miércoles, 12 de octubre de 2022

En la Villa de Merlo y el Mirador del Sol, pero a la noche

  

En los primeros días de enero de 2011, junto con Omar, mi mamá y mis nietas Ludmila y Laurita, partí en un micro de línea rumbo a la Villa de Merlo, en el extremo noreste de la provincia de San Luis.

En cuanto llegamos, nos hospedamos en el complejo Turístico Inca Viracocha, sobre la calle Pedernera a una cuadra y media de la avenida del Sol, la nueva vía turística de la ciudad. Y enseguida, nos dirigimos a un supermercado con el fin de abastecernos de alimentos y otras vituallas.

Después del almuerzo, Martín ocupó su cama y se dispuso a dormir una larga siesta, tal cual era absolutamente habitual en los habitantes locales, mientras las niñas optaron por disfrutar de la piscina, que en ese momento estuvo a disposición exclusivamente de ellas. 

Martín (19) durmiendo una larga siesta merlina

  

Ludmila a punto de zambullirse en la piscina del complejo

  

Laurita (7) con su jirafa

 

 

Ludmila (8) junto a su ballena

 

 

Ludmila con la jirafa…

 

 

Laurita nadando

 

 

Laurita tomando sol después del baño

 

 

Mientras tanto me encargué de organizar algunas excursiones, siendo la primera de ellas una salida hacia el Mirador del Sol, pero de noche, que terminó siendo, para nosotros, “mirador de la luna”.

Para eso, un guía del lugar, nos pasó a buscar en una camioneta cuatro por cuatro. Pero mi madre no estaba lista. A pesar de sus ochenta y siete años, continuaba siendo coqueta, y, además de lucir sus aritos y collarcito, no terminaba de peinarse.

Y si bien, le advertimos que el sitio adonde nos dirigíamos se encontraba en el Filo de la Sierra de Comechingones, a 1439 m.s.n.m., grande fue su desencanto cuando al llegar a la cima del cerro, no solamente que no había absolutamente nadie quien pudiera verla, sino que el viento reinante la despeinó por completo.

 

Mi mamá (87) con sus aritos y collarcito, lamentándose por el viento que la despeinaba

 

 

De todos modos, la vivencia fue maravillosa, no solamente por la vista de la ciudad iluminada sino por la luna en cuarto creciente, además de un profundo silencio que generaba una paz increíble.

 

La luna en cuarto creciente, pero aumentada por efectos de la toma fotográfica

 

 

Cuarto creciente y vista de la Villa de Merlo desde el Mirador del Sol

 

 

Ludmila, Laurita y mi mamá en el Mirador del Sol

 

 

Y al regresar, mientras los adultos preparábamos la cena, Martín y sus sobrinas se echaron a descansar y a mirar televisión. ¡Muy buen comienzo de las vacaciones!

 

Ludmila con su tío Martín

 

 

Laurita con su tío Martín

  

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