El domingo 22 por la mañana partimos desde Cartagena de Indias rumbo a Santa Marta, en un ómnibus de la empresa Expreso Brasilia. Y tras más de dos horas circulando por la Carretera Troncal del Caribe, llegamos a la ciudad de Barranquilla.
Y allí recordé inmediatamente un tema musical
que interpretaban Los Wawancó, una banda de música tropical que había tenido su
origen en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires,
cuando un grupo de estudiantes universitarios oriundos de Colombia, Chile,
Costa Rica, Perú y Argentina, se unieron formando un grupo considerado
fundacional de la cumbia en la Argentina. Y, una de las canciones más famosas,
compuesta por Juan Carlos Velázquez, Eduardo Franco Da Silva y Leonardo Franco
Da Silva Zannier, se denominaba “Se va el caimán”,
y decía así:
Barranquilla era una ciudad con una población algo mayor a un millón de
habitantes, capital del departamento Atlántico, siendo, a la vez un importante
puerto en la desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe. Sin embargo, nos
llamó la atención la cantidad de motocarros, que esperaban trasladar a los
clientes de un destacado almacén, lo que indicaba la precariedad del lugar.
Pasando por
Barranquilla
Motocarros en Barranquilla
Desembocadura
del río Magdalena en el mar Caribe
La zona se caracterizaba por la presencia de
ciénagas, entre las cuales, la más extensa era la Grande de Santa Marta, que se
trataba de una laguna de agua salobre contigua al océano y solo separada por
una barra de arena permeable, con agua dulce que ingresaba mediante el sistema
de lagunas interconectadas, y de los ríos que descendían de la Sierra Nevada de
Santa Marta.
La vegetación de la ecorregión se componía
tanto por los bosques de mangle que albergaban una rica fauna ictícola como de
anfibios, así como de herbáceas donde abundaban los reptiles, mamíferos, y
aves.
A la vez, en una economía de subsistencia, se podían ver poblaciones viviendo en un grado de extremada pobreza.
Ciénagas entre
Barranquilla y Santa Marta
Oleaje
en el mar desde la carretera Troncal del Caribe
Abundante
vegetación herbácea en las costas del Caribe Colombiano
Pobreza extrema
en los bordes de las ciénagas
Vista
parcial de la Ciénaga Grande de Santa Marta
En dos horas más de trayecto estábamos
cruzando las vías del ferrocarril de la ciudad de Santa Marta. ¡Y otra vez me
vino a la mente un tema de “Los Wawancó”! Se trataba de la
cumbia colombiana “Santa Marta
tiene tren”, de Manuel Medina
Moscote, que decía así:
Yo no entendía cuál era la importancia de que tuviera tren, pero no tranvía; y enseguida los samarios me lo hicieron saber. Ellos decían que, si bien Santa Marta podía sentirse orgullosa de que el tren había sido protagonista del desarrollo de su economía en función del comercio exterior, el no tener tranvía, demostraba que le faltaba mucho para convertirse en una gran ciudad como lo Bogotá, que sí tiempo atrás había contado con ese medio de transporte típicamente urbano.
Santa Marta tiene tren…
Desde la terminal de ómnibus de Santa Marta, en un taxi nos dirigimos hacia el Centro Histórico, y nos alojamos en el hotel Roca & Mar, ubicado en la calle 16 entre las carreras 1C y 2, justo enfrente del edificio de la Gobernación de Magdalena, departamento del cual, Santa Marta era su capital.
Gobernación
de Magdalena en la Calle 16
Dejamos nuestros
enseres y salimos a recorrer la ciudad.
Primeramente,
cruzamos la Carrera 1 c, y ya en el camellón nos llamaron la atención las
esculturas dedicadas a la comunidad Tayrona.
Los tayronas
eran un grupo de filiación chibcha que habían habitado las faldas de la Sierra
Nevada de Santa Marta, y la franja costera del mar Caribe. Dentro de su
territorio todos los pueblos estaban comunicados por una red de caminos de
piedra; y hacían terrazas que se utilizaban para las labores agrícolas, evitando
así la erosión. Sus casas tenían forma circular, construidas generalmente sobre
terrazas de piedra, los muros eran de adobe y piedras pequeñas y estaban
pintados con cal y agua, no tenían ventanas y los techos eran de palma de
montaña; y a partir de canalizaciones se llevaba agua de montaña a las
viviendas. El tamaño de la casa indicaba la importancia del morador, y también
se hacían edificios especiales como templos y almacenes. Uno de los sitios
arqueológicos más conocidos era la Ciudad Perdida, donde se cree que había sido
habitada por entre mil quinientas y dos mil cuatrocientas personas.
El primer contacto con los conquistadores españoles se dio en 1498 con la llegada de Fernando González de Oviedo, con quien los caciques establecieron relaciones comerciales. Pero desde 1525, con la fundación de Santa Marta por Rodrigo de Bastidas, los españoles intentaron establecer una colonia, y ese hecho generó grandes períodos de conflicto y guerra en los que se intentaba dominar a las comunidades, seguidos de años de tensa calma en que los conquistadores se veían forzados a establecer relaciones pacíficas. Más de una vez, los Tayrona quemaron Santa Marta, conquistaron el fuerte español y comerciaron con piratas ingleses y franceses, consiguiendo limitar el crecimiento de la colonia española. Pero entre 1599 y 1600, el Gobernador de Santa Marta, Juan Guiral Velón, emprendió una intensa campaña militar capturando a los caciques, y tras degollarlos y descuartizarlos, los pobladores que no pudieron escapar hacia las montañas, fueron entregados a los encomenderos. Si bien quedaban pocos descendientes puros, una parte de la población de Santa Marta era mestiza o zamba con sangre Tayrona.
Escultura de un
indígena Tayrona
Enseguida nos encontramos ante las playas del Centro, sobre la bahía de Santa Marta, que si bien contaban con muchos bañistas, tuvimos la impresión de que estaban muy contaminadas.
Playa
del Centro, aparentemente, muy contaminada en la bahía de Santa Marta
Playa
popular en la bahía de Santa Marta
Y justo enfrente, se podía ver el islote del
Morro, de 65 m.s.n.m., que se había formado a partir de la erosión de montañas
sumergidas en el mar.
Dicho accidente geográfico, considerado
sagrado para las etnias que habitaban la Sierra Nevada de Santa Marta, había
constituido un punto de defensa al construirse un fuerte y baterías, tanto
contra los ataques de piratas como durante acontecimientos destacados en la
Independencia y en la República.
Pero, en 2012, cuando nosotros nos encontrábamos en Santa Marta, era un sitio turístico contando con un faro, de los pocos existentes.
Faro Isla El Morro en la bahía de Santa Marta
Tomando la Carrera 1c, paralela al malecón, a unos doscientos metros, llegamos al parque Bolívar, donde se erigía un conjunto escultórico en el cual se destacaba la imagen severa, en pose soberbia y desafiante del Libertador Simón Bolívar en su caballo, con mirada hacía el horizonte. Emplazada en el año 1953, y según la placa que la acompañaba, era obra del escultor italiano Leone Tommasi, como tributo al “Libertador de Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, Venezuela y fundador de Bolivia”.
Monumento al Libertador en el parque Bolívar
Y como ya
estábamos sobre el mediodía, nos detuvimos a almorzar en uno de los restoranes
que ofrecían servicios al aire libre, y de buena calidad y precio.
Bares y restoranes sobre la Carrera 1 C
Volvimos a la
costa y comenzamos una caminata por el paseo Bastidas desde donde tuvimos una
nueva vista del islote del Morro, los guinches del puerto de Santa Marta, de
barcos de turismo, y de todo el cordón de playas, hasta llegar a las marinas en
la otra punta del sector costanero, donde estaban amarrados veleros y lanchas
de lujo. Y a lo largo de todo el recorrido nos topamos con una gran cantidad de
venta de alimentos y bebidas, prevaleciendo las cevicherías y los jugos de
frutas.
Paralelamente, frente al camellón, además de hoteles como el Turismar y el Park Hotel, se destacaban edificios lujosos como el Bahía Centro.
