lunes, 26 de agosto de 2024

De Boston a Mansfield

  Salía desde el hotel una shuttle que iba hasta el aeropuerto de Logan, y era gratis. Así que tomé la de las once de la mañana, y almorcé en el aeropuerto.

Mientras nos trasladábamos pasamos por una zona de hoteles y grandes edificios, aunque no eran los más importantes de la ciudad. 

Uno de los tantos edificios de Boston

  

Alta densidad edilicia en Boston

  

Edificio en una zona más abierta

  

Había reservado dos días en el hotel Red Roof de Mansfield, un suburbio al sur de Boston, camino a Providence, ya que me resultaba mucho más barato hospedarme allí que en el Centro de la ciudad. Por lo cual, desde el aeropuerto tomé un micro por 2 U$S, la llamada Silver Line que me dejó en South Station. 

Tren de dos pisos en South Station

 

Allí, por algo más de 13 U$S saqué un pasaje de ida y vuelta a Mansfield. Subí al tren y saqué varias fotos a la salida de Boston. La empresa Gilette estaba instalada en esa zona.

Al avanzar hacia el sur, comenzamos a atravesar un bosque que estaba absolutamente pelado por encontrarnos en pleno invierno, donde había viviendas de madera, diferentes edificaciones y algunas construcciones destrozadas y abandonadas. El tren estaba muy limpio, pero, a la vera de la vía, la suciedad y el descuido eran increíbles. Pero cuando pasamos por Hyde Park el paisaje mejoró totalmente, estando todo muy bien cuidado y con viviendas mejor construidas en zonas residenciales de buen nivel. 

Viviendas en los bosques del sur de Boston

  

Casas de madera en los suburbios de Boston

  

Edificios en medio del bosque pelado

  

Construcciones destrozadas

 

Pasando por Hyde Park

  

Barrios residenciales en Hyde Park

 

Ya llegando a Canton Junction, si bien el bosque estaba raleado, había un curso de agua que le daba una sensación de vida al lugar, y se veían rastrojos de algún cultivo. 

Bosque raleado en pleno invierno

 

Curso de agua en medio del bosque

  

Rastrojos cercanos a Canton Junction

  

Cerca de la estación Canton Junction estaban haciendo prácticas con aviones a chorro, que dejaban una estela blanca en el cielo, que era conocida como estela de condensación. 

Estelas de condensación en Canton Junction

  

Detalle de la estela de condensación

  

Detalle de ramas secas en el invierno de Canton Junction

  

Mucha gente bajaba en las diferentes localidades por donde se desplazaba el tren, pero una de las principales fue Canton Junction. 

Estación de Canton Junction

  

Después de cuarenta minutos de viaje llegamos a Mansfield, una pequeña localidad rodeada de bosques, muy parecida a la ciudad de Hurlingham en el Gran Buenos Aires.

Seguí al resto de la gente y pregunté por el hotel Red Roof en una gasolinera. Me indicaron que caminara diez minutos y que llegaría. Cuando pasaron quince minutos y yo cargando con mi bolso y mi valija, pregunté a una mujer, única que pasaba siendo las dos y media de la tarde, pero no lo conocía. Diez minutos después volví a preguntar en otra gasolinera y me dijeron que quedaba lejos. Me llamaron un taxi que por siete dólares me llevó a destino.

Si bien yo conocía la expresión “FIVE MINUTES WALK”, que significaba que algo estaba allí nomás, me pasó lo mismo que a mi padre, cuando se lo dijeron en Tokyo respecto de dónde quedaba la villa de los atletas argentinos. Estaba ubicada por orden alfabético, por lo cual era una de las primeras, pero, él, reloj en mano, consideró los cinco minutos al pie de la letra, y, como, además, caminaba ligero, llegó a la de Uruguay. 

Bosque que rodeaba a Mansfield

  

La habitación era muy amplia y con una buena vista, pero en el hotel había solo café; así que fui hasta el supermercado que estaba en la misma cuadra “Stop & Shop” y me compré un sándwich, una porción de torta de zanahoria y crema, un yogur y efectos personales. Gasté igual o menos de lo que hubiese pagado en Buenos Aires. Y me sorprendí que en la caja no hubiera ser humano alguno, sino que yo misma debía pasar los productos por un visor, y hacer el pago automáticamente con la tarjeta.

Volví al hotel. Descansé. Comí tranquila. Y me puse a trabajar con la computadora. 

