viernes, 10 de mayo de 2024

Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía…

 El domingo 22 por la mañana partimos desde Cartagena de Indias rumbo a Santa Marta, en un ómnibus de la empresa Expreso Brasilia. Y tras más de dos horas circulando por la Carretera Troncal del Caribe, llegamos a la ciudad de Barranquilla.

Y allí recordé inmediatamente un tema musical que interpretaban Los Wawancó, una banda de música tropical que había tenido su origen en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, cuando un grupo de estudiantes universitarios oriundos de Colombia, Chile, Costa Rica, Perú y Argentina, se unieron formando un grupo considerado fundacional de la cumbia en la Argentina. Y, una de las canciones más famosas, compuesta por Juan Carlos Velázquez, Eduardo Franco Da Silva y Leonardo Franco Da Silva Zannier, se denominaba “Se va el caimán”, y decía así:

Voy a empezar mi relato, con alegría y con afán
En la población de Plato, se volvió un hombre caimán
Se va el caimán, se va el caimán, (se va para Barranquilla)
Un día que me fui a bañar, por la mañana temprano
Vi un caimán muy singular, con cara de ser humano
Se va el caimán, se va el caimán, (se va para Barranquilla)
Lo que come ese caimán, es digno de admiración
Come queso y come pan, y toma tragos de ron
Se va el caimán, se va el caimán, (se va para Barranquilla)
Lo que come ese caimán, es digno de admiración
Come queso y come pan, y toma tragos de ron
Se va el caimán, se va el caimán, (se va para Barranquilla)
Se va el caimán, se va el caimán

 

Barranquilla era una ciudad con una población algo mayor a un millón de habitantes, capital del departamento Atlántico, siendo, a la vez un importante puerto en la desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe. Sin embargo, nos llamó la atención la cantidad de motocarros, que esperaban trasladar a los clientes de un destacado almacén, lo que indicaba la precariedad del lugar.

 

Pasando por Barranquilla

  

Motocarros en Barranquilla

  

Desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe

  

La zona se caracterizaba por la presencia de ciénagas, entre las cuales, la más extensa era la Grande de Santa Marta, que se trataba de una laguna de agua salobre contigua al océano y solo separada por una barra de arena permeable, con agua dulce que ingresaba mediante el sistema de lagunas interconectadas, y de los ríos que descendían de la Sierra Nevada de Santa Marta.

La vegetación de la ecorregión se componía tanto por los bosques de mangle que albergaban una rica fauna ictícola como de anfibios, así como de herbáceas donde abundaban los reptiles, mamíferos, y aves.

A la vez, en una economía de subsistencia, se podían ver poblaciones viviendo en un grado de extremada pobreza. 

Ciénagas entre Barranquilla y Santa Marta

  

Oleaje en el mar desde la carretera Troncal del Caribe

  

Abundante vegetación herbácea en las costas del Caribe Colombiano

  

Pobreza extrema en los bordes de las ciénagas

  

Vista parcial de la Ciénaga Grande de Santa Marta

  

En dos horas más de trayecto estábamos cruzando las vías del ferrocarril de la ciudad de Santa Marta. ¡Y otra vez me vino a la mente un tema de “Los Wawancó”! Se trataba de la cumbia colombiana “Santa Marta tiene tren”, de Manuel Medina Moscote, que decía así:

Santa Marta, Santa Marta tiene tren
Santa Marta tiene tren
Pero no tiene tranvía

Si no fuera por las olas (ay, caramba)
Santa Marta moriría (ay, caramba)
Las muchachas, las muchachas bogotanas
Las muchachas bogotanas
No saben ni dar un beso

En cambio, las argentinas (ay, caramba)
Estiran hasta el pescuezo (ay, caramba)
Cartagena, Cartagena tiene mar
Cartagena tiene mar
Pero no tiene montañas

Y a pesar de ser caliente (ay, caramba)
Todo el que va allí se amaña (ay, caramba)
Santa Marta, Santa Marta tiene tren
Santa Marta tiene tren
Pero no tiene tranvía

Si no fuera por las olas (ay, caramba)
Santa Marta moriría (ay, caramba)

Yo no entendía cuál era la importancia de que tuviera tren, pero no tranvía; y enseguida los samarios me lo hicieron saber. Ellos decían que, si bien Santa Marta podía sentirse orgullosa de que el tren había sido protagonista del desarrollo de su economía en función del comercio exterior, el no tener tranvía, demostraba que le faltaba mucho para convertirse en una gran ciudad como lo Bogotá, que sí tiempo atrás había contado con ese medio de transporte típicamente urbano. 

Santa Marta tiene tren…

  

Desde la terminal de ómnibus de Santa Marta, en un taxi nos dirigimos hacia el Centro Histórico, y nos alojamos en el hotel Roca & Mar, ubicado en la calle 16 entre las carreras 1C y 2, justo enfrente del edificio de la Gobernación de Magdalena, departamento del cual, Santa Marta era su capital. 

Gobernación de Magdalena en la Calle 16

  

Dejamos nuestros enseres y salimos a recorrer la ciudad.

Primeramente, cruzamos la Carrera 1 c, y ya en el camellón nos llamaron la atención las esculturas dedicadas a la comunidad Tayrona.

Los tayronas eran un grupo de filiación chibcha que habían habitado las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, y la franja costera del mar Caribe. Dentro de su territorio todos los pueblos estaban comunicados por una red de caminos de piedra; y hacían terrazas que se utilizaban para las labores agrícolas, evitando así la erosión. Sus casas tenían forma circular, construidas generalmente sobre terrazas de piedra, los muros eran de adobe y piedras pequeñas y estaban pintados con cal y agua, no tenían ventanas y los techos eran de palma de montaña; y a partir de canalizaciones se llevaba agua de montaña a las viviendas. El tamaño de la casa indicaba la importancia del morador, y también se hacían edificios especiales como templos y almacenes. Uno de los sitios arqueológicos más conocidos era la Ciudad Perdida, donde se cree que había sido habitada por entre mil quinientas y dos mil cuatrocientas personas.

El primer contacto con los conquistadores españoles se dio en 1498 con la llegada de Fernando González de Oviedo, con quien los caciques establecieron relaciones comerciales. Pero desde 1525, con la fundación de Santa Marta por Rodrigo de Bastidas, los españoles intentaron establecer una colonia, y ese hecho generó grandes períodos de conflicto y guerra en los que se intentaba dominar a las comunidades, seguidos de años de tensa calma en que los conquistadores se veían forzados a establecer relaciones pacíficas. Más de una vez, los Tayrona quemaron Santa Marta, conquistaron el fuerte español y comerciaron con piratas ingleses y franceses, consiguiendo limitar el crecimiento de la colonia española. Pero entre 1599 y 1600, el Gobernador de Santa Marta, Juan Guiral Velón, emprendió una intensa campaña militar capturando a los caciques, y tras degollarlos y descuartizarlos, los pobladores que no pudieron escapar hacia las montañas, fueron entregados a los encomenderos. Si bien quedaban pocos descendientes puros, una parte de la población de Santa Marta era mestiza o zamba con sangre Tayrona. 

Escultura de un indígena Tayrona

  

Enseguida nos encontramos ante las playas del Centro, sobre la bahía de Santa Marta, que si bien contaban con muchos bañistas, tuvimos la impresión de que estaban muy contaminadas. 

Playa del Centro, aparentemente, muy contaminada en la bahía de Santa Marta

  

Playa popular en la bahía de Santa Marta

  

Y justo enfrente, se podía ver el islote del Morro, de 65 m.s.n.m., que se había formado a partir de la erosión de montañas sumergidas en el mar.

Dicho accidente geográfico, considerado sagrado para las etnias que habitaban la Sierra Nevada de Santa Marta, había constituido un punto de defensa al construirse un fuerte y baterías, tanto contra los ataques de piratas como durante acontecimientos destacados en la Independencia y en la República.

Pero, en 2012, cuando nosotros nos encontrábamos en Santa Marta, era un sitio turístico contando con un faro, de los pocos existentes. 

Faro Isla El Morro en la bahía de Santa Marta

  

Tomando la Carrera 1c, paralela al malecón, a unos doscientos metros, llegamos al parque Bolívar, donde se erigía un conjunto escultórico en el cual se destacaba la imagen severa, en pose soberbia y desafiante del Libertador Simón Bolívar en su caballo, con mirada hacía el horizonte. Emplazada en el año 1953, y según la placa que la acompañaba, era obra del escultor italiano Leone Tommasi, como tributo al “Libertador de Colombia, Ecuador, Panamá, Perú, Venezuela y fundador de Bolivia”. 

Monumento al Libertador en el parque Bolívar

  

Y como ya estábamos sobre el mediodía, nos detuvimos a almorzar en uno de los restoranes que ofrecían servicios al aire libre, y de buena calidad y precio.

 

Bares y restoranes sobre la Carrera 1 C

  

Volvimos a la costa y comenzamos una caminata por el paseo Bastidas desde donde tuvimos una nueva vista del islote del Morro, los guinches del puerto de Santa Marta, de barcos de turismo, y de todo el cordón de playas, hasta llegar a las marinas en la otra punta del sector costanero, donde estaban amarrados veleros y lanchas de lujo. Y a lo largo de todo el recorrido nos topamos con una gran cantidad de venta de alimentos y bebidas, prevaleciendo las cevicherías y los jugos de frutas.

Paralelamente, frente al camellón, además de hoteles como el Turismar y el Park Hotel, se destacaban edificios lujosos como el Bahía Centro. 

El hotel Turismar sobre la Carrera 1

  

La isla El Morro desde la costa de la bahía de Santa Marta

  

En las cercanías del puerto de Santa Marta

  

Playa en el paseo Bastidas

  

Barco de turismo

  

Paseo Bastidas frente al puerto de Santa Marta

  

Mucha gente en la playa del paseo Bastidas

  

Playa frente al Park Hotel

  

Venta de jugos naturales en el paseo Bastidas

  

CEVICHERÍA “EL JOSE”

  

Puestos de venta en el paseo Bastidas

  

Venta de jugos y alimentos en el paseo Bastidas

 

 

Gran cantidad de gente en la playa del Centro

 

Edificio Bahía Centro

  

Marina Santa Marta

  

Puerto de veleros

  

Como no teníamos intenciones de sumergirnos en el mar, decidimos deambular por el Centro Histórico, donde también había venta callejera de jugos de fruta, pero preferimos hacer una pausa y tomar algo fresco, sentados cómodamente a la sombra, en uno de los barcitos ubicados en una peatonal arbolada. 

Deambulando por las calles de Santa Marta

 

Venta de jugos en una calle peatonal

  

Carrera 4 entre las calles 18 y 19

  

Barcitos y tiendas de arte en una peatonal arbolada

  

Andando sin rumbo nos detuvimos más de una vez observando la arquitectura singular de algunos caserones del Centro Histórico, y, sin darnos cuenta, nos encontramos ante un espacio verde con una pérgola denominado oficialmente “Parque Santander”, en honor al militar y político colombiano Francisco de Paula Santander, de quien albergaba una estatua en su zona central. Sin embargo, nadie la nombraba de esa manera sino “Placita Vieja”, por haber sido una zona anegable donde posteriormente se había convertido en plaza de mercado de carnes, y tras su renovación, los samarios lo pasaron a llamar “Parque de los Novios”.

Y si bien, se trataba de un área donde la peatonalización de las carreras circundantes le había dado mayor nivel social y comercial, quienes se encontraban en situación de calle, recurrían a su sombra para descansar. 

Una arquitectura singular en el Centro Histórico de Santa Marta

 

Parque de los Novios

  

Una de las varias personas en situación de calle

  

Aunque el Centro Histórico de Santa Marta era interesante, tanto sus edificios como sus balcones no tenían ni la jerarquía ni el mantenimiento de los de Cartagena de Indias. 

Balcones más modestos que los de Cartagena de Indias

  

Elementos antiguos y modernos en la Carrera 3

  

Centro Comercial Bolívar en la Calle 15 y Carrera 3

  

Pronto estuvimos ante la Catedral Basílica Menor de Santa Marta o Parroquia del Sagrario y San Miguel, cuya primera piedra había sido puesta en 1766. De estilo renacentista, contaba con una torre rectangular con un campanario en su parte superior, y una cúpula al fondo del templo. Allí yacían los restos de Rodrigo de Bastidas, el fundador de la ciudad. 

Frontispicio de la Basílica Catedral de Santa Marta o Parroquia del Sagrario y San Miguel

  

Torre campanario de la Catedral Basílica de Santa Marta cuando eran las 16:28

  

Vista lateral de la basílica desde la plaza con la cúpula al fondo del templo

  

En los alrededores de la Catedral volvíamos a ver no solamente gente durmiendo en la calle sino edificios que denotaban un pasado floreciente, aunque sin el esplendor de Cartagena de Indias ni las políticas de conservación apropiadas. 

A cada paso gente durmiendo en la calle

  

Muchos edificios con escaso grado de conservación

  

En la esquina de la Calle 17 (Calle Real o Calle Grande) con la Carrera 4 (Callejón Real o Calle de Don Pedro Salas), se encontraba una mansión edificada en 1745, que había pertenecido a Joseline Henríquez, elegante dama francesa conocida como Madame Augustine. La mujer se había hecho famosa a partir de que las malas lenguas afirmaran que habría tenido amores con el Dr. Alejandro Próspero Reverand, médico que había atendido al Libertador Simón Bolívar en sus últimos días de vida.

 

Casa de Madame Augustine en la esquina de Carrera 4 y Calle 17

  

Continuamos nuestro camino por la Carrera 4, y al llegar a la Calle 16 nos encontramos ante el edificio de Planeación Distrital, cuya arquitectura nos pareció realmente impactante, mostrando una etapa anterior de mayor prosperidad. 

