Al salir del Centro de Mérida, nos dirigimos hacia el noreste de la ciudad, y comenzamos a ascender por la montaña, donde una densa niebla nos impedía, por momentos, disfrutar del paisaje.
Densa niebla durante el ascenso por la sierra de La
Culata
La sierra de la Culata era el nombre que recibía uno de los dos cordones en que se dividía la zona andina venezolana entre los estados de Mérida y Trujillo, albergando algunos de los picos más altos del país.
Paisaje serrano con casas típicas y estilos de vida
tradicionales
La mayor parte de la sierra se encontraba protegida por el Parque Nacional Sierra de La Culata, que preservaba flora y fauna. No obstante, en el trayecto vimos varios establecimientos ganaderos, con predominio de vacas lecheras.
Cría de ganado en la sierra de La
Culata
Ganado lechero en verdes pastizales
La temperatura en la ciudad de Mérida era de 20ºC, pero a medida que ascendíamos, comenzó a bajar bruscamente, llegando a casi 10ºC al superar los 2800 m.s.n.m., por lo que Luis tuvo que cubrir a Juancito con su campera para protegerlo del frío.
Con la familia Sandia en la sierra de La Culata cerca
de los 2900 m.s.n.m.
Con Luz, Juan Luis y Omar
La zona contaba con variedad de alojamientos y establecimientos gastronómicos donde los citadinos podían pasar momentos de esparcimiento y relax.
Restaurant Villa Claudia a 2892
m.s.n.m.
Las temperaturas en esa zona
oscilaban entre -2ºC y 22ºC
El bioma característico del lugar era un bosque nublado bajo, siendo el árbol autóctono el Coloradito, pero en muchos sectores se había reemplazado por plantaciones de pinos que no dejaban crecer otras especies debajo de su ramaje.
Plantación de pinos que limitaba el crecimiento de
otras especies
Después de un avistaje del lugar con las
explicaciones pertinentes que nos daba Luis, paramos en una bonita confitería
para tomar un exquisito chocolate con tortas artesanales. Allí permanecimos un
buen rato conversando acerca de cuestiones personales, profesionales y sobre la
situación política de nuestros respectivos países.
Además de la calidad de las infusiones y las
confituras, el sitio era por demás cálido, no sólo en cuanto a la temperatura,
sino respecto del ambiente social. Y cuando les hicimos saber a Luis y Luz, lo
mucho que nos había agradado el lugar amén de su compañía, nos comentaron que
todo estaba diseñado en función del Feng Shui.
El Feng Shui consistía en un ancestral sistema chino de estética que pretendía utilizar la doctrina taoísta para armonizar el ambiente, y lograr así el flujo energético positivo de las corrientes de la Naturaleza, considerando que el Hombre es parte de ésta. Se trataba de una práctica absolutamente geográfica, ya que se basaba principalmente en la adecuada localización de los elementos en el espacio.
Casa de cafés, chocolate y tés diseñada en función
del Feng Shui
Los jardines eran muy importantes en el Feng Shui por ser las plantas símbolo de vida, pero a la vez, éstas debían estar bien combinadas para que ningún elemento destaque por encima de los demás. Los caminos eran esenciales, debían ser sinuosos o con curvas para facilitar la circulación de la energía natural.
Con Luz de Sandia en los jardines de la chocolatería
La armonía en el Feng Shui se caracterizaba por equilibrar el Yin y el Yang. Un jardín demasiado oscuro, húmedo y con mucha vegetación sería demasiado Yin; y uno árido, absolutamente abierto, excesivamente Yang. Por lo que lo ideal consistía en colocar plantas y flores de colores cálidos, combinado con espacios libres, tal como se había hecho en el que nos encontrábamos.
Plantas con hojas de color rosa intenso
Grupos florísticos muy bien cuidados
Flores de colores cálidos
Y como en todo lugar representativo del Feng Shui, no podía faltar el estanque con peces de colores, ya que el agua en la mitología china siempre ha estado asociada a la riqueza, porque todos los productos del mar y de los ríos constituían una importante fuente de alimentación. Pero el agua no debía estar estancada, ya que era símbolo de muerte, de parálisis; y para que la energía fluyera, debía estar limpia y en movimiento, fuera con peces que produjeran suaves corrientes o bien en forma de cascada.
Estanque de peces que ponían al agua en movimiento
Y muy a pesar de nuestros deseos, tuvimos que
emprender el regreso. Ya estaba cayendo la tarde y la idea era llegar a Mérida
antes de que se hiciera de noche. Pero nos atrasamos un poco debido a que en
varias ocasiones encontramos grupos de personas caminando sobre la carretera,
en aparente procesión. Luis y Luz nos dijeron que se trataba de paraduras.
La paradura era una tradición de Mérida que consistía en que alguien se robaba al Niño Jesús, por lo que salían a buscarlo cantando, rezando, tirando petardos y bebiendo. Y al encontrarlo lo ponían de pie, por lo que los pesebres se mantenían hasta el 2 de febrero, fiesta de la Virgen de la Candelaria. Entonces comprendimos el porqué de los anuncios de los pesebres del terminal de ómnibus y de diversos locales, donde se anunciaban las paraduras para determinadas fechas y horarios.
Pesebre
del salón central del terminal de buses
de Mérida
donde
se anunciaba la paradura el 2 de febrero a las 7 p. m.
Otro
pesebre, en el bar del terminal de ómnibus de Mérida
Además de la belleza del paisaje, todas esas
expresiones culturales, tanto las tradicionales como las incorporadas desde
Oriente, respetadas por toda la sociedad, hicieron que Mérida y sus alrededores
tuvieran un plus que la convirtieran en nuestra ciudad preferida de Venezuela.
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