martes, 15 de diciembre de 2020

Vicisitudes en la organización del Encuentro Humboldt de La Rioja

 El lunes 1ro. de marzo de 2010, partí de Retiro en micro rumbo a la ciudad de La Rioja. Esa vez no sólo que no habían pasado veinte años desde mi última visita a la provincia, sino menos de ocho meses. Lo que ocurría era que La Rioja Capital había sido elegida para realizar el XII Encuentro Internacional Humboldt en el mes de septiembre de ese año, y había que comenzar a gestionar la organización.

  Yo ya llevaba notas dirigidas al gobernador, a diferentes ministros y al intendente, solicitando auspicios, no cómputo de inasistencias y puntaje para los docentes que asistieran. Y con todo eso fui a las diversas oficinas personalmente para agilizar los trámites.

Entre todo lo que pedía estaban los salones, ya fuera en forma gratuita o bien con un arancel bajo. ¡Y todo iba muy bien! Evidentemente el gobierno contaba con la infraestructura que necesitábamos, y estaban dispuestos a ofrecerla en términos muy ventajosos para nosotros. Pero, la burocracia puede más que nada, y entonces tuve que ir al despacho de la secretaria de un ministro, desde donde me ofrecían redactar allí mismo la nota para que pudiera concretar la reserva en el momento. Y fue en ese instante en que me hicieron la pregunta del millón:

- “Perdone usted, pero durante el Encuentro Humboldt, ¿van a tratar el tema minería?”

- “Sí, claro”, contesté yo, como una obviedad.

- “¿Y cuál es la posición de ustedes al respecto?” –replicó la mujer.

- “No acordamos con la explotación minera a cielo abierto” –dije ya bastante preocupada, previendo lo que se me vendría encima.

- “Bueno, entonces, no perdamos tiempo. Paguen un salón privado y digan lo que quieran. Buenos días…” –contestó invitándome a que me retirara.

¡No lo podía creer! Todo había sido muy claro, pero jamás había pensado que las cosas fueran tan directas y sin anestesia.  

En ese entonces el gobernador era Luis Beder Herrera, quien, en 2007, siendo vicegobernador, había logrado que la Legislatura destituyera al gobernador Ángel Maza, ocupando su lugar. Y tras una dura campaña en contra de proyectos de minería a cielo abierto, prospectados por Barrick Gold, ganó las elecciones que le permitieron consolidarse en el cargo. Y en agosto de 2008, a un año del acto eleccionario, promovió la derogación de la ley 8137 del 8 de marzo de 2007, que prohibía la explotación minera a cielo abierto; y desde entonces pasó a ser el principal aliado de las empresas mineras. El proyecto pretendía desarrollarse en el cerro General Belgrano, más conocido como Nevado de Famatina, cerca de la ciudad de Chilecito y de los pueblos Famatina, Bajo Carrizal y Alto Carrizal. Y fue así como los movimientos ambientalistas profundizaron sus protestas.

Otra de las decisiones que habían causado gran malestar fue la de destinar el edificio de la histórica Escuela Normal, fundado por la educadora Rosario Vera Peñaloza, para que funcionen locales comerciales. Tal cual, como en 1990, lo había hecho Carlos Grosso, Intendente de la ciudad de Buenos Aires con la planta baja de la  Escuela Presidente Mitre del barrio de Once.

Y pese a la bronca que me embargaba, no tenía tiempo para perder, así que rápidamente me dirigí a la oficina de Información Turística, para que me dieran un listado de los salones de la ciudad.

El primer lugar que visité fue el hotel Naindo, de cinco estrellas. Los salones me parecieron adecuados, aunque no quería quedarme con esa sola impresión, así que pretendí recorrer otros lugares. El problema consistía en que ya eran las doce del mediodía, y los encargados no podrían atenderme hasta las cuatro de la tarde.  

Balcón galería del hotel Naindo 

 

Así que crucé enfrente, por la calle San Nicolás de Bari, y en un restorán popular comí unas espectaculares empanadas riojanas, cuyo relleno tenía carne cortada a cuchillo, cebolla, papa, cebolla de verdeo, huevo duro picado y aceitunas verdes.

Desde allí salí a caminar por el Centro, sin rumbo. Ya eran las dos de la tarde y todos habían desaparecido. Parecía una ciudad fantasma.  

Una de las peatonales de La Rioja un martes a la hora de la siesta

  

Ni bares, ni quioscos, ni nada abierto... ¡Perdón! Sí, el bingo estaba abierto, pero no respondía a mis intereses.

 

Confitería cerrada en la esquina de la peatonal 25 de Mayo y Pelagio Luna

  

Era una sensación muy extraña estar caminando por una ciudad donde todo parecía abandonado. Así que no tuve más remedio que regresar al hotel y enclaustrarme en mi habitación. Pero yo no tenía sueño ya que en el coche cama había dormido perfectamente, así que puse el televisor para hacer tiempo hasta que la tarde avanzara un poco.

  

Peatonal 25 de Mayo el martes 2 de marzo a las tres de la tarde 

 

Con mucha ansiedad a las cuatro en punto salí nuevamente. Por suerte la heladería de al lado del hotel estaba abierta, y de esa manera pasaron algunos minutos más. Hasta que algún que otro vehículo comenzaba a transitar por el Centro, aunque los comercios continuaban cerrados.


Calle Pelagio Luna cerca de las cinco de la tarde

  

Alrededor de las cinco de la tarde, algunos transeúntes tímidamente comenzaban a circular por las calles, y lentamente, un negocio tras otro, al cabo de una hora fue abriendo sus puertas.   

Peatonal 25 de Mayo a la altura de la plaza homónima que se encontraba en refacciones 

 

Siendo ya una hora prudencial continué con mi recorrida por los salones privados de la ciudad, y fue así que visité el del hotel Plaza, de cuatro estrellas.  

Salón del hotel Plaza 

 

Las instalaciones se adaptaban parcialmente a nuestras necesidades, pero lo que me pareció más interesante, fueron la terraza y su piscina, que a pesar de la elevada temperatura no contaba con ningún bañista.

 

Piscina de la terraza del hotel Plaza

  

Desde allí tomé varias fotografías panorámicas de la ciudad, como nunca antes había podido. Se veía perfectamente la Catedral y enfrentada en ochava, la Casa de Gobierno, sobre la calle 25 de Mayo esquina San Nicolás de Bari. 

 

Basílica Menor San Nicolás de Bari y Casa de Gobierno de la Provincia

  

La Rioja tenía muy pocos edificios en altura, siendo la Iglesia Catedral, el que se destacaba desde cualquier sector de la ciudad. 

Cúpula del altar mayor de la Iglesia Catedral 

 

La Rioja fue construida sobre un cono de deyección del Velazco, cordón perteneciente al sistema de las sierras Pampeanas, con picos que superaban los 4000 m.s.n.m. Ese hecho tuvo como ventajas no solamente la fertilidad de esas tierras sino también la posibilidad de contar con ciertas reservas de agua.

  

La ciudad estaba enmarcada hacia el oeste por el cordón Velasco

  

Frente al hotel Plaza, en la misma calle San Nicolás de Bari se encontraba el Naindo, que ya había visitado antes del mediodía, y que, hasta ese momento, contaba con las mejores condiciones requeridas.  

Hotel Naindo, de cinco estrellas, desde la terraza del hotel Plaza 

 

Hacia el este, la ciudad, lejos de tener un marco montañoso, se había extendido hacia los Llanos, manteniendo un perfil predominantemente bajo.  

Perfil de la ciudad de La Rioja, desde el hotel Plaza, hacia el este 

 

Y a tan sólo una cuadra de la plaza 25 de Mayo, en la esquina de Rivadavia y 9 de Julio, se encontraba la Iglesia de la Merced, ocupando el solar asignado a la Orden Mercedaria al fundarse la ciudad en 1591. Se conservaban ruinas de la iglesia destruida durante el terremoto de 1894, habiéndose construido la actual a principios del siglo XX. 

Iglesia de la Merced, en la esquina de Rivadavia y 9 de Julio 

 

Cuando bajé de la terraza, pretendí acordar algo con la gerencia o con algún encargado de eventos, pero la respuesta fue que oportunamente me enviarían un correo electrónico con la tarifa de cada uno de los servicios que requiriera. Y eso implicaba que en caso de tener que firmar algún contrato, debería acercarme nuevamente quién sabía en cuánto tiempo. 

Fachada del hotel Plaza de La Rioja Capital

  

Había pasado un día entero y no había podido resolver nada. Y lo peor de todo era que no había demasiadas ofertas más. Estaba muy cansada, y después de comer un sándwich como cena, me fui al hotel pensando que me dormiría enseguida. ¡Pero no! Fue una verdadera noche de perros, no sólo porque los escuché ladrar persistentemente, sino porque el hecho de no haber podido concretar nada, me obligaría a dedicar más tiempo y dinero, cosas ambas con las que contaba muy limitadamente. Y supuestamente por todo eso, no había pegado un ojo en toda la noche, había dado veinte vueltas en la cama, y me había sentido mareada. Por lo tanto, me vino sueño durante la mañana, momento que debía disponer para hacer todo tipo de trámites. Cuando me levanté, casi al mediodía, me enteré que mi malestar, al margen de los otros hechos que coadyuvaron, había tenido que ver con que se había producido un constante movimiento sísmico, de muy baja intensidad, que era la consecuencia de una réplica en Chile, del fuerte terremoto que se había producido tan solo tres días atrás. Y eso era lo que había alterado a tantos perros de la ciudad.

Ya había perdido toda la mañana, y también la tarde, así que intenté tratar de cerrar trato con el hotel Naindo, pero la encargada de eventos ese día no había ido, y el gerente estaba en una reunión fuera del edificio. Yo no tenía problemas en esperarlo, pero nadie sabía con seguridad a qué hora vendría. Y por suerte, tal como el Ángel de la Guarda, apareció Alejandro Nievas Castro, un investigador riojano, con quien yo había estado en otros eventos internacionales fuera del país, y quien se había ofrecido a colaborar en nuestro Encuentro Humboldt. Fue a través de él que logramos que el gerente del Naindo nos atendiera casi a las doce de la noche, y pudiéramos llegar a un arreglo aceptable.

A la mañana siguiente intenté divulgar el Encuentro a través de los medios, pero todo fue bastante frustrante. En el diario me pedían una cifra irrisoria por anunciarlo, porque el Centro Humboldt no estaba radicado en La Rioja, y por esa razón, la tarifa era excesiva. Y en las radios me pidieron que les dejara una gacetilla que nunca supe si habían enviado al aire.

Luego almorcé en el restorán del Naindo, que tenía precios muy similares a otros lugares de menor categoría, pero con una calidad gastronómica excepcional, respetando los platos tradicionales riojanos.  

Restorán del hotel Naindo 

 

Y por la tarde, después de la hora de la siesta, claro, concreté en efectivo la reserva del salón y otros servicios del Naindo. 

Lobby del hotel Naindo, durante una muestra de diseño 

 

Pero la tarea no estaba concluida. Debía continuar viendo hoteles para recomendar a los participantes, cuestión que no era para nada sencilla, porque La Rioja tenía tarifas demasiado elevadas en función de la calidad de los servicios. De hecho, en general en toda la Argentina, habría que restarle más de una estrella a las ofertas hoteleras.

Lobby del hotel Libertador 

 

Uno de los que tenía mejor relación calidad/precio, era el hotel Libertador, donde yo estaba hospedándome en ese momento. 

Confitería del hotel Libertador 

 

Y, además, estaba ubicado en la calle Buenos Aires, a solo cinco cuadras de donde iríamos a hacer el Encuentro. 

Fachada del hotel Libertador 

 

Ya cansada, y no del todo satisfecha con las gestiones realizadas, me dirigí a la terminal de ómnibus, con el fin de regresar a Buenos Aires. 

Cardones en los jardines de la terminal de ómnibus de La Rioja 

 

Y antes de la partida, me dispuse a tener una buena merienda en la confitería que era muy moderna y tenía un servicio muy bueno; y, además, una hermosa vista del Velazco.  

Confitería de la terminal de ómnibus de La Rioja 

 

La terminal era muy nueva y tenía muchos locales, pero llamaban la atención dos cosas. Una de ellas era la lentitud con que atendían, al punto de correr el riesgo de perder el micro; y la otra, que habiendo objetos pequeños y de valor, los puesteros se desplazaban de un lugar a otro buscando cambio, o bien para conversar con el compañero de otro local, sin temor a que nadie les hurtara nada. ¡Otro mundo en relación con Buenos Aires!

 

Plataformas de la terminal de La Rioja 

 

En dirección al sur tomamos la ruta de los Llanos, que, a diferencia del mes de julio, en que había estado la vez anterior, estaba bien verde porque todavía estaba presente el agua retenida durante las lluvias del verano.  

Los Llanos Riojanos y al fondo el cordón Velazco

  

Gran cantidad de olivos estaban en producción. La Rioja no sólo se destacaba por la calidad de sus aceitunas, sino también la de sus aceites, cuyo aroma y sabor eran excepcionales.  

Olivares en los Llanos Riojanos 

 

El viaje fue muy apacible por lo que después de la cena, y mientras pasaban una película, me dormí. Y al despertarme, lo primero que vieron mis ojos fue la villa de Retiro, que se encontraba a un paso de la terminal de ómnibus. 

Villa de Retiro en la ciudad de Buenos Aires 

 

La realidad, mostrada fríamente a través de las estadísticas, nos indicaba que la provincia de La Rioja estaba entre las más pobres del país, mientras que la Ciudad de Buenos Aires, era la que presentaba mejores condiciones de calidad de vida. Sin embargo, no todo era pobreza en La Rioja, ni todo bienestar en Buenos Aires. Pero la realidad está llena de contradicciones y desigualdades. Las peatonales, la hotelería de varias estrellas, y los locales de marcas internacionales constituían los escasos bolsones de riqueza de La Rioja; mientras que las villas y asentamientos, eran la manifestación del crecimiento de la pobreza en Buenos Aires, distrito de mejores condiciones relativas del país. 

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