La
tradición contaba que hacía mucho tiempo la Virgen María se le había aparecido
muchas veces a una joven pastora a los pies de la colina conocida como
Calvario. Las visitas fueron testificadas más tarde por los padres de la niña y
una multitud de aldeanos cuando ella gritó “Orkopiña”
(en la colina) cuando vio a la Virgen ascender al cielo. En la cumbre la
gente del pueblo descubrió la imagen de piedra de la Virgen, que luego fuera
colocada en la iglesia a la derecha del altar, rodeada de ofrendas y placas
conmemorativas de agradecimiento por las bendiciones recibidas.
Santuario de la Virgen de Urkupiña
Venta de artículos religiosos y
souvenirs
Amplia calle de Quillacollo
Antiguo edificio de Quillacollo
Plaza de Quillacollo
Boulevar de la avenida Blanco
Galindo
Mucho tránsito en la avenida Blanco Galindo
Diversos puestos de venta de comidas
Acarreo de uvas en carretilla
hasta los lugares de venta
Hortalizas y frutas de gran
calidad y bajo precio
Desde Vinto tomamos la avenida Pairunami hasta llegar a Villa Albina,
la elegante mansión señorial, al pie de la cordillera del Tunari, que Simón
Iturri Patiño mandara a construir entre los años 1925 y 1932 para su esposa
Albina Rodríguez de Patiño. La hacienda estaba rodeada de hermosos jardines y
en su perímetro se encontraba el mausoleo familiar en el que reposaban los
restos del matrimonio Patiño y de sus hijos René, Antenor y Graciela.
Portón de acceso a Villa Albina
El total del predio contaba de doscientas sesenta hectáreas de terrenos
cultivables y cien de áreas forestales, que la Fundación Patiño sostenía en
copropiedad con los ex colonos. Allí funcionaban tres importantes proyectos: la
Granja Modelo, el Centro de Investigaciones Fitoecogenéticas y el Centro de
Semillas, implementándose desde 2001 el Parque Ecoturístico Pairunami.
Áreas forestadas pertenecientes a la Fundación
Patiño
Avenida Pairunami
El Parque Ecoturístico contaba con un gran bosque de eucaliptus y de quewiñas, con senderos que permitían descubrir el lugar a pie, caballo o bicicleta, una cascada natural, y una estación hidroeléctrica que ya no funcionaba. También había canchas, juegos para niños y áreas de picnic y de campamento equipadas con instalaciones sanitarias. Y en todas partes carteles informativos y educativos, todo acompañado por los guardabosques que lo vigilaban permanentemente.
Bosque de eucaliptus del Parque
Ecoturístico Pairunami
Martín en el bosque junto a la
cascada
Cascada y estación hidroeléctrica en desuso
Era pleno verano y el día estaba excepcional porque a pesar de
encontrarnos a 2.700 m.s.n.m., como la latitud era de 17° 30’ S, la temperatura
se mantenía en alrededor de 25° C. Por eso Martín había podido ponerse su
camiseta del club paceño The Strongest que le comprara en otro de nuestros
viajes a Bolivia, y que en La Paz se le había hecho difícil usar debido a sus
bajas temperaturas.
Martín sobre el puentecito de la
acequia luciendo la camiseta del club paceño The Strongest
Martín disfrutando del enorme
parque
Omar y Martín cerca del área de
juegos para niños
Y después de disfrutar del aire puro en el bosque de eucalipus, regresamos a Cochabamba pasando por campos sembrados de maíz, jardines con árboles repletos de flores e improvisadas canchas de fútbol, todo en un hermoso paisaje al pie de la cordillera de Cochabamba.
Vista de la cordillera de
Cochabamba desde la avenida Pairunami
Cultivo de maíz
Jardines muy floridos en toda el
área
Cancha de fútbol barrial
Al día siguiente, y como despedida de Cochabamba, llevé a Martín al Parque Recreativo Lago del Edén a unos veinte kilómetros al sudeste de la ciudad.
Ingresando al Parque Recreativo
Lago del Edén
El Parque se encontraba en un sector de la laguna La Angostura, un espejo de agua artificial formado por la represa México, que contenía a los ríos Sulti, Punata y Tarata. Su nombre se debía a que fuera inaugurada en enero de 1945 gracias a la cooperación del gobierno mexicano, aunque en el lugar era conocida como represa de La Angostura. Y si bien la principal finalidad había sido la de proveer agua de riego en la región de los valles del departamento Cochabamba, también se había convertido en una importante zona de turismo local.
Represa México o de La Angostura
Uno de los afluentes contenido por
la represa México
Primeramente Martín había mirado con desconfianza a los cisnes a pedal que circulaban por el lago, pero después se entusiasmó conduciendo uno de ellos, y al finalizar el recorrido lo pudo estacionar sin ayuda alguna.
Martín mirando con recelo a los cisnes a pedal
Martín conduciendo uno de los
cisnes
Martín estacionando el cisne sin
ayuda
Dentro del Parque había diferentes opciones para alimentarse, desde el
restorán Lago del Edén especializado en pescados de la zona, hasta pequeños
puestos con snacks y golosinas.
Y a Martín se le antojó un paquete de pochoclos, pero en cuanto los
probó empezó a decir que no le gustaban, que quería azúcar. La vendedora le
explicó que allí se acostumbraba a comerlos salados, pero él no podía
entenderlo. Y siendo tan servicial como la mayoría de los bolivianos,
rápidamente fue a buscar los ingredientes y le hizo un paquete dulce,
quedándome yo con los otros, que estaban riquísimos.
Restorán Lago del Edén
Martín junto al castillo del
Parque comiendo sus pochoclos
Tanto la ciudad de Cochabamba como sus alrededores nos habían resultado
sumamente agradables. La posición geográfica era excepcional por tener
comunicaciones directas con todas las regiones. La población parecía tener un
alto componente de clase media en relación con otros sitios y eran tan amables como
en casi todo el resto del país. La altura no generaba efectos de apunamiento
como en La Paz, la temperatura estival era elevada pero no sofocante como en
Santa Cruz de la Sierra, y la humedad permitía desarrollar una gran cantidad de
cultivos más la diversidad de vegetación natural, sumado a la cantidad y
variedad de flores por todas partes. Sin duda, la más vivible de todas las
ciudades de Bolivia.
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