viernes, 3 de agosto de 2018

Un paseo al río Azul



El valle de El Bolsón se encontraba dividido por la Loma del Medio, corriendo por el este el río Quemquemtreu, y por el oeste el río Azul serpenteando un fértil valle agrícola. Y ese lunes 23 de enero, contando con muy buen tiempo decidimos conocerlo, para lo cual partimos desde la plaza Pagano con un vehículo en excursión.


Plaza Pagano en el corazón de El Bolsón


Jardines con margaritas a la salida de El Bolsón


Rumbo a la ruta cuarenta


Allá abajo el valle de El Bolsón


Podían verse en detalle las nacientes de los ríos y arroyos en las laderas del Piltriquetrón


Por la ruta cuarenta nos dirigimos hacia Mallín Ahogado. Luego hicimos una sencilla caminata llegando al fondo del cañadón del río Azul culminando en la Cascada Escondida. Más tarde volvimos al coche y cruzamos la Loma del Medio, y pudimos ver desde el Mirador, al río Azul corriendo entre la Loma y la Cordillera. Y a lo lejos, el lago Puelo y el cerro Tres Picos.


Bosque de coníferas en las laderas de los Andes Patagónicos


Un meandro del río Azul


Isla sedimentaria en el cauce del río Azul


Zona rural de chacras y campings en el valle del río Azul


Valle verde y montañas nevadas, un verdadero paraíso


Varios meandros del río Azul


Típico valle fluvio-glaciario en los Andes Patagónicos


El color del río hacía honor a su nombre


Fuerte pendiente y plantaciones de pinos


Nueva vista del Piltriquitrón


¡Cuán verde era mi valle!




Al fondo el lago Puelo y el cerro Tres Picos


Finalmente llegamos a la Cabeza de Indio, una roca tallada por la naturaleza con forma de un perfil humano. Y continuamos caminando por un sendero angostísimo con profundos precipicios y vistas extraordinarias.


Cabeza del Indio


Martín y Omar al borde del precipicio


Continuamos caminando hasta el río por un sendero tan angosto como hermoso


Martín y Omar descansando después de hacer sapitos con las piedritas en el río


Martín pensativo junto al río Azul, de aguas transparentes en todo su curso


Pasamos una tarde maravillosa habiendo disfrutado con todos los sentidos. Porque además de las vistas espectaculares, a medida que caminábamos sentíamos el perfume de las flores; oíamos el sonido del agua golpeando en las piedras y nos deteníamos a escuchar el canto de los pájaros; palpamos cortezas de árboles y experimentamos diversas texturas en las rocas; y probamos el agua fresca del río Azul. Así que volvimos renovados física y mentalmente a la hostería de El Bolsón, desde donde al día siguiente continuaríamos viaje rumbo al norte.

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