viernes, 3 de agosto de 2018

El Bolsón. No todo lo que relucía era amor y paz



Ya era domingo 22 de enero. Había caído una suave garúa durante la noche y el día había amanecido nublado, pero en el transcurso de la mañana el tiempo mejoró y pudimos salir a pasear nuevamente por el “Centro” de El Bolsón.


Martín en el jardín de la hostería con las nubes cubriendo los cerros


Mañanita nublada en un domingo de enero


Durante la mañana se fue despejando y el día estuvo hermoso


El clima de El Bolsón se caracterizaba por ser más moderado que el de otras localidades andino-patagónicas. Y si bien su temperatura media anual era de 10,1°C, contaba con un verano suave y agradable, en que durante el día podían superarse los 24°C. Las precipitaciones eran de alrededor de mil milímetros anuales, siendo mayores en invierno por las nevadas.


Un verdadero microclima en la región andino-patagónica


Martín, en ese entonces, asistía a clases de catecismo especial y le gustaba mucho ir a misa fundamentalmente para escuchar los cánticos. Así que le di el gusto y lo llevé a la Parroquia Nuestra Señora de Luján que se encontraba en la calle Padre Feliciano, próxima a la plaza Pagano. Como en casi toda la Patagonia, la congregación predominante era la salesiana.



Parroquia Nuestra Señora de Luján con una estatua de Don Bosco en su jardín


Los primeros pobladores de la región habían sido los tsonek, un pueblo semi-nómade de costumbres cazadoras de guanacos, y recolectores de frutos silvestres.
A través del proceso de araucanización fueron fuertemente influenciados por los mapuche, tanto en forma pacífica como mediante la fuerza.
El registro histórico más antiguo conocido de un hombre blanco que haya transitado por la zona fue el diario de viaje del capitán español Juan Fernández, quien a principios de 1620 saliera desde el territorio de Chile al mando de una expedición terrestre en busca de la mítica Ciudad de los Césares. Al respecto, en algunos de los fragmentos de dicho testimonio, se podía leer:
“Salimos del Puerto de Calbuco cuarenta y seis hombres en piraguas y navegamos hasta la boca del Turailla (Estuario de Reloncaví), siempre hacia el este (…) Subimos por un río que se llama Peulla, hasta tres leguas, donde rompiendo la cordillera dimos en la otra banda, habiendo caminado ella unas cinco leguas de mal camino por no haber sendero abierto. Allí topamos con otra laguna muy grande que se llama Navalyapí (Lago Nahuel Huapi) (…) Hicimos una entrada por la boca del Purahílla y yendo hacia el sur, dimos con un gran lago llamado Puelo”.
De hecho, El Bolsón se trató de un lugar de paso para dichos expedicionarios para continuar siéndolo durante mucho tiempo, así como refugio temporario para quienes arriaban ganado vacuno y yeguarizo cruzando la Cordillera entre el litoral marítimo Atlántico y Pacífico, produciéndose frecuentes conflictos entre blancos y pobladores mapuche.
Pero en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la Argentina se insertó en la División Internacional del Trabajo como exportadora de carne hacia Europa, los ganaderos de la Pampa Húmeda necesitaron expandir sus tierras hacia el sur, por lo que estimularon y financiaron la llamada Conquista del Desierto, comandada por el General Julio Argentino Roca, diezmando al pueblo mapuche-tehuelche.
Entre 1870 y 1880, luego de ser exterminados los últimos focos de resistencia, algunos alemanes procedentes de Chile, declararon durante un breve periodo la “República Independiente del Bolsón”. Y tras disolverse ese fugaz estado, comenzaron a ingresar inmigrantes españoles, chilenos, argentinos criollos, árabes, y de otros pueblos, dedicándose a tareas agropecuarias y comerciales. Sin embargo, la localidad no había tenido un documento fundacional, por lo que se toma como tal el del 28 de enero de 1926, oportunidad en que se reunieron los lugareños en la casa de Cándido Azcona, firmando el acta constitutiva de la Comisión de Fomento de El Bolsón. Los integrantes fueron: Presidente Pedro Pascual Ponce, argentino, nacido en San Luis, maestro e informante ad honorem del Ministerio de Agricultura y Ganadería, Estadísticas y Censos de la Nación Argentina; Vicepresidente Cándido Azcona, español del País Vasco, agricultor y comerciante; Secretario Antonio Merino Rubio, español de Málaga, comerciante y agricultor; Tesorero José Uljieldin, libanés, comerciante; y Pro-Tesorero Miguel Anden, libanés, comerciante.
El pueblo tuvo un desarrollo lento y fue un lugar tranquilo con turismo casi nulo hasta que en 1969 llegara el primer grupo de “hippies”, inspirados en los originales que se opusieron a la guerra de Vietnam en los EEUU, presentando una alternativa de vida en contra del sistema establecido. Ellos deseaban practicar la convivencia con la naturaleza planteándolo como un rechazo a la progresiva industrialización, guerras y capitalismo extremo. Los primeros hippies de El Bolsón pertenecían, casi en su totalidad, al staff de la ópera “Hair” cuya versión había sido exitosa en Buenos Aires. El musical, entre otras cosas, condenaba a la sociedad de consumo. Y El Bolsón les resultó un lugar ideal por el paisaje prístino, en apariencia aislado del mundo, donde, además, el clima no era tan agresivo como en otros lares de la Patagonia. Según el escritor local Juan Domingo Matamala: “La idea original que los movía era la convivencia en grupo y llevar adelante el amor a la naturaleza, la comunidad de intereses y volver a la tierra, autoabastecimiento y la paz interior”. Si bien algunos de ellos consumían drogas, muchos otros se convirtieron al budismo, al hinduísmo o a otras corrientes orientales. Si bien el movimiento de El Bolsón fue revolucionario para la época, en que la Argentina estaba gobernada por militares, existieron algunas diferencias respecto de los hippies de San Francisco, tanto en la música como en la vestimenta. Y a pesar de haber alquilado algunas tierras, nunca lograron autoabastecerse, teniendo que recurrir a las ganancias generadas por la ópera o bien a la ayuda de familiares. Luego se sumaron algunos que no eran hippies, pero que utilizaron el mote para huir de las persecuciones políticas que se llevaban a cabo en las grandes ciudades durante la dictadura de 1976-1983; y muchos otros para venderse ante el turismo, continuando con las mismas pautas del resto de la sociedad.
La Feria Regional de El Bolsón, que se instalaba varios días de la semana en los bordes de la plaza Pagano, contenía a varios de ellos, que en algunos casos tenían influencias gauchescas y mapuche. Muchos artesanos mantenían vivo el espíritu de los 70, con sus filosofías de vida originales, mientras que otros, a pesar de su aspecto hippie, se habían transformado en verdaderos capitalistas con productos elaborados en fábricas fuera de la localidad.



