Apenas llegué, a la mañana muy temprano,
después de dos vuelos seguidos, me instalé en el departamento que Andrés me
había reservado y en un taxi fui hasta la universidad. Y tal como me ocurría
siempre que asistía a ese tipo de citas académicas, me encontré con colegas muy
queridos con quienes había compartido gratos momentos, como David Robinson e
Hildegardo Córdova Aguilar.
Las actividades se desarrollaron con bastante
informalidad en comparación con otros encuentros de las mismas características,
lo que permitió que las discusiones fueran muy valiosas en un ambiente
relajado.
Al llegar el fin de la jornada, como había rechazado el super desayuno que me habían ofrecido oportunamente, me instalé en un restorán popular del Centro de la ciudad, y pedí un mixto. Los mixtos consistían en platos que contenían dos tipos de carnes más diversos agregados. El mío tenía papas, una salsa agridulce y arepas para acompañarlos. Yo elegí vacuno y pollo, pero solían integrar también el pescado con el vacuno o el pollo. Y las arepas eran unas tortillas hechas con harina de maíz blanco, agua y sal, y reemplazaban lo que en la Argentina sería el pan de trigo. De hecho, podían rellenarse con variedad de ingredientes, y comerlas como si se tratara de un sándwich. Para beber, un delicioso jugo de frutas del lugar.
Mixto con papas envueltas en
papel metálico, arepas y jugo de fruta
Al día siguiente lo primero que hice fue cambiar de hospedaje, porque si bien el departamento donde estaba era muy bueno y tenía todas las comodidades, prefería establecerme en el Centro, concretamente en un hotel de la Avenida Calle 19, que era la más comercial y atractiva para mi gusto. Y luego regresé a la universidad donde presenté mi ponencia “América Latina como Periferia”, además de hacer una relatoría sobre “Los 15 años del Centro Humboldt”.
Público durante las presentaciones de la reunión del CLAG
Las
presentaciones fueron numerosas y muy variadas, tanto en temática como en
teorías y métodos. Pero hubo una de ellas, que si bien no fue la más
importante, sí la más impactante, expuesta por Amy Rittersbusch, de la
Universidad Internacional de Florida (EEUU), intitulada “Hacer
investigación con niñas de la calle: Hacia una conexión de ética asistencial e
Investigación - Acción Participativa (IAP)”. Ella
presentó los resultados preliminares de su tesis doctoral sobre la exclusión socio-espacial
y geográfica cotidiana de niñas de la calle en Bogotá, llevando a la universidad a un
grupo de chicas y travestis que compartían con ella su trabajo de campo y que eran
activistas en cuanto a las denuncias de discriminación y criminalidad de que eran
víctimas.
Chicas que trabajaban en las
calles de Bogotá
Colombianas
y venezolanas, habían comenzado con esa actividad por necesidad de subsistencia
y posteriormente no habían podido salir del circuito. Y algunas de ellas que lo
estaban intentando, eran rechazadas en los posibles nuevos lugares de trabajo.
Y era por esa razón que estaban animando fiestas infantiles o hacían festivales
a la gorra en las plazas, vestidas de payaso o de otros personajes con
disfraces que no permitieran ver sus rostros. De esa manera no impresionaban mal
a los padres de los niños ni eran reconocidas por sus proxenetas.
En la medida en que los académicos no transitaban por los barrios donde
ellas habitaban, Amy Rittersbusch les dio la posibilidad de comunicarse con los
investigadores en la propia universidad, ganando un espacio que les resultaba
ajeno. Ellas agradecieron la atención que les fue prestada, y los participantes de
la Reunión les expresaron su respeto por el esfuerzo en vencer prejuicios y la
valentía para expresarse ante el público universitario.
Travestis que ejercían la prostitución en Bogotá
Una vez finalizado el evento, las autoridades del CLAG nos ofrecieron una
cena en un restorán muy particular: no tenía menúes fijos. El chef diariamente elegía en el mercado
los productos que consideraba más apetecibles por estacionalidad y calidad, y
de allí ofrecía un único plato. Esa noche había preparado una carne con
diferentes verduras que era un verdadero manjar.
Me despedí de los nuevos y viejos amigos, y siendo ya las nueve de la noche, en un taxi regresé a mi hotel. Fui un rato al cyber, pero siendo las diez cerraban; y a las once de la noche de un viernes, ya no pasaba nadie por la avenida… ¡Terrible para quienes tenemos hábitos nocturnos! Así que para entretenerme hasta conciliar el sueño me quedé mirando un programa de tangos por televisión, como no lo había en Buenos Aires.
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