sábado, 23 de abril de 2022

Viaje a Caracas

 

Junio de 2010. Se realizaban en la ciudad de Caracas actividades organizadas por la UGAL, Unión Geográfica de América Latina.

Como se estaba jugando el Mundial de Fútbol en Sudáfrica, determinados tramos aéreos estaban saturados. El vuelo directo Buenos Aires – Caracas, tenía un costo muy por encima de mis posibilidades, vía Lima no había lugar y me quedaba solo la opción de la oferta LAN-TAM, con cambio de avión en Sao Paulo.

Así que salí de casa después de almorzar con una pequeña valija y sin pasaporte, ya que por un nuevo convenio, argentinos y venezolanos podíamos movernos libremente entre nuestros países.

El avión partía del Aeroparque Jorge Newbery, que era el lugar desde donde salían los vuelos de cabotaje y tomé el LAN que en dos horas y media me dejó en el aeropuerto de Guarulhos. Siempre pido ventanilla para poder tomar fotos, pero fuimos en el medio de una nube y no se veía absolutamente nada.

La razón de la oferta era porque desde las cuatro y media de la tarde en que había llegado, no tendría vuelo a Caracas hasta la medianoche. Con suma tranquilidad, me instalé en uno de los barcitos y tomé un excelente café con pan com queijo quente. Y después comencé a caminar por todo el aeropuerto viendo vidrieras y mucha gente que protestaba por la gran cantidad de vuelos cancelados por TAM. Y me comencé a preocupar, porque a partir de lo que reflejaban los carteles, comprobé que había alrededor de treinta vuelos diarios a Buenos Aires entre las distintas empresas, pero directo a Caracas, sólo uno al día.

Por suerte salimos en horario sin problemas, pero la diferencia entre el avión de LAN y el de TAM era abismal. El que volé por solo dos horas y media era mucho más grande y moderno que el que iba a Caracas con seis horas de vuelo, en el cual lo único bueno fue la cartuchera que repartieron con elementos de higiene. Pese a eso, me recosté sobre la ventanilla y me desperté cuando estábamos aterrizando.

Llegamos alrededor de las cinco de la mañana. Consideré que era una deshora para salir del aeropuerto y creí que tendría que hacer tiempo hasta que abrieran los puestos de comida, pero los horarios tropicales eran diferentes a los pampeanos, y todo comenzaba mucho más temprano. Y también terminaba mucho más temprano.

Así que fui a un mostrador y pregunté qué tenían para el desayuno. La chica me ofreció huevos con cerdo y otras cosas por el estilo. Entonces, yo horrorizada, le dije: -“¿A esta hora? ¿No tiene tortas o cualquier otra cosa dulce?” A lo que ella más horrorizada que yo, me respondió: -“¿A esta hora va a comer algo dulce?” Por lo que tomé un café solo y me compré un chocolate en otro puesto. Ambos riquísimos, porque Venezuela los tenía de la mejor calidad.

Yo llevaba algunos bolívares comprados en Buenos Aires, pero no me alcanzarían para mucho, así que me dirigí al mostrador de cambio oficial. Rápidamente aparecieron personas desconocidas que me ofrecían un cambio muchísimo más beneficioso. Sinceramente desconfié y sentí temor por lo que no les hice caso. Pero luego vi que muchas personas acudían a la casa de turismo que me habían recomendado y cambié por ese medio algunos dólares más.

El Aeropuerto internacional de Maiquetía estaba a orillas del mar, mientras que Caracas se encontraba a veinte kilómetros al sur, allende la montaña.

Entre los medios de transporte que me llevarían a la ciudad, elegí el de un hotel de muchas estrellas que me dejó cerca del que tenía reservado. Y desde allí, un taxi. 

Montañas que separaban al Aeropuerto de Maiquetía de la ciudad de Caracas

  

El camino por las montañas tropicales me pareció bellísimo por la diversidad de vegetación que se presentaba en una gran variedad de tonalidades. 

 Caracas debía su nombre a la tribu que habitaba el Valle de Los Caracas, al norte de la ciudad actual. El topónimo fue tomado como referencia por los españoles para toda la zona. 

En los suburbios de Caracas pude ver varios barrios marginales, y al llegar a la ciudad, un perfil de edificación moderna se presentó ante mis ojos. 

Viviendas precarias en la entrada de Caracas 


Modernos edificios en la ciudad de Caracas

  

Dejé el escaso equipaje en el hotel y salí a conocer la ciudad. Tomé un taxi y le pedí que me llevara hasta el Centro.

Caminé por una de las peatonales. La edificación era de lo más variada porque las construcciones correspondían a diferentes momentos históricos. En el casco antiguo de la ciudad, o El Silencio, podían encontrarse algunas del siglo XVIII. 

Una de las peatonales de Caracas

 

A medida que avanzaba la mañana, cada vez había más gente en las calles, con el ritmo lógico de los días de semana en una gran ciudad. 

Mucha gente en las calles haciendo trámites y compras

  

El Centro me pareció muy agradable tanto por su arquitectura, su vegetación y el temperamento de sus habitantes. 

Peatonal con mucha vegetación


El Centro tenía la disposición de todas las ciudades hispanoamericanas, la plaza en un lugar alto, la catedral y los edificios públicos a su alrededor. 

La Plaza Bolívar con gran variedad de vegetación 


Fuente en la Plaza Bolívar


En 1998, con la elección de Hugo Chávez como presidente del país, se había iniciado en Venezuela un proyecto político denominado Revolución Bolivariana, que estaba basado en el ideario del Libertador Simón Bolívar y que tenía como fin llegar a un nuevo socialismo.

