domingo, 14 de julio de 2019

Al Cusco, por el Collasuyo



Enero de 2008. A un mes de haber dejado el desierto, regresé a él. En esta oportunidad, no sólo junto a Martín, sino también con Omar, Estrella y Manuel. Y lo recorrimos en sentido contrario y de una manera más pausada, porque estábamos de vacaciones.
Partimos de Retiro por una empresa de ómnibus chilena y llegamos a la terminal de Mendoza al amanecer. Allí habitualmente hacían bajar a todos los pasajeros para poner el micro en condiciones y desinfectarlo para que le dieran el visto bueno los carabineros de la frontera. Pero era muy molesto cuando se llegaba tan temprano. Estábamos dormidos y, además, todos los comercios estaban cerrados, por lo que no pudimos tomar ni un café con leche. Y tuvimos que hacer tiempo por casi una hora.
Con todo limpio y en orden, iniciamos el cruce de la Cordillera, y cuando llegamos al túnel donde estaba demarcado el límite, el camarero dijo: -“Señores, aquí se terminan los boludos, y comienzan los huevones”. Porque, así como en Argentina, sobre todo los jóvenes, en lugar de usar sus nombres de pila, se decían “che, boludo”, en Chile el mismo grupo generacional se llamaba “oye, huevón”. 
Ya estábamos en territorio de Incas, porque su imperio se había extendido hasta el valle de Uspallata en Mendoza, Argentina, y los valles de los ríos Aconcagua y Mapocho hasta el río Maule, al sur de Santiago de Chile.
A comienzos del siglo XIII, se inició la historia del Imperio Incaico (Tawantinsuyo) desde Cusco como capital, con Manco Cápac como fundador. Los incas se expandieron hasta Colombia por el norte y hasta el centro de Chile por el sur, incluyendo el Noroeste Argentino y Cuyo. En el siglo XV el Sapa Inca Pachacútec dividió el Tawantinsuyo tomando al Cusco como punto de referencia, en cuatro suyos: Chinchaysuyo, Contisuyo, Antisuyo y Collasuyo. Este último, del quechua Qulla Suyu, Parcialidad de los Collas, fue el mayor de todos, y era el que visitamos en este viaje. Tenía su centro en el lago Titicaca, y el término “qulla”, también significaba sur.
La primera expansión inca en Chile se habría centrado en los valles transversales del Norte Chico (Copiapó, Elqui, Limari) dominando a los pueblos atacameños y diaguitas; y la segunda, en el valle del Aconcagua y en el río Mapocho, donde vivían los Picunche. Y no habían podido avanzar más por encontrarse con la hostilidad de los Mapuche.
Sin embargo, en la población chilena en general, no se vislumbraba interés en esos orígenes. Y la duda que se me presentaba era si se trataba de desconocimiento o de negación.

Vista panorámica de Santiago de Chile


Nos hospedamos unos días en el hotel Imperio y salimos a pasear por Santiago. La Peatonal, Providencia, el Cerro Santa Lucía, el funicular, el teleférico…, fueron citas obligadas.
Desde allí a Valparaíso, Viña del Mar y Reñaca, balneario para quienes tenían un poder adquisitivo elevado.
La próxima escala fue Antofagasta, con la consecuente visita a La Portada, monumento natural que la caracterizaba.

Martín en La Portada de Antofagasta


Al norte de Antofagasta se encontraba la localidad de Mejillones, que tiempo atrás fuera un destacado puerto pesquero. Pero tres plantas de producción de harina de pescado funcionando a la vez, agotaron parcialmente el recurso, por lo cual en ese momento se mantenía una sola, la Pesquera Angamos produciendo de manera esporádica.

Puerto de Mejillones


Desde la década del ’90 en adelante, se han desarrollado industrias ligadas al sector minero. Las más destacadas eran las centrales termoeléctricas de la empresa Edelnor y la Central Térmica Gas Atacama, que en conjunto proveían de energía a gran parte del norte grande y en especial a la minería. Y había varios mega-proyectos en marcha.

Vista de la costanera de Mejillones


Pero los habitantes denunciaban que se habían presentado altos índices de contaminación ambiental. Una de las especies más afectadas era el Gaviotín Chico (Sterna lorata), cuya disminución estaba relacionada con la caída de los stocks de anchoveta, y la pérdida y alteración de las áreas de nidificación por construcción de aeropuertos, caminos, fábricas, empresas e instalaciones de veraneantes. Otra especie en peligro era la tortuga marina (Chelonia mydas), que no sólo era vulnerable a la contaminación industrial, sino que era atacada por los lobos marinos (Otaria flavescens), según estudios de la Universidad de Antofagasta.

Estos inocentes lobos atacaban a las tortugas marinas


Retomamos el camino del desierto e hicimos la próxima parada en la ciudad de San Marcos de Arica. Gran parte de las playas de esa región constituían el paraíso de los surfistas por el fuerte oleaje.

Fuerte oleaje en las costas de Arica


Me resultaba una ciudad muy agradable para descansar por su tranquilidad y la casi ausencia de lluvias, aunque en esa oportunidad, había llovido el día anterior y continuaba garuando al día siguiente. Y toda la gente estaba revolucionada porque nada estaba preparado para esa situación. Tal cual la nevada en Buenos Aires el 9 de julio de 2007.

Costanera de Arica


Muchos niños salían a saltar bajo la lluvia, muy divertidos. Pero los mayores, desesperaban viendo cómo resguardaban las cosas que solían dejarse al aire libre. La lluvia duró poco y pudimos aprovechar un día de playa. Nosotros solíamos ir a La Lisera que era de aguas tranquilas porque estaba encerrada en una pequeña bahía. Y por esa razón concurrían muchas familias.

Balneario La Lisera


En esa región se manifestaba más la influencia incaica, tanto a partir de la cerámica como de los tejidos, predominando el motivo ornamental geométrico escalonado. Los incas procuraron inculcar sus costumbres y tradiciones para lo cual trasladaban grupos que actuaban como pedagogos, los mitimaes. Ellos impulsaron y difundieron el uso de la lengua quechua. Entre las palabras que continuaban usándose entonces, podemos mencionar cancha, huincha, guagua, choclo, cocaví, charqui, chicha, poncho, entre otras.
De Arica, previo paso de la frontera, fuimos directamente a Arequipa, donde hicimos otra parada.
Arequipa era la denominada Ciudad Blanca, debido a que en las construcciones prevalecía la piedra volcánica de ese color. Pero, además, era la ciudad peruana donde había mayor proporción de blancos, que en su mayoría conforman la clase media, y a quienes no les agradaba demasiado la influencia incaica.
Desde Arequipa tomamos un micro que no era muy frecuentado por turistas. Hicimos el trayecto de día para poder conocer esos paisajes que fueron increíbles, pero donde no pude tomar fotografías porque Martín no me cedió la ventanilla en ningún momento y la incomodidad era destacable.
Menos nosotros y cuatro mochileros europeos, los demás eran collas. La mayoría hablaba en quichua y todos llevaban muchísimos paquetes que estaban en los pasillos y en cuanto hueco pareciera libre.
En muchos parajes aparecía gente vendiendo comida y bebidas de diferente tipo. Pero al acercarse el mediodía, subieron tres cholas con un enorme recipiente con carne de cabra, o tal vez carnero, asada. La gente gritaba desde sus asientos cuánto dinero ofrecía. ¡Cuatro soles! ¡Deme por dos soles! ¡Yo tengo un solo sol y un niño! Una mujer cortaba a ojo un pedazo de lo que fuere, con más o menos hueso. A algunos les daba la yapa; si había niños, les daba un poco más, aunque la paga fuera baja. Lo servía en un papel de estraza todo arrugado. Todo chorreaba por todas partes. Era muy barato. En ese momento un sol era un peso argentino. Nos ofrecieron, pero no aceptamos. Insistieron porque nos vieron comiendo galletitas, pero no nos convencieron. Fuimos los únicos que no tuvimos ese almuerzo, porque los europeos también lo comieron.
Sumado a los olores anteriores, quedó en el ómnibus el de los restos de la carne. Pero nos fuimos acostumbrando. No era muy factible poder bañarse en esos lares, por escasez de agua y por costumbre. En realidad, los argentinos somos unos de los pocos que lo consideramos de hábito diario, pero no es común en otros países, incluso en los europeos.
La gente muy simple, muy buena, muy pobre, demasiado sufrida. Conversé bastante con esas mujeres. Los hombres ponían más distancia, también entre hombres, pero muchísimo más con una mujer, y más aún si era blanca.
Cansados pero muy satisfechos por la experiencia vivida, llegamos al Cusco, ciudad que se encontraba a 3400 msnm.

Cusco, ciudad donde se encontraban culturas de todo el mundo


Nos alojamos en un hotel que tenía una larga escalera, y al subirla sentía que alguien me empujaba hacia atrás, y comenzaba a faltarme el aire. Ese era un indicador del “mal de altura”. A otros les dolía la cabeza, y había gente que tenía vómitos, mareos y se desmayaba, incluso ha habido casos muy graves. Por esa razón tuvimos que dedicarnos a descansar. A nosotros nos afectó poco porque fuimos subiendo pausadamente, en varios tramos, pero siempre el primer día era bueno acostarse o andar despacio, comer poco, tomar mucha agua y té de coca. Si eso no alcanzara, se podían mascar algunas hojas de coca con bicarbonato y una piedrita (el acullico), o tomar “sorojchi pills”, que vendían en las farmacias y no era más que ácido acetilsalicílico (aspirina) en estado puro.

Palacio de Justicia de Cusco


A la mañana siguiente salimos a caminar, y lo primero que encontramos fue un acto de protesta frente al Palacio de Justica a causa de la acusación de corrupción al Presidente del Gobierno Regional.

Protestas por corrupción del gobierno regional


La ciudad había sufrido varios terremotos de variada intensidad que habían afectado gran parte de su patrimonio. El de 1950, destruyó un treinta por ciento de edificios históricos. Luego había sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.



Calle de la ciudad de Cusco


La ciudad se localizaba al sudeste de Perú, en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes y por latitud y altura las temperaturas promedio no diferían entre verano e invierno, manteniéndose entre 12 y 13ºC, siendo las precipitaciones las que marcaban las diferencias, concentrándose entre noviembre y marzo. En los días soleados la temperatura solía ascender a 20ºC, pero el viento que bajaba de la montaña era habitualmente frío.

Cusco es, en su totalidad, un gran museo


La Catedral de Cusco había sido construida sobre lo que fuera el Palacio Real del Inca Viracocha, en 1560. Era de estilo barroco, y en ella se veneraba al Señor de los Temblores, patrono de Cusco. El altar mayor estaba recubierto de láminas de plata pura, el coro tallado y frente al altar una sillería en doble hilera, que era una obra de arte en madera. Y se conservaba una pinacoteca de más de cuatrocientos lienzos de la Escuela Cusqueña. La campana de la torre del Evangelio, llamada María Angola, había sido fundida en bronce y oro, y sus tañidos se escuchaban a cuarenta kilómetros de distancia. Era una verdadera manifestación de cómo a través de la imposición católica se había aplastado a la cultura incaica.

Catedral de Cusco


Ingresar a la Catedral como a otros edificios y museos tenía un costo elevado, por lo que convenía comprar un billete de visitante de Cusco, que daba derecho a entrar en muchos lugares a menor precio que comprándolos individualmente. Si no se pretendía una visita guiada, se podía ingresar a la Catedral los domingos durante la misa, y no se pagaba nada.

