miércoles, 27 de abril de 2022

Visita al Parque Nacional El Ávila

  Al finalizar las Jornadas de la UGAL, algunos participantes hicimos una visita al Parque Nacional El Ávila. Por lo que en sendos vehículos nos dirigimos hacia la zona noreste de Caracas con el fin de elevarnos en el teleférico que nos llevaría hasta la cima de la montaña. 

Por la tarde del viernes rumbeamos hacia las montañas

  

Mientras tanto en el camino, nuestros compañeros venezolanos nos iban mostrando diferentes aspectos de la ciudad y dando explicaciones muy pertinentes. 

En camino hacia el nordeste de Caracas por una de las anchas avenidas

 

La densidad de tránsito iba en aumento ya que se trataba de un viernes a la tarde, momento en que mucha gente utilizaba sus autos particulares para salir durante el fin de semana. 

Elevada densidad de tránsito el viernes 18 de junio a la tarde

  

Y de pronto, entre los árboles vimos pasar el Teleférico de Caracas o Teleférico del Ávila, puesto en servicio desde 1956 por el entonces presidente de Venezuela, General Marcos Pérez Jiménez.

Dicho sistema de ascenso había permanecido abierto hasta finales de la década del ’70, cuando fue cerrado por el deterioro de sus instalaciones. Y se reabrió desde 1986 hasta el ’90, para volver a cerrarse por espacio de diez años más.  

Teleférico de Caracas o del Ávila desde una avenida caraqueña

 

 En el año 2000, el gobierno nacional lo entregó en concesión junto con el hotel Humboldt a la compañía Inversora Turística Caracas. Esta empresa llevó a cabo la reconstrucción de todo el primer tramo del sistema del teleférico hasta el Ávila, así como de las estaciones, contando con más de setenta cabinas que hacían el recorrido de tres kilómetros y medio en algo más de quince minutos, dependiendo de las condiciones meteorológicas, y pudiendo trasladar a mil novecientas veinte personas por hora. Y como es típico de las empresas privadas, le dio un nombre absolutamente comercial, sin tomar en cuenta ninguna cuestión, ni tradicional, ni ambiental, ni cultural, por lo que lo denominó “Parque Ávila Mágica”.

Pero en 2007 la concesión fue revocada debido a que la compañía no había cumplido con la promesa de la restauración del hotel Humboldt y la reconstrucción del segundo tramo original, por lo cual el sistema pasó nuevamente a manos del estado, siendo rebautizado con el nombre de Warairarepano (“Tierra de las Dantas”), nombre dado por las comunidades originarias al Ávila. 

 

Teleférico saliendo de entre los árboles de un parque de Caracas

 

Y si bien podíamos ver al teleférico cruzar la avenida por donde transitábamos, aun faltaba un buen trecho para llegar a la estación donde debíamos tomarlo.

Mientras el tránsito se encontraba detenido, los vendedores ambulantes ofrecían las banderas de los equipos de fútbol que estaban participando del Mundial de Sudáfrica. Y por más que me pesara, debo reconocer que la mayor parte de los venezolanos, compraban la banderita española.  

 

Vendedor ambulante ofreciendo las banderitas de los equipos del Mundial de Fútbol de Sudáfrica

  

Lentamente nos fuimos acercando a la plaza Venezuela, una zona que se destacaba por contar con una serie de edificios de altura, como las Torres Polares I y II, muy importantes ambas en la ciudad. Una de las características de la Torre Polar II era que poseía en su parte superior una gran esfera con la publicidad de Pepsi; pero justamente en esos días iba a ser removida debido a que sus fragmentos se estaban desintegrando después de permanecer quince años en la azotea del edificio, sobre el piso veintiséis, a ciento veintiún metros de altura. 

Seguramente esta era una de las últimas fotos tomadas antes de que desmontaran la esfera de Pepsi

  

Muy cercana a las Torres Polares se encontraba la Torre Phelps, que contenía en su terraza una gran taza roja de Nescafé, que también ya tenía la orden de ser retirada por parte de la Alcaldía del Libertador, Distrito Federal de Caracas. Y si bien la oposición se había encargado de decir que Hugo Chávez la había mandado quitar por ser un símbolo del capitalismo, la razón que esgrimían las autoridades era que incumplía con una ordenanza sobre Propaganda y Publicidad Comercial, ya que sus gigantescas dimensiones (veinticinco metros de altura por veinte metros de diámetro, y ochenta y una toneladas de peso), superaban las dimensiones permitidas por la Ley, como medida preventiva ante un terremoto u otro tipo de catástrofe natural como vientos cruzados. 

