lunes, 10 de octubre de 2022

Anillaco post Menem

   Almorzamos en la hostería Anillaco del Automóvil Club Argentino, un lugar muy agradable y con gastronomía de primer nivel.

Justo a la vuelta había algunos locales de venta de artículos regionales. Y con la finalidad de llevar algo, tanto para nosotros como para nuestras familias, entramos al más grande de todos. Allí tenían aceitunas de gran tamaño preparadas tanto saladas como dulces, aceite de oliva de la mejor calidad, turrones de la zona, y una diversidad de artículos con leyendas o imágenes referidas a Menem. Nosotros compramos comestibles y algunas prendas con la inscripción “Anillaco”, prestando especial cuidado de que no tuvieran escrito expresamente la palabra “Menem”; sin embargo, mi madre ni así quiso usar la remera que le regalé.

La dueña del local demostró abiertamente su simpatía por “el Doctor”, comentando que se trataba de una buena persona, muy simpática y amable, agregando que ya hacía rato que no lo veía. Dijo que cuando él iba a Anillaco, llegaban al pueblo como cien autos, pero que ya en ese momento, septiembre de 2010, sólo aparecían algunos turistas que querían ver “todo lo de Menem”.

   

Puma embalsamado en la puerta de un local de regionales

  

En todo el pueblo sobresalían los viñedos, mezclados con olivos y algunas casas bajas. Uno de ellos era de Raúl Granillo Ocampo, quien tanto él como su esposa, eran oriundos de Anillaco.

  

Viñedo en el borde del pueblo de Anillaco

 

Pero los viñedos más extensos eran los que habían pertenecido a las bodegas Menem, cuya mayor parte del paquete accionario fuera comprado por Carlos Spadone, empresario que mientras era asesor presidencial, había vendido al estado leche no apta para el consumo humano.   

Viñedos pertenecientes a Carlos Menem

  

Por una cuestión de marketing, a la ex bodega familiar, la comenzaron a llamar San Huberto, ya que después de sus reveses electorales, el nombre del ex presidente bajaba las ventas.   

Bodega San Huberto, ex Menem

 

 

Anillaco sin Menem despertaba la curiosidad de todo viajero que quería constatar con sus propios ojos todo lo que los medios opositores habían divulgado durante toda una década. Y también por lo mismo nosotros fuimos hasta La Rosadita, la casa que Menem había hecho construir durante su segundo mandato con el fin de pasar en ese lugar sus años posteriores a la función política, y que posteriormente obsequiara a su hija Zulemita. Pero en 2010 se encontraba deshabitada al sólo cuidado de sus caseros que se encargaban de mantener en buena forma tanto el edificio como los jardines. 

 

 

Foto de La Rosadita tomada por el guía quien tuvo que treparse al paredón que la protegía

 

 

Frente a La Rosadita estaba la casa de Víctor Alderete, ex titular del PAMI. Y también tenían sus mansiones el empresario Carlos Spadone, el ex ministro de Justicia Raúl Granillo Ocampo, y Armando Gostanian (alias el “gordo bolú” según Menem) ex-Presidente de la Casa de la Moneda, quienes contaban con un aeropuerto internacional a sólo quince cuadras de sus puertas. ¡Qué bonita vecindad! 


 


 

Con Solange en el portón de La Rosadita

 

 

En la década del ’90, el centro de reunión de la corte menemista que llegaba a Anillaco era la hostería Los Amigos, a la entrada del pueblo. Contaba con veintiocho habitaciones, una antena parabólica, pileta y cancha de fútbol; pero también se encontraba cerrada. Y el tambo modelo que Menem le armara a Bolocco, produciendo leche y yogures marca “La Cecilia”, sólo había funcionado un año, siendo desde ese momento un galpón con vidrios rotos donde tenían su cucha perros callejeros.

El Anillaco post Menem tenía sus mayores propiedades en venta, diríamos que casi en liquidación. Pese a eso, no todos hacían leña del árbol caído, ya muchos decían que lo más importante era que “el chango había llegado”, conservando un gran cariño por el ex presidente, a quien veían como un abuelo, mayor, algo enfermo, querible, que ya no iba casi nunca… Sin embargo, no habían estado dispuestos a votarlo, por lo que en 2007 había salido tercero en su propio pueblo.

 

 

Casa donde habitaba Carlos Menem cuando era niño

 

 

La gente mayor afirmaba que Anillaco había recibido muchos beneficios y obras de infraestructura; de hecho. seguía siendo el único pueblo de la costa riojana, con todas sus calles asfaltadas; y entre otras cosas, reconocían la creación del Centro Regional de Investigación Científica y Transferencia Tecnológica, un moderno edificio donde trabajaban biólogos, inaugurado por Menem en 1995.

Pero como ya era historia en el peronismo, aparecía su nombre y el de sus familiares por todas partes. El Jardín de Infantes, que funcionaba en una casa canadiense regalada en 1995 por el ex presidente, se llamaba Carlos Menem Hijo, teniendo el mismo honor que los próceres que habían dado nombre a otras escuelas de la zona. El hospital, que también atendía a los pueblos vecinos llevaba el nombre de su madre: Mohibe Akil de Menem. Y la avenida frente a la plaza se llamaba Pte. Carlos S. Menem.

 

Calle Pte. Carlos S. Menem

 

 

El mayor atractivo del pueblo era la Iglesia de San Antonio de Padua, obra de Casimiro Godoy, que fuera construida en el año 1862. El edificio estaba muy reformado, con muros de piedra, fachada neoclásica y un campanario de hormigón armado que reemplazaba al original. La remodelación se debió a las consecuencias sufridas a causa del terremoto del 28 de mayo de 2002. 

Iglesia de San Antonio de Padua frente a la plaza principal de Anillaco

  

Y habiendo recorrido ya todo lo que queríamos ver, emprendimos la vuelta pasando nuevamente por los viñedos, que se extendían por varios kilómetros.  

Viñedos al sur de Anillaco

  

Mientras regresábamos permanecimos en silencio pensando en todo lo que habíamos visto durante un día muy intenso. Pero. además, disfrutamos del paisaje, mientras el sol se escondía lentamente detrás de las montañas azules.

Y así regresamos a La Rioja, bautizada como “ciudad de naranjos” por varios autores en virtud de que los tenía por todas partes, pudiendo oler su aroma e imponiéndose su color en todas sus plazas.  

Imagen que respondía al dicho “el sueño de la montaña azul

 

Al día siguiente partimos rumbo a Buenos Aires. Y como llevábamos muchos bultos, producto de todo lo que habíamos cargado para la organización del Encuentro Humboldt más los regalos que compramos, fuimos en dos taxis. En uno viajamos Solange, Omar y yo; y en el otro fue todo el equipaje solo. Eso jamás podría haberse hecho con los taxistas de Retiro. ¡Nos hubiésemos quedado con lo puesto! 

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