El hotel Turismar sobre la Carrera 1
La isla El Morro desde la costa de la bahía de Santa
Marta
En las cercanías del puerto de Santa Marta
Playa en el paseo Bastidas
Barco de turismo
Paseo Bastidas frente al puerto de Santa Marta
Mucha gente en la playa del paseo Bastidas
Playa frente al Park Hotel
Venta de jugos naturales en el paseo Bastidas
CEVICHERÍA “EL JOSE”
Puestos de venta en el paseo Bastidas
Venta
de jugos y alimentos en el paseo Bastidas
Gran cantidad de gente en la playa del Centro
Edificio Bahía Centro
Marina Santa Marta
Puerto de veleros
Como no teníamos intenciones de sumergirnos en el mar, decidimos deambular por el Centro Histórico, donde también había venta callejera de jugos de fruta, pero preferimos hacer una pausa y tomar algo fresco, sentados cómodamente a la sombra, en uno de los barcitos ubicados en una peatonal arbolada.
Deambulando por las
calles de Santa Marta
Venta de jugos en una calle peatonal
Carrera 4 entre las calles 18 y 19
Barcitos y tiendas de arte en una peatonal arbolada
Andando sin rumbo nos detuvimos más de una vez
observando la arquitectura singular de algunos caserones del Centro Histórico,
y, sin darnos cuenta, nos encontramos ante un espacio verde con una pérgola
denominado oficialmente “Parque Santander”, en honor al militar y
político colombiano Francisco de Paula Santander, de quien albergaba una
estatua en su zona central. Sin embargo, nadie la nombraba de esa manera sino “Placita
Vieja”, por haber sido una zona anegable donde posteriormente
se había convertido en plaza de mercado de carnes, y tras su renovación, los
samarios lo pasaron a llamar “Parque de los Novios”.
Y si bien, se trataba de un área donde la peatonalización de las carreras circundantes le había dado mayor nivel social y comercial, quienes se encontraban en situación de calle, recurrían a su sombra para descansar.
Una arquitectura singular en el Centro Histórico de
Santa Marta
Parque de los Novios
Una de las varias personas en situación de calle
Aunque el Centro Histórico de Santa Marta era interesante, tanto sus edificios como sus balcones no tenían ni la jerarquía ni el mantenimiento de los de Cartagena de Indias.
Balcones más modestos que los de Cartagena de Indias
Elementos antiguos
y modernos en la Carrera 3
Centro
Comercial Bolívar en la Calle 15 y Carrera 3
Pronto estuvimos ante la Catedral Basílica Menor de Santa Marta o Parroquia del Sagrario y San Miguel, cuya primera piedra había sido puesta en 1766. De estilo renacentista, contaba con una torre rectangular con un campanario en su parte superior, y una cúpula al fondo del templo. Allí yacían los restos de Rodrigo de Bastidas, el fundador de la ciudad.
Frontispicio de la Basílica Catedral de Santa Marta o
Parroquia del Sagrario y San Miguel
Torre campanario de la Catedral Basílica de Santa
Marta cuando eran las 16:28
Vista lateral de la basílica desde la plaza con la
cúpula al fondo del templo
En los alrededores de la Catedral volvíamos a ver no solamente gente durmiendo en la calle sino edificios que denotaban un pasado floreciente, aunque sin el esplendor de Cartagena de Indias ni las políticas de conservación apropiadas.
A cada paso gente durmiendo en la calle
Muchos edificios con escaso grado de conservación
En
la esquina de la Calle 17 (Calle Real o Calle Grande) con la Carrera 4
(Callejón Real o Calle de Don Pedro Salas), se encontraba una mansión edificada
en 1745, que había pertenecido a Joseline Henríquez, elegante dama francesa
conocida como Madame Augustine. La mujer se había hecho famosa a partir de que
las malas lenguas afirmaran que habría tenido amores con el Dr. Alejandro
Próspero Reverand, médico que había atendido al Libertador Simón Bolívar en sus
últimos días de vida.
Casa de Madame Augustine en la esquina
de Carrera 4 y Calle 17
Edificio de Planeación Distrital en la Calle 16
Doblamos por la Calle 15, y por la Carrera 3 llegamos hasta la Calle 14 donde se localizaba la Alcaldía de Santa Marta o Palacio Municipal, frente al parque Bolívar. Se trataba de un edificio de estilo neoclásico que databa de 1930, y que contenía en el frontispicio el escudo de Colombia, ya que se había erigido para albergar a la Gobernación del Magdalena, que fuera trasladada en 1975, a otro inmueble.
Caminando por la Calle 15. Al fondo el parque Bolívar
La Carrera 3 desde la Calle 15
Fachada de la Alcaldía en la Calle 14 entre las
carreras 2 y 3, de estilo neoclásico
Desde la Carrera 3 por la Calle 13 fuimos hasta la Carrera 4 donde se encontraba la Parroquia San Francisco de Asís, contigua a la plaza de San Francisco. Había sido construida en el año 1597, pero en 1676, un grupo de filibusteros y corsarios afines a Henry Morgan la había convertido en una cárcel de mujeres. En 1834 un fuerte terremoto sacudió a Santa Marta y destruyó parte de la iglesia. El 29 de junio de 1962 el templo se incendió debido al fuego de una vela que alcanzó el mantel del altar mayor, y de esa catástrofe solo se salvaron la fachada colonial y la escultura del Cristo Negro. Después de las obras que la reconstruyeron, el nuevo edificio fue inaugurado en 1964. La fachada colonial constaba de un óculo central y dos ventanas a los lados de la entrada, y en las esquinas del campanario y de la fachada había pequeñas pirámides de mampostería.
Tertulia en la Carrera 3
Por la peatonal Carrera 3
Parroquia San Francisco de Asís en la Calle 13 y
Carrera 4
Frente a la iglesia estaba el Centro Comercial Las Vegas donde se vendían artículos variados, y al estar cerrado por ser domingo, en su vereda se habían instalado vendedores de bebidas alcohólicas y cigarrillos.
Centro Comercial Las Vegas en la Calle 13 y Carrera 4
Al avanzar por la Carrera 4 hasta la Calle 12, vislumbramos una zona de deterioro y marginalidad que se mostraban no solo ante un cartel pintado en una pared que pedía que por amor a Santa Marta no se arrojara basura ni se orinara a través de las rejas de esa propiedad, sino la existencia de un hotel de dudosa calidad y la presencia de trabajadoras sexuales de bajo nivel.
Inscripción en la intersección de la Carrera 4 con
Calle 12:
POR AMOR
A Sta. Mta
NO
Arrojar BASURAS
NI
Orinarse Aquí
HOTEL TAFF, en la Calle 12 entre las carreras 4 y 3
Sin embargo, a pocos metros, volviendo a la Carrera 3 por la Calle 12, se encontraba el Consulado de Italia, y otros edificios antiguos muy bien ornamentados, aunque no todos con buen mantenimiento.
Balcones del Consulado de Italia en la Carrera 3
desde la Calle 12
Antiguos edificios con ornamentos
Volvimos al hotel Roca & Mar y después de un breve descanso, fuimos hasta la bahía a disfrutar de una hermosa puesta de sol, que se reflejaba en el mar.
Gente en la playa hasta ponerse el sol
Puesta
de sol en la marina
El sol y las palmeras
Aunque el sol ya se había ido, la luminosidad persistía, permitiendo que todas las actividades continuaran en el paseo de Bastidas, así como que mucha gente permaneciera en la playa, ya que la temperatura seguía siendo elevada.
El movimiento continuaba en el paseo de Bastidas
Veleros y lanchas de lujo
La temperatura permitía que la gente siguiera en la
playa
Reflejos del sol en los edificios
Palmeras en la playa
A diferencia de otras ciudades de la región,
Santa Marta tenía más noche, por lo que pudimos cenar a las veintitrés; y
algunos lugares estaban abiertos hasta las cuatro de la mañana.
Siendo la medianoche, toda clase de gentes andaba por el malecón, paseando, bailando, ofreciendo sus mercaderías o pidiendo limosnas.
Santa
Marta tenía noche…
Y después de recorrer nuevamente la avenida principal, en camino hacia el hotel, volvimos a ver a unos perros que dormían desde la tarde en medio del barullo circundante, ¡y a los que nunca pudimos ver despiertos!
¡Nunca los vimos despiertos…!
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