La ciudad de La Paz
fue fundada en 1548 por el capitán Alonso de Mendoza, como punto de descanso
para quienes transitaban entre Potosí y Cusco. El nombre original fue Nuestra
Señora de La Paz, en conmemoración a la restauración de la paz después de la
guerra civil que siguió a la insurrección de Gonzalo Pizarro contra Blasco
Núñez Vela, primer virrey del Perú.
Vista de La Paz desde uno
de los barrios altos
En 2008, año en que
nos encontrábamos allí su población era de aproximadamente dos millones de
personas, incluyendo El Alto, lo que constituía el centro urbano más importante
de Bolivia.
La ciudad ascendía por los
cerros
Estaba ubicada al
borde del altiplano, donde se iniciaban las quebradas, y se extiendía por el
valle de Chuquiago Marka (en aymara, Chuqiyapu), que significaba “chacra de
papas o de oro”. Ese nombre se debía tanto a la abundante cosecha de papas como
al oro que el río arrastraba desde las laderas altas.
La ciudad de La Paz a lo
largo del valle de Chuquiago Marka
La ciudad de La Paz,
debido a su altura, era bastante fría. El promedio anual era de poco más de
9ºC, no teniendo casi variaciones a lo largo del año. Pasaba de 10ºC en enero a
7ºC en el mes de julio. Por otra parte, las precipitaciones apenas superaban
los 500 mm anuales, de los cuales, siendo el verano la época de las lluvias, caían
más de 100 mm en enero. Por lo tanto, era lógico que las nubes no se fueran del
horizonte, y prácticamente no nos dejaran ver al Illimani.
Ciudad de La Paz bajo la
lluvia del verano
Si bien Martín amaba
las montañas, ya hacía muchos días que venía pidiendo el mar o tan sólo una
pileta donde poder sumergirse. Y en parte por esa razón, y por otro lado porque
nos hubiese gustado conocer esa región, nuestros planes eran bajar del
Altiplano hacia Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra, donde las temperaturas eran
muy superiores, ¡pero las lluvias también! Y por esa razón, los caminos estaban
cortados y permanecieron así durante muchos días.
Así que, siendo ya 28
de enero, decidimos festejar el cumpleaños de Martín y salir al día siguiente
rumbo a Tarija.
El festejo lo hicimos
en una pizzería-confitería donde ya habíamos estado dos meses atrás, y que era lo más selecto para estos casos.
Durante la cena todo estuvo bien, pero cuando le trajeron una porción de torta
de cumpleaños, Martín reclamó el dulce de leche, sin el cual no concebía postre
alguno. A mí me solía ocurrir lo mismo. Cuando salgo de Argentina, lo que más
extraño en cuestiones gastronómicas es justamente el dulce de leche.
Cumpleaños de Martín con
torta sin dulce de leche
Después de viajar toda
la noche por el Altiplano, llegamos a la Cuesta de Sama, por la cual se bajaba
al sector oriental de Bolivia. En menos de 50 km se pasaba de 3900 msnm a 2000
msnm en que se encontraba la ciudad de Tarija. Era la mañana y parecía de
noche. Generalmente esa cuesta se encontraba cubierta de nubes, pero si a esto
le agregamos que era época de lluvias y además, que hacía una semana que no
disminuía el nivel de las tormentas, eso era de esperar. El camino era de tierra,
muy escarpado, angosto y con mucho tránsito, sobre todo cargado de camiones.
¡No se veía nada! El suelo era barro. El micro patinaba permanentemente y había
vehículos quedados en el camino que lo atravesaban por partes. Éramos los
únicos extranjeros y teníamos miedo. Y mucho más cuando los propios bolivianos
de la zona decían que se querían bajar y caminar al lado del micro. Y cuando ya
estábamos decididos a descender, aunque nos mojáramos, se despejó la nube, y
pudimos ver Tarija desde lo alto.
Plaza principal de la
ciudad de Tarija
Tarija parecía más una
ciudad del norte argentino que de Bolivia. Es más, los tarijeños se sentían
argentinos y hasta despreciaban a sus propios connacionales. Cuando se les
preguntaba de qué equipo de fútbol eran, decían que de River, Boca, u otros
equipos de Buenos Aires.
