domingo, 13 de diciembre de 2020

A Mar del Plata con Martín, Ludmila y Laurita

  Corría el mes de febrero de 2010, y yo, como todos los años, tenía que tomar examen en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Y durante el verano, solía tener sólo uno o dos estudiantes en la mesa, por lo que gran parte de la jornada quedaba libre, y de esa manera, era posible viajar con mi hijo Martín (19) y mis nietas Ludmila (8) y Laurita (6), para permanecer en la ciudad balnearia el resto del fin de semana.

Pero ese viernes 26, a pesar de haberme desocupado tempranamente, no tuvimos suerte con el tiempo, ya que, además de haberse largado una fuerte tormenta, había descendido bruscamente la temperatura, así que debí recurrir a diferentes ofertas de juegos bajo techo, para que los chicos lo pasaran bien.

Primero fuimos al Playland del shopping Los Gallegos, donde Martín se entretuvo con “la caza de los cocodrilos”, y una batería electrónica, mientras que las nenas se entusiasmaron con las carreras de autos y de motos; además de jugar con Martín al tejo de mesa. Pero, en parte, porque todo funcionaba con tarjetas y el costo era elevado, como porque todos los juegos duraban escasos minutos, decidí trasladarme a otro lugar, donde, además de contar con otras opciones más tranquilas, teníamos la posibilidad de tener un buen almuerzo.

En ese espacio, había un laberinto de redes, pequeños juegos tradicionales, música para que pudieran bailar y animadoras que pintaron alegres mariposas en las mejillas de las chicas.

 

Martín “cazando cocodrilos”

  

Martín tocando la batería electrónica

  

Laurita y Ludmila en carrera de autos con obstáculos

  

Ludmila trepada en el laberinto

 

 

Ludmila en el pequeño tobogán

  

Ludmila danzando

  

Con Laurita después del almuerzo

  

Una mariposa en la mejilla de Ludmila

  

Una mariposa en la mejilla de Laurita

  

Al día siguiente, el tiempo mejoró, y fuimos al Mar del Plata Aquarium. Y en cuanto llegamos nos detuvimos a observar patos, un pavo real, peces, gansos y un yacaré. 

Patos en los jardines del Aquarium

  

Un pavo real


 

Laurita junto a los peces

  

Laurita junto a los gansos y sus pichones

 

 

Un yacaré

  

Pero lo que más atrajo a Laurita y Ludmila fue la pingüinera, y particularmente, porque se les explicó que en el Aquarium se encargaban de recuperar animales que llegaban empetrolados. Justamente Mar del Plata se encontraba en un sector de la costa argentina donde convergía la corriente fría de Malvinas, que arrastraba fauna patagónica, y en el caso de muchos pingüinos, quedaban cubiertos por los residuos del petróleo crudo explotado en el mar a la latitud de las provincias de Chubut y Santa Cruz. Esa cobertura negra y pegajosa, “plastificaba” sus plumas, lo que les provocaba una suerte de asfixia. Entonces, después de un complejo proceso de limpieza, recuperaban fuerzas con cuidados y alimentación adecuada, para ser devueltos al mar. 

Pingüinos recuperados


  

Pingüino nadando

  

Laurita junto a la pingüinera

  

Ludmila junto a la pingüinera

  

El Aquarium contaba con un enorme patio de comidas, donde elegimos un suculento menú de hamburguesas con papas fritas y gaseosas.

Después las nenas quisieron jugar y tomarse una fotografía con la ballenita rosa, y asistimos a la sala de cine donde proyectaron una película mostrando la fauna submarina del mar Argentino.

 

Ludmila y Laurita junto a la ballena rosa

  

Como la temperatura era elevada, y faltaba un buen rato para el comienzo de los espectáculos con animales, fuimos a la playita privada del Aquarium, donde los chicos disfrutaron del mar con la ida y venida de las olas, y jugaron con la arena. 

