Al día siguiente de la excursión nocturna,
regresamos al Mirador del Sol, pero ahora, haciendo honor a las vistas
referidas a Febo.
Para acceder recorrimos solo veinte kilómetros, partiendo de la ciudad por las avenidas del Sol y de los Césares tomando luego la ruta número cinco pasando el arroyo del Rincón. Y al llegar a una altura de 1470 m.s.n.m. se podía ver, en toda su extensión, el valle de Conlara.
El
valle de Conlara desde el mirador del Sol
El Mirador del Sol se encontraba en el filo de la sierra de los Comechingones, el sector sur del subsistema orográfico perteneciente a las Sierras Pampeanas, constituyendo el límite entre las provincias de San Luis y Córdoba.
Ladera
de la sierra de Comechingones
Avanzamos hasta los 2200 m.s.n.m. desde donde se practicaba parapentismo. Desde ya, considerando un buen tiempo, era muy habitual que se llevara a cabo en zonas de montaña debido a las diferentes corrientes convectivas que se producían.
Práctica
de parapentismo
A lo lejos, tras el valle de Conlara se visualizaban las sierras de San Luis, que se encontraban en el centro-norte de la provincia con orientación norte-sur.
Las sierras de San Luis al fondo del amplio valle
Geológicamente, las Sierras Pampeanas eran una formación precámbrica, que, si bien había sufrido la acción del tiempo, debido a la posterior formación de los Andes, había sido elevada de oeste a este. Era esa la causa por la cual la falda occidental poseía un relieve abrupto formando el valle de Traslasierra, y, por el contrario, en el sector oriental, el declive era más suave, donde se encontraba el valle de Calamuchita, en la provincia de Córdoba. De ahí que el camino se presentara serpenteado en gran parte de su recorrido.
Camino
serpenteado en el filo de la sierra de Comechingones
A la llegada de los conquistadores españoles
en el siglo XVI, los habitantes de esa zona eran los barbudos Comechingones, de
ahí el topónimo de las sierras.
La población muy pronto se mixogenó, dando un tipo llamado criollo, del cual, ya en el siglo XVII, surgieran los gauchos serranos.
Cobertura
verde en la sierra de Comechingones
A diferencia de lo ocurrido la noche anterior,
el Mirador estaba repleto de gente, y muy particularmente, de autos estacionados
que hacían más dificultosa la observación del paisaje. De todos modos, el guía
nos brindó unos catalejos que nos permitieron tener imágenes muy interesantes.
Laurita
mirando el paisaje con un catalejo
La flora de esta sierra estaba determinada no
solamente por el clima predominante en la región, que se caracterizaba por ser
un templado seco, sino, además, por la altura, presentándose diferencias a
medida que se ascendía.
Flor de cardo en la cima del cerro
Pastos duros en el filo de la sierra
Caminito de cornisa
Un paisaje diferente en cada curva
Con mi mamá y mis nietas Laurita y Ludmila en la sierra de
Comechingones
Mis nietas Ludmila y Laurita
Muchos cursos de agua descendían de estas
sierras y las precipitaciones en el sector sanluiseño, es decir, en su ladera
occidental eran muy inferiores a las del sector cordobés. Y si bien en el
verano las temperaturas podían ser muy elevadas, en el invierno podría haber
nevadas. Por otra parte, las lluvias se concentraban en los meses de verano,
siendo justamente enero, mes en el que nosotros nos encontrábamos veraneando,
durante el cual caían más de 100 mm de los poco más de 500 que precipitaban
durante todo el año.
Vegetación de verano en la sierra de Comechingones
Andando por los caminos de la sierra de Comechingones
Continuando con nuestro desplazamiento por el
filo de la sierra pasamos por la estancia “Los
Tabaquillos”, perteneciente a ATOS PAMPA S.R.L., una empresa que contaba
con varios establecimientos de ese tipo en la región.
Entrada a la estancia Los Tabaquillos de ATOS PAMPA S.R.L.
Las obras e inversiones estaban dirigidas
tanto a la provincia de San Luis como a la de Córdoba, que, en esas latitudes,
constituían una misma realidad desde el punto de vista económico.
OBRA: CAMINO A LA CRUZ
MUNICIPALIDAD VILLA DE MERLO
El
día se había presentado espectacular, tanto respecto de la temperatura como de
la diafanidad, sin embargo, al comenzar a avanzar la tarde, un manto de bruma
cubrió el valle de Conlara, comenzaron a formarse cúmulos en lo alto de las
sierras, y al bajar el sol, sus reflejos cambiaron la tonalidad del paisaje, y
la temperatura disminuyó repentinamente.
Bruma en el valle de Conlara
Cúmulos en lo alto de la
sierra
Comenzando a bajar el sol
Ludmila y Laurita con la luz
de la tarde
Laurita abrigada al bajar el
sol
Reflejos del sol en la
ladera de la sierra
Mi mamá, el guía y mis
nietas Laurita y Ludmila
Las nubes iban avanzando
sobre la sierra
Reflejos del sol en las
plantas
Debido
a la amplitud térmica, tanto de verano a invierno como diaria, se producía
erosión mecánica que generaba derrumbes de las rocas de lo alto de la sierra,
en especial, cuando ese tipo de desgaste iba acompañado de fuertes lluvias. Por
esa razón, encontrábamos permanentemente grandes piedras a la vera de los
valles, que muchas veces, continuaban siendo desgastadas por los arroyos que
bajaban de las laderas.
Rocas producto de derrumbes
por erosión mecánica
Febo
comenzaba a abandonarnos, y las nubes se habían transformado en largos estratos
donde él se escondía. Y lentamente fue desapareciendo tras posarse sobre el
horizonte. Un momento maravilloso, por los colores del firmamento y por la
quietud y silencio del lugar.
El sol escondiéndose detrás
de un estrato
Puesta de sol desde el
mirador del Sol
El sol posándose sobre el
horizonte antes de desaparecer
Ya
habiéndose hecho noche, bajamos al pueblo, y antes de regresar a nuestra
cabaña, pasamos por uno de los varios locales de elaboración y venta de dulces
artesanales típicos de la Villa de Merlo. Y las chicas quisieron tomarse una
fotografía junto a “una abuela”, que habían
instalado en la puerta como símbolo de producción tradicional.
Laurita y Ludmila junto a “una abuela” en un local de venta de dulces artesanales
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