Junio de 2010. Se realizaban en la ciudad de
Caracas actividades organizadas por la UGAL, Unión Geográfica de América
Latina.
Como se estaba jugando el Mundial de Fútbol en
Sudáfrica, determinados tramos aéreos estaban saturados. El vuelo directo
Buenos Aires – Caracas, tenía un costo muy por encima de mis posibilidades, vía
Lima no había lugar y me quedaba solo la opción de la oferta LAN-TAM, con
cambio de avión en Sao Paulo.
Así que salí de casa después de almorzar con
una pequeña valija y sin pasaporte, ya que por un nuevo convenio, argentinos y
venezolanos podíamos movernos libremente entre nuestros países.
El avión partía del Aeroparque Jorge Newbery, que
era el lugar desde donde salían los vuelos de cabotaje y tomé el LAN que en dos
horas y media me dejó en el aeropuerto de Guarulhos. Siempre pido ventanilla
para poder tomar fotos, pero fuimos en el medio de una nube y no se veía
absolutamente nada.
La razón de la oferta era porque desde las
cuatro y media de la tarde en que había llegado, no tendría vuelo a Caracas
hasta la medianoche. Con suma tranquilidad, me instalé en uno de los barcitos y
tomé un excelente café con pan com queijo quente. Y después comencé a
caminar por todo el aeropuerto viendo vidrieras y mucha gente que protestaba
por la gran cantidad de vuelos cancelados por TAM. Y me comencé a preocupar,
porque a partir de lo que reflejaban los carteles, comprobé que había alrededor
de treinta vuelos diarios a Buenos Aires entre las distintas empresas, pero
directo a Caracas, sólo uno al día.
Por suerte salimos en horario sin problemas,
pero la diferencia entre el avión de LAN y el de TAM era abismal. El que volé
por solo dos horas y media era mucho más grande y moderno que el que iba a
Caracas con seis horas de vuelo, en el cual lo único bueno fue la cartuchera
que repartieron con elementos de higiene. Pese a eso, me recosté sobre la
ventanilla y me desperté cuando estábamos aterrizando.
Llegamos alrededor de las cinco de la mañana.
Consideré que era una deshora para salir del aeropuerto y creí que tendría que
hacer tiempo hasta que abrieran los puestos de comida, pero los horarios
tropicales eran diferentes a los pampeanos, y todo comenzaba mucho más
temprano. Y también terminaba mucho más temprano.
Así que fui a un mostrador y pregunté qué
tenían para el desayuno. La chica me ofreció huevos con cerdo y otras cosas por
el estilo. Entonces, yo horrorizada, le dije: -“¿A esta hora? ¿No tiene tortas
o cualquier otra cosa dulce?” A lo que ella más horrorizada que yo, me
respondió: -“¿A esta hora va a comer algo dulce?” Por lo que tomé un café solo
y me compré un chocolate en otro puesto. Ambos riquísimos, porque Venezuela los
tenía de la mejor calidad.
Yo llevaba algunos bolívares comprados en
Buenos Aires, pero no me alcanzarían para mucho, así que me dirigí al mostrador
de cambio oficial. Rápidamente aparecieron personas desconocidas que me
ofrecían un cambio muchísimo más beneficioso. Sinceramente desconfié y sentí
temor por lo que no les hice caso. Pero luego vi que muchas personas acudían a la
casa de turismo que me habían recomendado y cambié por ese medio algunos
dólares más.
El Aeropuerto internacional de Maiquetía estaba
a orillas del mar, mientras que Caracas se encontraba a veinte kilómetros al
sur, allende la montaña.
Entre los medios de transporte que me llevarían a la ciudad, elegí el de un hotel de muchas estrellas que me dejó cerca del que tenía reservado. Y desde allí, un taxi.
Montañas que separaban al
Aeropuerto de Maiquetía de la ciudad de Caracas
El camino por las montañas tropicales me pareció bellísimo por la diversidad de vegetación que se presentaba en una gran variedad de tonalidades.
Caracas debía su nombre a la tribu que habitaba el Valle de Los Caracas, al norte de la ciudad actual. El topónimo fue tomado como referencia por los españoles para toda la zona.
En los suburbios de Caracas pude ver varios barrios marginales, y al llegar a la ciudad, un perfil de edificación moderna se presentó ante mis ojos.
Viviendas precarias en la entrada de Caracas
Modernos edificios
en la ciudad de Caracas
Dejé el escaso equipaje en el
hotel y salí a conocer la ciudad. Tomé un taxi y le pedí que me llevara hasta
el Centro.
Caminé por una de las peatonales. La edificación era de lo más variada porque las construcciones correspondían a diferentes momentos históricos. En el casco antiguo de la ciudad, o El Silencio, podían encontrarse algunas del siglo XVIII.
Una de las
peatonales de Caracas
A medida que
avanzaba la mañana, cada vez había más gente en las calles, con el ritmo lógico
de los días de semana en una gran ciudad.
Mucha gente en las
calles haciendo trámites y compras
El Centro me
pareció muy agradable tanto por su arquitectura, su vegetación y el
temperamento de sus habitantes.
Peatonal con mucha
vegetación
El Centro tenía la disposición de todas las ciudades hispanoamericanas, la plaza en un lugar alto, la catedral y los edificios públicos a su alrededor.
La Plaza Bolívar con gran variedad de vegetación
Fuente en la Plaza Bolívar
En 1998, con la elección de Hugo Chávez como presidente del país, se había iniciado en Venezuela un proyecto político denominado Revolución Bolivariana, que estaba basado en el ideario del Libertador Simón Bolívar y que tenía como fin llegar a un nuevo socialismo.
