Después del desayuno los chicos disfrutaron
durante toda la mañana de la piscina del complejo.
Martín
(19), embadurnado con protector solar, pasó todo el tiempo en el agua
Laurita (7) montada en su jirafa
Ludmila
(8) con un nuevo amiguito cordobés (12) junto a su ballena
Pero durante la tarde, con mi mamá y mis
nietas, salí a recorrer diferentes lugares de la Villa de Merlo.
Primeramente hicimos una parada ante el “Ojo del Tiempo”, que se trataba de un
monumental reloj de sol diseñado por el artista plástico Pérez Celis.
El reloj o cuadrante solar era un instrumento
creado y utilizado por diferentes culturas de todo el mundo a través del
tiempo. Utilizaba el movimiento aparente del Sol, a lo largo del día y del año,
para producir una base de tiempo que permitía reconocer el paso de las horas y
de los días.
En el “Ojo
del Tiempo”, nos encontrábamos frente a dos relojes de sol: uno horizontal
y otro vertical, este último, de dos caras. Ambos relojes marcaban la hora solar
verdadera corregida por longitud local (64° 59’ 38” W) y huso horario -3 ó XXI,
a la que debía sumarse o restarse la corrección por la “ecuación del tiempo”. Justamente, debido a esto, se podía percibir
que el sol no culminaba a las 12, sino aproximadamente a las 13,20. La “ecuación del tiempo” debe realizarse porque
la Tierra no posee una órbita circular en torno al Sol, sino elíptica, y la
velocidad con la cual desarrolla su movimiento de traslación a lo largo del año
es diferente en función de la distancia que los separa. Así, durante el
perihelio, es decir, cuando la Tierra tiene su máximo acercamiento al Sol, su
velocidad se incrementa y, por el contrario, durante el afelio, cuando la
tierra tiene su máximo alejamiento, su velocidad disminuye. A su vez, dado que
el plano de rotación de la Tierra, el Ecuador, no coincide con su plano de
traslación, la eclíptica, sino que se encuentra inclinado aproximadamente 23°
27’, se produce el fenómeno de las cuatro estaciones. Ambos efectos se combinan
dando como resultado que el movimiento del Sol, desde la Tierra, no sea
uniforme a lo largo del año. Debido a todo esto, para obtener un “tiempo uniforme” que nos sea útil a los
seres humanos, a partir del movimiento solar, es necesario aplicar una
corrección diferente, día a día, a la hora indicada por la sombra del “gnomon” en el reloj solar.
En el reloj vertical el gnomon en forma de
aguja proyectaba una sombra sobre el cuadrante vertical. La posición de esta
sombra debía interpretarse, de acuerdo con su proximidad a las divisiones
numeradas que indicaban las horas, como la cantidad de minutos pasados o
faltantes para dicha hora. Al aproximarse el verano, al encontrarse a poco más
de 32°S, el Sol comenzaba a estar más alto sobre el horizonte. La cara norte
del reloj vertical indicaba las horas matutinas hasta las quince, y la cara
sur, indicaba las horas vespertinas.
El gnomon del reloj horizontal proyectaba una
sombra sobre el cuadrante horizontal en el piso. La posición de dicha sombra
debía interpretarse, de acuerdo con su proximidad a las divisiones numeradas
que indicaban las horas, como la cantidad de minutos pasados o faltantes para
dicha hora. En ambos casos, si la sombra estaba entre las líneas de las diez y
la de las once, pero más cerca de las diez, serían, por ejemplo, las diez y
cuarto. Si, en cambio, estuviera más cerca de las once, serían las once menos
cuarto.
Ambos relojes ofrecían la hora solar verdadera corregida por la longitud local y huso horario a la que debía sumarse o restarse la corrección por la “ecuación del tiempo”. Además, el reloj horizontal funcionaba como un calendario, permitiendo determinar la época del año, de acuerdo con la longitud de la sombra proyectada por el gnomon. Se habían señalado las constelaciones del zodíaco y los dos solsticios por medio de símbolos.
“Ojo
del Tiempo” en la Villa de Merlo, provincia de San Luis
Continuamos rumbo al norte, y tras pasar por el casino Dos
Venados, nos dirigimos hacia Piedra Blanca, un lugar paradisíaco por su
paisaje, su silencio y sus aromas.