Calle céntrica de Tarija
Las ferias y mercados
callejeros brindaban todo tipo de productos y allí sí podían verse algunas
diferencias con Argentina, sobre todo en los cortes de carne vacuna y en las
presas de los pollos y gallinas. Por ejemplo, cuando se pedía pata de pollo, no
se referían a la “pata muslo” como la entendíamos nosotros, sino a la pata
propiamente dicha, es decir, a la extremidad amarilla con dedos. Y eso se vendía
para hacer las sopas y también se comía.
Feria callejera en Tarija
Debido a su clima
templado, desde muy temprano prosperaron cultivos como la vid, el trigo, los
naranjos y los olivos. Asimismo, se había podido criar una variedad de ganados
como vacunos, porcinos, ovinos y equinos. Eso había favorecido la radicación de
colonos españoles, que, mestizados con indígenas, dieron lugar a la cultura
gauchesca y al estilo de vida conocido como “chapaco”. Ya en tiempos coloniales
Tarija y su región se habían convertido en proveedoras de vinos y aguardientes
a las ciudades del Alto Perú.
La pujanza económica
de la región dio la posibilidad de reflejarse arquitectónicamente a través de
majestuosos edificios que aún se conservaban. Era el caso de la Casa Dorada, de
fines del 1800, que era una fiel exponente del Art Noveau en Tarija. También la
Catedral Metropolitana era una reliquia de la arquitectura del siglo XVIII,
testigo de la presencia jesuítica en Tarija. Otro edificio emblemático del
Modernismo en Bolivia era el Castillo Azul, cuya fachada representaba un palacio
con detalles de arcos lobulados, cornisamentos y una terraza con detalles
moldurados. Además, hacia el frente se levantaban unas torres de plantas
diferentes, a un lado de forma cuadrada y al otro circular.
El Castillo Azul
Tarija estaba a
orillas del río Guadalquivir o Nuevo Guadalquivir. El valle en que se encontraba
era llamado “paraíso de la primavera”, ya que durante la mayor parte del año la
temperatura era templada. Sin embargo, los inviernos eran fríos, con
temperaturas bajo cero en el mes de julio.
Río Guadalquivir y
floración durante el agradable verano
Y, como en el resto de
la región, los veranos eran muy lluviosos, lo que no permitió que Martín
disfrutara de la pileta del hermoso hotel en que nos alojamos.
Martín en el hotel de
Tarija
Así que emprendimos la
vuelta. Tomamos la ruta 1 hacia el sur, y pasamos por Padcaya, una localidad
ubicada en el valle del río Orosas, afluente del Bermejo y flanqueada por el
Cerro Huancani, de 2960 msnm.
Padcaya, a la vera del río
Orosas
Durante las Guerras de
la Independencia Hispanoamericanas, Padcaya funcionó como centro de reunión de
guerrillas independentistas que resistían la repetida ocupación de Tarija por
los realistas.
Alrededores de Padcaya, un
festín geomorfológico
En camino hacia la frontera fuimos bordeando el Bermejo en su curso
superior. El río corría encajonado entre la espesa vegetación boscosa, formando
pequeñas barrancas.
Río Bermejo en Emborozú
En la zona de Emborozú había planes de protección del bioma y de práctica
del ecoturismo por lo cual se estaba preparando a la población del lugar para
que pudiera insertarse como guías locales.
Selva o bosque subtropical
al sudeste de Bolivia
La camioneta nos dejó
en la localidad de Bermejo, donde estaba el puesto fronterizo boliviano. Pero
allí seguimos de largo porque nadie controló nada. A pocos pasos ya estaba el
puente internacional.
Puesto fronterizo boliviano
El puente estaba sobre
el río Bermejo que era el límite entre las provincias de Tarija, en Bolivia y
de Salta, en la Argentina.
Río Bermejo desde el puente
internacional
Cruzamos el puente
caminando. Desde Bolivia se pasaban a la Argentina todo tipo de tejidos y artefactos
electrónicos. En ese momento los costos en el país vecino eran de tres a cuatro
veces menores que en el nuestro.
Con Estrella, Martín y Omar
en el puente internacional
Ya en el sector
argentino del puente, vimos a muchas personas con cantidad de bultos para
vender del lado boliviano. La mayor parte de las mercaderías que se llevaban
desde nuestro país estaba relacionada con alimentos y elementos de limpieza y
tocador.
