Durante la mañana lo llevé a Martín a andar en
metro sin rumbo fijo, combinando varias líneas. En general le encantaban todos
los subtes, pero el de Santiago muy particularmente, no solo por el hecho de
salir a la superficie en determinados trechos y poder ver a su alrededor las
montañas, sino por la serenidad con que se desplazaba a pesar de su gran
velocidad.
Pero, además, había algo que tal vez fuera lo que más lo hacía sentir cómodo en Chile, y era el excelente trato que la gente tenía para con él, algo que, lamentablemente no ocurría las más de las veces en la Argentina. Cuando en loa subtes o colectivos de Buenos Aires alguien notaba que su comportamiento, aunque nunca agresivo, no era el normal, esa persona tomaba distancia. Sin embargo, en Santiago, ocurría exactamente lo contrario, tratando de comunicarse amablemente con él. Y fue en esa ocasión en que una mujer que estaba sentada frente a él le comenzó a hacer preguntas amigablemente que Martín contestaba sonriente como si la conociera desde siempre. Yo me alegré por el vínculo que se había generado en pocos minutos, y ella me dijo que era musicoterapeuta, que su nombre era Laura Escobar Carrasco, y acto seguido me presentó al esposo quien era un conocido poeta chileno.
Martín en el metro de Santiago que salía a la
superficie
Después del ir y venir en varios sentidos, nos bajamos en la estación Plaza de Armas para encontrarnos con mi mamá y Omar que nos esperaban en la confitería Marco Polo, donde tomamos unos refrescos para mitigar, en parte, el calor.
Mi mamá en la confitería Marco Polo de la plaza de
Armas
Martín tomando un refresco para mitigar el calor
En esa misma cuadra se encontraba la Catedral Metropolitana, de estilo neoclásico que había sido construida por quinta vez. Y nos resultó impactante el reflejo de una de sus torres, que databan de 1909, en uno de los edificios modernos de los alrededores.
Una de las torres de la Catedral Metropolitana
reflejada en un moderno edificio
Cruzamos la plaza de Armas deteniéndonos junto a la
fuente central donde se encontraba el monumento a la Libertad Americana o a la
Victoria de Ayacucho. Consistía en un conjunto escultórico de mármol instalado
allí en 1836, cuyo autor había sido el italiano Francesco Orselino. La obra
representaba la figura de una mujer rompiendo las cadenas de la esclavitud de
una indígena americana, y en su pedestal presentaba cuatro bajorrelieves que
mostraban escenas de la Expedición Libertadora del Perú, de la Batalla de
Ayacucho y de Simón Bolívar.
En la plaza también había adornos florales y variedad arbórea, y por tratarse de un típico día de verano en los que predominaban los días soleados, estaba muy concurrida tanto por santiaguinos como por gran cantidad de turistas.
Fuente en cuyo centro se encontraba el Monumento a
la Libertad Americana
Mi mamá junto a una carreta con flores en la plaza
de Armas
Caminamos unos cuatrocientos metros por el casco
histórico hasta llegar al Mercado Central, edificio que fuera inaugurado en
1872, habiendo sido declarado Monumento Histórico en 1984.
Lo recorrimos en su totalidad pasando por sus carnicerías, hierberías, panaderías, queserías y tiendas de artesanías, pero sus principales rubros eran las pescaderías y marisquerías. Y después nos instalamos en uno de sus restoranes que eran muy reconocidos por las recetas tradicionales criollas, como el pescado frito elegido por Martín y mi mamá, y la paila chilena, preferida por Omar. Sin embargo, yo me incliné por el menú a base de pollo ya que no me agradaban los alimentos provenientes del mar.
Recorriendo el Mercado Central
Reinetas y pollo de mar en las pescaderías
Martín comiendo merluza frita con arroz
Mi mamá disfrutando de la merluza con ensalada
Omar prefirió la paella marina
A la tarde hicimos compras en el shopping de la Estación
Central, que, en ese momento, febrero de 2012, eran muy convenientes para
nuestros bolsillos.
Y esa noche, cenamos con nuestros amigos Camila Quintana Binimelis y Patricio Quiroga en el restorán Escondido, que debía su nombre a que se encontraba en un lugar difícil de encontrar en el desvío de la calle Rosal en pleno barrio de Lastarria.
Omar con Camila Quintana Binimelis
Con Patricio Quiroga
Al día siguiente dormimos gran parte de la mañana y a la tarde fuimos a dar más vueltas en metro, la excursión preferida de Martín.
Martín en la escalera mecánica del metro
Martín en el metro de Santiago
Llegada la hora de la “once”, término con el que se denominaba a la merienda en Chile, elegimos una mesa en la vereda de Elkika Ilmenau, un local gastronómico tradicional, el más antiguo de Providencia, fundado por un emprendedor alemán en 1945. Y allí nos deleitamos con diferentes tipos de cafés y tortas elaboradas con la mayor calidad.
