sábado, 24 de octubre de 2020

Por los alrededores de Cochabamba

  A trece kilómetros al oeste del Centro de la ciudad de Cochabamba se encontraba Quillacollo, la comunidad de mayor importancia comercial que ya había quedado absorbida como un suburbio; sin embargo, el principal atractivo estaba en la iglesia donde se veneraba a la Virgen de Urkupiña.

La tradición contaba que hacía mucho tiempo la Virgen María se le había aparecido muchas veces a una joven pastora a los pies de la colina conocida como Calvario. Las visitas fueron testificadas más tarde por los padres de la niña y una multitud de aldeanos cuando ella gritó “Orkopiña” (en la colina) cuando vio a la Virgen ascender al cielo. En la cumbre la gente del pueblo descubrió la imagen de piedra de la Virgen, que luego fuera colocada en la iglesia a la derecha del altar, rodeada de ofrendas y placas conmemorativas de agradecimiento por las bendiciones recibidas.


 

Santuario de la Virgen de Urkupiña

 

Venta de artículos religiosos y souvenirs


 Dimos unas vueltas por Quillacollo y luego continuamos viaje rumbo a Vinto por la avenida Blanco Galindo, la misma que habíamos venido transitando desde Cochabamba hasta allí.

 

Amplia calle de Quillacollo


 

Antiguo edificio de Quillacollo

  

Plaza de Quillacollo


 

Boulevar de la avenida Blanco Galindo

 

Mucho tránsito en la avenida Blanco Galindo

  

Diversos puestos de venta de comidas

  

Acarreo de uvas en carretilla hasta los lugares de venta

  

Hortalizas y frutas de gran calidad y bajo precio

  

Desde Vinto tomamos la avenida Pairunami hasta llegar a Villa Albina, la elegante mansión señorial, al pie de la cordillera del Tunari, que Simón Iturri Patiño mandara a construir entre los años 1925 y 1932 para su esposa Albina Rodríguez de Patiño. La hacienda estaba rodeada de hermosos jardines y en su perímetro se encontraba el mausoleo familiar en el que reposaban los restos del matrimonio Patiño y de sus hijos René, Antenor y Graciela.

  

Portón de acceso a Villa Albina

 

El total del predio contaba de doscientas sesenta hectáreas de terrenos cultivables y cien de áreas forestales, que la Fundación Patiño sostenía en copropiedad con los ex colonos. Allí funcionaban tres importantes proyectos: la Granja Modelo, el Centro de Investigaciones Fitoecogenéticas y el Centro de Semillas, implementándose desde 2001 el Parque Ecoturístico Pairunami.

  

Áreas forestadas pertenecientes a la Fundación Patiño

  

Avenida Pairunami

  

El Parque Ecoturístico contaba con un gran bosque de eucaliptus y de quewiñas, con senderos que permitían descubrir el lugar a pie, caballo o bicicleta, una cascada natural, y una estación hidroeléctrica que ya no funcionaba. También había canchas, juegos para niños y áreas de picnic y de campamento equipadas con instalaciones sanitarias. Y en todas partes carteles informativos y educativos, todo acompañado por los guardabosques que lo vigilaban permanentemente. 

 

Bosque de eucaliptus del Parque Ecoturístico Pairunami

  

Martín en el bosque junto a la cascada

 

 

Cascada y estación hidroeléctrica en desuso

  

Era pleno verano y el día estaba excepcional porque a pesar de encontrarnos a 2.700 m.s.n.m., como la latitud era de 17° 30’ S, la temperatura se mantenía en alrededor de 25° C. Por eso Martín había podido ponerse su camiseta del club paceño The Strongest que le comprara en otro de nuestros viajes a Bolivia, y que en La Paz se le había hecho difícil usar debido a sus bajas temperaturas.

  

Martín sobre el puentecito de la acequia luciendo la camiseta del club paceño The Strongest

 

 

Martín disfrutando del enorme parque

  

Omar y Martín cerca del área de juegos para niños

  

Y después de disfrutar del aire puro en el bosque de eucalipus, regresamos a Cochabamba pasando por campos sembrados de maíz, jardines con árboles repletos de flores e improvisadas canchas de fútbol, todo en un hermoso paisaje al pie de la cordillera de Cochabamba. 

 

Vista de la cordillera de Cochabamba desde la avenida Pairunami

   

Cultivo de maíz

  

Jardines muy floridos en toda el área

  

Cancha de fútbol barrial

  

Al día siguiente, y como despedida de Cochabamba, llevé a Martín al Parque Recreativo Lago del Edén a unos veinte kilómetros al sudeste de la ciudad. 

Ingresando al Parque Recreativo Lago del Edén

  

El Parque se encontraba en un sector de la laguna La Angostura, un espejo de agua artificial formado por la represa México, que contenía a los ríos Sulti, Punata y Tarata. Su nombre se debía a que fuera inaugurada en enero de 1945 gracias a la cooperación del gobierno mexicano, aunque en el lugar era conocida como represa de La Angostura. Y si bien la principal finalidad había sido la de proveer agua de riego en la región de los valles del departamento Cochabamba, también se había convertido en una importante zona de turismo local.  

Represa México o de La Angostura

 

Uno de los afluentes contenido por la represa México

  

Primeramente Martín había mirado con desconfianza a los cisnes a pedal que circulaban por el lago, pero después se entusiasmó conduciendo uno de ellos, y al finalizar el recorrido lo pudo estacionar sin ayuda alguna.  

Martín mirando con recelo a los cisnes a pedal

 

Martín conduciendo uno de los cisnes

  

Martín estacionando el cisne sin ayuda

 

Dentro del Parque había diferentes opciones para alimentarse, desde el restorán Lago del Edén especializado en pescados de la zona, hasta pequeños puestos con snacks y golosinas.

Y a Martín se le antojó un paquete de pochoclos, pero en cuanto los probó empezó a decir que no le gustaban, que quería azúcar. La vendedora le explicó que allí se acostumbraba a comerlos salados, pero él no podía entenderlo. Y siendo tan servicial como la mayoría de los bolivianos, rápidamente fue a buscar los ingredientes y le hizo un paquete dulce, quedándome yo con los otros, que estaban riquísimos.

 

Restorán Lago del Edén

  

Martín junto al castillo del Parque comiendo sus pochoclos

  

Tanto la ciudad de Cochabamba como sus alrededores nos habían resultado sumamente agradables. La posición geográfica era excepcional por tener comunicaciones directas con todas las regiones. La población parecía tener un alto componente de clase media en relación con otros sitios y eran tan amables como en casi todo el resto del país. La altura no generaba efectos de apunamiento como en La Paz, la temperatura estival era elevada pero no sofocante como en Santa Cruz de la Sierra, y la humedad permitía desarrollar una gran cantidad de cultivos más la diversidad de vegetación natural, sumado a la cantidad y variedad de flores por todas partes. Sin duda, la más vivible de todas las ciudades de Bolivia.

 

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