martes, 19 de marzo de 2024

De Medellín a Montería

   En la mañana del jueves 19, Omar y yo, partimos desde Medellín hacia Montería en el Expreso Brasilia, por la Ruta Nacional 25, comúnmente llamada “Troncal de Occidente”, que atravesaba Colombia de sur a norte, y a pesar de su importancia, gran parte del camino carecía de señalización.

Medellín se encontraba en el valle de Aburrá en plena Cordillera Central de los Andes en el departamento de Antioquia. Dicha cordillera, ciento veinte millones de años atrás, no solo que era un océano, sino que sumergidos, varios volcanes hacían erupción, expulsando material, y dando lugar a su nacimiento antes de que comenzaran a emerger las cordilleras Oriental y Occidental. Por esa razón, al salir de la ciudad, pudimos observar las serranías cordilleranas, así como los bosques en parte del trayecto, y la consecuente deforestación para dar paso a la actividad ganadera. 

Serranías de la Cordillera Central

  

Bosques de Antioquia

  

Zona deforestada en Antioquia

  

Tierras ganadas para la ganadería

 

Al rato de andar, hicimos una parada con el fin de utilizar baños públicos que tenían la particularidad de ser de puertas abiertas.

Algunos compramos algunos víveres para consumir en el camino, y con gran sorpresa, al volver a subir al ómnibus, nos encontramos con que estaban poniendo la película argentino-dominicana “Mi papá se volvió loco”, interpretada por Guillermo Francella, Lucía Galán, Ingrid Grudke, Daniel Araoz y Yahaira Guzmán, entre otros. 

Baño de puertas abiertas

  

Continuamos transitando por el valle del Cauca, donde en muchas partes vimos cómo las pasturas artificiales habían reemplazado al bosque selvático, con el consecuente deterioro ambiental.

Y a pesar de que en un primer tramo, el tiempo permanecía inestable con el cielo prácticamente cubierto, luego comenzaron a formarse cúmulos, verdaderos signos de buen tiempo. 

Continuando por el valle del Cauca

  

Pasturas artificiales post-deforestación

  

Circulando por la ruta 25

 

Cúmulos en la Cordillera Central

  

Después de haber recorrido algo más de cien kilómetros, arribamos a Yarumal, ciudad conocida como “La Estrella del Norte” o “Sultana del Norte” debido a su importancia y pujanza, que se había constituido en un relevante centro de producción cafetalero y ganadero de carne vacuna. Y su nombre provenía de la especie vegetal de nombre yarumo, muy abundante en la región.

El clima constaba de diferentes pisos térmicos que oscilaban entre el cálido y el frío que se encontraba a 2.353 m.s.n.m., con precipitaciones anuales de entre 2.000 y 4.000 mm, dando lugar a la formación de un bosque húmedo premontano. 

Suburbios de Yarumal

  

Vista panorámica de la ciudad de Yarumal

  

Bienvenidos a Yarumal

  

En una hora más, estábamos arribando a Valdivia, donde grandes explanadas de clima cálido se extendían entre altas montañas, y donde la vegetación se destacaba por su exuberancia. Y ese paisaje diverso permitía que, por un lado, que se cultivaran cacao, plátanos y yuca, y se criara ganado lechero, como que, por otra parte, se extrajera madera para ebanistería y tinte, además de piedras ornamentales. 

Estación de servicio de Terpel en la ciudad de Valdivia

  

Suburbios de la ciudad de Valdivia

 

Laderas pronunciados con valles muy profundos

  

Vegetación muy exuberante

  

Y veinte kilómetros más al norte, se encontraba Puerto Valdivia, a orillas del río Cauca, que desde su puente se podía visualizar la Parroquia Nuestra Señora de la Merced. 

La Parroquia Nuestra Señora de la Merced en la ribera del río Cauca desde el puente de Puerto Valdivia

  

Otra hora de viaje para acceder a la cuenca del río Tarazá, afluente del Cauca, que se caracterizaba por tener un cañón profundo y selvático. Y junto a él se erigía la ciudad homónima con más de cuarenta mil habitantes y un comercio muy activo sumado a un área rural donde se producían plátanos, cacao, piña, caucho, yuca, arroz, maíz, sorgo, diversidad de bovinos y equinos, así como también, la extracción de oro. 

Desde el puente del río Tarazá, afluente del Cauca

  

Vista de un barrio de Tarazá

  

Recogiendo sedimentos del lecho del río

  

Venta ambulante de productos varios

  

Extensos campos de foresta raleada

  

A partir de allí y en camino a Caucasia, pasamos por una zona cuya pobreza nos sorprendió por lo extrema. A pesar de haber recorrido gran parte de América Latina, nunca había transitado por una zona tan deprimida socioeconómicamente, donde una de las expresiones más relevantes había sido ver cómo la ropa estaba tendida en los alambrados de los campos que daban a la ruta, ya que las viviendas eran absolutamente precarias, muchas de ellas construidas con maderas endebles en medio de la maleza.

En algunas zonas se visualizaba un palmar, en muchos casos raleado con el fin de abrir paso a la ganadería bovina, y, paralelamente muchos controles militares a lo largo de todo el recorrido. 

Ropa tendida en los alambrados de los campos de las cercanías de Caucasia

 

Palmar raleado parcialmente para abrir paso a la ganadería bovina

 

 

Controles militares a lo largo de todo el recorrido

 

Un hombre bañándose en el río junto a viviendas extremadamente precarias

  

Cúmulos que indicaban buen tiempo en el valle del Cauca

  


Tierras ganadas al bosque con destino ganadero

  

Diversidad de razas con predominio de ganado cebú

  

En dos horas más llegamos a Montería, capital del departamento de Córdoba, ubicado en el noroccidente del país en la región Caribe Colombiana, por lo cual su clima era tropical, con una temperatura promedio de 28°C.

Montería se caracterizaba por estar situada en una topografía plana anclada y dividida por las majestuosas aguas del río Sinú, a una altitud de solo 18 m.s.n.m., un fértil valle que le había permitido convertirse en la capital ganadera de Colombia, aunque también contaba con agroindustrias.

Ingresamos por la Calle Carrera 2da. donde nos llamó la atención la cantidad de motos que tenían la función de taxis, algo inusual para la Argentina de 2012. 

Llegando a Montería, varios mototaxis

 

En cuanto descendimos del ómnibus nos alojamos y salimos a recorrer la ciudad en la que solo estaríamos hasta la mañana del día siguiente.

Y un lugar recomendado era, sin duda, el parque Ronda del Sinú, que se encontraba sobre la orilla oriental del río al margen de la cual estaba asentado el centro urbano.

El conserje del hotel nos había comentado que dicho parque se había construido en el año 2005, entre el río y la Avenida Carrera 1ra., desde las calles 21 hasta la 41, la que previamente había sido la costanera. Allí, veinte años atrás había funcionado el viejo puerto de atraque, un muelle en cemento con amplias escalinatas, desde donde se realizaba actividad comercial con otras ciudades colombianas como Cartagena de Indias.

A lo largo del Parque se podían encontrar diversos animales silvestres, así como la flora del bosque seco tropical propio de la región. Ese espacio verde contaba con zonas ecológicas, culturales, recreativas y artesanales. Y, como en todas las navidades, había sido instalado el tradicional arbolito con los demás adornos relativos a esa festividad. 

Árbol de Navidad en el parque Ronda del Sinú

  

Muchas familias paseando en el parque Ronda del Sinú

  

Plácido atardecer en el parque Ronda del Sinú

  

Febo entre los árboles

  

Caminamos por las sendas peatonales hasta que se puso el sol, y doblamos por la calle 27 hasta la esquina de la Carrera 3 donde había gente tomando algunos tragos junto a las mesitas de la vereda, justo frente al parque Simón Bolívar. 

Gente tomando tragos en la calle 27 de Montería

 

La plaza Simón Bolívar estaba iluminada, y desde allí pudimos admirar a la imponente parroquia San Jerónimo Catedral de Montería. El estilo en el que se había construido representaba una fusión entre el gótico y el republicano. 

Parroquia San Jerónimo Catedral de Montería

 

Ya era de noche y prontamente toda la actividad iba a llegar a su fin, así que, para tener una visión un poquito más amplia de la ciudad, decidimos tomar el “Tren de la Alegría”. 

El “Tren de la Alegrúia

  

A bordo del trencito…

  

Cenamos y pronto regresamos al hotel debido a que a la mañana siguiente continuaríamos viaje hacia Cartagena de Indias. Y a pesar del corto tiempo de nuestra estadía, la impresión fue muy buena. No nos pareció una ciudad colombiana. El consumo y el movimiento nocturno no había sido experimentado por nosotros en otras urbes de este tan contradictorio país.

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