domingo, 19 de agosto de 2018

Último día en México y regreso a Buenos Aires



Era ya sábado 11 de noviembre y esa noche regresaría a Buenos Aires, pero, por esas cosas extrañas de las compañías aéreas, debía hacerlo vía Dallas, ya que ese había sido el destino de ida. Así que me levanté muy temprano y salí a aprovechar el último día de mi estada en la Ciudad de México. Caminé sin rumbo por las calles del Centro y aproveché los puestos de artesanías para comprar algunos regalitos para mi familia.


En pleno Microcentro de la Ciudad de México


Muchas calles eran convertidas en peatonales


Por ser sábado había puestos de venta de antigüedades y de artesanías


Desde pequeñas tarimas improvisadas, religiosos y políticos trasmitían su mensaje a quienes aceptaran escucharlos.


Había diferentes actos religiosos y políticos por todas partes


Tal como en Buenos Aires, en ciertas calles se concentraban comercios de un mismo rubro.


Vista de la Torre Latinoamericana desde la calle de las joyerías


Una zona donde predominaban las textiles


Los típicos sombreros mexicanos y guirnaldas con los colores de la bandera


Mucho movimiento comercial


Y muy a pesar de haberse desarrollado ciertas áreas de lujo extremo, como en gran parte de los países periféricos, continuaban circulando vehículos a tracción de sangre humana.


Y hasta en las avenidas circulaban vehículos a tracción de sangre humana


Pasado el mediodía me dirigí al Aeropuerto Internacional “Benito Juárez” ya que debía estar con mucha anticipación no sólo porque se trataría de un vuelo internacional, sino particularmente porque la empresa era American Airlines y debía ingresar a los Estados Unidos, aunque más no fuera para cambiar de avión. Los controles eran dobles o triples, y los sensores detectaron más metales en mi cuerpo que lo que lo habían hecho los de Ezeiza. Además, había que quitarse los zapatos y todos los pasajeros eran palpados por más de un agente.


En camino al Aeropuerto Internacional Benito Juárez


En cuanto despegamos pude ver con mayor nitidez el neblumo que cubría la Ciudad de México, el que tapaba casi permanentemente a los cerros que la rodeaban.

Despegando en medio del neblumo


Durante todo el viaje estuvimos sobre las nubes, por lo que no pude ver otra cosa que hermosos cúmulos. Y en poco más de dos horas y media aterrizamos en el Dallas-Fort Worth International Airport.

Sobre las nubes de Dallas


Hasta ese momento nadie había objetado que llevara un desodorante en mi equipaje de mano debido a que tenía menos de la mitad de su contenido. Pero en los controles de Dallas, una de las agentes lo olió y diciéndole a su compañera que el perfume era muy rico, me lo retiró. Y como sospeché que lo pretendía para su uso personal, se lo pedí por un momentito y lo vacié sobre mi cuerpo. Verdaderamente no me había equivocado, y lo demostró revolviendo todas mis cosas con mucha bronca, mientras los que estaban detrás de mí pasaban con cualquier cosa.
Lo bueno de American Airlines era la calidad de sus aviones, pero si bien había mejorado respecto de años anteriores, la atención y la comida continuaban dejando mucho que desear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario