domingo, 25 de octubre de 2020

Rumbo a las yungas por el Camino de la Muerte

  Estando en La Paz fuimos a una agencia de turismo con el fin de reservar un hospedaje en la localidad de Coroico, en las Nor Yungas. Y allí nos vendieron cuatro días en el Eco-Lodge Sol y Luna, que quedaba a un kilómetro y medio de la plaza del pueblo.

Así que a la mañana siguiente, muy temprano, fuimos en taxi desde el hotel hasta la zona de Villa Fátima, al noreste del Centro de la ciudad, lugar donde partían las vans que nos llevarían hasta allí por el “Camino de las Yungas”, más conocido como “El Camino de la Muerte”. 

 

  

 

Puesto de venta de comestibles a la salida de La Paz

  

Tomamos la ruta número tres que iba bordeando el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Cotapata, localizado en los Andes Bolivianos, entre la vertiente este de la Cordillera Real y el área de Nor Yungas.   

Se trataba de una geografía absolutamente montañosa con fuertes pendientes y gran variedad de ambientes determinados por los diversos pisos ecológicos altitudinales que iban, a lo largo de todo el camino, de entre más de cinco mil metros sobre el nivel del mar en los desolados nevados de las altas cumbres andinas, hasta mil metros en los valles de los ríos, predominando el bosque húmedo montano de yungas, pasando por praderas de altura, vegas, páramos…  

Nieves eternas y pradera de altura en la Cordillera Real

 

 

La zona contaba con numerosos ríos de regímenes pluvio-nivales, lo que indicaba la escasez de agua entre los meses de abril y setiembre, con lógicas inundaciones en el período de deshielo y precipitaciones, de octubre a marzo. Por esa razón se habían construido varias represas tanto para el consumo de las aguas a nivel humano y el desarrollo de actividades agrícolas, así como para evitar los desastres producidos por los desbordes. 

Espejo de agua de la represa Incachaca

 

 

Nos habían advertido que el lugar por donde transitaríamos era tristemente célebre por tener un promedio de doscientos nueve accidentes, y noventa y seis muertes al año, y calificado por el Banco Interamericano de Desarrollo como el más peligroso del mundo en el año 1995. 

Cordillera Real desde el Camino de la Muerte

 

Habiendo partido desde La Paz a 3600 m.s.n.m., íbamos ascendiendo hasta llegar a los 4650 m.s.n.m. en La Cumbre del Cristo, para luego comenzar el descenso de tres mil seiscientos metros de desnivel en sólo sesenta y cuatro kilómetros de recorrido. Al conducir por allí debía mantenerse la izquierda, como si se estuviese en Gran Bretaña o en Australia, pero el sentido era que los conductores pudieran ver con mayor facilidad el borde del camino ya que en casi todos los cruces era un abismo, llegando en un lugar hasta los ochocientos metros en vertical, y sin guardarraíles. Además, la ley indicaba que el conductor que se encontraba subiendo la cuesta tenía prioridad por sobre el que la bajaba, ya que en muchos casos había espacio para un solo vehículo.  

Por el Camino de la Muerte en las cercanías de Pongo

 

 

A partir de la década de los ’90, la ruta se convirtió en un destino turístico internacional, en particular de los entusiastas de la bicicleta de montaña que comenzaron a utilizarla por sus descensos pronunciados y sus impactantes paisajes. 

Ciclistas de todo el mundo circulaban por el Camino de la Muerte

  

Parte de la carretera había sido construida con mano de obra de prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco en la década del ’30, siendo una de las pocas rutas que conectaban la selva amazónica del norte del país con la urbe paceña. 

Agudos picos de la Cordillera Real


  

Escasos tramos de relativa planicie


Pronunciadas curvas y valles sembrados en el Camino de la Muerte

  

Permanentemente se nos cruzaban ciclistas

  

Corrales de pircas en los valles intermontanos

  

Pronunciados conos de deyección y vastas áreas de derrumbes

  

Las pronunciadas laderas se iban cubriendo de nubes

  

Vertientes a lo largo de todo el recorrido

 

 

Reflejo de Martín en la ventanilla, feliz entre las montañas

 

 

Y las nubes estaban cada vez más cerca de nosotros

 

 

Verdes pasturas en las laderas empinadas

  

Áreas forestadas en algunos de los parajes

  

Un túnel entre Pongo y Unduavi

 

Debido a todos los accidentes que el camino había causado, el sector más peligroso había sido sustituido por otro de mayor kilometraje pero con menores dificultades, dejando al más antiguo sólo para el ciclismo, por lo que pasando Unduavi, se producía la bifurcación de la ruta que volvía a unirse en Santa Bárbara, a unos quince kilómetros de Coroico. Desde La Paz por el camino viejo había noventa y seis kilómetros que se hacían en no menos de tres horas y media; mientras que, por el tramo nuevo asfaltado, que tenía diez kilómetros más, podía llegarse en tres horas. 

 

Cercanías de Unduavi, antes de la bifurcación de la ruta 

 

Además, en la zona, durante el verano, estación en la que nosotros nos encontrábamos allí, eran habituales la lluvia y la niebla, que disminuían la visibilidad por completo, además del piso embarrado y las piedras sueltas que caían desde las montañas.

 

Así era la cerrazón y sólo las plantitas indicaban el borde del precipicio

  

Al cabo de un largo rato, lentamente las nubes comenzaron a abrirse

  

Y permitieron divisar nuevamente las montañas

  

Cuando todo se despejó ya estábamos en las yungas a 1800 m.s.n.m. en el puente del río Yolosa, casi a la entrada del pueblo de Coroico.  

Puente sobre el río Yolosa

  

Primera visión de Coroico desde la ruta

  

Desde la entrada a Coroico pudimos visualizar el Camino de la Muerte en la ladera de la montaña

  

Hotel Gloria en las afueras de Coroico. Al fondo el Camino de la Muerte

  

Debido a la intensa niebla, había habido momentos en que el chofer se había visto obligado a conducir a paso de hombre, por lo que, a pesar de las estimaciones previas, le pusimos algo más de cuatro horas en llegar a destino, pero sanos y salvos.

 

 

 

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