Mercaderías llevadas desde
Argentina hacia Bolivia
Entramos a la
Argentina por Aguas Blancas en la provincia de Salta. Allí nos revisaron el
equipaje y Martín se enojó porque no quería que le abrieran la mochila, y la
mujer gendarme, fue bastante bruta, lo que no me causó sorpresa.
El cartelito amarillo
indicaba UD. ESTÁ AQUÍ
Atravesamos la selva
de las yungas, que se caracterizaba por su espesura y diversidad. Había sido
declarada por la UNESCO, Reserva de la Biosfera de las Yungas en 2002.
Distintos niveles de
vegetación en las yungas
Las Yungas eran selvas
y bosques subtropicales de montaña que se desarrollaban entre los 300 y 5000 m
de altura. Y además de la vegetación y fauna albergaban a diversos pueblos
originarios, entre ellos a los kollas, los guaraníes y los ocloyas, quienes
conservaban sus costumbres, festividades y artesanías.
A medida que avanzábamos
hacia el sur comenzaban los raleos
Se trataba de una
selva muy castigada en beneficio de diferentes producciones como caña de
azúcar, plantaciones de bananas, pastura para ganado y explotación petrolera.
Plantaciones de bananas
En esta zona también
las precipitaciones se concentraban en la estación estival provocando las
grandes crecidas de los ríos, que cuando llegaban a la llanura se hacían
meandrosos buscando su nivel.
El río Bermejo al avanzar
sobre la llanura
Y al bajar las aguas
las tierras arcillosas se compactaban rápidamente por la intensidad del calor
solar en esas latitudes.
Suelos arcillosos en las
riberas del río Bermejo
Ya en la provincia de Salta llegamos a San
Ramón de la Nueva Orán, pero el sol seguía sin aparecer. Por momentos paraba de
llover, pero continuaba nublado.
Terminal de ómnibus de San Ramón de la Nueva
Orán – provincia de Salta
Al paisaje de esta
región lo habían pampeanizado, poco quedaba de la selva tucumano-oranense, para
dar paso al cultivo de soja, degradante en todos los sentidos que se les quisiera
dar. Previamente tabaco y otros cultivos también habían avanzado sobre las
Yungas.
Cultivos en el Chaco Salteño
Esa era una de las
tantas áreas de Argentina afectadas por el desmantelamiento del ferrocarril. Esa
zona había sido cubierta por el ferrocarril General Belgrano, de trocha
angosta.
Vía muerta en la localidad de Hipólito Yrigoyen,
estación Tabacal
La infraestructura
ferroviaria incluía puentes sobre los ríos, que tenían una mayor resistencia al
fenómeno de las crecidas. Las crecidas en esta región no se debían a ningún
cambio climático, sino que eran características de la estación estival. El
chivo expiatorio del supuesto cambio climático obedecía a la falta de
planificación de las obras necesarias por parte de los gobiernos provinciales y
del nacional.
Puente ferroviario sobre el Alto Bermejo
En
Pichanal había quedado sólo el cartel “CUIDADO CON LOS TRENES”, que se necesitaban
más en temporada de lluvias por el estado de los caminos.
Vía abandonada en Pichanal – provincia de Salta
Las lluvias, que no habían
modificado su régimen, producían más inconvenientes debido a la falta de
absorción de los suelos, lo que generaba mayor escorrentía y a mayor velocidad.
Los cultivos de soja se expandían día a día en estos valles aumentando la ya
tan cuestionada tala de las Yungas.
Cultivo de soja en Pichanal – provincia de Salta
Por otra parte, en
algunos sectores, luego de la destrucción del bosque natural con el cual se hacían
grandes negocios, se plantaban especies de rápido crecimiento con el fin de
abastecer a las papeleras de la región.
Bosque implantado tras la tala del bosque
subtropical
Y llegamos a Jujuy, la
provincia a la que sólo le falta el mar para ser perfecta. Después de todo, se
le podría pedir un pedazo a Chile, para sumarnos así a los reclamos de
bolivianos y peruanos.
Pocos kilómetros antes
de llegar a la ciudad capital, arribamos a Perico, donde se encontraba, entre
otras, la planta de Massalin Particulares.
Planta de Massalin Particulares, en Perico -
Jujuy
Como casi todos los
fines de semana en esta región, se organizaba una choriceada, que podía incluir
feria al aire libre, partidos de fútbol y hasta bailes.