En la habitación del hotel Red Roof

  

Mirando por la ventana de la habitación del hotel Red Roof

 

A las nueve y media de la noche estaba durmiendo.

sábado, 24 de agosto de 2024

De New York a Boston en tren

  Fui hasta Penn Station. Como en toda New York, había gente de todas las etnias y nivel social. Y compré un pasaje con destino a Boston para las 14:00. Sólo costó 69 U$S. Era el pasaje más barato porque paraba en todas, tardando casi cuatro horas y media para recorrer una distancia que era de algo más de trescientos cincuenta kilómetros. 

Cartel indicador en Penn Station

  

Diversidad de gentes en Penn Station

  

Partimos puntualmente y comencé a tomar fotografías de la salida de New York. Pasamos por una zona industrial en los suburbios y al cruzar desde Manhattan a Queens pude tener un perfil de los principales edificios destacándose el Empire State. 

Saliendo de New York

  

Por los suburbios de New York

  

El Empire State Building desde Queens

  

Por el puente ferroviario de Hell Gate volvimos a atravesar el río East, desde donde tuvimos hermosas vistas del puente Robert F. Kennedy, también conocido como Triboro Bridge, e ingresamos a Randalls and Wards Islands. Y desde allí, además de correr la vía paralela a la autopista, pude visualizar a lo lejos las torres del puente RFK que atravesaba el río Harlem. 

Puente Robert F. Kennedy (Triboro Bridge) desde el puente ferroviario Hell Gate

  

New York y el puente Robert F. Kennedy

  

Vista del puente Robert. F. Kennedy sobre el East River

  

Vista del peaje de la autopista en Randalls and Wards Islands y el puente RFK sobre el río Harlem

  

Continué fotografiando edificios construidos a la vera del río East hasta que llegamos a zonas más despobladas donde abundaban bosques pelados, por estar en pleno invierno, así como casas de madera pintadas de diferentes colores. Tanto algunas de esas construcciones como fábricas, se encontraban abandonadas, y muchas de ellas, quemadas. También me sorprendió ver tanta suciedad a los costados de la vía, concentrándose plásticos, chapas oxidadas, cartones y todo tipo de basura. 

Edificios a la vera del East River

  

El tren contaba con WI FI, mesita y tomas debajo de las ventanillas, así que pude seguir con mi computadora tanto su recorrido en la página AMTRAK, como chatear con mi familia; y el baño era amplio y estaba muy limpio. 

Interior del tren

  

Mi computadora y tomas varios

 

Baño del tren

  

Si bien, desde un principio había pocos pasajeros, al llegar a New Haven, muchos se bajaron.

 

New Haven Station

  

Llegué después de las seis de la tarde a South Station, la estación principal y terminal, en Boston, cuando ya había oscurecido.

Tomé un taxi y le pedí al conductor que me llevara a un hotel barato. Dijo que en el circuito financiero estaban por encima de 200 U$S la noche. Entonces nos dirigimos a Revere, una zona de playas. Primero consulté en el Confort Inn donde me pedían más de 100 U$S. Dije que no y entonces fuimos al Rodeway Inn. Me atendió una vieja irlandesa con cara de culo y como no le entendí algo de lo que me dijo, no encontró mejor manera que levantarme la voz.

Le dije ¡“Slowly, please”!, poniendo yo también cara de culo. Porque en eso, a los tanos y sus descendientes nadie nos gana. Y le levanté más la voz. Me cobraría 74 U$S, sin embargo, ¡en la tarjeta me descontaron 100!

Para eso el taxista me cobró 55 U$S. Le pagué con 60 y pretendía quedarse con el vuelto como propina. Me dio su tarjeta para que lo llamara al día siguiente. La tomé solo para asegurarme de llamar a cualquiera menos a él. Se llamaba Tony Massy, de la empresa Town Car Service 781-654-7598 (tonybudgetown@yahoo.com). 


La tarjeta del taxista que se quiso quedar con mi vuelto

 

Cuando llegué a la habitación no podía encender la luz. Y cuando le avisé a la mujer, vino y de muy mala manera hizo funcionar los veladores.

En cuanto me higienicé y acomodé un poco mi equipaje, decidí salir a cenar, pero se me trabó la puerta y no la podía cerrar. No me animé a llamar nuevamente a la caracúlica por lo que le pedí ayuda a un hombre que estaba como agente de seguridad.

