Después de varios días
de lluvia atípica de ese enero de 2006, repentinamente salió el sol, por lo que
era ideal para trasladarnos a Nahuel Pan en el famoso Viejo Expreso Patagónico,
más conocido como “La Trochita”.
La estación Esquel del Viejo Expreso Patagónico
El nombre coloquial
“La Trochita” estaba relacionado con el ancho de la vía, que en este
ferrocarril era económica, midiendo sólo setenta y cinco centímetros.
Martín a punto de subir al tren
Este tren se había
construido a principios de la década de 1920 con el fin de acortar las grandes
distancias entre los pueblos de la Patagonia, aprovechando la disponibilidad de
material de post-guerra y los precios más accesibles para su montaje. Sin
embargo, comenzó a funcionar ya viejo, en 1945, cubriendo el trayecto
Esquel-Ingeniero Jacobacci, desde donde empalmaba el ramal a Viedma, y desde
allí a Buenos Aires, formando parte del Ferrocarril General Roca. Era sólo de
cargas, que generalmente consistían en lana, cueros y ganado en pie; pero en
1950, debido al aumento de la población de la Patagonia, se decidió también
incorporar el servicio de pasajeros. Desde ese momento prestó un inmenso apoyo
a la región, teniendo varios servicios diarios con pasajeros y cargas,
transportando incluso los materiales para construir la Represa Hidroeléctrica
Futaleufú. Y si bien sobrevivió a la nefasta década de 1990, cuando la
administración del ex- presidente Carlos Menem cerró la mayor cantidad de ramales
ferroviarios con que contaba el país, quedó simplemente como un tren turístico,
siendo declarado Monumento Histórico Nacional, y funcionando gracias al
entusiasmo de los empleados de los Talleres Ferroviarios de El Maitén, quienes,
utilizando los planos antiguos, permitían mantenerlo con sus piezas originales,
algunas reconstruidas.
Con Martín que estaba ansioso por partir
Las locomotoras fueron
adquiridas a la firma “Henschel & Sohn” de Alemania y a la “The Baldwin
Locomotive Works” de Estados Unidos; y muchas de ellas, verdaderas reliquias, continuaban
tirando de unos cuantos vagones. Todas ellas, por expreso deseo del Gobierno
Argentino, habían sido adaptadas, desde fábrica, a la combustión de petróleo en
lugar de carbón, con el fin de mejorar su capacidad de arrastre. La velocidad
máxima era de 60 km/h, pero las condiciones de las vías exigían que no se
superaran los 45 km/h.
Hacer un recorrido en
la “Trochita” era fascinante, tanto por el paisaje compuesto por montañas,
valles y mesetas, como por la emoción que causaba estar en los vetustos vagones
de madera balanceándose suavemente por los angostos rieles, y poder oír el
pitido característico de su renegrida locomotora que impregnaba el aire de
vapores…
Y con la locomotora humeante salimos de Esquel
Martín no podía estar más feliz, ya que él siempre amó los
trenes y las montañas
La salida de Esquel
fue realmente impactante… Rodeados de montañas, con abundante vegetación en el
valle, y buenas pasturas que permitían la cría de ganado para cubrir parte de
las necesidades locales.
Últimas casas de Esquel
Vista del Cementerio Jardín “El Parque”
Circulando entre las montañas
Un cono de deyección de los Andes Patagónicos
Producción de ganado bovino para cubrir las necesidades
locales
El nombre Esquel
deriva de una voz tsonek que significa abrojo o abrojal. Si bien en el entorno
predominaban los pastos verdes y tiernos, así como el parque de fagáceas y los
bosques fríos y húmedos de coníferas y caducifolias de la selva fría
Valdiviense, parte de la flora local pertenecía a distintas especies de la
familia de las Compuestas o Asteraceae. Estas plantas presentan espinas en las
hojas, en el tallo o en las brácteas de la inflorescencia, y son las primeras
en florecer durante la primavera.
Especie del género Cirsium, uno de los abrojos o cardos que le dieron el nombre a la ciudad de
Esquel
Pastos verdes y tiernos en las cercanías de Esquel
Pasando por una zona de selva fría
El tren corría paralelo a la ruta 259
Área reforestada con pinos
Vista parcial del valle 16 de Octubre
Cultivo de alfalfa
En determinado momento
nuestro trencito cruzó la ruta 259 y lentamente comenzó a alejarse de la
Cordillera e introducirse en el ambiente de las mesetas, lo que implicaba
menores precipitaciones, vientos más fuertes, y, por ende, pastos más duros y
amargos, predominando la vegetación xerófila.
Cruzando la ruta 259
Alejándonos parcialmente de las montañas
Área de transición entre las mesetas y la cordillera
Circulando por áreas amesetadas
Río de los Bandidos
El río de los Bandidos corriendo encajonado entre las mesetas
Fardos de alfalfa para alimentar al ganado
Cría de ganado equino destinado a transporte o tareas rurales
Caballo pastando junto al rancho
A medida que nos alejábamos de la Cordillera, las pasturas
perdían calidad
Donde las vacas no se adaptaban, se criaban ovinos
La ovejas arrancan los pastos de raíz aceptando hierbas más
duras y amargas
La calefacción de los
vagones se obtenía mediante salamandras a leña, que los pasajeros solían
alimentar de acuerdo con las exigencias meteorológicas; y que utilizaban además
para calentar el agua para el mate, o los alimentos cuando fuera necesario, y
se decía que también las madres secaban allí los pañales de sus hijos. Pero
nosotros estábamos circulando en pleno verano, por lo que se mantenía apagada.
El paisaje se había
vuelto monótono, y en ese mismo momento, apareció en nuestro vagón, un
cantautor mapuche que amenizó el tramo con canciones referidas al lugar.
Un cantor mapuche amenizando el camino;
y como estábamos en verano, la salamandra se mantenía apagada
Pero de pronto, en
medio de la aridez, tal como un verdadero oasis, nos encontramos con bañados donde
habitaban flamencos y patitos, entre otras aves, y pastos muy verdes en los humedales,
que en la Patagonia eran llamados “mallines”.
Bañados y mallines
Diversas aves en las aguadas
Ovejas en pasturas más tiernas
Curva pronunciada donde podía verse la locomotora
Y después de dos
agradables horas de marcha, llegamos finalmente, a la estación de Nahuel Pan,
que se ubicaba a unos setecientos metros sobre el nivel del mar, a casi veinte
kilómetros de Esquel, cercana al cerro homónimo.
Vista del Cerro Nahuel Pan
de 2492 m.s.n.m. próximos a llegar a la estación
Omar y Martín enseguida se subieron a la locomotora
Después animé a Martín a que nos sentáramos en la parte
delantera
¡Y Martín fue por más!
El poblado de Nahuel
Pan contaba con una importante comunidad mapuche. De hecho, el nombre de la
localidad fue puesto en honor al cacique Francisco Nahuelpan.
A fines del siglo XIX,
Nahuelpan se había establecido al frente de su propia Tribu en este paraje, que
en su momento llegó a componerse de más de trescientas personas, entre varones,
mujeres y niños de origen mapuche, tehuelche y araucanos que convivían y
respondían a sus directivas. Esa hegemonía se venía manteniendo ya que todos
los que le siguieron fueron descendientes directos de Nahuelpan.
En el año 1902, en la
Escuela Nro. 18 “del Corinto”, como se conocía a este sitio en la Colonia 16 de
Octubre, se definió el litigio territorial de Argentina y Chile por la posesión
de una gran franja de tierra; y fue entonces que tanto la Tribu como los
pobladores galeses del lugar, reafirmaron los derechos argentinos en lo que
posteriormente pasara a ser el departamento Futaleufú. Ese hecho fue muy tenido
en cuenta por el árbitro británico Coronel Sir Thomas Holdich, decidiendo un
final favorable para nuestro país. Fue por eso que el presidente Figueroa
Alcorta, en 1908, dispusiera para la Tribu una superficie de diecinueve mil
ochenta y ocho hectáreas, ampliada en 1922 con dos mil quinientas más. Sin
embargo, el dictador Agustín Pedro Justo, que gobernaba la Argentina en 1937,
incentivado por las campañas de desprestigio iniciadas por conocidos
terratenientes de la época como los hermanos Amaya, sus conexiones con las
instituciones de poder en Buenos Aires, y la complicidad de los medios,
desalojó violentamente a los miembros de la comunidad, que además de haber
perdido casi todos sus bienes, también perdió a algunos de sus integrantes. Y
fue recién en 1943, que Pedro Pablo Ramírez, paradójicamente otro presidente de
facto, intentara reparar parcialmente el error cometido, ordenando la
restitución de varios lotes a los descendientes directos del legendario lonko
Francisco Nahuelpan.
Y a fines del siglo XX
y principios del XXI, algunos miembros de la comunidad vendían artesanías realizadas
en piedra o metal, otros tejían, y los restantes criaban animales y cultivaban
la tierra.
Algunos miembros de la comunidad mapuche vendían artesanías
Y otros mapuche se dedicaban a tareas rurales
Un enorme y fértil cono de deyección
Cerro Nahuel Pan, el vigía de los mapuche
Vista panorámica de la estación Nahuel Pan
Y luego de permanecer
un rato observando detenidamente el lugar, conversando con sus habitantes y
comprando algunas artesanías, emprendimos el regreso.
En los alrededores de Nahuel Pan se formaron pequeños cúmulos
en un cielo azul intenso
Para más tarde convertirse en cirros…
Y después de atravesar el mallín…
Nos esperaba nuevamente la estepa arbustiva
Durante el trayecto el cielo comenzó a cubrirse de
estratos-cúmulos
El viaje de regreso lo
disfrutamos tanto como el de ida debido a que la luz del sol generaba nuevos
reflejos sobre las laderas de las montañas…
Panorámica de Esquel, asentada sobre el extremo noreste del
valle 16 de Octubre
rodeada por los cerros
Nahuel Pan, La Zeta, La Cruz, Cerro 21 y La Hoya
Estratos en el cielo, nieve en las cumbres de las montañas y
bella ciudad en el valle
La tarde había estado
soleada, pero los estratos comenzaron a convertirse lentamente en cúmulos y
luego en nimbos, lo que indicaba que las lluvias volverían en pocas horas más.
En breve estaríamos arribando a la estación Esquel del
Viejo Expreso Patagónico
Chubut sin duda era
una de las provincias más hermosas del país, sino la más hermosa. Llevábamos
muchos días recorriéndola, y en mi caso más de una vez, y todo nos parecía
espectacular. El desierto junto al mar y su excéntrica fauna, el colorido y las
formas de sus mesetas interiores, y la majestuosa cordillera con sus cerros
nevados, sus bosques y sus lagos; pero también su historia y sus expresiones
culturales… Sin duda la lluvia casi permanente, fuera de estación, nos estaba
corriendo, sin embargo, antes de partir, ya estábamos pensando en volver…