Choriceada y feria en un fin de semana en Perico
Pero ni Jujuy se salvó
de la soja. Además de la tala indiscriminada de las Yungas, que ya era algo
reprobable, se destinaba el suelo a este cultivo, que además de destruirlo, venía
con un paquete tecnológico de gran peligrosidad para la población circundante.
Soja en los alrededores de Perico
Finalmente entramos a
San Salvador de Jujuy, La Tacita de Plata. Se encontraba entre los ríos Grande
y Chico o Xibi-Xibi, y para mi gusto, era una de las ciudades más bonitas de
Argentina.
Entrada a San Salvador de Jujuy
A pesar de las
desigualdades y problemas socioeconómicos, la ciudad estaba cada vez más linda,
y, sobre todo, cuidada.
Peatonal de San Salvador de Jujuy
Nos producía un gran
placer caminar por San Salvador. En pleno centro y en “hora pico” continúa
siendo tranquila y la gente se movía con total calma, como si el tiempo no
pasara.
Casa de Gobierno de la Provincia de Jujuy
Era 1ro de febrero de
2008 y se cumplían treinta años del fallecimiento del cantante de origen jujeño
Jorge Cafrune, que fuera un símbolo del folklore argentino en las décadas del
’60 y ’70. “El Turco”, a diferencia de otros artistas comprometidos, decidió
quedarse en el país durante la dictadura, y habiendo cantado una canción
prohibida en el Festival de Cosquín, había sido sentenciado a muerte, según
testigos del centro clandestino cordobés de La Perla, por el teniente primero
Carlos Ernesto Villanueva, quien opinó que “había que matarlo para prevenir a
los otros”. Pocos días después, emprendió una
travesía desde Buenos Aires a Yapeyú, provincia de Corrientes, como homenaje al
General José de San Martín quien había nacido allí. A poco de andar fue
atropellado por una camioneta. Todavía no había sido esclarecido el hecho y se
lo consideró un simple accidente.
Homenaje a Jorge Cafrune a treinta años de su
muerte
La Catedral de San
Salvador de Jujuy databa de principios del siglo XVII. Entre las obras de arte
que guardaba, lo más destacado era el púlpito. Había sido tallado por los
nativos y en la taza estaban representados los cuatro evangelistas.
Púlpito de la Catedral de San Salvador de Jujuy
Muy cerca de la ciudad
de Jujuy, se encontraban las lagunas de Yala, un lugar paradisíaco, que asemejaba
el paisaje de Lapataia en la Tierra del Fuego. El camino tenía una pendiente
muy pronunciada por lo que no siempre era posible llegar a destino, en verano
por las precipitaciones y en invierno, por las nevadas. En sólo veintiséis
kilómetros se subían ochocientos metros, ya que San Salvador de Jujuy estaba a
1200 msnm y las lagunas a 2000 msnm. Tanto por la altura como por el encierro
entre montañas, se presentaba un microclima con mayores precipitaciones y
temperaturas bajas durante todo el año. La vegetación se hacía muy densa y tenía
características de bosque templado-frío más que subtropical. Podían encontrarse
laureles, matas y helechos arborescentes.
Laguna de Yala en la provincia de Jujuy
Y antes de dejar La
Tacita de Plata, subimos hasta el mirador del Hotel Alto La Viña, desde donde
se podía observar la ciudad en vista panorámica, además de disfrutar del canto
de los pájaros entre la variada vegetación.
El río Grande en San Salvador de Jujuy, la
“Tacita de Plata”
Y como decía Antonio
Palean, “Tacita de Plata es un apelativo que posee San Salvador de
Jujuy. Uno de los tantos significados se debe quizás, por su ubicación
geográfica, oquedad plena de verdes cerros que la exaltan. Por su antigua
artesanía y riqueza en plata, que teje en mil filigranas el Tesoro del Aguilar.
Por su blancura y donaire, por su coqueteo trazado entre ríos, el Xibi-Xibi y
el Grande, que de plata reverberan cuando los enchapa la Luna. Decires, sólo
decires. No sabemos cuándo y cómo, por quién y por qué fue bautizada Jujuy, La
Tacita de Plata. Pero que le queda, no hay duda. ¡Qué bien le queda, qué
bien…!”