Se
la llamaba “Ciudad de la Eterna Primavera” o “Capital de las Flores”
debido a sus temperaturas moderadas durante todo el año; en invierno no bajaban
de 10°C, y en verano no superaban los 30°C, permitiendo el cultivo de flores en
muchos sitios y principalmente en la plaza “14 de Septiembre”. Con
diversidad de árboles, entre los cuales se destacaban altas palmeras, se
trataba de un lugar donde se encontraban tanto vendedores ambulantes ofreciendo
todo tipo de productos, grupos políticos divulgando sus ideas, como niños
correteando a las palomas y abuelos observando todo desde algún banco a la
sombra.
Plaza “14 de Septiembre”, la principal de Cochabamba
Plaza muy concurrida durante toda la mañana
Jardines
muy cuidados en la plaza “14 de Septiembre”
En
un sector de la plaza se encontraba la fuente de las Tres Gracias, compuesta
por tres mujeres de bronce que representaban “la música, las letras y el
arte”, llevada allí desde París e inaugurada en 1896. La tradición indicaba
que las imágenes hacían alusión a las tres gracias o virtudes que debía poseer
una dama: discreción, generosidad y elegancia.
Fuente de las Tres
Gracias
Cochabamba había sido fundada como “Villa de Oropeza” por Gerónimo
Osorio el 15 de agosto de 1571, al pie del cerro San Sebastián. Sin embargo, ya
fallecido su fundador, el virrey del Perú Francisco Álvarez de Toledo, le dio
la venia a Sebastián Barba de Padilla, para que la volviera a fundar, lo que
ocurriera el 1ro. de enero de 1574 en el predio de la Plaza 14 de
Septiembre.
La economía de Cochabamba, desde sus inicios, estuvo sustentada por la
agricultura, siendo su apogeo durante el período colonial cuando la explotación
de la plata en Potosí tuvo su máximo desarrollo y se requerían alimentos.
Posteriormente se convirtió en un importante centro comercial debido a su
relativo fácil acceso hacia otras regiones del país, y ya a fines del siglo XX se
habían desarrollado algunas importantes industrias.
Tradicionalmente la mayoría de los comercios se concentraban en el
Centro de la ciudad, pero debido a su permanente crecimiento se había comenzado
a desplazar hacia el noroeste donde previamente sólo había sido una zona
residencial.
La vida nocturna se concentraba en la calle España y en un boulevard o
alameda llamado El Prado.
Calle España esquina Plaza 14 de Septiembre
Edificio Tomás Bata, frente a la plaza fundacional
A tan sólo una cuadra de la plaza principal, se encontraba la avenida
Ayacucho, sumamente comercial. Y en la esquina de la calle Santivañez estaba la
iglesia de Santo Domingo, un edificio de piedra y barro con casi cuatro siglos
de existencia. Había sido erigido en el sitio original del Convento de los
Frailes de la Orden de Predicadores o Dominicos en el año 1612, y era la única
construcción religiosa de la ciudad que guardaba semejanza con los templos de
la región del Altiplano.
Avenida Ayacucho, al fondo la
iglesia de Santo Domingo
Tal como había ocurrido días atrás en Santa Cruz de la Sierra, lugar
donde nos encontrábamos el 4 de enero de 2010, momento en que falleciera el
cantante argentino Sandro, en todos los medios de Cochabamba también pasaban
permanentemente sus temas, y se vendían sus discos en casi todas las esquinas
céntricas.
Venta de discos de Sandro a pocos
días de su fallecimiento
Edificios del casco histórico de Cochabamba
En todo el Centro había mucha gente haciendo compras y trámites. Uno de
los lugares adonde acudían era la Contraloría General del Estado, para lo cual
en la peatonal Jordán se habían establecido fotocopiadoras y otros locales
concatenados a esa institución.
Martín en la peatonal Jordán
La ciudad se encontraba asentada en un valle plano de 2570 m.s.n.m. al
pie de los cerros de la Coronilla o colina de San Sebastián y el San Pedro.
Vista panorámica de la ciudad de
Cochabamba
En medio de la ciudad se encontraba la laguna Alalay, de agua dulce,
que actuaba como pulmón urbano, habiendo sido rehabilitada mediante el dragado
de sedimentos y aireación del agua. Tenía una gran variedad de fauna silvestre,
así como aves y peces de diferentes tipos.