Simón Bolívar había sido un militar y político venezolano, de la época pre-republicana de la Capitanía General de Venezuela, fundador de la Gran Colombia y una de las figuras más destacadas de la Emancipación Americana, ya que contribuyó a la independencia de los actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela. 

 

Monumento ecuestre de Bolívar

   

La Catedral de Caracas se caracterizaba por su sencillez arquitectónica. La original había sido destruida por el terremoto de 1641. Y la actual databa de fines del siglo XVII, pero había sufrido modificaciones posteriores, entre ellas la pérdida de altura de la torre a causa del terremoto de 1812. Allí había sido bautizado Simón Bolívar en 1873.  

Catedral de Caracas


En la esquina principal se encontraba la Casa Amarilla, una imponente estructura neoclásica que databa del siglo XiX. Originalmente había sido sede de la Capitanía General y Prisión Real, posteriormente fue la residencia oficial de los presidentes y luego pasó a ser la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1979 fue declarada Monumento Histórico Nacional de Venezuela.

Casa Amarilla, sede de la Cancillería

 

Dentro del casco histórico se habían instalado algunos locales comerciales que no condecían con las características del lugar, no solo quitándole estética sino que además, por tratarse de edificios muy antiguos, sin el mantenimiento adecuado, podían tornarse peligrosos, mucho más teniendo en cuenta de que se trataba de una zona de alta intensidad sísmica.  

Puestos callejeros en el Centro

 

Venezuela había quedado afuera del Mundial de Fútbol que se estaba jugando en Sudáfrica. Sin embargo, se vendían por las calles banderitas y otros elementos de los países intervinientes. Cada venezolano tenía su candidato y muchos lucían gorros o camisetas de la selección preferida o bien colocaban insignias en autos y otros lugares. Si bien muchos iban por Argentina, debo reconocer que la mayoría alentaba a España.

 

En plena calle se armaban estas mini-plateas para mirar los partidos

  

Mi padre siempre decía: -“El que pregunta, se jode.” Porque él como periodista, no preguntaba nunca nada a nadie, entraba a todos lados, sacaba fotos, entrevistaba a personajes famosos… Y lo hacía con tanta seguridad, que la mayoría de las veces nadie lo detenía porque suponían que estaba autorizado por alguien de más arriba…

Pero a mí me cuesta mucho hacer lo mismo, y cometí el error de preguntarle a un agente de seguridad que estaba en la puerta del Palacio Legislativo, si podía tomar fotos. Por lo tanto me dijo que no porque estaban los legisladores adentro. Me pareció tan absurdo, que me hice la tonta, y saqué varias fotos igual. Entonces, él se acercó y me dijo: -“Usted no me lo preguntó…, y yo no la vi…”  

Palacio Federal Legislativo

 

Caminé por todos lados y busqué una peluquería donde recomponer un poco mi pelo, que entre el viaje, el calor y la humedad, ya lucía horrible. Y entre tantas otras cosas, consulté a las personas que me atendían dónde podía cambiar más dinero. Entonces me indicaron una galería, en pleno Centro Histórico, en cuyo fondo había una joyería que en realidad funcionaba más como casa de cambio de dinero, que con la venta de oro. 

Edificios modernos del Centro

 

En las calles y negocios hablé con cuanta persona pude y a todas “les tiré de la lengua” respecto de su opinión sobre el presidente Hugo Chávez. Y confirmé lo que suponía. Tal cual como en Argentina sucedía respecto de Perón, lo amaban o lo odiaban. Nadie en el medio. Y con satisfacción noté que quienes no lo querían, no tenían ningún reparo en decírmelo, y hablaban a viva voz sin importarles que otros estuvieran escuchando. 

Corte Suprema de Justicia

  

Ya avanzada la tarde, me dispuse a almorzar. Y entré en un restorán bastante bueno, donde pedí carne de vacuno mechada con verduras. En Argentina llamábamos carne mechada a la que se horneaba entera y en el medio se le hacía un orificio y se le ponían diferentes cosas, como ajo o tocino, para luego servirle en rodajas. Pero en Venezuela, la carne mechada estaba transformada en mechas. El acompañamiento, tal cual en Brasil y en muchos otros países latinoamericanos, estaba compuesto por frijoles y arroz blanco. Era realmente delicioso. Todo eso lo acompañé con un riquísimo jugo natural de frutas tropicales. 

Carne de vacuno mechada con verduras, frijoles y arroz blanco

  

Antes de que oscureciera volví al hotel, y me puse a mirar televisión en la habitación. Además del resultado de los partidos del Mundial, hice zapping por varias emisoras locales, y vi programas que le atribuían todo lo bueno de Venezuela a Chávez, mientras que en otro canal, se lo culpaba hasta de cuestiones muy anteriores a su gobierno. Y muy a pesar de lo que había escuchado desde afuera, pude ver que la oposición se expresaba en términos realmente ofensivos y escandalosos, que no serían admitidos por gobiernos de otros países.

Más tarde me encontré en el bar del hotel con Hildegardo Córdova Aguilar, que había llegado poco antes desde Lima, quien también estaba invitado para la reunión de la UGAL. Cenamos algo frugal y fuimos pronto a dormir porque al día siguiente, nuestro anfitrión Omar Morales Lesseur nos vendría a buscar temprano para llevar a cabo actividades en la Universidad.

 



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