miércoles, 12 de octubre de 2022

En el Mirador del Sol, ahora de día

  

Al día siguiente de la excursión nocturna, regresamos al Mirador del Sol, pero ahora, haciendo honor a las vistas referidas a Febo.

Para acceder recorrimos solo veinte kilómetros, partiendo de la ciudad por las avenidas del Sol y de los Césares tomando luego la ruta número cinco pasando el arroyo del Rincón. Y al llegar a una altura de 1470 m.s.n.m. se podía ver, en toda su extensión, el valle de Conlara. 

El valle de Conlara desde el mirador del Sol

  

El Mirador del Sol se encontraba en el filo de la sierra de los Comechingones, el sector sur del subsistema orográfico perteneciente a las Sierras Pampeanas, constituyendo el límite entre las provincias de San Luis y Córdoba. 

Ladera de la sierra de Comechingones

  

Avanzamos hasta los 2200 m.s.n.m. desde donde se practicaba parapentismo. Desde ya, considerando un buen tiempo, era muy habitual que se llevara a cabo en zonas de montaña debido a las diferentes corrientes convectivas que se producían. 

Práctica de parapentismo

  

A lo lejos, tras el valle de Conlara se visualizaban las sierras de San Luis, que se encontraban en el centro-norte de la provincia con orientación norte-sur. 

Las sierras de San Luis al fondo del amplio valle

  

Geológicamente, las Sierras Pampeanas eran una formación precámbrica, que, si bien había sufrido la acción del tiempo, debido a la posterior formación de los Andes, había sido elevada de oeste a este. Era esa la causa por la cual la falda occidental poseía un relieve abrupto formando el valle de Traslasierra, y, por el contrario, en el sector oriental, el declive era más suave, donde se encontraba el valle de Calamuchita, en la provincia de Córdoba. De ahí que el camino se presentara serpenteado en gran parte de su recorrido. 

Camino serpenteado en el filo de la sierra de Comechingones

 

A la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI, los habitantes de esa zona eran los barbudos Comechingones, de ahí el topónimo de las sierras.

La población muy pronto se mixogenó, dando un tipo llamado criollo, del cual, ya en el siglo XVII, surgieran los gauchos serranos. 

Cobertura verde en la sierra de Comechingones

  

A diferencia de lo ocurrido la noche anterior, el Mirador estaba repleto de gente, y muy particularmente, de autos estacionados que hacían más dificultosa la observación del paisaje. De todos modos, el guía nos brindó unos catalejos que nos permitieron tener imágenes muy interesantes.

 

Laurita mirando el paisaje con un catalejo

  

La flora de esta sierra estaba determinada no solamente por el clima predominante en la región, que se caracterizaba por ser un templado seco, sino, además, por la altura, presentándose diferencias a medida que se ascendía.

 

Flor de cardo en la cima del cerro

 

 

Pastos duros en el filo de la sierra

 

 

Caminito de cornisa

 

 

Un paisaje diferente en cada curva

 

 

Con mi mamá y mis nietas Laurita y Ludmila en la sierra de Comechingones

 

 

Mis nietas Ludmila y Laurita

 

 

Muchos cursos de agua descendían de estas sierras y las precipitaciones en el sector sanluiseño, es decir, en su ladera occidental eran muy inferiores a las del sector cordobés. Y si bien en el verano las temperaturas podían ser muy elevadas, en el invierno podría haber nevadas. Por otra parte, las lluvias se concentraban en los meses de verano, siendo justamente enero, mes en el que nosotros nos encontrábamos veraneando, durante el cual caían más de 100 mm de los poco más de 500 que precipitaban durante todo el año.

Vegetación de verano en la sierra de Comechingones

 

 

Andando por los caminos de la sierra de Comechingones

 

 

Continuando con nuestro desplazamiento por el filo de la sierra pasamos por la estancia “Los Tabaquillos”, perteneciente a ATOS PAMPA S.R.L., una empresa que contaba con varios establecimientos de ese tipo en la región.

 

Entrada a la estancia Los Tabaquillos de ATOS PAMPA S.R.L.

 

 

Las obras e inversiones estaban dirigidas tanto a la provincia de San Luis como a la de Córdoba, que, en esas latitudes, constituían una misma realidad desde el punto de vista económico.

 

OBRA: CAMINO A LA CRUZ

MUNICIPALIDAD VILLA DE MERLO

 

 

El día se había presentado espectacular, tanto respecto de la temperatura como de la diafanidad, sin embargo, al comenzar a avanzar la tarde, un manto de bruma cubrió el valle de Conlara, comenzaron a formarse cúmulos en lo alto de las sierras, y al bajar el sol, sus reflejos cambiaron la tonalidad del paisaje, y la temperatura disminuyó repentinamente.

 

Bruma en el valle de Conlara

 

 

Cúmulos en lo alto de la sierra

 

 

Comenzando a bajar el sol

 

 

Ludmila y Laurita con la luz de la tarde

 

 

Laurita abrigada al bajar el sol

 

 

Reflejos del sol en la ladera de la sierra

 

 

Mi mamá, el guía y mis nietas Laurita y Ludmila

 

 

Las nubes iban avanzando sobre la sierra

 

 

Reflejos del sol en las plantas

 

 

Debido a la amplitud térmica, tanto de verano a invierno como diaria, se producía erosión mecánica que generaba derrumbes de las rocas de lo alto de la sierra, en especial, cuando ese tipo de desgaste iba acompañado de fuertes lluvias. Por esa razón, encontrábamos permanentemente grandes piedras a la vera de los valles, que muchas veces, continuaban siendo desgastadas por los arroyos que bajaban de las laderas.

 

Rocas producto de derrumbes por erosión mecánica

 

 

Febo comenzaba a abandonarnos, y las nubes se habían transformado en largos estratos donde él se escondía. Y lentamente fue desapareciendo tras posarse sobre el horizonte. Un momento maravilloso, por los colores del firmamento y por la quietud y silencio del lugar.

 

El sol escondiéndose detrás de un estrato

 

 

Puesta de sol desde el mirador del Sol

 

 

El sol posándose sobre el horizonte antes de desaparecer

 

 

Ya habiéndose hecho noche, bajamos al pueblo, y antes de regresar a nuestra cabaña, pasamos por uno de los varios locales de elaboración y venta de dulces artesanales típicos de la Villa de Merlo. Y las chicas quisieron tomarse una fotografía junto a “una abuela”, que habían instalado en la puerta como símbolo de producción tradicional.

 

Laurita y Ludmila junto a “una abuela” en un local de venta de dulces artesanales

 

 

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