Entre todo lo que pedía estaban los salones,
ya fuera en forma gratuita o bien con un arancel bajo. ¡Y todo iba muy bien! Evidentemente
el gobierno contaba con la infraestructura que necesitábamos, y estaban
dispuestos a ofrecerla en términos muy ventajosos para nosotros. Pero, la burocracia
puede más que nada, y entonces tuve que ir al despacho de la secretaria de un
ministro, desde donde me ofrecían redactar allí mismo la nota para que pudiera
concretar la reserva en el momento. Y fue en ese instante en que me hicieron la
pregunta del millón:
- “Perdone usted, pero durante el Encuentro
Humboldt, ¿van a tratar el tema minería?”
- “Sí, claro”, contesté yo, como una obviedad.
- “¿Y cuál es la posición de ustedes al
respecto?” –replicó la mujer.
- “No acordamos con la explotación minera a
cielo abierto” –dije ya bastante preocupada, previendo lo que se me vendría
encima.
- “Bueno, entonces, no perdamos tiempo. Paguen
un salón privado y digan lo que quieran. Buenos días…” –contestó invitándome a
que me retirara.
¡No lo podía creer! Todo había sido muy claro,
pero jamás había pensado que las cosas fueran tan directas y sin anestesia.
En ese entonces el gobernador era Luis Beder
Herrera, quien, en 2007, siendo vicegobernador, había logrado que la
Legislatura destituyera al gobernador Ángel Maza, ocupando su lugar. Y tras una
dura campaña en contra de proyectos de minería a cielo abierto, prospectados
por Barrick Gold, ganó las elecciones que le permitieron consolidarse en el
cargo. Y en agosto de 2008, a un año del acto eleccionario, promovió la derogación
de la ley 8137 del 8 de marzo de 2007, que prohibía la explotación minera a
cielo abierto; y desde entonces pasó a ser el principal aliado de las empresas
mineras. El proyecto pretendía desarrollarse en el cerro General Belgrano, más
conocido como Nevado de Famatina, cerca de la ciudad de Chilecito y de los
pueblos Famatina, Bajo Carrizal y Alto Carrizal. Y fue así como los movimientos
ambientalistas profundizaron sus protestas.
Otra de las decisiones que habían causado gran
malestar fue la de destinar el edificio de la histórica Escuela Normal, fundado
por la educadora Rosario Vera Peñaloza, para que funcionen locales comerciales.
Tal cual, como en 1990, lo había hecho Carlos Grosso, Intendente de la ciudad
de Buenos Aires con la planta baja de la Escuela Presidente Mitre del barrio de Once.
Y pese a la bronca que me embargaba, no tenía
tiempo para perder, así que rápidamente me dirigí a la oficina de Información
Turística, para que me dieran un listado de los salones de la ciudad.
El primer lugar que visité fue el hotel Naindo, de cinco estrellas. Los salones me parecieron adecuados, aunque no quería quedarme con esa sola impresión, así que pretendí recorrer otros lugares. El problema consistía en que ya eran las doce del mediodía, y los encargados no podrían atenderme hasta las cuatro de la tarde.
Balcón galería del hotel Naindo
Así que crucé enfrente, por la calle San
Nicolás de Bari, y en un restorán popular comí unas espectaculares empanadas
riojanas, cuyo relleno tenía carne cortada a cuchillo, cebolla, papa, cebolla
de verdeo, huevo duro picado y aceitunas verdes.
Desde allí salí a caminar por el Centro, sin rumbo. Ya eran las dos de la tarde y todos habían desaparecido. Parecía una ciudad fantasma.
Una de las peatonales de La
Rioja un martes a la hora de la siesta
Ni bares, ni quioscos, ni nada abierto...
¡Perdón! Sí, el bingo estaba abierto, pero no respondía a mis intereses.
Confitería cerrada en la
esquina de la peatonal 25 de Mayo y Pelagio Luna
Era una sensación muy extraña estar caminando
por una ciudad donde todo parecía abandonado. Así que no tuve más remedio que
regresar al hotel y enclaustrarme en mi habitación. Pero yo no tenía sueño ya
que en el coche cama había dormido perfectamente, así que puse el televisor
para hacer tiempo hasta que la tarde avanzara un poco.
Peatonal 25 de Mayo el martes 2 de marzo a las tres de la tarde
Con mucha ansiedad a las cuatro en punto salí
nuevamente. Por suerte la heladería de al lado del hotel estaba abierta, y de
esa manera pasaron algunos minutos más. Hasta que algún que otro vehículo
comenzaba a transitar por el Centro, aunque los comercios continuaban cerrados.