Gigantesca taza de Nescafé sobre la azotea de la Torre Phelps

  

Otra torre emblemática que pudimos ver fue la de la aseguradora La Previsora. Se trataba de un edificio con forma de pirámide trunca, inaugurado por la mencionada empresa en 1973. Si bien la compañía había hecho crisis económica en 1979, la Torre continuó siendo un importante símbolo de Caracas, destacándose por su famoso reloj Patek Philippe, su belleza arquitectónica y su fortaleza sismoresistente.  

Torre piramidal La Previsora, entre otros edificios de altura de la ciudad de Caracas

  

Finalmente llegamos a la estación de partida del teleférico donde luego de obtener los tickets, iniciamos el ascenso.  

Parte de nuestro grupo antes de subir al teleférico

  

El Parque Nacional El Ávila se encontraba en la Cadena del Litoral perteneciente a la cordillera de la Costa, en el centro-norte de Venezuela.

Unos cuarenta millones de años atrás, durante el Eoceno, se inició la formación de esta cordillera como consecuencia del hundimiento de la placa del Caribe por debajo de la placa Sudamericana, produciéndose un proceso de plegamiento. El sector que abarcaba el parque nacional estaba constituido principalmente por rocas metamórficas, las cuales en su mayoría pertenecían al Cretácico. De todos modos, los cambios de relieve continuaban produciéndose como consecuencia de los deslaves, siendo un ejemplo contemporáneo el llamado Desastre de Vargas.

Como Tragedia, Desastre o Deslaves de Vargas, se conocía al corrimiento de tierras e inundaciones ocurridas en las costas caribeñas de Venezuela entre los días 15 y 17 de diciembre de 1999. Y si bien fue especialmente trágico en el estado de Vargas, también resultaron afectadas otras regiones como el Distrito Capital, Miranda y Falcón. Fue considerado el peor desastre natural que sufriera Venezuela en el siglo XX, en que las cifras de fallecidos, dependiendo de la fuente, se han estimado entre diez mil y cincuenta mil. Entre las causas de dicho deslave se asociaron las fuertes precipitaciones que se produjeron en el estado de Vargas con más de mil ochocientos catorce milímetros en las dos primeras semanas del mes de diciembre generando una saturación de los suelos, lo que diera lugar a que el caudal de agua bajara por pendientes de más de treinta grados llevando consigo deslizamientos de tierra y la capa vegetal de las montañas.

Pero este tipo de fenómenos no era desconocido en las zonas costeras y montañosas del norte de Venezuela por lo que los gobiernos nacional, regionales y locales deberían tenerlos en cuenta. Entre reportes y datos históricos se hallaban señalamientos realizados por Alexander von Humboldt para el año 1798 en relación con el río Osorio en el estado de Vargas, lo que ocasionara desastres en La Guaira; también relacionado con el Parque Nacional fue el evento ocurrido entre el 15 y el 17 de febrero de 1951, cuando el río Naiguatá cambió el cauce arrasando consigo numerosas viviendas, mientras que los ríos Osorio y el Caracas crecieron por precipitaciones afectando a La Guaira. También en 1980 fuertes precipitaciones causaron grandes daños y el necesario desalojo de habitantes hacia Caracas, como también en 1987, otro deslave ocurrido en la misma cordillera de la Costa, afectó al estado de Aragua.

 

Parque Nacional El Ávila, en la cadena del Litoral, perteneciente a la cordillera de la Costa

  

Los registros de Alexander von Humboldt tuvieron lugar a lo largo de su estada en la región a fines del siglo XIX. El destacado geógrafo llegó a La Guaira el 21 de noviembre de 1799, comenzando inmediatamente los preparativos para salir al día siguiente hacia la ciudad de Caracas. En la mañana del 22 de noviembre tuvo su primer encuentro con el cerro El Ávila al iniciar su ascenso por el viejo Camino de los Españoles, al cual lo encontrara semejante a los pasos de los Alpes. En el transcurso de las ocho horas que le tomó el viaje realizó un detallado inventario sobre vegetación, fauna, mediciones barométricas, térmicas, higrométricas, así como notas sobre aspectos geográficos, geológicos y mineralógicos del paisaje. Luego permaneció en Caracas, casi dos meses y medio haciendo preparativos para su viaje a los Llanos y al río Orinoco, además de recolectar especies locales y realizar observaciones sobre el valle de Caracas, el río Guaire y su cuenca.

El segundo encuentro con el cerro El Ávila se produjo el 2 de enero de 1800 cuando él y Aimé Bonpland en compañía del ilustre caraqueño Andrés Bello y de otras dieciocho personas ascenderían hasta la silla de Caracas realizando nuevas anotaciones sobre la fauna, flora, minerales, así como mediciones de altura, presión atmosférica y temperatura, lo que fuera señalado en sus libros “Cuadros de la Naturaleza” y “Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente”.

Y fue en esta última obra que Humboldt ya había reseñado, una riada ocurrida en La Guaira, que la Organización Rescate Humboldt, se ha encargado de divulgar para ser considerada a la hora de tomar recaudos en cuanto a los desastres naturales, debido a que se trataba de conocimientos de gran vigencia que habían quedado sólo para las exposiciones en las salas académicas y páginas culturales de los periódicos, como recuerdos de hombres que además dieron una de las primeras orientaciones a Bolívar, en París, en 1804, sobre la libertad de América. Y al respecto, ponían a la luz  el siguiente párrafo, en referencia al desborde del río de La Guaira: “Este torrente (…), tuvo, después de sesenta horas de lluvia en las montañas, una creciente tan extraordinaria, que arrastró troncos de árboles y masas de rocas de un volumen considerable. El agua medía durante la creciente de 30 a 40 pies de anchura por 8 a 10 pies de profundidad”. Esto había ocurrido entre el domingo 11 y el miércoles 14 de febrero de 1798. Sólo el desborde del río Osorio hizo que se cayesen o quedaran inhabitables doscientas diecinueve casas. Y además señalaba: “Muchas montañas de Caracas entran en la región de las nubes; pero los estratos de las rocas primitivas están inclinados en un ángulo de 70º a 80º, y caen generalmente hacia el noroeste, de suerte que las aguas se pierden en el interior de la tierra o brotan como abundantes manantiales, no al sur, sino al norte de los cerros costeros de Niguatar, Ávila y Mariara”. Humboldt utilizó la frase “de suerte”, debido a que, en esa época, la ladera norte estaba muy poco poblada. 

Hacia el sur se podía ver la ciudad de Caracas

  

El Parque Nacional El Ávila se extendía desde Caracas por todo el norte del estado Miranda y sur del estado Vargas. Y uno de sus atractivos eran las vistas que se tenían desde su cima.  

Omar Morales e Hildegardo Córdova en el Teleférico de Caracas

  

A medida que ascendíamos, además de ver a Caracas cada vez más pequeñita comenzamos a divisar la Cruz del Ávila, una enorme estructura ubicada en el cerro Papelón, que era iluminada todos los años entre el 1ro de diciembre y el 6 de enero con motivo del inicio del mes de la Navidad para conservarse hasta la llegada de los Reyes Magos.  

Cruz del Ávila, en el extremo superior izquierdo de la fotografía

  

La idea de crear una cruz iluminada para representar la época navideña había sido de Ottomar Pfersdorff, un ingeniero estadounidense que arribara a Venezuela en la década del ’40, y que comenzara a trabajar en la empresa Electricidad de Caracas. Pero debido al alto consumo de energía que implicaba, fue modificándose paulatinamente la tecnología que la alimentaba, así como su estructura. La Cruz del Ávila se localizó a 1530 m.s.n.m., midiendo treinta y siete metros de alto por dieciocho metros de ancho.

Ottomar Pfersdorff, quien se retirara de Electricidad de Caracas en 1970, falleció en 1998 curiosamente un 1ro de diciembre, día tradicional del encendido de la cruz.  

Cruz del Ávila en la cima del cerro Papelón

  

El clima del Parque era de montaña, con diferencias notables de acuerdo con la altitud y los pisos térmicos correspondientes; y también en función de la exposición de sus laderas a la insolación y a la procedencia de los vientos. Mientras la temperatura media en La Guaira, que se encontraba sobre la ladera norte a nivel del mar, era de 27,5ºC; en la ciudad de Caracas, a casi 1000 m.s.n.m. sobre la ladera sur, era de casi 21ºC; y en la cima de El Ávila, a 2500 m.s.n.m. apenas alcanzaba los 13ºC, con dos estaciones: la seca entre diciembre y abril, y la húmeda entre mayo y noviembre.  

Formación de cúmulos durante la estación húmeda

  

La vegetación predominante era de bosque de montaña con distintas variaciones que se distribuía en función de la altura. Entre el nivel del mar y los 200 y 800 metros de altura, se encontraba el bosque xerófilo, donde prevalecían especies como el cují (Prosopis juliflora); entre los 800 y 1500 m.s.n.m. se localizaba el bosque ombrófilo sub-siempreverde que se caracterizaba por presentar de dos a tres estratos arbóreos y sotobosque relativamente denso; y desde los 1500 hasta los 2200 metros, el bosque ombrófilo siempreverde con dos a tres estratos arbóreos y sotobosque bien desarrollado.  

Entrando en una zona de vegetación densa cubierta de nubes

  

En esos bosques abundaban especies de las familias de las orquídeas, helechos, bromeliáceas, aráceas, y palmeras.  

Flora muy variada en las abruptas paredes de la montaña

  

En cuanto a la fauna, entre los mamíferos que han desarrollado su hábitat había variedad de murciélagos, pumas, venados, zorros, ardillas y puercoespines. Como en toda zona de copiosa arboleda, una gran cantidad de aves, entre ellas más de treinta especies de colibríes, tenían allí sus nidos. Y entre los reptiles, la serpiente cascabel, la tigra mariposa y varias especies de corales, así como camaleones e iguanas. También abundaban los cangrejos de agua dulce y los escorpiones. Muchas de esas especies presentaban gran peligrosidad por lo dañino de sus venenos.  

Abundante y variada fauna en el bosque siempreverde

  

El Parque, en la parte correspondiente a Caracas, colindaba con una zona plenamente urbanizada con edificios de diez o más pisos de altura, y a pesar de ser de clase media alta, se habían encontrado vectores infectados del Trypanosoma cruzi, agente etiológico de la enfermedad de Chagas, presumiendo su aparición en los apartamentos al huir de los incendios forestales que se producían en la época de sequía.  

Vista de Caracas al pie de la ladera sur de El Ávila

 

 Con el teleférico llegamos hasta el pico del Ávila donde se encontraba ubicado el hotel Humboldt, que en ese entonces se encontraba en etapa de refacción.

 

Bandera de Venezuela y hotel Humboldt en el pico del Ávila

  

Y lo primero de todo, fue detenernos en el mirador para tener una vista panorámica de Caracas, que se presentaba entre las nubes del atardecer.  

Caracas entre las nubes del atardecer, vista desde el pico de El Ávila

  

Pero inmediatamente después, degustamos el cacao y el café venezolanos que eran de primera calidad, y compramos varios paquetes. 

Hildegardo degustando las infusiones típicamente venezolanas

  

Una cucharadita de cacao venezolano era equivalente a tres de las que se vendían en la Argentina. Sin embargo, Venezuela no se destacaba por su exportación, debido a que gran parte de sus tierras de producción habían sido destinadas a la actividad petrolera, que, sin duda, como en otras partes del mundo, tenía elevada renta monetaria, a costa de un mayor costo ambiental.  

Cacao en polvo y café de excelente calidad

  

Dentro del Parque había varios atractivos, siendo uno de ellos la pista de patinaje sobre hielo denominada Ávila Mágica, donde los venezolanitos podían disfrutar de algo que no se daba en forma natural dentro de su país. 

Warairarepano (“Tierra de las Dantas o de los Tapires”), nombre originario de El Ávila

 

También la arepera formaba parte de los atractivos y de una de las mayores tentaciones.  

Arepera Socialista, con una gran variedad de sabores

  

Caminamos por todo el sendero que guiaba la recorrida, y según decían, cuando el día estaba despejado podía verse el mar desde la ladera norte, pero en esa ocasión no tuvimos suerte. Es más, a medida que avanzaba la tarde, también se cubría de nubes la ladera sur. 

Las nubes cubrieron los valles de ambas laderas

  

Y mientras ya encendían las luces, las condiciones meteorológicas comenzaron a cambiar, y no sólo que la temperatura bajaba aceleradamente, sino que también algunas gotas de lluvia cayeron sobre nuestras cabezas, por lo que decidimos poner fin a tan interesante visita.   

Fotografía de despedida en el Parque Nacional El Ávila

  

Todos quedamos muy satisfechos con el paseo; y yo me prometí volver a subir a El Ávila, si algún día tenía la posibilidad de regresar a Caracas.

 

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