Ya era domingo 22 de enero. Había caído una suave garúa durante la
noche y el día había amanecido nublado, pero en el transcurso de la mañana el
tiempo mejoró y pudimos salir a pasear nuevamente por el “Centro” de El Bolsón.
Martín
en el jardín de la hostería con las nubes cubriendo los cerros
Mañanita
nublada en un domingo de enero
Durante
la mañana se fue despejando y el día estuvo hermoso
El clima de El Bolsón se caracterizaba por ser más moderado que el de
otras localidades andino-patagónicas. Y si bien su temperatura media anual era
de 10,1°C, contaba con un verano suave y agradable, en que durante el día podían
superarse los 24°C. Las precipitaciones eran de alrededor de mil milímetros anuales,
siendo mayores en invierno por las nevadas.
Un
verdadero microclima en la región andino-patagónica
Martín, en ese entonces, asistía a clases de catecismo especial y le
gustaba mucho ir a misa fundamentalmente para escuchar los cánticos. Así que le
di el gusto y lo llevé a la Parroquia Nuestra Señora de Luján que se encontraba
en la calle Padre Feliciano, próxima a la plaza Pagano. Como en casi toda la
Patagonia, la congregación predominante era la salesiana.
Parroquia
Nuestra Señora de Luján con una estatua de Don Bosco en su jardín
Los primeros pobladores de la región habían sido los tsonek, un pueblo
semi-nómade de costumbres cazadoras de guanacos, y recolectores de frutos
silvestres.
A través del proceso de araucanización fueron fuertemente influenciados
por los mapuche, tanto en forma pacífica como mediante la fuerza.
El registro histórico más antiguo conocido de un hombre blanco que haya
transitado por la zona fue el diario de viaje del capitán español Juan
Fernández, quien a principios de 1620 saliera desde el territorio de Chile al
mando de una expedición terrestre en busca de la mítica Ciudad de los Césares.
Al respecto, en algunos de los fragmentos de dicho testimonio, se podía leer:
“Salimos del Puerto de Calbuco cuarenta y seis
hombres en piraguas y navegamos hasta la boca del Turailla (Estuario de
Reloncaví), siempre hacia el este (…) Subimos por un río que se llama Peulla,
hasta tres leguas, donde rompiendo la cordillera dimos en la otra banda,
habiendo caminado ella unas cinco leguas de mal camino por no haber sendero
abierto. Allí topamos con otra laguna muy grande que se llama Navalyapí (Lago
Nahuel Huapi) (…) Hicimos una entrada por la boca del Purahílla y yendo hacia
el sur, dimos con un gran lago llamado Puelo”.
De hecho, El Bolsón se trató de un lugar de paso para dichos
expedicionarios para continuar siéndolo durante mucho tiempo, así como refugio
temporario para quienes arriaban ganado vacuno y yeguarizo cruzando la Cordillera
entre el litoral marítimo Atlántico y Pacífico, produciéndose frecuentes
conflictos entre blancos y pobladores mapuche.
Pero en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la Argentina se insertó
en la División Internacional del Trabajo como exportadora de carne hacia Europa,
los ganaderos de la Pampa Húmeda necesitaron expandir sus tierras hacia el sur,
por lo que estimularon y financiaron la llamada Conquista del Desierto,
comandada por el General Julio Argentino Roca, diezmando al pueblo
mapuche-tehuelche.
Entre 1870 y 1880, luego de ser exterminados los últimos focos de
resistencia, algunos alemanes procedentes de Chile, declararon durante un breve
periodo la “República Independiente del Bolsón”. Y tras disolverse ese
fugaz estado, comenzaron a ingresar inmigrantes españoles, chilenos, argentinos
criollos, árabes, y de otros pueblos, dedicándose a tareas agropecuarias y
comerciales. Sin embargo, la localidad no había tenido un documento
fundacional, por lo que se toma como tal el del 28 de enero de 1926,
oportunidad en que se reunieron los lugareños en la casa de Cándido Azcona,
firmando el acta constitutiva de la Comisión de Fomento de El Bolsón. Los
integrantes fueron: Presidente Pedro Pascual Ponce, argentino, nacido en San
Luis, maestro e informante ad honorem del Ministerio de Agricultura y Ganadería,
Estadísticas y Censos de la Nación Argentina; Vicepresidente Cándido Azcona,
español del País Vasco, agricultor y comerciante; Secretario Antonio Merino
Rubio, español de Málaga, comerciante y agricultor; Tesorero José Uljieldin,
libanés, comerciante; y Pro-Tesorero Miguel Anden, libanés, comerciante.
El pueblo tuvo un desarrollo lento y fue un lugar tranquilo con turismo
casi nulo hasta que en 1969 llegara el primer grupo de “hippies”,
inspirados en los originales que se opusieron a la guerra de Vietnam en los
EEUU, presentando una alternativa de vida en contra del sistema establecido.