Casino Dos
Venados
Rumbo a Piedra Blanca, la sierra de Comechingones
Florcitas silvestres entre las piedras
Flores
de lavanda, muy apreciadas en perfumería
Y después de
Y después de varias paradas con el
propósito de oler el perfume de las flores, recoger roquitas y tomar
fotografías, llegamos al arroyo Piedras Blancas, límite entre las provincias de
San Luis y Córdoba.
Laurita y Ludmila en el arroyo Piedras Blancas, del lado de
San Luis
Laurita y Ludmila en el arroyo Piedras Blancas, del lado
cordobés
El Piedras Blancas era un arroyo de
aguas cristalinas, con presencia de gran cantidad de guijarros de diferentes
tamaños, que permitían atravesarlo sin dificultades. Fue por esa razón que
Ludmila y Laurita lo cruzaron una y otra vez, felices de que iban solas desde
la provincia de San Luis a la de Córdoba. Y ese juego redundó en un importante
aprendizaje, ya que después pidieron que les comprara un rompecabezas con las
provincias argentinas, y desafiaron a su amiguito cordobés.
Ludmila y Laurita nuevamente en la provincia de San Luis
Ludmila y Laurita volvieron a la provincia de Córdoba
¡Justo en
el límite!
Ludmila y Laurita mostrando agotamiento por ir caminando de San Luis a Córdoba varias veces durante la tarde
Antes de dejar Piedra Blanca, fuimos
a visitar el parque donde se encontraba el “Algarrobo
Abuelo”. Se trataba de un algarrobo blanco (Prosopis Chilensis), que según
estudios dendrocronológicos se calculaba una edad aproximada de ochocientos
años, por lo que había sido declarado Monumento Histórico Provincial.
Tiempo atrás era conocido como “Algarrobo de los Agüero”, por pertenecer
a la familia que se radicó allí doscientos años atrás. Pero uno de sus
descendientes, Antonio Esteban Agüero, le dedicó la “Cantata del Abuelo Algarrobo”, y desde entonces, popularmente
comenzó a ser llamado con ese nombre.
Así concluye la cantata del poeta
Agüero:
Padre
y Señor del bosque.
Abuelo
de barbas vegetales.
Algarrobo
natal. Torre del cielo.
Monumento
y estatua del follaje.
Hijo
del Sol y de la Tierra unidos.
Árbol
de luz. Espejo de los siglos.
Dios
vegetal de corazón fragante.
Así
yo quiero terminar la Oda,
Asistido
por Ángeles del Canto:
Algarrobo
natal, Abuelo nuestro,
¡Catedral
de los pájaros!
Su último dueño, antes de ser expropiado como bien público, fue el artista y filósofo Orlando Agüero Adaro, sobrino del poeta y residente en el lugar.
Laurita y Ludmila durante la visita al “Algarrobo de los Agüero”
Este ejemplar era uno de los últimos
sobrevivientes de los vastos bosques de algarrobo que habían poblado el “País del Conlara” hasta la llegada del
ferrocarril, a comienzos del siglo XX. Y constituía un hito de referencia
ubicándoselo en el centro mismo de lo que podría llamarse valle del Conlara o
la Capital de Yungulo, legendario cacique, jefe de los Comechingones, en el
siglo XVI.
Era considerado un árbol Tótem
vinculado al culto solar “cuadratura
cósmica”, de los cultos agrarios precolombinos relacionados con la
fertilidad. Este lugar sagrado para los comechingones estaba rodeado de
morteros de piedra poco profundos, llamados “conanas”,
que tenían diferentes tamaños. Se cree que la ubicación indicaba la posición
planetaria (estaciones), por ser el paraje zona de cultivo, cosa imposible sin un
calendario.
El “Árbol de los Agüero” o “Árbol Abuelo”
A partir del asentamiento de los Agüero, el longevo algarrobo se convirtió en un lugar de múltiples ceremonias, templo de una especie de culto panteísta del antiguo Cuyo, así como corral, posta, plaza de armas de las tropas del Chacho Peñaloza, patio de bailes en las fiestas familiares…
Con
mi mamá, Ludmila y Laurita junto al “Árbol
Abuelo”
Antes de regresar, compramos algunas artesanías en el local que se encontraba junto al parque.
Laurita y Ludmila con la enorme muñeca del local de
artesanías
Mientras preparaba la cena, los chicos volvieron a la pileta, donde se sumó Omar que se divirtió junto a ellos.
Ludmila a caballito de Omar en la pileta del complejo
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