Simón Bolívar había sido un militar y político venezolano, de la época pre-republicana de la Capitanía General de Venezuela, fundador de la Gran Colombia y una de las figuras más destacadas de la Emancipación Americana, ya que contribuyó a la independencia de los actuales Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela.
Monumento
ecuestre de Bolívar
La Catedral de Caracas se caracterizaba por su sencillez arquitectónica. La original había sido destruida por el terremoto de 1641. Y la actual databa de fines del siglo XVII, pero había sufrido modificaciones posteriores, entre ellas la pérdida de altura de la torre a causa del terremoto de 1812. Allí había sido bautizado Simón Bolívar en 1873.
Catedral de Caracas
En la esquina principal se encontraba la Casa Amarilla, una imponente estructura neoclásica que databa del siglo XiX. Originalmente había sido sede de la Capitanía General y Prisión Real, posteriormente fue la residencia oficial de los presidentes y luego pasó a ser la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores. En 1979 fue declarada Monumento Histórico Nacional de Venezuela.
Casa Amarilla, sede de la Cancillería
Dentro del
casco histórico se habían instalado algunos locales comerciales que no condecían
con las características del lugar, no solo quitándole estética sino que además,
por tratarse de edificios muy antiguos, sin el mantenimiento adecuado, podían
tornarse peligrosos, mucho más teniendo en cuenta de que se trataba de una zona
de alta intensidad sísmica.
Puestos callejeros
en el Centro
Venezuela había quedado afuera del Mundial de Fútbol que se estaba jugando en Sudáfrica. Sin embargo, se vendían por las calles banderitas y otros elementos de los países intervinientes. Cada venezolano tenía su candidato y muchos lucían gorros o camisetas de la selección preferida o bien colocaban insignias en autos y otros lugares. Si bien muchos iban por Argentina, debo reconocer que la mayoría alentaba a España.
En plena calle se
armaban estas mini-plateas para mirar los partidos
Mi padre
siempre decía: -“El que pregunta, se jode.” Porque él como periodista, no
preguntaba nunca nada a nadie, entraba a todos lados, sacaba fotos, entrevistaba
a personajes famosos… Y lo hacía con tanta seguridad, que la mayoría de las
veces nadie lo detenía porque suponían que estaba autorizado por alguien de más
arriba…
Pero a mí me cuesta mucho hacer lo mismo, y cometí el error de preguntarle a un agente de seguridad que estaba en la puerta del Palacio Legislativo, si podía tomar fotos. Por lo tanto me dijo que no porque estaban los legisladores adentro. Me pareció tan absurdo, que me hice la tonta, y saqué varias fotos igual. Entonces, él se acercó y me dijo: -“Usted no me lo preguntó…, y yo no la vi…”
Palacio Federal
Legislativo
Caminé por
todos lados y busqué una peluquería donde recomponer un poco mi pelo, que entre
el viaje, el calor y la humedad, ya lucía horrible. Y entre tantas otras cosas,
consulté a las personas que me atendían dónde podía cambiar más dinero.
Entonces me indicaron una galería, en pleno Centro Histórico, en cuyo fondo
había una joyería que en realidad funcionaba más como casa de cambio de dinero,
que con la venta de oro.
Edificios modernos
del Centro
En las calles y negocios hablé con cuanta persona pude y a todas “les tiré de la lengua” respecto de su opinión sobre el presidente Hugo Chávez. Y confirmé lo que suponía. Tal cual como en Argentina sucedía respecto de Perón, lo amaban o lo odiaban. Nadie en el medio. Y con satisfacción noté que quienes no lo querían, no tenían ningún reparo en decírmelo, y hablaban a viva voz sin importarles que otros estuvieran escuchando.
Corte Suprema de
Justicia
Ya avanzada
la tarde, me dispuse a almorzar. Y entré en un restorán bastante bueno, donde
pedí carne de vacuno mechada con verduras. En Argentina llamábamos carne
mechada a la que se horneaba entera y en el medio se le hacía un orificio y se
le ponían diferentes cosas, como ajo o tocino, para luego servirle en rodajas.
Pero en Venezuela, la carne mechada estaba transformada en mechas. El
acompañamiento, tal cual en Brasil y en muchos otros países latinoamericanos,
estaba compuesto por frijoles y arroz blanco. Era realmente delicioso. Todo eso
lo acompañé con un riquísimo jugo natural de frutas tropicales.
Carne de vacuno
mechada con verduras, frijoles y arroz blanco
Antes de que
oscureciera volví al hotel, y me puse a mirar televisión en la habitación.
Además del resultado de los partidos del Mundial, hice zapping por varias emisoras
locales, y vi programas que le atribuían todo lo bueno de Venezuela a Chávez,
mientras que en otro canal, se lo culpaba hasta de cuestiones muy anteriores a su
gobierno. Y muy a pesar de lo que había escuchado desde afuera, pude ver que la
oposición se expresaba en términos realmente ofensivos y escandalosos, que no
serían admitidos por gobiernos de otros países.
Más tarde me
encontré en el bar del hotel con Hildegardo Córdova Aguilar, que había llegado
poco antes desde Lima, quien también estaba invitado para la reunión de la
UGAL. Cenamos algo frugal y fuimos pronto a dormir porque al día siguiente,
nuestro anfitrión Omar Morales Lesseur nos vendría a buscar temprano para
llevar a cabo actividades en la Universidad.
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