Así que a la mañana siguiente, muy temprano, fuimos en taxi desde el hotel hasta la zona de Villa Fátima, al noreste del Centro de la ciudad, lugar donde partían las vans que nos llevarían hasta allí por el “Camino de las Yungas”, más conocido como “El Camino de la Muerte”.
Puesto
de venta de comestibles a la salida de La Paz
Tomamos la ruta número tres que iba bordeando el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Cotapata, localizado en los Andes Bolivianos, entre la vertiente este de la Cordillera Real y el área de Nor Yungas.
Se trataba de una geografía absolutamente montañosa con fuertes pendientes y gran variedad de ambientes determinados por los diversos pisos ecológicos altitudinales que iban, a lo largo de todo el camino, de entre más de cinco mil metros sobre el nivel del mar en los desolados nevados de las altas cumbres andinas, hasta mil metros en los valles de los ríos, predominando el bosque húmedo montano de yungas, pasando por praderas de altura, vegas, páramos…
Nieves eternas y pradera de
altura en la Cordillera Real
La zona contaba con numerosos ríos de regímenes pluvio-nivales, lo que indicaba la escasez de agua entre los meses de abril y setiembre, con lógicas inundaciones en el período de deshielo y precipitaciones, de octubre a marzo. Por esa razón se habían construido varias represas tanto para el consumo de las aguas a nivel humano y el desarrollo de actividades agrícolas, así como para evitar los desastres producidos por los desbordes.
Espejo de agua de la
represa Incachaca
Nos habían advertido que el lugar por donde transitaríamos era tristemente célebre por tener un promedio de doscientos nueve accidentes, y noventa y seis muertes al año, y calificado por el Banco Interamericano de Desarrollo como el más peligroso del mundo en el año 1995.
Cordillera Real desde el Camino de la Muerte
Habiendo partido desde La Paz a 3600 m.s.n.m.,
íbamos ascendiendo hasta llegar a los 4650 m.s.n.m. en La Cumbre del Cristo, para
luego comenzar el descenso de tres mil seiscientos metros de desnivel en sólo
sesenta y cuatro kilómetros de recorrido. Al conducir por allí debía mantenerse
la izquierda, como si se estuviese en Gran Bretaña o en Australia, pero el
sentido era que los conductores pudieran ver con mayor facilidad el borde del
camino ya que en casi todos los cruces era un abismo, llegando en un lugar
hasta los ochocientos metros en vertical, y sin guardarraíles. Además, la ley
indicaba que el conductor que se encontraba subiendo la cuesta tenía prioridad
por sobre el que la bajaba, ya que en muchos casos había espacio para un solo
vehículo.
Por el Camino de la Muerte
en las cercanías de Pongo
A partir de la década de los ’90, la ruta se convirtió en un destino turístico internacional, en particular de los entusiastas de la bicicleta de montaña que comenzaron a utilizarla por sus descensos pronunciados y sus impactantes paisajes.
Ciclistas
de todo el mundo circulaban por el Camino de la Muerte
Parte de la carretera había sido construida con mano de obra de prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco en la década del ’30, siendo una de las pocas rutas que conectaban la selva amazónica del norte del país con la urbe paceña.
Agudos picos de la
Cordillera Real
Escasos tramos de relativa
planicie
Pronunciadas curvas y
valles sembrados en el Camino de la Muerte
Permanentemente se nos
cruzaban ciclistas
Corrales de pircas en los
valles intermontanos
Pronunciados
conos de deyección y vastas áreas de derrumbes
Las pronunciadas laderas se
iban cubriendo de nubes
Vertientes a lo largo de
todo el recorrido
Reflejo de Martín en la ventanilla, feliz entre las montañas
Y las nubes estaban cada vez más cerca de nosotros
Verdes
pasturas en las laderas empinadas
Áreas forestadas en algunos
de los parajes
Un túnel entre Pongo y
Unduavi
Debido a todos los accidentes que el camino había causado, el sector más peligroso había sido sustituido por otro de mayor kilometraje pero con menores dificultades, dejando al más antiguo sólo para el ciclismo, por lo que pasando Unduavi, se producía la bifurcación de la ruta que volvía a unirse en Santa Bárbara, a unos quince kilómetros de Coroico. Desde La Paz por el camino viejo había noventa y seis kilómetros que se hacían en no menos de tres horas y media; mientras que, por el tramo nuevo asfaltado, que tenía diez kilómetros más, podía llegarse en tres horas.
Cercanías de Unduavi, antes de la bifurcación de la ruta
Además, en la zona, durante el verano, estación en la que nosotros nos encontrábamos allí, eran habituales la lluvia y la niebla, que disminuían la visibilidad por completo, además del piso embarrado y las piedras sueltas que caían desde las montañas.
Así era la cerrazón y sólo las
plantitas indicaban el borde del precipicio
Al
cabo de un largo rato, lentamente las nubes comenzaron a abrirse
Y permitieron divisar
nuevamente las montañas
Cuando todo se despejó ya estábamos en las yungas a 1800 m.s.n.m. en el puente del río Yolosa, casi a la entrada del pueblo de Coroico.
Puente
sobre el río Yolosa
Primera
visión de Coroico desde la ruta
Desde la entrada a Coroico pudimos visualizar el
Camino de la Muerte en la ladera de la montaña
Hotel
Gloria en las afueras de Coroico. Al fondo el Camino de la Muerte
Debido a la intensa niebla, había habido momentos en que el chofer se había visto obligado a conducir a paso de hombre, por lo que, a pesar de las estimaciones previas, le pusimos algo más de cuatro horas en llegar a destino, pero sanos y salvos.
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