillera para hacerse el lifting en la ciudad de Neuquén, en manos de profesionales de Buenos Aires, que viajaban periódicamente. Es decir, que se utilizaba el territorio simplemente como un lugar de encuentro. Y para eso, en muchos casos, se organizaban actividades académicas o empresariales, a las cuales asistían los hombres mientras sus mujeres renovaban su apariencia.
Las Jornadas se cerraron el viernes 22 al mediodía con un servicio de lunch donde aprovechamos para hacer un brindis por el Día del Geógrafo. Pero, además, yo ese mismo día cumplía medio siglo y nunca había pasado esa fecha sin apagar velitas. Por lo tanto, compramos una torta y fuimos a hacer un mini e improvisado festejo a la casa de Gerardo de Jong y Susana Bandieri.
Al día siguiente Julio nos llevó en su auto a recorrer diferentes localidades que ya habían quedado unidas a Neuquén Capital, debido a un crecimiento demográfico más que acelerado, aumentando así su marginalidad, que en muchos casos era extrema. Pero cuando llegamos a Cinco Saltos, lugar de su residencia, el impacto fue mayor. Cinco Saltos era una localidad que si bien pertenecía a la provincia de Río Negro, siempre había sido una pequeña perlita de sosiego a tan sólo veinte kilómetros del conurbano neuquino. Pero se había convertido en un lugar semejante a los barrios más peligrosos de Nueva York. El deterioro social era tremendo, tanto en jóvenes de bajos recursos como de quienes pertenecían a familias de buen pasar. Los graffiti, las jeringas y los rostros con miradas perdidas, así lo demostraban.
Antes de tomar el micro de regreso, Julio nos despidió con una cena en un restorán tan sencillo como bonito en el Centro de Neuquén. Nosotros habíamos mantenido con él una muy buena relación por años, ya que muchos sábados almorzábamos juntos en Mar del Plata, después de dictar nuestras respectivas clases en la Universidad. Julio, al margen de su gran responsabilidad, mostraba un gesto adusto en el aula, pero fuera de ella era muy abierto y divertido. Y era un placer conversar con alguien que no perdiera el sentido del humor a pesar de los malos tragos que le habían tocado vivir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario