Enero de 2008. A un
mes de haber dejado el desierto, regresé a él. En esta oportunidad, no sólo junto
a Martín, sino también con Omar, Estrella y Manuel. Y lo recorrimos en sentido
contrario y de una manera más pausada, porque estábamos de vacaciones.
Partimos de Retiro por
una empresa de ómnibus chilena y llegamos a la terminal de Mendoza al amanecer.
Allí habitualmente hacían bajar a todos los pasajeros para poner el micro en
condiciones y desinfectarlo para que le dieran el visto bueno los carabineros
de la frontera. Pero era muy molesto cuando se llegaba tan temprano. Estábamos
dormidos y, además, todos los comercios estaban cerrados, por lo que no pudimos
tomar ni un café con leche. Y tuvimos que hacer tiempo por casi una hora.
Con todo limpio y en
orden, iniciamos el cruce de la Cordillera, y cuando llegamos al túnel donde
estaba demarcado el límite, el camarero dijo: -“Señores, aquí se terminan los
boludos, y comienzan los huevones”. Porque, así como en Argentina, sobre todo
los jóvenes, en lugar de usar sus nombres de pila, se decían “che, boludo”, en
Chile el mismo grupo generacional se llamaba “oye, huevón”.
Ya estábamos en
territorio de Incas, porque su imperio se había extendido hasta el valle de
Uspallata en Mendoza, Argentina, y los valles de los ríos Aconcagua y Mapocho
hasta el río Maule, al sur de Santiago de Chile.
A comienzos del siglo
XIII, se inició la historia del Imperio Incaico (Tawantinsuyo) desde Cusco como
capital, con Manco Cápac como fundador. Los incas se expandieron hasta Colombia
por el norte y hasta el centro de Chile por el sur, incluyendo el Noroeste
Argentino y Cuyo. En el siglo XV el Sapa Inca Pachacútec dividió el Tawantinsuyo
tomando al Cusco como punto de referencia, en cuatro suyos: Chinchaysuyo,
Contisuyo, Antisuyo y Collasuyo. Este último, del quechua Qulla Suyu,
Parcialidad de los Collas, fue el mayor de todos, y era el que visitamos en
este viaje. Tenía su centro en el lago Titicaca, y el término “qulla”, también
significaba sur.
La primera expansión
inca en Chile se habría centrado en los valles transversales del Norte Chico
(Copiapó, Elqui, Limari) dominando a los pueblos atacameños y diaguitas; y la
segunda, en el valle del Aconcagua y en el río Mapocho, donde vivían los
Picunche. Y no habían podido avanzar más por encontrarse con la hostilidad de
los Mapuche.
Sin embargo, en la
población chilena en general, no se vislumbraba interés en esos orígenes. Y la
duda que se me presentaba era si se trataba de desconocimiento o de negación.
Vista
panorámica de Santiago de Chile
Nos hospedamos unos
días en el hotel Imperio y salimos a pasear por Santiago. La Peatonal, Providencia,
el Cerro Santa Lucía, el funicular, el teleférico…, fueron citas obligadas.
Desde allí a
Valparaíso, Viña del Mar y Reñaca, balneario para quienes tenían un poder
adquisitivo elevado.
La próxima escala fue
Antofagasta, con la consecuente visita a La Portada, monumento natural que la
caracterizaba.
Martín en La
Portada de Antofagasta
Al norte de
Antofagasta se encontraba la localidad de Mejillones, que tiempo atrás fuera un
destacado puerto pesquero. Pero tres plantas de producción de harina de pescado
funcionando a la vez, agotaron parcialmente el recurso, por lo cual en ese
momento se mantenía una sola, la Pesquera Angamos produciendo de manera
esporádica.
Puerto de
Mejillones
Desde la década del
’90 en adelante, se han desarrollado industrias ligadas al sector minero. Las
más destacadas eran las centrales termoeléctricas de la empresa Edelnor y la
Central Térmica Gas Atacama, que en conjunto proveían de energía a gran parte
del norte grande y en especial a la minería. Y había varios mega-proyectos en
marcha.
Vista de la
costanera de Mejillones
Pero los habitantes
denunciaban que se habían presentado altos índices de contaminación ambiental.
Una de las especies más afectadas era el Gaviotín Chico (Sterna lorata), cuya
disminución estaba relacionada con la caída de los stocks de anchoveta, y la
pérdida y alteración de las áreas de nidificación por construcción de
aeropuertos, caminos, fábricas, empresas e instalaciones de veraneantes. Otra
especie en peligro era la tortuga marina (Chelonia mydas), que no sólo era
vulnerable a la contaminación industrial, sino que era atacada por los lobos
marinos (Otaria flavescens), según estudios de la Universidad de Antofagasta.
Estos
inocentes lobos atacaban a las tortugas marinas
Retomamos el camino del desierto e hicimos la próxima
parada en la ciudad de San Marcos de Arica. Gran parte de las playas de esa
región constituían el paraíso de los surfistas por el fuerte oleaje.
Fuerte
oleaje en las costas de Arica
Me resultaba una ciudad muy agradable para descansar
por su tranquilidad y la casi ausencia de lluvias, aunque en esa oportunidad,
había llovido el día anterior y continuaba garuando al día siguiente. Y toda la
gente estaba revolucionada porque nada estaba preparado para esa situación. Tal
cual la nevada en Buenos Aires el 9 de julio de 2007.
Costanera de
Arica
Muchos niños salían a saltar bajo la lluvia, muy
divertidos. Pero los mayores, desesperaban viendo cómo resguardaban las cosas
que solían dejarse al aire libre. La lluvia duró poco y pudimos aprovechar un
día de playa. Nosotros solíamos ir a La Lisera que era de aguas tranquilas
porque estaba encerrada en una pequeña bahía. Y por esa razón concurrían muchas
familias.
Balneario La
Lisera
En esa región
se manifestaba más la influencia incaica, tanto a partir de la cerámica como de
los tejidos, predominando el motivo ornamental geométrico escalonado. Los incas
procuraron inculcar sus costumbres y tradiciones para lo cual trasladaban
grupos que actuaban como pedagogos, los mitimaes. Ellos impulsaron y difundieron
el uso de la lengua quechua. Entre las palabras que continuaban usándose entonces,
podemos mencionar cancha, huincha, guagua, choclo, cocaví, charqui, chicha,
poncho, entre otras.
De Arica, previo paso de la frontera, fuimos
directamente a Arequipa, donde hicimos otra parada.
Arequipa era la
denominada Ciudad Blanca, debido a que en las construcciones prevalecía
la piedra volcánica de ese color. Pero, además, era la ciudad peruana donde había
mayor proporción de blancos, que en su mayoría conforman la clase media, y a
quienes no les agradaba demasiado la influencia incaica.
Desde Arequipa
tomamos un micro que no era muy frecuentado por turistas. Hicimos el trayecto
de día para poder conocer esos paisajes que fueron increíbles, pero donde no
pude tomar fotografías porque Martín no me cedió la ventanilla en ningún
momento y la incomodidad era destacable.
Menos nosotros y cuatro mochileros europeos, los demás
eran collas. La mayoría hablaba en quichua y todos llevaban muchísimos paquetes
que estaban en los pasillos y en cuanto hueco pareciera libre.
En muchos
parajes aparecía gente vendiendo comida y bebidas de diferente tipo. Pero
al acercarse el mediodía, subieron tres cholas con un enorme recipiente con
carne de cabra, o tal vez carnero, asada. La gente gritaba desde sus asientos
cuánto dinero ofrecía. ¡Cuatro soles! ¡Deme por dos soles! ¡Yo tengo un solo
sol y un niño! Una mujer cortaba a ojo un pedazo de lo que fuere, con más o
menos hueso. A algunos les daba la yapa; si había niños, les daba un poco más,
aunque la paga fuera baja. Lo servía en un papel de estraza todo arrugado. Todo
chorreaba por todas partes. Era muy barato. En ese momento un sol era un peso
argentino. Nos ofrecieron, pero no aceptamos. Insistieron porque nos vieron
comiendo galletitas, pero no nos convencieron. Fuimos los únicos que no tuvimos
ese almuerzo, porque los europeos también lo comieron.
Sumado a los olores anteriores, quedó en el ómnibus el
de los restos de la carne. Pero nos fuimos acostumbrando. No era muy factible
poder bañarse en esos lares, por escasez de agua y por costumbre. En realidad,
los argentinos somos unos de los pocos que lo consideramos de hábito diario, pero
no es común en otros países, incluso en los europeos.
La gente muy simple, muy buena, muy pobre, demasiado
sufrida. Conversé bastante con esas mujeres. Los hombres ponían más distancia,
también entre hombres, pero muchísimo más con una mujer, y más aún si era
blanca.
Cansados pero muy satisfechos por la experiencia
vivida, llegamos al Cusco, ciudad que se encontraba a 3400 msnm.
Cusco, ciudad donde se encontraban
culturas de todo el mundo
Nos alojamos en un hotel que tenía una larga escalera,
y al subirla sentía que alguien me empujaba hacia atrás, y comenzaba a faltarme
el aire. Ese era un indicador del “mal de altura”. A otros les dolía la cabeza,
y había gente que tenía vómitos, mareos y se desmayaba, incluso ha habido casos
muy graves. Por esa razón tuvimos que dedicarnos a descansar. A nosotros nos
afectó poco porque fuimos subiendo pausadamente, en varios tramos, pero siempre
el primer día era bueno acostarse o andar despacio, comer poco, tomar mucha
agua y té de coca. Si eso no alcanzara, se podían mascar algunas hojas de coca
con bicarbonato y una piedrita (el acullico), o tomar “sorojchi pills”, que
vendían en las farmacias y no era más que ácido acetilsalicílico (aspirina) en
estado puro.
Palacio de
Justicia de Cusco
A la mañana siguiente salimos a caminar, y lo primero
que encontramos fue un acto de protesta frente al Palacio de Justica a causa de
la acusación de corrupción al Presidente del Gobierno Regional.
Protestas
por corrupción del gobierno regional
La ciudad había
sufrido varios terremotos de variada intensidad que habían afectado gran parte
de su patrimonio. El de 1950, destruyó un treinta por ciento de edificios
históricos. Luego había sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO.
Calle de la
ciudad de Cusco
La ciudad se localizaba al sudeste de Perú, en la
vertiente oriental de la Cordillera de los Andes y por latitud y altura las
temperaturas promedio no diferían entre verano e invierno, manteniéndose entre
12 y 13ºC, siendo las precipitaciones las que marcaban las diferencias,
concentrándose entre noviembre y marzo. En los días soleados la temperatura solía
ascender a 20ºC, pero el viento que bajaba de la montaña era habitualmente
frío.
Cusco es, en
su totalidad, un gran museo
La Catedral de Cusco había sido construida sobre lo
que fuera el Palacio Real del Inca Viracocha, en 1560. Era de estilo barroco, y
en ella se veneraba al Señor de los Temblores, patrono de Cusco. El altar mayor
estaba recubierto de láminas de plata pura, el coro tallado y frente al altar
una sillería en doble hilera, que era una obra de arte en madera. Y se conservaba
una pinacoteca de más de cuatrocientos lienzos de la Escuela Cusqueña. La campana
de la torre del Evangelio, llamada María Angola, había sido fundida en bronce y
oro, y sus tañidos se escuchaban a cuarenta kilómetros de distancia. Era una
verdadera manifestación de cómo a través de la imposición católica se había
aplastado a la cultura incaica.
Catedral de
Cusco
Ingresar a la Catedral como a
otros edificios y museos tenía un costo elevado, por lo que convenía comprar un
billete de visitante de Cusco, que daba derecho a entrar en muchos lugares a
menor precio que comprándolos individualmente. Si no se pretendía una visita
guiada, se podía ingresar a la Catedral los domingos durante la misa, y no se
pagaba nada.
Plaza de
Armas y Catedral de Cusco
Los
vendedores de artesanías y de otros objetos, se ubicaban alrededor de la Plaza
de Armas, debajo de los arcos coloniales, gritando “¡Cómpreme, cómpreme!”, de
manera insistente.
Balcones y arcos coloniales
frente a la Plaza de Armas
La
Plaza de Armas estaba considerada una de las más espléndidas de toda Latinoamérica.
En tiempo de los Incas fue llamada Plaza del Guerrero. Esta plaza había sido el
escenario de diversos hechos importantes en la historia de la ciudad, como la
proclamación por parte de Francisco Pizarro de la conquista de Cusco. También
fue el lugar donde mataron a Túpac Amaru, considerado como el caudillo indígena
de la resistencia.
Túpac
Amaru había encabezado el mayor movimiento de corte indigenista e
independentista en el Virreinato del Perú. Fue el primero en pedir la libertad
de toda América respecto del vínculo español, implicando no sólo la mera
separación política sino la eliminación de diversas formas de explotación
indígena (mita minera, reparto de mercancías, obrajes) así como de los
corregimientos, alcabalas y aduanas. Además, en 1780, decretó la abolición de
la esclavitud negra por primera vez en América. De ahí la represión de las
autoridades coloniales.
Plaza de Armas de Cusco
La calle Hatun Rumiyoq (de la
Roca Mayor), que iba desde la Plaza de Armas hasta el barrio de San Blas, era
una de las más visitadas. Allí se encontraba el Palacio de Inca Roca, que en
ese momento pertenecía al Palacio Arzobispal. Podía notarse la construcción
española sobre la base incaica.
Calle Hatum Rumiyoc
En
tiempos de los incas, los corredores indígenas o chasquis, comunicaban el Cusco
con el resto del Tahuantinsuyo. De allí el nombre de Qosqo, que significaba
“ombligo del mundo”. Y creían que su maravillosa ciudad era la fuente de la
vida. En el momento de mayor esplendor, la ciudad contaba con sofisticados
sistemas de agua y calles pavimentadas donde no existía la pobreza. Por eso
muchos la consideraban la “Roma de América”.
Biblioteca
Municipal de Cusco
La
magnificencia de la ciudad impresionó a los españoles quienes informaron que
habían encontrado la ciudad más hermosa del Nuevo Mundo. Pero los logros culturales de los
incas eran una mínima distracción si se comparan con el atractivo de los
tesoros. Los conquistadores codiciosos arremetieron contra los antiguos templos
para hacerse de las obras de arte en oro y plata y fundirlas en lingotes que se
pudieran transportar.
Sobre
las bases del Amarucancha o Palacio del Inca Huayna Cápac, los españoles
construyeron la Iglesia de la Compañía de Jesús, en 1576. Y era considerada una
de las mejores muestras del estilo barroco colonial del continente americano.
La fachada era de piedra y su altar mayor, de madera tallada y revestida en pan
de oro.
Iglesia
de la Compañía de Jesús
El
Convento de Santo Domingo se construyó sobre la estructura del Coricancha (Quri
Kancha), el santuario más importante del Imperio Inca, dedicado al dios Sol.
Todos sus muros habían sido recubiertos con láminas de oro por los incas.
Patio
del Convento de Santo Domingo
Estructura del Coricancha dentro del Convento
de Santo Domingo
El Convento de Santo Domingo era
de estilo renacentista, con una torre barroca que sobrepasaba en altura a otras
edificaciones de la ciudad. Dentro de él también se encontraba una importante
colección de pinturas de la Escuela Cusqueña.
Convento de Santo
Domingo
Fue la ciudad donde pude
escuchar más lenguas habladas simultáneamente. Tanto por las de los pueblos
originarios, el español impuesto por los conquistadores, como el inglés,
francés, otras europeas y asiáticas producto de la cantidad y diversidad de
turistas que la visitaban en forma permanente.
Vista panorámica de
Cusco desde el Convento de Santo Domingo
Y así
continuamos recorriendo templos y museos, que parecían interminables. Sin duda,
Cusco requería más de una visita para poder apreciar tanta densidad cultural.
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