miércoles, 29 de julio de 2020

De Retiro a Neuquén en ómnibus



En diciembre de 2009 me convocaron desde la Universidad Nacional del Comahue para desempeñarme como jurado de un concurso para la designación de titular de la asignatura “Geografía Argentina” dictada por el Departamento de Geografía. Y debido a que la estada iba a ser de sólo un día, me ofrecieron un pasaje aéreo. Sin embargo, yo preferí desplazarme por tierra, en parte debido a los inconvenientes que solían producirse en el tráfico aéreo, y fundamentalmente porque yo solía observar y tomar nota de todo lo que veía por la ventanilla; además ya hacía varios años que no transitaba esa ruta y como sabía que algunas cosas habían cambiado, pretendí tener una visión ocular al respecto.
Salí de la terminal de ómnibus de Retiro apenas pasado el mediodía. Sus alrededores no eran novedad para mí, ya que la frecuentaba permanentemente, pero, al estar sobre un asiento reclinable, descontracturada, y siendo pleno día, me detuve en la imagen panorámica del lugar que incluía al Kavanagh, a la plaza Fuerza Aérea Argentina con su Torre Monumental, y a la cúpula de la estación del ferrocarril General Belgrano.
El Kavanagh, diseñado por el Ingeniero Rodolfo Cervini, fue el primer edificio de hormigón armado destinado a viviendas en Buenos Aires. En 1936, año de su inauguración, con sus ciento veinte metros, era el más alto de Sudamérica, y contó con aire acondicionado centralizado provisto por la empresa estadounidense Carrier. Pese a este gran adelanto, por la lógica de la época, no tenía ni cocheras ni portero eléctrico. En 1994, la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil lo distinguió como “hito histórico internacional de la ingeniería”. Desde 1999 pertenecía al Patrimonio Mundial de la Arquitectura de la Modernidad por decisión de la UNESCO; y en el mismo año fue declarado Monumento Histórico Nacional, con lo cual los residentes quedaron eximidos del pago de impuestos.
La Torre Monumental y la Plaza Fuerza Aérea Argentina, fueron re-bautizadas con dichos nombres a posteriori de la Guerra de Malvinas, ya que previamente eran denominadas Torre de los Ingleses y Plaza Británica. La torre había sido construida por residentes británicos en 1910 con el fin de conmemorar el centenario de la Revolución de Mayo. De estilo palladiano, contaba con ornamentación y diferentes emblemas del Imperio Británico, y con un reloj que imitaba al de la Abadía de Westminster. Algunos de los materiales originales fueron reemplazados luego de los destrozos sufridos por un grupo de manifestantes durante el conflicto bélico.
Retiro era, sin duda, un nudo de comunicaciones, ya que además de la terminal de ómnibus y paradas de colectivos de gran cantidad de líneas que se desplazaban hacia diferentes barrios de la ciudad y localidades del conurbano, se localizaban tres grandes estaciones ferroviarias: Mitre, Belgrano y San Martín. De los tres edificios, el más imponente era el del Belgrano, de estilo academicista francés con una cúpula que se destacaba a lo lejos y databa de 1914.

El Kavanagh, la Torre Monumental en la plaza Fuerza Aérea Argentina,

y la cúpula de la estación del ferrocarril Belgrano, entre las del Mitre y del San Martín


Enseguida tomamos la avenida Eduardo Madero, que corría en dirección norte-sur desde la plaza Fuerza Aérea Argentina hasta el Parque Colón. Como siempre, estaba repleta de camiones que procedían del puerto y que dificultaban el tránsito, pero la lentitud con la que nos desplazábamos me permitió tomar fotografías de parte de las torres del gran complejo de negocios Catalinas Norte.


Algunas de las torres del Complejo Catalinas Norte


Torre Catalinas Norte, de ciento nueve metros, construida en 1975



Al cruzar la avenida Córdoba, dejamos atrás el barrio de Retiro e ingresamos al de Monserrat, y bordeamos el Parque Colón contiguo a la fachada posterior de la Casa Rosada.


Cruzando la avenida Córdoba por la avenida Eduardo Madero


El Ministerio de Economía, la Casa Rosada, el Parque Colón y la playa de estacionamiento

de la intersección de la avenida Eduardo Madero con la calle Teniente General Juan Domingo Perón


La Casa Rosada, sede del Poder Ejecutivo de la República Argentina, y Monumento Histórico Nacional desde 1942, fue construida en el lugar donde, entre los siglos XVI y XIX, se asentara una fortaleza con fines de defensa sobre la barranca del río de la Plata. Todos los terrenos lindantes hacia el este fueron ganados al río a partir de 1850.
Según la tradición, el color de la Casa de Gobierno se debía al deseo del Presidente Domingo Faustino Sarmiento de representar simbólicamente la fusión de los partidos que protagonizaron las cruentas guerras civiles de la primera mitad del siglo XIX, con la mezcla del blanco supuestamente usado por los unitarios y el rojo de los federales. La leyenda, sin embargo, parece improbable, ya que los unitarios se identificaban con el color celeste. Por otra parte, el color rosa era muy utilizado en la época como combinación de la pintura a la cal con la sangre bovina, por sus propiedades hidrófugas y fijadoras.


Casa de Gobierno de la República Argentina

y torre del Palacio de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires


En el Parque Colón se encontraba un monumento al navegante genovés, que fuera donado por la comunidad italiana con motivo del Centenario de la Revolución de Mayo.


Monumento a Cristónal Colón. Detrás, el Ministerio de Economía de la Nación


El monumento al “descubridor de América” se encontraba en el Parque Colón

lindando con la Casa Rosada


Continuamos transitando por la avenida Paseo Colón, rumbo al sur, hasta llegar a la autopista 25 de Mayo. Se trataba de una de las áreas más antiguas de la ciudad donde pude divisar, entre otros, al Railway Building, del que nadie hablaba a pesar de su importancia.
A principios del siglo XX, las compañías inglesas y francesas que administraban los ferrocarriles del Sud (Roca), Central Argentino (Mitre), del Oeste (Sarmiento), y Buenos Aires al Pacífico (San Martín), decidieron concentrar sus oficinas en un solo edificio, por lo que mandaron a construir el Railway Building, de estilos victoriano y eduardiano combinados, primer rascacielos de Buenos Aires, que comenzara a funcionar en 1914. Debido a que superaba la normativa de altura de la legislación porteña, fue solicitada una excepción que fue aprobada por el Concejo Deliberante y por el intendente Carlos Torcuato de Alvear. Cuando en 1947 se nacionalizaron los ferrocarriles, pasó a pertenecer a la empresa Ferrocarriles Argentinos, en 1955 a Aerolíneas Argentinas, y en 1994 fue transferido al Ministerio de Economía.


El Railway Building, en la avenida Paseo Colón esquina Adolfo Alsina



Ingresamos a la autopista 25 de Mayo en San Telmo y atravesamos los barrios de Constitución, San Cristóbal, Boedo, Parque Chacabuco, Flores y Parque Avellaneda, desde donde continuamos por la autopista Perito Moreno pasando por Villa Luro y Versalles.
  

Circulando por la autopista 25 de Mayo


Avenida Curapaligüe desde la autopista en el barrio de Parque Chacabuco


Barrio Parque Avellaneda




Predominio de casas bajas en los barrios del oeste de la ciudad de Buenos Aires


Desde la autopista Perito Moreno


Instalaciones del Club Atlético Vélez Sársfield


Estadio de Vélez Sársfield, una de las sedes del Mundial de Fútbol 78


Hicimos una parada en la terminal de Liniers donde subieron varios pasajeros. Llevábamos una hora y media sobre el micro y aun no habíamos dejado la ciudad de Buenos Aires. Tomamos el Acceso Oeste, y volvimos a parar en la terminal de Luján, desde donde recién nos dirigimos a la ruta nacional número cinco que atravesaba la provincia de Buenos Aires en dirección a la ciudad de Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa.

Barrio de Liniers, en el límite oeste de la ciudad de Buenos Aires


Desde la autopista Perito Moreno hacia el Acceso Oeste


La avenida General Paz constituía uno de los límites
entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires


Como era de esperar, extensos campos de soja reemplazaban a la diversidad productiva de años anteriores. Una gran disminución de ganado bovino lechero y de cultivos destinados al mercado interno, fueron una constante a través de todo el recorrido.

Campos de soja a ambos lados de la ruta nacional número cinco


El alambrado que controlaba el desplazamiento del ganado,
ya innecesario para el cultivo de soja


Escaso ganado lechero y menor cantidad de tambos en la provincia de Buenos Aires


Un antiguo molino en los campos bonaerenses


Hortalizas y frutales en algunas zonas


Campo cubierto con rastrojos


¡Y aparecieron los girasoles!


Llevábamos un atraso considerable debido al denso tránsito dentro del Centro de Buenos Aires y de conflictos generados por algunos pasajeros que habían subido en las terminales de Liniers y Luján a causa de que les habían vendido asientos ya ocupados, lo que fuera resuelto satisfactoriamente pero que indudablemente había demandado su tiempo.
Para colmo de males, repentinamente se largó una lluvia torrencial que obligó a los choferes a circular a paso de hombre. ¡No se veía absolutamente nada! Y en medio de semejante tormenta, ¡chocamos! Por suerte no fue nada grave, pero por cuestiones de protocolo el micro debió ser retenido y los pasajeros tuvimos que esperar que nos vinieran a buscar con otro vehículo.
Ya la lluvia había parado pero el sol había comenzado a ocultarse cuando recién estábamos próximos a la ciudad de Chivilcoy, a ciento sesenta kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.

Planta de la empresa láctea SanCor, próxima a la ciudad de Chivilcoy


Un hermoso atardecer pampeano


Febo en primer plano, lo que nunca podía ver desde la monumental Buenos Aires


En pocos minutos nuestra estrella más cercana desaparecería en el horizonte


Cuando nos sirvieron la cena, aun estábamos en la provincia de Buenos Aires, y enseguida me dormí. No me enteré si paró o no en la terminal de Santa Rosa y me desperté ya en Río Negro durante una parada previa al destino final. Finalmente llegamos a la capital neuquina con atraso, pero no tanto como el esperado, ya que seguramente en la zona desértica pampeana, donde el tráfico era escaso, había podido recuperar parte del tiempo perdido.
Neuquén, tal como gran parte de las ciudades de la Argentina había surgido en torno a la llegada del ferrocarril a principios del siglo XX, por lo cual la atravesaban las vías en sentido este-oeste. Había tenido un período de esplendor durante las décadas del sesenta y setenta, cuando además de la producción petrolera y frutícola, había recibido un espaldarazo político-económico como capital de la región-plan del Comahue, que incluía básicamente a las provincias de Neuquén y Río Negro. Pero posteriormente, con crisis periódicas en la producción y comercialización de la fruta en el valle del Río Negro y la definitiva desaparición del ferrocarril, sufrió un gran deterioro manifestado por los grandes cordones de marginalidad que fueron creciendo por diversas causas locales, regionales y nacionales.
En el camino entre la terminal de ómnibus y la Universidad, pasé por lo que otrora fueran los terrenos del ferrocarril Sud (Roca), convertidos en el Parque Central, y los galpones, en diversos espacios culturales.
  
Galpón de embarque de frutos convertido en la Sala de Arte “Emilio Saraco”


Continuamos por la avenida Coronel Olascoaga, donde en la intersección con Vuelta de Obligado se encontraba el Monumento a la Madre, obra del escultor cipoleño Atilio Morosin (1965), donado por la Policía de la Provincia del Neuquén.

 Monumento a la Madre en la avenida Coronel Olascoaga y Vuelta de Obligado


Hacia el norte la avenida Olascoaga se denominaba Argentina, y ya casi en sus últimas cuadras, sobre una barda, se encontraba la Universidad.
El concurso fue muy sencillo ya que se presentó una sola postulante con méritos suficientes para el cargo en cuestión, así que antes de redactar el dictamen, junto con otras personas involucradas, salimos a almorzar. El lugar era excelente tanto en sitio como desde el punto de vista gastronómico, por lo que estaba lleno de gente y tardaron muchísimo en atendernos.
Ya avanzada la tarde, después de completar los documentos pertinentes fuimos a festejar a Bonafide con una deliciosa merienda, y los anfitriones me llevaron hasta la terminal. No tenía reserva de boleto porque no sabía a qué hora me iba a desocupar, así que conseguí un servicio que salía casi a la medianoche, por lo que no iban a ofrecer cena. Entonces, mientras esperaba la partida, me tenté con un super-pancho al que le agregaron mostaza, mayonesa y mini-papitas fritas. ¡Una deliciosa chatarra!
Antes de dormirme, mientras pasábamos por el Alto Valle del Río Negro, pude ver los álamos balanceándose de un lado a otro por la fuerza del viento, y en semejante oscuridad, el paisaje se presentaba fantasmagórico. En esta oportunidad, el micro iría vía Bahía Blanca, llegando a Buenos Aires por la ruta nacional número tres. Pero sin contratiempos y en horario.

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