Mientras
estábamos en Mérida, Luis Felipe organizó una salida a la ciudad histórica y
fortificada de San Francisco de Campeche. Así que fuimos con Cristina, Brisa,
Irineo Martínez Barragán, Joaquín Bosque y su señora.
Partimos
en una camioneta y nos dirigimos hacia el sudoeste hasta llegar al golfo de
México, donde se encontraba ubicada la ciudad. Un bonito malecón con un
boulevard de palmeras fue el acceso al centro urbano.
Los
barrios históricos daban muestras del período colonial, en que por su
composición se convirtiera en el principal puerto de la península de Yucatán,
desde donde partían importantes cargamentos del llamado palo de Campeche,
también conocido como “palo de tinte.” Este producto dio lugar a grandes
haciendas. La sal fue otra carga destacada en este puerto, así como su
industria de astilleros.
Recova frente a la plaza de
Campeche
En
Campeche se conservaba la antigua muralla que la rodeaba, así como puertas,
fuertes y baterías. Por ser una de las pocas ciudades amuralladas de México, había
sido declarada en 1999, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Con Irineo Martínez Barragán, de la Universidad
de Guadalajara
Debido
a las restricciones que imponía el monopolio español, al prohibir comerciar a
sus colonias no sólo con otras naciones, sino también entre ellas, se generaba
una situación propicia para las actividades ilegales, particularmente la
piratería. Y ninguna de las medidas tomadas pudieron contra esta práctica, sino
que por el contrario, contribuyeron a su apogeo entre los siglos XVII y XVIII.
En esa época se construyó el fuerte de San Miguel, con el fin de proteger la ciudad
de los ataques de los piratas, siendo los más famosos Francis Drake, Henry
Morgan, Laurens de Graff, Jean David Nau (alias El Olonés). Laurens de Graff
era holandés y había servido al rey de España combatiendo filibusteros, pero
tiempo después decidió cambiar de bando, y se dedicó él también a la piratería.
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