viernes, 17 de agosto de 2018

México, una ciudad contaminada y sísmica


  
La Ciudad de México me resultaba muy atractiva desde muchos puntos de vista, sin embargo, había dos aspectos que no me hacían sentir del todo cómoda. Uno de ellos era el smog combinado con la altura; y el otro, la de ser una zona sísmica de gran intensidad y frecuencia.
La primera tenía que ver con que habiendo sido fundada en el valle de México, en una alta meseta de 2240 m.s.n.m. rodeada por serranías volcánicas que superaban los tres mil metros de altura sobre el nivel del mar, el centro urbano ya contaba para el año 2006 con casi veinte millones de habitantes, siendo la segunda ciudad más poblada del mundo, después de Tokyo.
Se había constituido en el principal centro político, académico, económico, de la moda, financiero, empresarial y cultural del país, y ese movimiento había dado lugar a una densidad de tránsito que generaba una cantidad de smog que no podía ser disipado por los vientos.


Vista de la Catedral y edificios públicos envueltos en el neblumo típico de la ciudad




Oscuro perfil de la Catedral Metropolitana


Muchas construcciones estaban teñidas por el hollín que permanecía en el aire


Hasta las flores estaban cubiertas por ese tizne


En pleno mediodía todo lucía muy oscuro


El mes de noviembre era interesante para visitar la capital azteca debido a su escasa cantidad de precipitaciones. Sin embargo, ese hecho iba en contra de la contaminación debido a la baja cantidad de oxígeno del aire.


La Torre Latinoamericana en un día con mucho smog


Entre la altura y el neblumo se me hacía complicado caminar a la velocidad que solía hacerlo en Buenos Aires, y se me secaba la boca a cada instante. Así que paré en un puesto callejero a comer algunas frutas frescas y tomar jugo. Y allí al lado encontré un teléfono público desde donde llamé a mi padre, quien a pesar de estar muy avanzada su grave enfermedad, disfrutaba del viaje tanto como yo. Él me había dado los teléfonos de viejos amigos para que les enviara sus saludos y me había recomendado varios lugares a visitar. Y cuando le dije que me encontraba cerca de la Torre Latinoamericana, me dijo que no podía dejar de subir.
Le dije: -“Me da miedo, es una zona sísmica”.
A lo que me contestó: “¡No, nena! Esa torre sobrevivió a todos los terremotos.”
Él de eso sabía bastante, no solamente por haber tenido que trasmitirlos por radio en más de una oportunidad, sino porque en el terremoto de setiembre de 1985, había fallecido uno de sus más queridos amigos.


Puesto de frutas y teléfono desde el cual llamé a mi padre


Así que continué caminando, pasé por el Palacio de Bellas Artes, un magnífico edificio art decó, en el Centro Histórico de la ciudad, frente a la Torre Latinoamericana. Estaba considerado como la máxima expresión de la cultura, el teatro lírico más relevante y el centro más importante del país dedicado a todas las manifestaciones de las bellas artes, por lo que fuera declarado por la UNESCO como monumento artístico en 1987. Si bien su construcción había sido encargada por el presidente Porfirio Díaz al final de su mandato, con motivo de la celebración del Centenario del Inicio de la Independencia de México, el edificio no fue finalizado hasta 1934.
Por sus escenarios habían pasado destacados artistas del mundo como María Callas, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Rudolf Nuréyev, así como las orquestas filarmónicas de Londres, Nueva York, Viena, Moscú, Los Ángeles, la de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, y las Nacionales de España y China, entre otras. Pero sus espectáculos habían sido muy variados, ya que se habían presentado tanto ópera como música popular, jazz, danza tradicional, ballet clásico, e incluso el grupo argentino Les Luthiers. Además, era la sede del Museo del Palacio de Bellas Artes y del Museo Nacional de Arquitectura.


El Palacio de Bellas Artes, declarado Monumento Artístico por la UNESCO


La Torre Latinoamericana tenía una altura de ciento ochenta y ocho metros contando su antena. Tomé uno de sus ocho ascensores, y llegué al piso cuarenta y cuatro donde se encontraba la terraza, y allí obtuve una visión del Palacio de Bellas Artes desde la altura, así como de vistas de la ciudad hacia los cuatro puntos cardinales, sin impedimentos.



Palacio de Bellas Artes desde la Torre Panamericana


Vista de la Ciudad de México con su permanente smog desde la Torre Latinoamericana


El edificio, encargado por la Compañía de Seguros La Latinoamericana, se encontraba ubicado en la esquina que formaban las calles de Madero y el Eje Central Lázaro Cárdenas. Había sido inaugurado en 1956, por lo tanto, en 2006, año en que yo estaba allí, había cumplido cincuenta años. En sus comienzos estaba entre las seis torres más altas del mundo, y hasta 1972 había sido la más alta de México.


Eje Central Lázaro Cárdenas


Avenida Juárez, Alameda Central y edificios del Paseo de la Reforma


Ni desde las alturas se podían ver los volcanes a causa del smog


Después de tomar varias fotografías descendí hasta el piso treinta y ocho para visitar el Museo de Exposición Permanente “La Ciudad y la Torre a través de los siglos”.


Tenochtitlan en 1519


La Ciudad de México en 1628


Fue el primer y más grande edificio en el mundo con fachada de vidrio y aluminio, además de ser el primer rascacielos construido en una zona de alto riesgo sísmico, lo que sirviera de experiencia para futuras construcciones, ya que, a sólo quince meses de ser inaugurado, el 28 de julio de 1957, se produjera uno de los terremotos más devastadores de México, de magnitud 7.7 (Mw), al que resistiera sin inconvenientes, gracias a su estructura de acero. Por esa razón recibió el premio del American Institute of Steel Construction (Instituto Americano de la Construcción de Acero).


Imagen del terremoto del 28 de julio de 1957


El terremoto dejó un saldo de setecientos muertos y dos mil quinientos heridos


La Torre Latinoamericana intacta, en medio de una ciudad destruida


El estado de la columna reflejaba la intensidad del movimiento telúrico


El mayor problema del suelo de la Ciudad de México era su composición lodosa, con consistencia esponjosa, que complicaba la construcción sobre ese terreno. Por eso se contrató a un grupo de profesionales muy avezados, como lo eran el Doctor Leonardo Zeevaert y los arquitectos Augusto H. Álvarez y Alfonso González Paullada. Fue por ese motivo, que para realizar la construcción de la Torre Latinoamericana tuvieron que hincar trescientos sesenta y un pilotes muy profundos que llegaran hasta la roca madre, a una profundidad de treinta y tres metros. Además, se colocó una cimentación de concreto que permitiera que el edificio flotara en el subsuelo, y setenta y cinco amortiguadores sísmicos. Y todo eso fue lo que le permitiera resistir el terremoto del 19 de setiembre de 1995, cuya magnitud fuera de 8,1 (Mw) con una réplica de 7,5 (Mw) al día siguiente.


Gráfico que representaba la estructura de la Torre Latinoamericana


Luego de pasar por la confitería y comprar algunos souvenirs, salí a dar unas vueltas por la ciudad y regresé por la noche, ya que con el mismo ticket se podía ingresar durante el día cuantas veces se deseara.


Edificios iluminados desde la Torre Latinoamericana


Eje Central Lázaro Cárdenas durante la noche


Cuando regresé al hotel, ubicado detrás de la Catedral, sabiendo que me encontraba en una de las zonas de mayor riesgo sísmico de la ciudad, dormí vestida y con un solo ojo.

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