jueves, 23 de julio de 2020

En camino a Ubatuba



Era la última semana de octubre de 2009. En la localidad de Ubatuba, estado de Sao Paulo se hacía el XI Encuentro Internacional Humboldt. Y como en otras oportunidades, decidí ir por tierra. Salí desde la terminal de ómnibus de Retiro con mi hijo Martín (18), con la empresa Crucero del Norte, en un coche cama con todas las comodidades. Era el mediodía, pero el tiempo no nos ayudó y al cruzar el puente Zárate-Brazo Largo, la tormenta de agua y viento fue realmente temible. El ómnibus se movía muchísimo y casi no se veía el camino. Con esas condiciones meteorológicas circulamos toda la noche por la ruta número catorce o “ruta de la muerte”. Como íbamos en los primeros asientos del piso superior, dormí muy poco por las continuas frenadas y maniobras un tanto bruscas. Al llegar a Posadas, nos dieron un suculento desayuno en los talleres de la empresa, con medialunas recién hechas y calentitas. Enseguida continuamos viaje por la ruta número doce, la del Alto Paraná, pero el estado del tiempo no cambió.



Ruta número doce entre Posadas y Puerto Iguazú bajo una intensa lluvia



Todo el día igual. Entramos en territorio brasileño y las condiciones meteorológicas no mejoraron. De todos modos, pude ver nuevamente las extensiones sembradas con soja y la infraestructura del estado de Paraná.
  
Silos para guardar los productos de la cosecha camino a Maringá


Pasando la ciudad de Maringá, tornamos hacia el este, y en línea recta casi siguiendo la línea del Trópico de Capricornio, a lo largo de la segunda noche arribamos a la terminal de ómnibus de Sao Paulo. Allí tomamos algo fresco en el bar llamado Estaçao de Gula, que no sólo tenía una parte de un ómnibus en su interior, sino que los asientos de las mesas que se encontraban contra las paredes, había sido las de un micro.

Martín en la Estaçao de Gula de la terminal de Sao Paulo


Allí debíamos esperar a Omar que venía en vuelo en medio de la tormenta, y tomar otro ómnibus hasta Ubatuba.

En el estado de Sao Paulo por el camino hacia la costa


El ómnibus tomó un camino serpenteado que iba bajando suavemente hacia la costa. Estábamos en presencia de morros en los que se desarrollaban actividades agropecuarias.

Resabios de la mata originaria de la zona


Gran parte de la vegetación natural había sido talada y reemplazada por cultivos que no estaban orientados en relación con las curvas de nivel, sino en el sentido de la pendiente, lo que aumentaba la erosión, sobre todo si se tenía en cuenta de que se trataba de una zona de grandes precipitaciones en intensidad y volumen.

Cultivos cuyos surcos estaban orientados hacia la pendiente


Es evidente que gran parte de las inundaciones de la cuenca del Plata estaban directamente relacionadas con la falta de cobertura vegetal de la formación selvática originaria, de la que solamente quedaban algunos manchones.

Sólo manchones de la vegetación natural en los grandes establecimientos


A medida que nos acercábamos a la costa, comenzamos a ver condiciones naturales más conservadas, tal vez por no ser rentable o bien, por predominar la actividad turística.

 
Vegetación natural cercana a la costa


En el camino comenzaban a aparecer vendedores de distintos productos, pero los que predominaban eran los que ofrecían frutas, especialmente bananas.

Puesto de venta de bananas en el camino a la costa


Y después de muchas curvas y contracurvas, vimos el mar en la localidad de Caraguatatuba. Allí descendió la mayor parte de los pasajeros que en muchos casos iban munidos de equipos para la práctica del surf.

Playa de Caraguatatuba


Si bien la lluvia había parado, el viento continuaba fuerte y el sol, decididamente ausente.

Playas entre Caraguatatuba y Ubatuba


El ómnibus comenzó a bordear una gran cantidad de playas, muchas de ellas absolutamente vacías, hasta llegar a Ubatuba.
  
Playas del sur de Ubatuba


Las primeras playas que divisamos en Ubatuba pertenecían a barrios o establecimientos privados, pero las del Centro y norte eran públicas.

Costanera céntrica de Ubatuba


A pesar del día nublado, caminamos por la costanera como una forma de primer reconocimiento, hasta que nos encontramos con nuestros amigos y tuvimos un café de bienvenida.

En una confitería con Omar, Martín, Thelma, Nathan y Dionea


Cenamos temprano, más de lo que hubiésemos querido, debido a las costumbres locales, y a dormir para estar bien despiertos al día siguiente en que comenzaría la actividad académica.







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