| El sábado siete, en Guayaquil, desayunamos bollos con huevos, dulce y café y ya siendo las once, tomamos el bus “Reina del Camino” que por cinco dólares nos llevaría a Manta. Se trataba de un coche ejecutivo con aire acondicionado, ¡y no pidamos más! Nada de apoyapiés ni otras comodidades. Era lo que había. Pagamos veinticinco centavos de dólar cada uno por el uso de la terminal y pasamos por un molinete hasta donde estaba el micro. Y, como era habitual en gran parte de los países latinoamericanos, nos revisaron los bolsos de mano al subir.
Al
llegar a Manta, nos alojamos en el hotel Barbasquillo, tan simple como bonito
que se encontraba sobre una barranca junto al mar.
El
establecimiento tenía un fuerte control de seguridad en la puerta. Entonces yo
le pregunté al conserje si el lugar era tan peligroso como Guayaquil, a lo que
el hombre me respondió que Manta era un lugar muy tranquilo, pero que, si no
pusieran agentes armados, gran parte de los turistas no lo elegirían.
Y
en cuanto dejamos el equipaje fuimos a dar un paseo por la playa de
Barbasquillo.
Acantilados
junto al mar
En la costa de
Manta
Con mi musculosa de Panamá, pero en Ecuador
Omar con los
pies en el Pacífico
El majestuoso
océano Pacífico
Despidiéndonos
de la playa Barbasquillo
Al día siguiente salimos a recorrer la zona céntrica. Manta contaba en 2012, momento en que nos encontrábamos allí, con más de doscientos cincuenta mil habitantes, siendo una de las ciudades ecuatorianas más dinámicas económicamente.
Parque de la
Madre, junto a la avenida del Malecón de Manta
Monumento en
una de las fuentes del parque de la Madre
Muy concurrido
el parque de la Madre
Aguas danzantes
en el parque de la Madre
Canteros con
flores en el parque de la Madre
Vista
panorámica de las fuentes del parque de la Madre
La ciudad se encontraba en la provincia de Manabí, en la bahía de Manta, en la costa centro-sur del Ecuador. Esta zona presentaba un verdadero microclima, que lo diferenciaba absolutamente del resto de la costa ecuatoriana que se caracterizaba por ser extremadamente caluroso y húmedo. En cambio, Manta, por influencia de la corriente fría de Humboldt, tenía una temperatura más moderada y las precipitaciones anuales no superaban los doscientos cincuenta milímetros, concentradas entre los meses de febrero y marzo, por lo que nosotros contábamos con buen tiempo.
Avenida del
Malecón de Manta
Manta
era conocida como el primer puerto atunero del mundo, y como uno de los
principales puertos de paso de cruceros de la costa americana del Pacífico,
además de tener una serie de balnearios visitados tanto por turistas nacionales
como extranjeros.
Barcas
pesqueras desde un mirador
Barcas
pesqueras sobre la playa
Puerto pesquero
en la bahía de Manta
Principal
puerto atunero del mundo
Como
era de esperar, gran parte de las comidas típicas se basaban en productos del
mar, muchas de ellas contenían plátanos, pero absolutamente todas, eran
acompañadas con arroz blanco.
Omar almorzando
comidas típicas
Además
de la industria pesquera, se habían establecido varias empresas productoras de
aceites vegetales y maquiladoras, así como la radicación de importantes
entidades bancarias.
Es
de destacar la Iglesia La Merced, confiada a la Misión Jesuita en 1923, que
contaba con una gran cantidad de feligreses, dado que, en Ecuador, más del
ochenta por ciento de la población era católica.
Banco Del Bank
e iglesia La Merced
Al
día siguiente continuaríamos viaje hacia el norte, por lo que, a la vuelta de
la recorrida por el Centro de la ciudad, nos tomamos un descanso en la piscina
del hotel.
Descansando en
los jardines del hotel
Omar en la piscina del
hotel
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