Plaza de Armas y Catedral de Cusco


Los vendedores de artesanías y de otros objetos, se ubicaban alrededor de la Plaza de Armas, debajo de los arcos coloniales, gritando “¡Cómpreme, cómpreme!”, de manera insistente.

Balcones y arcos coloniales frente a la Plaza de Armas


La Plaza de Armas estaba considerada una de las más espléndidas de toda Latinoamérica. En tiempo de los Incas fue llamada Plaza del Guerrero. Esta plaza había sido el escenario de diversos hechos importantes en la historia de la ciudad, como la proclamación por parte de Francisco Pizarro de la conquista de Cusco. También fue el lugar donde mataron a Túpac Amaru, considerado como el caudillo indígena de la resistencia.
Túpac Amaru había encabezado el mayor movimiento de corte indigenista e independentista en el Virreinato del Perú. Fue el primero en pedir la libertad de toda América respecto del vínculo español, implicando no sólo la mera separación política sino la eliminación de diversas formas de explotación indígena (mita minera, reparto de mercancías, obrajes) así como de los corregimientos, alcabalas y aduanas. Además, en 1780, decretó la abolición de la esclavitud negra por primera vez en América. De ahí la represión de las autoridades coloniales.

Plaza de Armas de Cusco


La calle Hatun Rumiyoq (de la Roca Mayor), que iba desde la Plaza de Armas hasta el barrio de San Blas, era una de las más visitadas. Allí se encontraba el Palacio de Inca Roca, que en ese momento pertenecía al Palacio Arzobispal. Podía notarse la construcción española sobre la base incaica.

Calle Hatum Rumiyoc


En tiempos de los incas, los corredores indígenas o chasquis, comunicaban el Cusco con el resto del Tahuantinsuyo. De allí el nombre de Qosqo, que significaba “ombligo del mundo”. Y creían que su maravillosa ciudad era la fuente de la vida. En el momento de mayor esplendor, la ciudad contaba con sofisticados sistemas de agua y calles pavimentadas donde no existía la pobreza. Por eso muchos la consideraban la “Roma de América”.

Biblioteca Municipal de Cusco


La magnificencia de la ciudad impresionó a los españoles quienes informaron que habían encontrado la ciudad más hermosa del Nuevo Mundo. Pero los logros culturales de los incas eran una mínima distracción si se comparan con el atractivo de los tesoros. Los conquistadores codiciosos arremetieron contra los antiguos templos para hacerse de las obras de arte en oro y plata y fundirlas en lingotes que se pudieran transportar.
Sobre las bases del Amarucancha o Palacio del Inca Huayna Cápac, los españoles construyeron la Iglesia de la Compañía de Jesús, en 1576. Y era considerada una de las mejores muestras del estilo barroco colonial del continente americano. La fachada era de piedra y su altar mayor, de madera tallada y revestida en pan de oro.

Iglesia de la Compañía de Jesús


El Convento de Santo Domingo se construyó sobre la estructura del Coricancha (Quri Kancha), el santuario más importante del Imperio Inca, dedicado al dios Sol. Todos sus muros habían sido recubiertos con láminas de oro por los incas.

Patio del Convento de Santo Domingo


Estructura del Coricancha dentro del Convento de Santo Domingo


El Convento de Santo Domingo era de estilo renacentista, con una torre barroca que sobrepasaba en altura a otras edificaciones de la ciudad. Dentro de él también se encontraba una importante colección de pinturas de la Escuela Cusqueña.

Convento de Santo Domingo


Fue la ciudad donde pude escuchar más lenguas habladas simultáneamente. Tanto por las de los pueblos originarios, el español impuesto por los conquistadores, como el inglés, francés, otras europeas y asiáticas producto de la cantidad y diversidad de turistas que la visitaban en forma permanente.

Vista panorámica de Cusco desde el Convento de Santo Domingo


Y así continuamos recorriendo templos y museos, que parecían interminables. Sin duda, Cusco requería más de una visita para poder apreciar tanta densidad cultural.


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