Eran las 19:15 cuando le pregunté a la mujer dónde podía comer. Me dio varios folletos para que los llamara en delivery, y me indicó dos o tres lugares cerca de allí.

¡No había nadie en la calle! Yo sola caminaba por una amplia avenida desolada. ¡Todos iban en auto!

Seguí las indicaciones recibidas y por tres cuadras con viento y frío llegué a un pequeño negocio que estaba sobre una esquina, una especie de quiosco al que llamaban DRUGSTORE, y pedí comida. ¡Estaban fumando de todo…! Y mirándome raro, me dijeron… - ¡NO FOOD…!

Seguí hasta un supermercado, pero me indicaron que solo vendían alcohol, y me mostraron carteles que decían: ¡ONLY WINE OR SPIRITUAL DRINKS! ENERGY BEVERAGES

Sólo una funeraria estaba abierta. ¡Me fui a dormir con la panza vacía….!

miércoles, 21 de agosto de 2024

Caminando por Broadway

  El lunes 27 me levanté temprano y salí a deambular por New York, una ciudad apasionante, no, justamente por sus majestuosos edificios, que sinceramente no me atraían, sino por la diversidad cultural que se percibía a cada paso, no solo por los transeúntes con que me cruzaba sino por la gastronomía y muchas otras manifestaciones.

Y, además, tal cual, en Buenos Aires, había ofertas y precios para todos los gustos y bolsillos. Así que desayuné en “The Bread Factory”, con una enorme taza de café y diversos productos panificados. 

The Bread Factory en la 7th Ave y W36 St

  

Compré algunos regalitos para la familia, y desde W36th St continué mi caminata por la 7th Avenue hasta llegar a W45th, desde donde, en forma de diagonal se abría otra avenida denominada “Broadway”, donde se encontraba un conjunto de cuarenta y un grandes teatros profesionales, considerados del más alto nivel del mundo, respecto de la anglofonía. De todos modos, yo me animaría a afirmar que Buenos Aires la superaba, porque, además de los teatros del Centro de la ciudad, contaba con salas en casi todos los barrios, además de las localizadas en el Conurbano. Y eso no lo he podido encontrar en New York. 

Caminando por Broadway

  

La presencia teatral en Manhattan había tenido sus comienzos cerca de 1750 en que se había establecido una compañía que presentaba obras de Shakespeare y ópera de baladas, actividad que fuera interrumpida por la Guerra de la Independencia, para retomarse en 1798, cuando se fueron abriendo varios teatros, tornándose populares durante las décadas de 1830 y 1840.

A partir de 1850, el entretenimiento en New York fue dividido por clases sociales. La ópera fue para la clase alta y medio alta, el minstrel (un género típicamente estadounidense que aunaba la ópera inglesa con la música de origen negro) y el melodrama para la clase media, y los espectáculos de variedades en salones de concierto para hombres de la clase trabajadora y clase media baja. 

Esquina de Broadway y W51

 

Durante la última mitad del siglo XIX a medida que la pobreza disminuía, el transporte mejoraba y la iluminación hacía más seguras las calles, los financistas comenzaron a invertir más en teatros, y las obras podían mantenerse más tiempo en cartel y atraer más audiencia familiar, ya que se había “limpiado” de prostitución, la que antes había dificultado la presencia femenina.

Recién entre los años 1920 y 1930 los teatros se consolidaron en la zona de Times Square cuando se edificó una gran cantidad alrededor de la plaza. 

W50 Street entre Broadway y 8th Ave

  

El cine surgió como un desafío a los escenarios teatrales. Al principio las películas eran mudas y presentaban una competencia limitada, pero a finales de los años 20, algunas podían ser presentadas con sonido sincronizado, y los críticos se preguntaban si el cine reemplazaría por completo al teatro. Sin embargo, no solo que el teatro sobrevivió al invento del cinematógrafo, sino que, a partir de mediados de la década de 1940, pasados los años de la Gran Depresión, el circuito de Broadway entró en la era dorada, alcanzando el más alto nivel de prestigio internacional.

Posteriormente con la aparición de la televisión, los actores se repartieron entre todos los medios, aunque algunos continuaban pasando mayor tiempo en las tablas, a pesar de que la paga fuera menor, inclusive en Broadway. 

Alta densidad de espectáculos

 

Casi todas las personas involucradas en un espectáculo de Broadway en cualquier nivel estaban representadas por sindicatos u otras organizaciones protectoras o profesionales. Los actores, bailarines, cantantes, miembros de coros o puestistas eran miembros de la Asociación de Equidad de Actores (Actors’ Equity Association); los músicos estaban representados por la Federación Estadounidense de Músicos (American Federation of Musicians, AFM); los tramoyistas, vestuaristas, peluqueros, diseñadores, personal de la taquilla y acomodadores pertenecían a diversos sectores de la Alianza Internacional de Empleados de la Escena Teatral (International Alliance of Theatrical Stage Employes, IA o IATSE); los directores y coreógrafos, a la Sociedad de Directores y Coreógrafos de Teatro (Stage Directors and Choreographers Society, SDC), los dramaturgos por el Sindicato de Dramaturgos de Estados Unidos; y los representantes tanto de la sala como de las compañías y los agentes de prensa estaban adheridos a la Asociación de Agentes de Prensa y Mánagers Teatrales (Association of Theatrical Press Agents and Managers, ATPAM). De hecho, el tamaño mínimo de una orquesta en Broadway se basaba en un acuerdo entre el sindicato de músicos y la Liga de Teatros y Productores Estadounidenses. 

En el corazón de Broadway

  

Ver una obra en Broadway formaba parte de la actividad turística de New York, generando, además, grandes ganancias en hoteles y restoranes.

La mayoría de las producciones no tenía fecha estipulada de finalización dependiendo de la respuesta de la crítica, el boca a boca, y el efecto de la publicidad, siendo los musicales los que históricamente habían tenido temporadas más largas.

Mientras yo estaba allí estaba en cartel la ópera Evita con la actuación de Ricky Martin, en el teatro Marquis, pero no me fue posible verla, en parte porque ya tenía previsto dejar New York pocas horas después de pasar por el teatro, y, por otra parte, así permaneciera un tiempo más, el precio de la entrada no estaba a mi alcance. 

Teatro Marquis en W46 St entre 7th y 8th Ave

  

La obra EVITA en pleno Broadway

  

Las producciones y artista de Broadway eran galardonados cada junio con los premios Antoinette Perry (Premios Tony) entregados por el Ala Teatral Estadounidense (American Theatre Wing) y la Liga de Broadway (Broadway League). Antoinette Perry fue una actriz y directora que fundó el American Theatre Wing que entretuvo a los soldados aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

 Estos premios eran considerados los más prestigiosos para esta actividad, inclusive comparados con los Premios Oscar, que se hicieran más conocidos por la transmisión televisiva. 

Esquina de la 7th Ave y W46 St

  

Disney en la 7th Ave

  

Llegando a Duffy Square, una parte de Times Square, me topé con la escultura de bronce de George M. Cohan, realizada por el artista Georg John Lober y el arquitecto Otto Langman.

George Michael Cohan (1878-1942) fue uno de los artistas más destacados de Broadway, con actividades como la de dramaturgo, compositor, actor, cantante, bailarín y productor teatral.

Estatua de George M. Cohan

  

Caminar por Broadway me resultaba un verdadero placer, no solo por los escaparates de las salas de espectáculos y comercios de todo tipo, desde los puestos callejeros como las grandes cadenas del estilo del Mc Donalds’ o del Hard Rock Café, sino por la diversidad de etnias y culturas que se reflejaban a partir de sus idiomas y vestimentas. Y, como era de esperar, mucha gente hablando en español, que ya se había convertido en la segunda lengua del país. Y también por las grandes excentricidades como que, en medio de un tránsito de gran intensidad, apareciera alguien con dos caballos… 

Todas las etnias por las calles de New York

  

Grandes torres en Broadway

  

El Hard Rock Café en la 7th Ave

 

¡Insólito…! Caballos entre el denso tránsito

  

Ya llegando al mediodía, retomé la 7th Avenue y regresé a “The Bread Factory”, donde había una oferta que consistía en macarrones con salsa de tomate por 5,99 U$S, mientras que por 2,00 U$S se les podía agregar pollo, carne o frutos del mar. Yo los consumí solo con la salsa, pero, otros comensales, independientemente de cómo los habían preferido, les agregaban grandes cantidades de kétchup.

Tanto por el alto consumo de pastas y pizzas como por la cantidad de italianos y sus descendientes, New York se le parecía bastante a Buenos Aires. 

Oferta de pasta en “The Bread Factory”