Calle Pelagio Luna cerca de las cinco de la tarde
Alrededor de las cinco de la tarde, algunos transeúntes tímidamente comenzaban a circular por las calles, y lentamente, un negocio tras otro, al cabo de una hora fue abriendo sus puertas.
Peatonal 25 de Mayo a la altura de la plaza homónima que se encontraba en refacciones
Siendo ya una hora prudencial continué con mi recorrida por los salones privados de la ciudad, y fue así que visité el del hotel Plaza, de cuatro estrellas.
Salón del hotel Plaza
Las instalaciones se adaptaban parcialmente a
nuestras necesidades, pero lo que me pareció más interesante, fueron la terraza
y su piscina, que a pesar de la elevada temperatura no contaba con ningún
bañista.
Piscina de la terraza del
hotel Plaza
Desde allí tomé varias fotografías panorámicas de la ciudad, como nunca antes había podido. Se veía perfectamente la Catedral y enfrentada en ochava, la Casa de Gobierno, sobre la calle 25 de Mayo esquina San Nicolás de Bari.
Basílica Menor San Nicolás
de Bari y Casa de Gobierno de la Provincia
La Rioja tenía muy pocos edificios en altura, siendo la Iglesia Catedral, el que se destacaba desde cualquier sector de la ciudad.
Cúpula del altar mayor de la Iglesia Catedral
La Rioja fue construida sobre un cono de
deyección del Velazco, cordón perteneciente al sistema de las sierras Pampeanas,
con picos que superaban los 4000 m.s.n.m. Ese hecho tuvo como ventajas no
solamente la fertilidad de esas tierras sino también la posibilidad de contar
con ciertas reservas de agua.
La ciudad estaba enmarcada
hacia el oeste por el cordón Velasco
Frente al hotel Plaza, en la misma calle San Nicolás de Bari se encontraba el Naindo, que ya había visitado antes del mediodía, y que, hasta ese momento, contaba con las mejores condiciones requeridas.
Hotel Naindo, de cinco estrellas, desde la terraza del hotel Plaza
Hacia el este, la ciudad, lejos de tener un marco montañoso, se había extendido hacia los Llanos, manteniendo un perfil predominantemente bajo.
Perfil de la ciudad de La Rioja, desde el hotel Plaza, hacia el este
Y a tan sólo una cuadra de la plaza 25 de Mayo, en la esquina de Rivadavia y 9 de Julio, se encontraba la Iglesia de la Merced, ocupando el solar asignado a la Orden Mercedaria al fundarse la ciudad en 1591. Se conservaban ruinas de la iglesia destruida durante el terremoto de 1894, habiéndose construido la actual a principios del siglo XX.
Iglesia de la Merced, en la
esquina de Rivadavia y 9 de Julio
Cuando bajé de la terraza, pretendí acordar algo con la gerencia o con algún encargado de eventos, pero la respuesta fue que oportunamente me enviarían un correo electrónico con la tarifa de cada uno de los servicios que requiriera. Y eso implicaba que en caso de tener que firmar algún contrato, debería acercarme nuevamente quién sabía en cuánto tiempo.
Fachada del hotel Plaza de
La Rioja Capital
Había
pasado un día entero y no había podido resolver nada. Y lo peor de todo era que
no había demasiadas ofertas más. Estaba muy cansada, y después de comer un
sándwich como cena, me fui al hotel pensando que me dormiría enseguida. ¡Pero
no! Fue una verdadera noche de perros, no sólo porque los escuché ladrar
persistentemente, sino porque el hecho de no haber podido concretar nada, me
obligaría a dedicar más tiempo y dinero, cosas ambas con las que contaba muy
limitadamente. Y supuestamente por todo eso, no había pegado un ojo en toda la
noche, había dado veinte vueltas en la cama, y me había sentido mareada. Por lo
tanto, me vino sueño durante la mañana, momento que debía disponer para hacer
todo tipo de trámites. Cuando me levanté, casi al mediodía, me enteré que mi
malestar, al margen de los otros hechos que coadyuvaron, había tenido que ver
con que se había producido un constante movimiento sísmico, de muy baja
intensidad, que era la consecuencia de una réplica en Chile, del fuerte
terremoto que se había producido tan solo tres días atrás. Y eso era lo que
había alterado a tantos perros de la ciudad.
Ya
había perdido toda la mañana, y también la tarde, así que intenté tratar de cerrar
trato con el hotel Naindo, pero la encargada de eventos ese día no había ido, y
el gerente estaba en una reunión fuera del edificio. Yo no tenía problemas en
esperarlo, pero nadie sabía con seguridad a qué hora vendría. Y por suerte, tal
como el Ángel de la Guarda, apareció Alejandro Nievas Castro, un investigador
riojano, con quien yo había estado en otros eventos internacionales fuera del
país, y quien se había ofrecido a colaborar en nuestro Encuentro Humboldt. Fue
a través de él que logramos que el gerente del Naindo nos atendiera casi a las
doce de la noche, y pudiéramos llegar a un arreglo aceptable.
A
la mañana siguiente intenté divulgar el Encuentro a través de los medios, pero
todo fue bastante frustrante. En el diario me pedían una cifra irrisoria por
anunciarlo, porque el Centro Humboldt no estaba radicado en La Rioja, y por esa
razón, la tarifa era excesiva. Y en las radios me pidieron que les dejara una
gacetilla que nunca supe si habían enviado al aire.
Luego almorcé en el restorán del Naindo, que tenía precios muy similares a otros lugares de menor categoría, pero con una calidad gastronómica excepcional, respetando los platos tradicionales riojanos.
Restorán del hotel Naindo
Y por la tarde, después de la hora de la siesta, claro, concreté en efectivo la reserva del salón y otros servicios del Naindo.
Lobby del hotel Naindo,
durante una muestra de diseño
Pero
la tarea no estaba concluida. Debía continuar viendo hoteles para recomendar a
los participantes, cuestión que no era para nada sencilla, porque La Rioja tenía
tarifas demasiado elevadas en función de la calidad de los servicios. De hecho,
en general en toda la Argentina, habría que restarle más de una estrella a las
ofertas hoteleras.
Lobby del hotel Libertador
Uno de los que tenía mejor relación calidad/precio, era el hotel Libertador, donde yo estaba hospedándome en ese momento.
Confitería del hotel Libertador
Y, además, estaba ubicado en la calle Buenos Aires, a solo cinco cuadras de donde iríamos a hacer el Encuentro.
Fachada del hotel Libertador
Ya cansada, y no del todo satisfecha con las gestiones realizadas, me dirigí a la terminal de ómnibus, con el fin de regresar a Buenos Aires.
Cardones en los jardines de la terminal de ómnibus de La Rioja
Y antes de la partida, me dispuse a tener una buena merienda en la confitería que era muy moderna y tenía un servicio muy bueno; y, además, una hermosa vista del Velazco.
Confitería de la terminal de ómnibus de La Rioja
La
terminal era muy nueva y tenía muchos locales, pero llamaban la atención dos
cosas. Una de ellas era la lentitud con que atendían, al punto de correr el
riesgo de perder el micro; y la otra, que habiendo objetos pequeños y de valor,
los puesteros se desplazaban de un lugar a otro buscando cambio, o bien para
conversar con el compañero de otro local, sin temor a que nadie les hurtara
nada. ¡Otro mundo en relación con Buenos Aires!
Plataformas de la terminal
de La Rioja
En dirección al sur tomamos la ruta de los Llanos, que, a diferencia del mes de julio, en que había estado la vez anterior, estaba bien verde porque todavía estaba presente el agua retenida durante las lluvias del verano.
Los Llanos Riojanos y al
fondo el cordón Velazco
Gran cantidad de olivos estaban en producción. La Rioja no sólo se destacaba por la calidad de sus aceitunas, sino también la de sus aceites, cuyo aroma y sabor eran excepcionales.
Olivares en los Llanos Riojanos
El viaje fue muy apacible por lo que después de la cena, y mientras pasaban una película, me dormí. Y al despertarme, lo primero que vieron mis ojos fue la villa de Retiro, que se encontraba a un paso de la terminal de ómnibus.
Villa de Retiro en la ciudad de Buenos Aires
La realidad, mostrada fríamente a través de las estadísticas, nos indicaba que la provincia de La Rioja estaba entre las más pobres del país, mientras que la Ciudad de Buenos Aires, era la que presentaba mejores condiciones de calidad de vida. Sin embargo, no todo era pobreza en La Rioja, ni todo bienestar en Buenos Aires. Pero la realidad está llena de contradicciones y desigualdades. Las peatonales, la hotelería de varias estrellas, y los locales de marcas internacionales constituían los escasos bolsones de riqueza de La Rioja; mientras que las villas y asentamientos, eran la manifestación del crecimiento de la pobreza en Buenos Aires, distrito de mejores condiciones relativas del país.
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