Feria Regional de El Bolsón, en los bordes de la plaza Pagano


Después de almorzar plácidamente, tomamos unos helados de gustos excéntricos, algunos frutales, de sabor a alfajor e incluso uno de mate cocido. Y comenzamos a deambular por el pueblo, conocer así algunos barrios, para luego regresar a la plaza Pagano.


Regresando a la plaza Pagano


El cerro Piltriquitrón desde la plaza Pagano


Recorrimos la Feria, compramos varias cosas, entre ellas cerveza artesanal para familiares, y después de caminar de un lado a otro, tomamos un café en un barcito mientras leíamos los diarios que habían llegado con cierta demora.


Omar y Martín en un barcito de El Bolsón


En enero de 2006, momento en que nos encontrábamos allí, la población apenas llegaba a los diecisiete mil habitantes compuesta por los mapuche-tehuelche, gran parte de ellos mestizados y aculturados, como así también por europeos, sirio-libaneses y argentinos, entre ellos los viejos hippies, y muchos otros que continuaban llegando.
En todos los lugares donde estuvimos nos detuvimos a hablar con la gente, y cada uno nos dio su impresión. Y todo nos hizo saber que lejos del “amor y la paz” que se presumían desde afuera, la fragmentación social era más que evidente.
Las comunidades originarias habitaban en su mayoría en las áreas periféricas y en condiciones de marginalidad; mientras que los europeos y sus descendientes eran dueños de tierras de buena capacidad agrícola, tenían empleos estatales o se dedicaban al comercio; aunque los más posicionados en este rubro lo eran los sirio-libaneses, de antecesores mercachifles, que habían recorrido grandes extensiones con sus mercancías tal cual en los desiertos para luego pasar a los almacenes de ramos generales llegando posteriormente a los comercios más importantes. Por otra parte, los “hippies” auténticos o no, y los constantes inmigrantes europeos y argentinos, en su mayoría, vivían del turismo a través de la venta de artesanías, souvenires fabricados fuera de la región, puestos y casas de comida, y la instalación de hospedajes de diversa categoría.

En El Bolsón había diversidad cultural y fragmentación social


Durante la noche cenamos con nuestro amigo Santiago Böndel y su hija Laura, quien nos confirmó la apreciación previa que teníamos manifestándonos, además, las dificultades para ejercer políticas urbanas debido a que cada uno llegaba con su proyecto propio, generándose un verdadero caos a la hora de tomar decisiones. Agregó, además, otras problemáticas que había que considerar como la escasez de servicios debido a un crecimiento demográfico descontrolado, así como las ambientales derivadas de la misma situación.

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