El valle de El Bolsón
se encontraba dividido por la Loma del Medio, corriendo por el este el río
Quemquemtreu, y por el oeste el río Azul serpenteando un fértil valle agrícola.
Y ese lunes 23 de enero, contando con muy buen tiempo decidimos conocerlo, para
lo cual partimos desde la plaza Pagano con un vehículo en excursión.
Plaza Pagano en el corazón
de El Bolsón
Jardines con margaritas a
la salida de El Bolsón
Rumbo a la ruta cuarenta
Allá abajo el valle de El Bolsón
Podían verse en detalle las
nacientes de los ríos y arroyos en las laderas del Piltriquetrón
Por la ruta cuarenta
nos dirigimos hacia Mallín Ahogado. Luego hicimos una sencilla caminata
llegando al fondo del cañadón del río Azul culminando en la Cascada Escondida.
Más tarde volvimos al coche y cruzamos la Loma del Medio, y pudimos ver desde
el Mirador, al río Azul corriendo entre la Loma y la Cordillera. Y a lo lejos,
el lago Puelo y el cerro Tres Picos.
Bosque de coníferas en las laderas
de los Andes Patagónicos
Un meandro del río Azul
Isla sedimentaria en el cauce del río Azul
Zona rural de chacras y campings en el valle del
río Azul
Valle verde y montañas nevadas, un
verdadero paraíso
Varios meandros del río Azul
Típico valle fluvio-glaciario en
los Andes Patagónicos
El color del río hacía honor a su nombre
Fuerte pendiente y plantaciones de
pinos
Nueva vista del Piltriquitrón
¡Cuán verde era mi valle!
Al fondo el lago Puelo y el cerro
Tres Picos
Finalmente llegamos a
la Cabeza de Indio, una roca tallada por la naturaleza con forma de un perfil
humano. Y continuamos caminando por un sendero angostísimo con profundos
precipicios y vistas extraordinarias.
Cabeza del Indio
Martín y Omar al borde del
precipicio
Continuamos caminando hasta el río
por un sendero tan angosto como hermoso
Martín y Omar descansando después
de hacer sapitos con las piedritas en el río
Martín pensativo junto al
río Azul, de aguas transparentes en todo su curso
Pasamos una tarde
maravillosa habiendo disfrutado con todos los sentidos. Porque además de las
vistas espectaculares, a medida que caminábamos sentíamos el perfume de las
flores; oíamos el sonido del agua golpeando en las piedras y nos deteníamos a
escuchar el canto de los pájaros; palpamos cortezas de árboles y experimentamos
diversas texturas en las rocas; y probamos el agua fresca del río Azul. Así que
volvimos renovados física y mentalmente a la hostería de El Bolsón, desde donde
al día siguiente continuaríamos viaje rumbo al norte.
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