Ludmila, Martín y Laurita en la playita del Aquarium

  

Laurita posando para la foto

  

Ludmila posando para la foto

  

Ludmila, Laurita y Martín disfrutando del mar

  

Ludmila y Laurita chapoteando con las olas

  

Ludmila y Laurita esperando la ola

  

Ludmila, Laurita y Martín a pleno sol

  

Laurita jugando en la arena


  

Ludmila y Laurita jugando en la arena

  

Y cuando ya estábamos dejando la playa, vimos cómo vertían al mar los efluentes del Aquarium, quedando a flote entre las algas, incluso envases de plástico. 

Efluentes del Aquarium vertidos al mar

 

 

Algas y algunos residuos en la playita del Aquarium

  

Desde las terrazas del Aquarium tuvimos una vista panorámica de la ciudad de Mar del Plata, continuamos recorriendo los jardines, y dándoles de comer a algunos animales. 

Laurita y Martín con la ciudad de Mar del Plata a sus espaldas


  

Ludmila alimentando a los lobos marinos

  

Como era frecuente en la costa bonaerense, inclusive en pleno verano, la temperatura comenzó a caer a medida que avanzaba la tarde, así que, recurriendo a los abrigos, y con un buen surtido de pochoclos, nos acomodamos para asistir a la teatralización con lobos marinos de diferentes características y una foca.

Los entrenadores hicieron diferentes actividades con los animales y los premiaban con pequeños pescaditos, y para finalizar el show, danzaron fuera del escenario. 

Ludmila y Laurita preparadas para ver el show de los lobos marinos

  

Teatralización con un pequeño lobito

  

Actuando con una foca y un lobito

 

 

Premiando a la foca con pescaditos

  

Un lobo marino con su entrenador

  

El lobo marino saludando al público

  

Un lobo marino con su entrenadora

  

Lobo marino erecto sobre sus aletas traseras

 

 

Gran acercamiento de la entrenadora al lobo marino

 

 

Despedida del lobo marino y su entrenadora

 

 

El príncipe y la bella lobita

  

Danza de los entrenadores como fin del espectáculo

  

Acto seguido, ofrecieron tomarles fotografías a cuantos quisieran con uno de los lobos marinos, y las nenas aceptaron gustosas, pero Martín no se animó, y mucho menos cuando vio que el animal apoyaba su hocico sobre la cabeza de Ludmila.

Fotografiando a Ludmila y Laurita junto al lobo marino

  

Al final de la jornada asistimos al show de los delfines, que, además de dar grandes saltos en los piletones, interactuaban con sus entrenadores, quienes, en algunos momentos, eran desplazados por los animales en el agua. 

El show de los delfines

 

 

Delfines saltando

  

Tal como ocurría con los lobos marinos y las focas, el premio por realizar ciertos ejercicios era un estímulo primario, como la de ofrecerles pequeños pescaditos, sin embargo, en el caso de los delfines, algo mucho más importante para ellos, eran las caricias, así que los entrenadores los complacían constantemente. 

Entrenadora acariciando a un delfín

  

La comunicación con los delfines se realizaba con señales y mediante un silbato, que podían escuchar dentro y fuera del agua. Si bien por tener muy buen oído, percibían la voz de los entrenadores, y cada animal tenía su nombre, no lo reconocían. 

Entrenadora dando indicaciones al delfín con un silbato especial

  

Entrenadores nadando con los delfines

  

Entrenador parado sobre un delfín

  

Delfines saludando al público

  

Cierre del espectáculo al anochecer

  

El domingo dedicamos el día al parque acuático Aquasol, donde los chicos se divirtieron en los diferentes juegos como los salvavidas, los toboganes y la pileta con olas.

 

Laurita y Ludmila en los salvavidas de Aquasol

  

Laurita y Martín jugando con los salvavidas

 

 

Laurita…, ¿susto o enojo?

  

Ludmila a pura diversión

 

 

Ludmila en el tobogán

 

 

Laurita en el tobogán

 

 

Ludmila a punto de caer al agua

 

 

¡Ludmila cayó al agua…!

  

Martín en la pileta con olas

  

Y esa misma noche, tomamos el micro que nos llevaría de regreso a Buenos Aires. Habían sido sólo tres días, pero de gran disfrute por parte de todos, no sólo por las actividades realizadas, sino, fundamentalmente, por compartirlas. 

Ludmila en el bar de la terminal de ómnibus previo al regreso

 

Laurita con sueño esperando la salida del micro


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