Laguna Alalay, en medio del área urbana cochabambina
Plantas acuáticas y variada fauna silvestre en la
laguna Alalay
En un taxi nos dirigimos al cerro San Pedro, que comenzamos a subir
lentamente por la avenida de la Concordia, tomando fotografías en el camino.
Área parquizada con un espejo de agua
artificial
Laguna Alalay desde la avenida de la Concordia
Al llegar a la cima nos encontramos con maravillosas vistas de la
ciudad y la enorme estatua del Cristo de la Concordia.
Vista del sector residencial de la ciudad desde el
cerro San Pedro
En Cochabamba se encontraban las sedes de importantes empresas tanto de servicios como industriales, debido al dinamismo de su mercado y del consumo interno.
Vista del nuevo Centro comercial y financiero desde
el cerro San Pedro
La estatua del Cristo había sido realizada como recuerdo de la visita del Papa Juan Pablo II a Cochabamba en 1988, concluyéndose en 1994. La gigantesca imagen con los brazos extendidos representaba la protección del Cristo de la Concordia sobre la ciudad de Cochabamba y la hospitalidad de sus habitantes. Estaba situada a 2840 m.s.n.m., y tenía una altura de treinta y cuatro metros con veinte, sin el pedestal. En ese momento era considerada la segunda en altura en el mundo, sólo superada por la estatua de Cristo Rey de Swiebodzin, en Polonia; y siendo más alta que la del Cristo Redentor del Corcovado de Río de Janeiro.
Estatua del Cristo de la Concordia
sobre el cerro San Pedro
Vista de Cochabamba desde el
Cristo de la Concordia
Margaritas amarillas sobre el cerro San Pedro
Azucenas rosadas en la Capital de
las Flores
El taxista que nos llevó se puso a
conversar con unas mujeres collas al borde del cerro
Regresamos al Centro de la ciudad y después de cenar, Martín se quiso meter en la piscina del hotel, pero estaban desinfectándola, por lo que permaneció en el borde muy enojado.
Martín enojado en el borde de la
piscina del hotel
Al día siguiente volvimos a contratar un taxi para visitar otros lugares de la ciudad más alejados del radio céntrico. Y fue así como vimos la ciudad desde otra de sus colinas, transitamos por varias avenidas, todas ellas floridas, y finalmente nos allegamos hasta el Centro Cultural Simón I. Patiño.
Cochabamba desde una de las colinas adyacentes
Una de las avenidas con boulevard
y árboles floridos
El Centro Cultural Simón I. Patiño formaba parte de una Fundación Universitaria de Bolivia, dependiendo, a la vez, de la Fundación homónima radicada en Ginebra. Y su sede principal se encontraba en el predio conocido como Palacio Portales ubicado en la avenida Potosí 1450, en un barrio residencial de Cochabamba. Había sido fundado en 1968 para contribuir al mejor aprendizaje, apoyando las labores de enseñanza formal y no formal, promoviendo actividades tendientes a la difusión de expresiones de diferentes culturas, tanto bolivianas como extranjeras.
Centro Cultural Simón I. Patiño en Cochabamba
Simón Iturri Patiño, el “rey del estaño”, quien amasara una de las mayores fortunas privadas del mundo, construyó dos casas en Cochabamba. Una de ellas pasó a formar parte de la Universidad Mayor de San Simón, y la otra era el Palacio Portales. Esta lujosa mansión, construida entre los años 1925 y 1927, nunca había sido ocupada, y se encontraba en medio de diez hectáreas de hermosos jardines extravagantes diseñados por expertos japoneses, en estilo clásico a semejanza del palacio de Versalles de París. El estilo arquitectónico era predominantemente renacentista francés, amoblado y decorado con elementos llevados desde Europa sin reparar en gastos. Un verdadero testimonio de opulencia inconcebible.
Enrejado de la mansión de Simón Iturri Patiño en la
calle Potosí de Cochabamba
Patiño había nacido en 1860 en el Departamento de Cochabamba donde se
criara, realizara sus estudios y comenzara su actividad laboral a los
veintitrés años como empleado de una casa comercial. En 1894 se trasladó a
Oruro para incorporarse a la empresa Germán Fricke y Cía., que se hallaba en
aquel momento en plena expansión. Pero poco después estableció una sociedad con
los responsables de la mina La Salvadora situada en Potosí, en el cerro
Llallagua, que al comenzar el siglo XX se convirtiera en una de las reservas de
estaño más importantes del mundo al descubrirse una gran veta. Al aumentar a
ritmos acelerados el precio internacional del estaño, se enriqueció rápidamente,
comenzando a comprar otras minas y fundando el Banco Mercantil con sucursales
en las principales ciudades bolivianas e incluso en la chilena Antofagasta. En
la década de 1920 consolidó su fortuna y procedió a fusionar sus propiedades en
los Estados Unidos creando The Patiño Mines and Enterprises Consolidated
Incorporated, con el fin de eludir impuestos. Instaló oficinas de
comercialización en Hamburgo y París, desde donde dirigía sus negocios; y adquirió
propiedades, empresas y yacimientos mineros en todos los continentes. En 1925
la renta bruta de Bolivia se calculaba en cincuenta y cinco millones de pesos,
y la fortuna de Patiño alcanzaba a cincuenta millones, por lo que le prestara
al estado el dinero necesario para la construcción de ferrocarriles, con la
condición de que beneficiara directamente a sus empresas, y que el gobierno no
aumentara el impuesto sobre el estaño durante cinco años, además de cobrar los intereses.
Fue uno de los socios fundadores de El Diario de la ciudad de La Paz, periódico
que continuaba aun su vigencia en 2010, año en que nos encontrábamos allí; y
proporcionó en 1930 un empréstito al gobierno boliviano para financiar los
gastos que le suponía su conflicto con Paraguay sobre los territorios del
Chaco. Puso a su servicio al ejército y a la policía de Bolivia, colocó
presidentes y ministros, y cuando la crisis del ’30 lo afectaba, se las ingenió
para que las deudas las pagara el estado boliviano. Compitió con otros
empresarios mineros del mundo a partir de la mano de obra barata, en general
indígena, en lugar de mejorar la producción tecnológicamente. Al estallar la
Segunda Guerra Mundial se retiró de Francia huyendo del conflicto para instalarse
en Nueva York. Ya en ese momento contó con la colaboración de su hijo Antenor y
ejerció gran influencia en los mercados bursátiles. Al cumplir los ochenta años
decidió retirarse dejando los negocios a cargo de sus hijos y nietos. Residió
entonces en el hotel Plaza de Buenos Aires repartiendo su estada con la ciudad
de Mar del Plata. Falleció en la Argentina en 1947 poco antes de cumplir
ochenta y siete años y fue repatriado a Bolivia donde descansan sus restos.
Simón Patiño junto con Mauricio Hoschild y Carlos Víctor Aramayo, otros
ricos empresarios mineros de Bolivia, eran conocidos como los “barones del
estaño”; y tuvieron gran influencia en la política del país hasta la
Revolución Nacional de 1952, que efectuó la nacionalización de las minas.
Con respecto a la explotación de los mineros que permitiera el
enriquecimiento de Patiño, Decio Machado, perteneciente a la Fundación Centro
de Estudios Políticos y Sociales, ha escrito:
“Estos trabajadores, en su inmensa mayoría indígenas, vivían en campamentos
expuestos al cortante viento frío del altiplano. Dura realidad la del minero
boliviano, quien hospedado en una tierra hostil, en lo alto de la cordillera,
trabajaba en las entrañas de los cerros respirando partículas del mineral en
una atmósfera mohosa, impregnada de veneno. Su alimento era solamente maíz
molido y los derivados que pudiera hacer de esto. El hambre era un flagelo y
para superarlo, utiliza la hoja de coca, la cual masca dotándole de un fuerte
poder anestésico contra el hambre. Con este estímulo, el indio desarrolla una
energía aparente, que le permite desarrollar un trabajo prolongado que le
facilitaba las largas horas de jornada laboral en las entrañas de la montaña.
A los cuarenta años, estos indígenas mineros ya estaban acabados. Sus pulmones
se petrificaban; su piel se rajaba ante el viento del altiplano; y cuando sus
ojos comenzaban a quemar, comenzaban los síntomas de su fatal agonía camino de
la muerte: vómitos de sangre, desmayos por agotamiento o debilidad física que
ya ni la coca conseguía disimular. Los mineros bolivianos pagaron con su vida
el precio de enriquecer a Patiño. Así morían, y en su muerte, eran conscientes
de que no había jubilación, ni pensiones, ni nada…, solos quedaban mujer e
hijos. Pero en ese dolor, en el sufrimiento de la agonía de la muerte, muchos
de ellos encontraban la liberación a una vida de esclavitud, dolor y sustento
de una sociedad feudal –tanto en el campo como en las minas-, que consolidaba
una vergonzosa oligarquía tradicional, explotadora y criminal que debe pasar a
la historia tal y como realmente fueron, y no como nos la intenta dibujar la
burguesía boliviana.”
Jardines de la mansión Patiño
Continuamos nuestra recorrida observando diferentes edificios para luego regresar a la zona céntrica y tener un merecido almuerzo.
Antigua casona cochabambina
Sector moderno de Cochabamba
Omar tomando la sopa que se
incluía en el menú del día
Martín prefirió la universal pizza de muzzarella
Y a la tarde continuamos conociendo la ciudad, pero en barrios de
niveles socioeconómicos más bajos.
En cuanto nos alejamos un poco del Centro comenzamos a ver los carteles de propaganda política que habían sido pintados debido a que un mes antes de nuestra llegada, diciembre de 2009, se habían realizado las elecciones presidenciales y parlamentarias en que Evo Morales, del Movimiento al Socialismo había arrasado en la mayoría de los distritos, logrando la reelección y afianzando su poder hasta 2015.
DE ORIENTE A OCCIDENTE, EVO PRESIDENTE 2010-2015
Evo Morales se había postulado
para un segundo mandato presidencial
Hacia el sur de la ciudad el crecimiento era marginal, no existiendo
los mismos servicios que en otros sectores. Calles y veredas sin demarcar, y
por ser de tierra, con anegamientos después de cada lluvia.
Crecimiento marginal en los bordes
de la ciudad
El asfalto se terminaba demasiado pronto en los barrios del sur de Cochabamba. A sólo cinco kilómetros del Centro, dominaba un amplio valle sin árboles, donde sólo se vía polvo en las calles y canales de riego convertidos en zanjas resecas.
Calles de tierra sin veredas
definidas
Anegamiento durante los días de
lluvia
Grandes desniveles en los barrios de las colinas
Terrenos sobre las pendientes de las laderas y calles en función de las curvas de nivel
Esa zona de Cochabamba era sumamente árida, pero en el mes de abril del
año 2000, los pobres de la ciudad y del campo lograron expulsar a la
multinacional que pretendía adueñarse del agua a cambio de hacer algunas obras
de distribución. Y desde entonces, la gestión comunitaria del agua ya era un
desafío permanente.
La mayor parte de los barrios del sur se habían formado a partir de inmigrantes procedentes de Oruro, siendo después también ocupados por los del resto del Altiplano.
Viviendas muy precarias habitadas
por inmigrantes procedentes del Altiplano
Anciana hilando manualmente
Si bien, por un lado, existían muchas actividades que demostraban la integración de los pobladores, como las deportivas, por otra parte, la inseguridad imperaba en las áreas más alejadas del Centro. Y tras el alto índice de violaciones sexuales, robos, asesinatos y otros actos inmorales que ocurrían en diferentes zonas, se había convertido en territorio sin ley. Por esa razón los vecinos, en señal de advertencia, procedieron a colgar muñecos de trapo para cuando el malhechor fuera descubierto, corriera la misma suerte, optando por hacer justicia por mano propia. Pedían a las autoridades alumbrado público, puestos policiales y controles en las unidades educativas.
Una cancha de fútbol/básquet en un barrio de la colina
Comercios enrejados ante la inseguridad del lugar
Muñeco ahorcado en señal de
advertencia
Muy cerca de allí se encontraba el Aeropuerto Internacional Jorge Wilstermann, por lo que los aviones pasaban a muy baja altura, haciendo que nos resultara temeraria su proximidad.
Muy cerca de allí se encontraba el
Aeropuerto Internacional Jorge Wilstermann
Vista panorámica de Cochabamba
desde los barrios del sur
Vista a lo lejos del Cristo de la
Concordia
La ciudad, históricamente se había sustentado a partir del cultivo de habas, arvejas, cebolla, maíz, tomate, rocoto, perejil, lechuga, nabo, zanahoria, chirimoya, frutilla y durazno, entre otros productos agrícolas; pero en los últimos años había disminuido su participación en parte por la gran expansión urbana que había reducido la extensión de tierras de la zona sur, así como por el avance en la radicación de algunas actividades industriales que generaban nuevas fuentes de trabajo. Por otra parte, también se habían descubierto importantes reservas de gas natural en sus inmediaciones, lo que la convertiría en otra área importante en recursos energéticos.
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