Ellos deseaban practicar la convivencia con la naturaleza planteándolo como un
rechazo a la progresiva industrialización, guerras y capitalismo extremo. Los
primeros hippies de El Bolsón pertenecían, casi en su totalidad, al staff de la
ópera “Hair” cuya versión había sido exitosa en Buenos Aires. El
musical, entre otras cosas, condenaba a la sociedad de consumo. Y El Bolsón les
resultó un lugar ideal por el paisaje prístino, en apariencia aislado del
mundo, donde, además, el clima no era tan agresivo como en otros lares de la
Patagonia. Según el escritor local Juan Domingo Matamala: “La idea original
que los movía era la convivencia en grupo y llevar adelante el amor a la
naturaleza, la comunidad de intereses y volver a la tierra, autoabastecimiento
y la paz interior”. Si bien algunos de ellos consumían drogas, muchos otros
se convirtieron al budismo, al hinduísmo o a otras corrientes orientales. Si
bien el movimiento de El Bolsón fue revolucionario para la época, en que la
Argentina estaba gobernada por militares, existieron algunas diferencias
respecto de los hippies de San Francisco, tanto en la música como en la
vestimenta. Y a pesar de haber alquilado algunas tierras, nunca lograron
autoabastecerse, teniendo que recurrir a las ganancias generadas por la ópera o
bien a la ayuda de familiares. Luego se sumaron algunos que no eran hippies,
pero que utilizaron el mote para huir de las persecuciones políticas que se
llevaban a cabo en las grandes ciudades durante la dictadura de 1976-1983; y
muchos otros para venderse ante el turismo, continuando con las mismas pautas
del resto de la sociedad.
La Feria Regional de El Bolsón, que se instalaba varios días de la
semana en los bordes de la plaza Pagano, contenía a varios de ellos, que en
algunos casos tenían influencias gauchescas y mapuche. Muchos artesanos
mantenían vivo el espíritu de los 70, con sus filosofías de vida originales,
mientras que otros, a pesar de su aspecto hippie, se habían transformado en
verdaderos capitalistas con productos elaborados en fábricas fuera de la
localidad.
Feria
Regional de El Bolsón, en los bordes de la plaza Pagano
Después de almorzar plácidamente, tomamos unos helados de gustos
excéntricos, algunos frutales, de sabor a alfajor e incluso uno de mate cocido.
Y comenzamos a deambular por el pueblo, conocer así algunos barrios, para luego
regresar a la plaza Pagano.
Regresando a la plaza Pagano
El cerro Piltriquitrón desde la plaza Pagano
Recorrimos la Feria, compramos varias cosas, entre ellas cerveza
artesanal para familiares, y después de caminar de un lado a otro, tomamos un
café en un barcito mientras leíamos los diarios que habían llegado con cierta
demora.
Omar
y Martín en un barcito de El Bolsón
En enero de 2006, momento en que nos encontrábamos allí, la población
apenas llegaba a los diecisiete mil habitantes compuesta por los
mapuche-tehuelche, gran parte de ellos mestizados y aculturados, como así
también por europeos, sirio-libaneses y argentinos, entre ellos los viejos
hippies, y muchos otros que continuaban llegando.
En todos los lugares donde estuvimos nos detuvimos a hablar con la
gente, y cada uno nos dio su impresión. Y todo nos hizo saber que lejos del “amor
y la paz” que se presumían desde afuera, la fragmentación social era más
que evidente.
Las comunidades originarias habitaban en su mayoría en las áreas
periféricas y en condiciones de marginalidad; mientras que los europeos y sus
descendientes eran dueños de tierras de buena capacidad agrícola, tenían empleos
estatales o se dedicaban al comercio; aunque los más posicionados en este rubro
lo eran los sirio-libaneses, de antecesores mercachifles, que habían recorrido
grandes extensiones con sus mercancías tal cual en los desiertos para luego
pasar a los almacenes de ramos generales llegando posteriormente a los
comercios más importantes. Por otra parte, los “hippies” auténticos o
no, y los constantes inmigrantes europeos y argentinos, en su mayoría, vivían
del turismo a través de la venta de artesanías, souvenires fabricados fuera de
la región, puestos y casas de comida, y la instalación de hospedajes de diversa
categoría.
En
El Bolsón había diversidad cultural y fragmentación social
Durante la noche cenamos con nuestro amigo Santiago Böndel y su hija
Laura, quien nos confirmó la apreciación previa que teníamos manifestándonos,
además, las dificultades para ejercer políticas urbanas debido a que cada uno
llegaba con su proyecto propio, generándose un verdadero caos a la hora de
tomar decisiones. Agregó, además, otras problemáticas que había que considerar
como la escasez de servicios debido a un crecimiento demográfico descontrolado,
así como las ambientales derivadas de la misma situación.
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