Edificio de Planeación Distrital en la Calle 16

  

Doblamos por la Calle 15, y por la Carrera 3 llegamos hasta la Calle 14 donde se localizaba la Alcaldía de Santa Marta o Palacio Municipal, frente al parque Bolívar. Se trataba de un edificio de estilo neoclásico que databa de 1930, y que contenía en el frontispicio el escudo de Colombia, ya que se había erigido para albergar a la Gobernación del Magdalena, que fuera trasladada en 1975, a otro inmueble.

Caminando por la Calle 15. Al fondo el parque Bolívar

  

La Carrera 3 desde la Calle 15

  

Fachada de la Alcaldía en la Calle 14 entre las carreras 2 y 3, de estilo neoclásico

  

Desde la Carrera 3 por la Calle 13 fuimos hasta la Carrera 4 donde se encontraba la Parroquia San Francisco de Asís, contigua a la plaza de San Francisco. Había sido construida en el año 1597, pero en 1676, un grupo de filibusteros y corsarios afines a Henry Morgan la había convertido en una cárcel de mujeres. En 1834 un fuerte terremoto sacudió a Santa Marta y destruyó parte de la iglesia. El 29 de junio de 1962 el templo se incendió debido al fuego de una vela que alcanzó el mantel del altar mayor, y de esa catástrofe solo se salvaron la fachada colonial y la escultura del Cristo Negro. Después de las obras que la reconstruyeron, el nuevo edificio fue inaugurado en 1964. La fachada colonial constaba de un óculo central y dos ventanas a los lados de la entrada, y en las esquinas del campanario y de la fachada había pequeñas pirámides de mampostería. 

Tertulia en la Carrera 3

  

Por la peatonal Carrera 3

  

Parroquia San Francisco de Asís en la Calle 13 y Carrera 4

  

Frente a la iglesia estaba el Centro Comercial Las Vegas donde se vendían artículos variados, y al estar cerrado por ser domingo, en su vereda se habían instalado vendedores de bebidas alcohólicas y cigarrillos. 

Centro Comercial Las Vegas en la Calle 13 y Carrera 4

 

Al avanzar por la Carrera 4 hasta la Calle 12, vislumbramos una zona de deterioro y marginalidad que se mostraban no solo ante un cartel pintado en una pared que pedía que por amor a Santa Marta no se arrojara basura ni se orinara a través de las rejas de esa propiedad, sino la existencia de un hotel de dudosa calidad y la presencia de trabajadoras sexuales de bajo nivel. 

Inscripción en la intersección de la Carrera 4 con Calle 12:

POR AMOR A Sta. Mta

NO Arrojar BASURAS

NI Orinarse Aquí

  

HOTEL TAFF, en la Calle 12 entre las carreras 4 y 3

 

Sin embargo, a pocos metros, volviendo a la Carrera 3 por la Calle 12, se encontraba el Consulado de Italia, y otros edificios antiguos muy bien ornamentados, aunque no todos con buen mantenimiento. 

Balcones del Consulado de Italia en la Carrera 3 desde la Calle 12

  

Antiguos edificios con ornamentos

  

Volvimos al hotel Roca & Mar y después de un breve descanso, fuimos hasta la bahía a disfrutar de una hermosa puesta de sol, que se reflejaba en el mar. 

Gente en la playa hasta ponerse el sol

  

Puesta de sol en la marina

  

El sol y las palmeras

  

Aunque el sol ya se había ido, la luminosidad persistía, permitiendo que todas las actividades continuaran en el paseo de Bastidas, así como que mucha gente permaneciera en la playa, ya que la temperatura seguía siendo elevada. 

El movimiento continuaba en el paseo de Bastidas

  

Veleros y lanchas de lujo

  

La temperatura permitía que la gente siguiera en la playa

  

Reflejos del sol en los edificios

 

Palmeras en la playa

  

A diferencia de otras ciudades de la región, Santa Marta tenía más noche, por lo que pudimos cenar a las veintitrés; y algunos lugares estaban abiertos hasta las cuatro de la mañana.

Siendo la medianoche, toda clase de gentes andaba por el malecón, paseando, bailando, ofreciendo sus mercaderías o pidiendo limosnas. 

Santa Marta tenía noche…

  

Y después de recorrer nuevamente la avenida principal, en camino hacia el hotel, volvimos a ver a unos perros que dormían desde la tarde en medio del barullo circundante, ¡y a los que nunca pudimos ver despiertos! 

¡Nunca los vimos despiertos…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario