domingo, 26 de mayo de 2024

En San Isidro de Apartaderos

  Desde San Rafael del Páramo de Mucuchíes, en camino hacia San Isidro de Apartaderos, la primera población que se nos presentó a la vera de la Carretera Trasandina fue un pequeño caserío llamado La Mucuchache, a 3230 m.s.n.m. Allí, además del conjunto de casitas y una iglesia dedicada a San José de la Sierra, había un restorán y algunos puestos de ventas de artesanías destinados a los turistas que allí se instalaran, o que simplemente anduvieran de paso.  

La Mucuchache, sobre la Carretera Trasandina,

entre San Rafael del Páramo de Mucuchíes y San Isidro de Apartaderos

 

En poco tiempo más arribamos a San Isidro de Apartaderos, a casi sesenta kilómetros de Mérida y a 3342 m.s.n.m., por lo cual su temperatura promedio anual era de sólo 6ºC.

El poblado tomó el nombre de la depresión donde se encontraba el valle de Apartaderos, que a la vez se llamó así en virtud de los caminos que desde allí se dirigían hacia Barinas y Trujillo en la época de la colonia, además de constituir, por una cuestión de altura, una divisoria de aguas. Todo esto tomando al término “apartaderos” como sinónimo de “desvíos”.    

Llegada a San Isidro de Apartaderos

  

El pueblo se había convertido en un atractivo turístico debido tanto a sus paisajes y como a la concentración de lugares de venta de artesanías, productos comestibles, y bebidas regionales.  

Venta de productos artesanales en San Isidro de Apartaderos

  

Antes de continuar con nuestro paseo, Carlos nos invitó a tomar un espeso y exquisito chocolate venezolano que nos permitió recobrar fuerzas, ya que la altura se estaba haciendo sentir en nuestros cuerpos. Y así pudimos subir las escalinatas que nos llevaban hasta la plaza del Parque Loca Luz Caraballo.  

En ascenso rumbo a la plaza de altura del Parque Loca Luz Caraballo

  

La Loca Luz Caraballo era un personaje de la cultura popular venezolana, particularmente de la región de los Andes del estado de Mérida, que enloqueciera por perder a su marido y a sus hijos, al partir a la guerra junto a Simón Bolívar. Cuenta la leyenda que, por esa razón, ante su encuentro con las huestes españolas, les indicara el camino opuesto a la ruta del Libertador. Y era justamente por eso, que en la escultura que la representaba en el parque que llevaba su nombre, su figura se levantaba de pie con harapos largos, cabellera descuidada y el brazo alzado apuntando al horizonte con un dedo, evocando el falso indicio dado al enemigo.  

Monumento a la Loca Luz Caraballo

  

La vida de esa mujer, cuya verdadera identidad era discutida, fue inmortalizada en la literatura por el poeta social venezolano Andrés Eloy Blanco, en su “Palabreo de la Loca Luz Caraballo” (1936), que aparecía en una placa junto a su figura, en las cercanías del monumento:

 

Palabreo de la Loca Luz Caraballo

 

De Chachopo a Apartaderos

Camina Luz Caraballo,

con violetitas de mayo

con carneritos de enero

Inviernos del ventisquero

farallón de los veranos

con fríos cordilleranos

entre riscos y ajetreos

se te van poniendo feos

los deditos de tus manos

 

La cumbre te circunscribe

al solo aliento del nombre

lo que te queda del hombre

que quien sabe donde vive

Cinco años que no te escribe

Diez años que no lo ves

y entre golpes y traspiés

persiguiendo tus ovejos

se te van poniendo viejos

los deditos de tus pies

 

El hambre lleva en sus cachos

algodón de sus corderos

tu ilusión cuenta sombreros

mientras tú cuentas muchachos

una hembra y cuatro machos

Subida, bajada y brinco

y cuando pide tu ahínco

frailejón para olvidarte

la angustia se te reparte

uno, dos, tres, cuatro, cinco

 

Tu hija está en un serrallo

dos hijos se te murieron

los otros dos se te fueron

detrás de un hombre a caballo

La Loca Luz Caraballo

dice el decreto del juez

porque te encontró una vez

sin hijos y sin carneros

contaditos los luceros

seis, siete, ocho, nueve, diez

 

 

Placa con el poema de Andrés Eloy Blanco sobre la Loca Luz Caraballo

  

La historia de la Loca Luz Caraballo la recitaban los niños andinos a los visitantes del monumento, a cambio de golosinas, ropa vieja, o cualquier otra cosa que se les pudiera ofrecer. Nuestra relatora fue Tais, una nena de diez años con cachetes colorados, que nos dijo que tenía tres hermanitos, y le dimos caramelos para todos.  

Con Tais y Carlos junto a la placa del poema de Andrés Eloy Blanco

 

Desde el mirador pudimos divisar el Observatorio Astronómico Nacional de Llano del Hato, administrado por el Centro de Investigaciones de Astronomía de Venezuela. Y por estar ubicado a 3600 m.s.n.m., se consideraba uno de los de mayor altura del mundo. Constaba de cuatro cúpulas, cada una con un telescopio, un museo y residencias para los científicos. Era, además, el mayor complejo de observación del país, por su localización cercana a la línea del Ecuador (8º 47’ 11” N), teniendo la ventaja de poder observar ambos hemisferios. 

Observatorio Astronómico Nacional de Llano del Hato

 

La ubicación de Apartaderos era casi en la cumbre de la serranía de La Culata, presentándose en el valle una gran cantidad de terrenos cultivados con hortalizas, utilizando la antigua técnica de terrazas o andenes, y casas dispersas en las colinas.   

Valle de Aparcaderos con terrenos cultivados y casas dispersas en las laderas

 

Permanecimos un buen rato mirando el paisaje y tomando fotografías a los cuatro vientos. Y luego de un breve descanso, continuamos con nuestro recorrido por esa maravillosa región de los Andes Venezolanos.  

Con Omar en el mirador de Apartaderos, durante un breve descanso

  

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