Estación Cachaíto
Metro muy moderno y veloz
Tras pagar cuarenta bolívares nos acomodamos en una
de las cabinas, que, si bien tenían una capacidad de ocho pasajeros, estábamos
solos Omar y yo.
Omar decía que tenía miedo, que si el cable fallaba, nos caeríamos al vacío… Gritaba “¡ay…, ay…, ay…!”, y por momentos cerraba los ojos. Yo traté de tranquilizarlo diciéndole que entre los años 2006 y 2007 se había puesto en valor el lugar y se habían instalado estas nuevas cabinas del teleférico, que eran de origen austríaco, preservando las antiguas como recuerdo, que eran mucho más grandes y muy lentas. Pero, en realidad, creo que lo hacía como broma, ya que muchas veces no sabía si él hablaba en serio, o no.
Antigua cabina del teleférico
Antigua y nueva cabina del teleférico
Mientras ascendíamos, tal como lo había hecho en otras oportunidades, tomé varias fotografías de la ciudad, que estaba enmarcada por la Cadena de la Costa.
La Avenida Boyacá desde las alturas
Vista parcial de la ciudad de Caracas enmarcada por la Cadena de la Costa
Zona de alta densidad comercial y financiera
Estación de base del teleférico
Vista del sector oriental de Caracas
El sector occidental de Caracas junto a la densa vegetación andina
Cielo oscuro en las alturas
Nosotros estábamos ascendiendo por la ladera sur de la Cordillera del Litoral, dentro de la Cadena de la Costa. Lo que nosotros teníamos a nuestros pies era un bosque ombrófilo siempreverde con estratos arbóreos y sotobosque; y allí abundaban especies de las familias de las orquídeas, helechos, bromeliáceas, aráceas, y palmeras, entre otras.
Las cabinas del teleférico atravesando la zona boscosa
Denso bosque en la ladera sur de la cadena de la Costa
El clima del Parque era de montaña, con diferencias notables de acuerdo con la altitud y los pisos térmicos correspondientes y también respecto de la exposición de sus laderas a la insolación y a la procedencia de los vientos. En su cima, la temperatura media era de 13°C con precipitaciones medias y dos estaciones, la seca y la de lluvias. El día en que estábamos ascendiendo, había mucha niebla y la temperatura estaba alrededor de los 15°C, mientras abajo hacían 30°C.
La niebla cada vez más densa
Vista de Caracas tras un manto de neblina
El Parque Nacional El Ávila, que fuera creado en
1958, se encontraba localizado en la Cadena del Litoral dentro de la Cordillera
de la Costa, que abarcaba varios pisos de vegetación ya que se extendía desde
los 120 a los 2.765 m.s.n.m.
Respecto del topónimo “El Ávila” se había generado
disenso ya que podría deberse tanto en homenaje al Alférez Mayor de Campo
Gabriel de Ávila, quien fuera nombrado Alcalde de Caracas en 1573, y que poseía
tierras en el valle frente a la montaña, o al Gobernador Gerónimo de Ávila,
quien también era dueño de huertos en la serranía, por lo que se conocía a la
zona como la sierra de los Ávila.
Habían pasado un año y ocho meses de mi estada
anterior en el Parque, y en ese interín, durante el año 2011, el Presidente
Hugo Chávez, siguiendo la política de reconocimiento de los topónimos
originales, llevada a cabo en muchos países americanos, estableció el cambio de
nombre, por el de Waraira Repano, que significaba “Sierra Grande”, y al
que llamaban de esa manera los toromaimas, pueblo originario que se había
enfrentado a los conquistadores.
Por los senderos del Parque Nacional Waraira Repano
La densa niebla impedía ver el paisaje
El hotel Humboldt, cuyo nombre homenajeaba al geógrafo
alemán quien, a fines del siglo XVIII, realizara múltiples expediciones
recorriendo montañas y dejando por escrito sus observaciones, estaba ubicado en
la cima del cerro Ávila, a 2.140 m.s.n.m.
Este edificio era considerado un ícono en la arquitectura venezolana por su diseño de vanguardia, cuando fue inaugurado el 29 de diciembre de 1956. Y tras varios períodos de concesiones privadas y abandono a causa de incidentes en el sistema del teleférico, volvió a pasar a manos del gobierno venezolano en 2007, y a comenzar su recuperación. Pero, en febrero de 2012, cuando nos encontrábamos allí, continuaba en remodelación, tal cual como lo había visto en junio de 2010.
Hotel Humboldt en remodelación
A poco de andar se disipó un poco la niebla, algo común en zonas montañosas, donde el tiempo suele ser muy cambiante, y si bien no fue lo suficiente como para tener una vista hacia el norte, pudimos ver parte de las construcciones hechas sobre las laderas de los cerros vecinos.
Al disiparse la niebla pudimos tener una vista de las viviendas construidas sobre las laderas
Cerros de la Cadena del Litoral
Si bien era día de semana, había bastante gente
paseando, y al pasar por un lugar donde había juegos, vimos a varios niños
disfrutándolos.
Juegos para niños en el Parque Nacional Waraira Repano
También había una referencia al Banco del Tesoro,
nacido a partir de la revolución. Se trataba de una institución financiera
venezolana de capital nacional del estado, especializado en banca universal,
que había sido fundado en 2005, por mandato del Presidente Chávez, con el
objetivo de incluir a la población al sistema financiero a través de la
bancarización y entrega masiva de créditos sociales dirigidos a campesinos,
productores, emprendedores y pequeños empresarios del país.
Banco del Tesoro
Pero en ese lapso entre una visita y otra, no
solamente había cambiado el nombre del parque, sino también los de la arepera,
de la chocolatería y de la cafetería. Mientras antes se llamaban “Socialista”,
ahora todos los locales se denominaban “Venezuela”.
Siendo ya el mediodía decidimos comer algunas
arepas que costaban siete bolívares y medio cada una, independientemente del
relleno. Omar pidió una de pollo y aguacate, y yo preferí la de queso. Y
después tomamos chocolate, a lo que Omar agregó un churro con arequipe, que es
el dulce de leche venezolano.
AREPERA VENEZUELA
Omar comiendo un churro con arequipe
Dimos unas vueltas más y comenzamos el descenso, desde donde las montañas que rodeaban a la capital venezolana se veían de tonalidad azul, por predominar el color de la atmósfera entre ellas y nosotros.
Iniciando el descenso
El sueño de la montaña azul
Gran diversidad en el bosque ombrófilo
Pudimos apreciar con mayor nitidez Caracas, y entre la gran cantidad de edificios, pudimos divisar el viejo aeropuerto La Carlota, que había quedado solo para avionetas.
Vista del aeropuerto “La Carlota”
Grandes cúmulos, signo de buen tiempo, se formaron sobre la ciudad, y a medida que nos acercábamos a los rascacielos, tanto de oficinas como de clase media alta, pudimos ver no solamente antenas satelitales sino hasta un helipuerto.
Grandes cúmulos sobre la ciudad
Descendiendo lentamente
Acercándonos a los edificios
Ya casi sobre las edificaciones
Grandes rascacielos, antenas satelitales y hasta un helipuerto
Ya nuevamente en la base del teleférico nos encontramos ante un puesto de venta de chicha criolla, que consistía en una bebida dulce no alcohólica, que estaba hecha principalmente a base de arroz o sémola de trigo, a la que se le agregaba leche, canela, chispas de chocolate o sirope (jarabe de glucosa); pero, en ese momento, no había nadie atendiéndolo, así que quedó la degustación para otra oportunidad.
CHICHA CRIOLLA WARAIRAREPANO
Iba a ser nuestra última tarde en Venezuela, así que nos desplazamos hasta el Centro Comercial, por la avenida Libertador, y en un supermercado compramos café, que, además de tener muy buen precio, era de gran calidad y sabor.
Volviendo a la zona céntrica
Circulando por avenida Libertador
Por los túneles de la avenida Libertador
Anduvimos por la peatonal, donde estaban preparando el escenario para festejar el 4 de febrero, los veinte años del levantamiento autodenominado “Operación Zamora”, que fuera llevado a cabo por un grupo de militares en 1992, contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. El intento golpista no logró sus objetivos y los rebeldes se rindieron, siendo llevados a prisión y sobreseídos tiempo después. Entre los oficiales que comandaron la maniobra se encontraba Hugo Chávez Farías, quien habiendo fracasado militarmente, tuvo éxito político ya que en 1998 ganó las elecciones presidenciales.
Preparación del escenario para conmemorar el XX Aniversario de la Operación Zamora
Ya siendo la tarde, ingresamos a un bar, y en el
televisor estaban transmitiendo un discurso del Presidente Hugo Chávez Farías,
quien estaba hablando en cadena festejando el 13er. Aniversario de la
Revolución Bolivariana.
Nosotros merendamos, salimos a dar un paseo, y cuando regresamos, ya para cenar, Chávez continuaba con su discurso, ¡que duró como cuatro horas!
Discurso de Chávez festejando el XIII Aniversario de la Revolución
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