Elkika Ilmenau, la confitería más antigua de
Providencia
Martín teniendo la once en Elkika Ilmenau
Continuamos nuestro paseo por Providencia, una de
las comunas más selectas de Santiago, llegando a las puertas de la Catedral
Castrense de Nuestra Señora del Carmen, en la avenida Los Leones. Ese templo
era la sede episcopal del Obispado Castrense de Chile, y si bien había sido
destinada a los servicios religiosos de las Fuerzas Armadas y Carabineros,
estaba abierta también al resto de la comunidad.
Y en el frontis había una placa con una oración de
perdón por los niños víctimas del aborto, en conmemoración del Día de los
Santos Inocentes:
A LA MEMORIA DE LOS NIÑOS ASESINADOS ANTES DE NACER
“NOS MATARON PORQUE DIJERON QUE ESTÁBAMOS DE MÁS
COMO HERODES CONSIDERÓ QUE JESÚS ESTABA DE SOBRA
NADIE NOS PUDO DEFENDER:
TODO FUE EN EL SILENCIO DEL VIENTRE DE NUESTRAS MADRES.
NOS DESPEDAZARON, NOS AHOGARON, NOS ENVENENARON
CON LA FRIALDAD DE UN VERDUGO
POR NUESTRA MUERTE SE PAGÓ DINERO,
PRECIO DE SANGRE COMO EL QUE RECIBIÓ JUDAS.
BOTARON A LA BASURA LOS PEDAZOS
DE NUESTROS PEQUEÑOS CUERPOS,
O LOS QUEMARON EN UN INCINERADOR,
PARA QUE NO QUEDARA RASTRO DE NUESTRO ASESINATO.
NI SIQUIERA TUVIMOS UNA SEPULTURA O UNA LÁPIDA.
NO LLEGAMOS A TENER NOMBRE
NI PUDIMOS RECIBIR EL BAUTISMO;
SÓLO SOMOS PARTE DE UN NÚMERO MACABRO
DE VARIAS DECENAS DE MILLONES CADA AÑO.
COLABORARON EN NUESTRA MUERTE PODEROSOS DE ESTE MUNDO
ALGUNOS QUE HABÍAN JURADO RESPETAR MI VIDA,
INCLUSO NUESTROS PROPIOS PADRES.
¡QUE NUESTRO GRITO SALVE A OTROS NIÑOS!
PADRE DE LOS CIELOS
TÚ QUISISTE QUE FUERAN HIJOS TUYOS.
LOS ENCOMENDAMOS A TU MISERICORDIA
PARA QUE LOS TENGAS JUNTO A TI.
Y TE ROGAMOS QUE CONCEDAS ARREPENTIMIENTO
Y PERDONES A QUIENES LES QUITARON LA VIDA.
SANTIAGO 28 DE DICIEMBRE DE 1994.
“FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES”
Catedral Castrense de Chile
Desde allí tomamos la avenida 11 de Septiembre, una
importante arteria vial que corría en sentido poniente-oriente semiparalela a
la avenida Providencia y que había sido creada en 1980 con el fin de separar
los flujos de subida y bajada de esta calle que estaba sobrecongestionada.
Si bien el nombre original propuesto por el arquitecto
Germán Bannen era el de Nueva Providencia, para que fuera aprobado el hecho de
tener que modificar el diseño del metro, expropiar inmuebles emblemáticos y a
más de cien vecinos entre los que había ex-alcaldes, abogados muy destacados y
la viuda de un general compañero del General Augusto Pinochet, además del
enfrentamiento entre el Ministerio de Obras Públicas y la Municipalidad de
Santiago, contando solo con el apoyo del Colegio de Arquitectos, hubo que
negociar el nombre, decretado por el alcalde Alfredo Alcaíno Barros,
constituyéndose en un homenaje al golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
A partir de ese momento, ese sector del barrio se había
transformado en un centro comercial y de servicios de jerarquía dentro de la
ciudad. Todo de lujo y con buen gusto. Nosotros nos detuvimos ante varios
escaparates que lucían espléndidos, no solo por las mercancías que allí se
exhibían sino por la decoración con que contaban.
Y de pronto nos sentimos sorprendidos y atraídos por un trío de cantantes líricos que entonaban famosas canciones de manera excepcional. No podíamos creer que artistas de tal magnitud tuvieran que demostrar su talento en una vereda y “a la gorra”.
Cantantes líricos en la avenida 11 de Septiembre de
Providencia
Como todo era muy lindo pero los precios estaban
muy por encima de la media, regresamos por compras a la Estación Central donde
la diversidad de ofertas era mayor.
Y después de tantas vueltas, regresamos al apartamento de la calle Lastarria donde nos hospedábamos para cenar y prepararnos para el retorno a la Argentina en la aerolínea LAN al día siguiente.
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