A poco de andar, también subieron al micro varios vendedores ambulantes, pero ellos, a diferencia de los anteriores, no solo que ofrecían comida, sino que eran mucho más sosegados.
Vendedor ambulante a bordo
del ómnibus
En gran parte de los campos la fumigación se hacía con aspersores manuales, cargando el tubo con el veneno sobre la espalda, y sin protección alguna; y, por otra parte, la cría de ganado se notaba absolutamente lábil, con animales a los que se les notaban sus huesos, así como también sospechábamos prácticas obsoletas.
Trabajadores fumigando los
campos con aspersores manuales y sin protección personal
Producción ganadera en la
provincia de Bolívar
Cerca de cuatro horas de haber partido de Montería, llegamos a la ciénaga Aguas Claras, un gran humedal dominado por especies herbáceas, formando una transición entre los ecosistemas acuáticos y terrestres.
Llegando a la Ciénaga Aguas
Claras en las cercanías de Gambote
Cruzamos el puente de Gambote, ubicado en la Troncal de Occidente sobre
el canal del Dique, y desde allí, tuvimos una visión de esa gran obra de
infraestructura.
El canal del Dique consistía en una bifurcación artificial del Magdalena, en la región Caribe de Colombia, construido en el siglo XVI y ampliado durante el siglo XVII, para facilitar la navegación entre este río y la bahía de Cartagena. En un inicio, la administración del canal había estado a cargo del Cabildo de Cartagena, pasando posteriormente a múltiples arrendatarios que únicamente se interesaban por el cobro de los dineros obtenidos por su uso sin realizar ningún tipo de mantenimiento, pudiéndose utilizar pocos meses al año, y permaneciendo mucho tiempo sin agua. En los siglos siguientes se realizaron diferentes obras que permitieron aumentar su circulación tomando en cuenta las nuevas demandas comerciales. Sin embargo, ante dichas intervenciones se incrementó el caudal del Magdalena dando lugar a problemas de índole ecológico.
Canal del Dique desde el
puente de Gambote
Gambote
Ciénaga Aguas Claras
Al transitar por la provincia de Bolívar comenzamos a padecer las
consecuencias del pésimo estado del camino, ya que había momentos en que el
conductor del ómnibus debía hacer zigzag para esquivar baches teniendo que pasar
al otro carril; pero, en ocasiones en que venía algún vehículo de frente, no
tenía más remedio que reducir la velocidad, y soportar el cimbronazo, que,
además de sacudirnos a todos, contribuía a destrozar los amortiguadores.
Pésimo estado de la ruta en
la provincia de Bolívar
Ya en Turbaco, convivían sectores socioeconómicos extremos, desde los más pobres a los más ricos, lo que se manifestaba tanto en las construcciones como en las actividades desarrolladas.
VERDULERA La TRONCAL
Haciendas en condominio
Marginalidad en Turbaco
En veinte minutos estábamos arribando a la terminal terrestre de Cartagena de Indias, donde a primera vista nos sorprendieron dos cosas. La primera de ellas fue la forma obsoleta en que se cargaban los equipajes; y la segunda, la cantidad de moto-taxis que se acercaban al ómnibus para trasladar a los pasajeros.
Llegando a Cartagena de
Indias
Carga de equipajes en el
terminal terrestre de Cartagena de Indias
Nosotros tomamos un auto-taxi tradicional, de color amarillo, que tuvo que atravesar gran parte de la ciudad, ya que nos encontrábamos a casi quince kilómetros del Centro Histórico, por lo que, sumado al tránsito sumamente pesado, tardó casi cuarenta minutos.
Tránsito pesado en Cartagena
de Indias
Nos hospedamos en el hotel Santa Cruz, ubicado en la calle de la Moneda,
un lugar sencillo pero muy cómodo y excelentemente ubicado.
Y lo insólito fue que cuando nos registramos, el conserje nos preguntó por qué medio habíamos arribado a la ciudad, si en crucero o en avión. Pero cuando le dijimos que lo habíamos hecho en ómnibus, ¡no lo podía creer…! Dijo que nadie viajaba de esa manera, y mucho menos siendo extranjeros, ya que no solo que era muy incómodo, sino, fundamentalmente, ¡muy peligroso…!
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