sábado, 27 de julio de 2019

Del Cusco a Machu Picchu


   
En enero de 2008, había varias maneras de ir desde el Cusco a Machu Picchu, pero todas de alto costo, en especial para los latinoamericanos porque todo se pagaba en dólares en relación con el poder adquisitivo de norteamericanos y europeos. Incluso si uno quería realizar el Camino del Inca a pie, tenía la obligación de contratar a un guía, por lo que los costos no bajaban demasiado.

Saliendo de la estación Poroy, en el Cusco


En cuanto a las formas de desplazamiento ferroviario, existían tres posibilidades para extranjeros, ya que el tren local, de muy bajo costo en soles, sólo podía ser utilizado por peruanos tanto como para carga como para pasajeros.
El Backpacker era un tren especialmente diseñado para aventureros, ya que existía amplio lugar para ubicar mochilas. Los asientos habían sido revestidos con telas autóctonas, lo que le daba un aire muy especial. El costo ida y vuelta era de algo menos que 100 U$S, y para conseguir lugar había que reservarlo con mucha anticipación.
El Vistadome costaba algo más de 140 U$S, y tenía la ventaja de poder ver la frondosa vegetación en forma panorámica ya que el techo era parcialmente transparente. Además, incluía una muy contundente colación.
Y el Hiram Bingham, con un costo de casi 600 US$ no sólo que incluía alimentos a bordo sino otros servicios gastronómicos en el destino, el pasaje de 12 U$S entre Aguas Calientes y Machu Picchu, y también el ingreso a la Ciudadela que ascendía a 40 U$S.
En todos los casos, el trayecto era entre la estación Poroy, en el Cusco, hasta la localidad de Aguas Calientes, recorrido que se realizaba en alrededor de tres horas, a lo largo de ciento doce kilómetros.
Esos precios tan elevados se debían a que la empresa que concentraba todos los servicios era la PeruRail de origen británico. Había quienes iban en otros medios hasta Ollantaytambo y luego tomaban allí el tren, disminuyendo parte de los costos.  Nosotros partimos a la mañana muy temprano de la estación Poroy rumbo a Aguas Calientes en el Vistadome.

Martín degustando el té en el tren Vistadome


El recorrido se realizaba siguiendo al río Urubamba a través del Valle Sagrado de los Incas, donde comenzaba a angostarse el valle y a aumentar la densidad de vegetación.






Río Urubamba desde el tren


Las lluvias se producían en esta zona entre octubre y marzo, y estábamos en pleno mes de enero, por lo cual no era la mejor época para hacer esta excursión, pero no teníamos posibilidades en otro momento del año.


La lluvia se hacía más intensa a medida que avanzábamos


El tren se desplazaba a muy baja velocidad, yendo en algunos tramos a paso de hombre, debido a la pendiente y al estado de las vías. En el recorrido desciendía desde los 3400 msnm donde se encontraba Cusco, hasta los 1700 msnm en Aguas Calientes, para lo cual en algunos tramos debía utilizar cremallera.





Vegetación selvática a lo largo del camino


Llegamos a Aguas Calientes y nos hospedamos en un hotel frente a la estación de trenes. El lugar nos pareció maravilloso. Las montañas encima, las laderas muy abruptas, paisaje que me impactó por hacerme sentir insignificante, y a la vez protegida, segura…  Aunque esto no tenía nada de racional, porque se trataba de una zona sísmica y de derrumbes. 

Vista de las montañas desde la ventana del hotel de Aguas Calientes


Aguas Calientes también llamado o conocido como Machu Picchu Pueblo, se forjó con el inicio de la construcción de la línea férrea, diez años más tarde del descubrimiento de la ciudad de los Incas, en 1911.



Estación ferroviaria de Aguas Calientes


Aguas Calientes fue el centro de las operaciones de la maquinaria y equipos pesados del proyecto y funcionó como campamento de los trabajadores ferroviarios.

Plátanos y otras plantas higrófilas


La temperatura media anual era de 16ºC y las lluvias abundantes estacionales permitían que la vegetación fuera exuberante y diversa. Pero solía llegar a 26ºC en verano y bajar a 8ºC en los períodos más fríos.




El río corría a gran velocidad y arrastraba las piedras


Las precipitaciones concentradas en una sola etapa del año, sumado a las pendientes pronunciadas y suelos débiles, era lo que solía producir derrumbes que ocasionaban graves perjuicios en el pueblo. Las lluvias podían pasar de 500 a 2800 mm según la estación del año y las laderas.

Varios puentes unen ambos lados del pueblo de Aguas Calientes


El nombre de Aguas Calientes respondía a las termas que se encontraban en la parte alta a unos ochocientos metros del núcleo del pueblo.



Lugar ideal para realizar caminatas


El pueblo vivía principalmente del turismo, ya que, a pesar de su reducido tamaño, contaba con todos los servicios.

Sistemas de desagüe centrales en las calles laterales


Dedicamos la primera tarde para caminar y conocer Aguas Calientes, y al día siguiente a la mañana tomamos el ómnibus local que en media hora y bajo una lluvia torrencial, nos llevaría a la Ciudadela de Machu Picchu, ascendiendo unos setecientos metros.



Ciudadela de Machu Picchu


Desde que fuera descubierta por el norteamericano Hiram Bingham, Machu Picchu había sido considerada, por su impactante entorno natural y armoniosa construcción, como uno de los monumentos arquitectónicos y arqueológicos más importantes del planeta.

Sistema de andenes como en todas las construcciones incaicas


La Ciudadela, de casi un kilómetro de extensión, formaba parte de una geografía que manifestaba tanto características andinas como amazónicas.



Ecotono entre la vegetación andina de alta montaña y la amazónica


Era un verdadero misterio la función que cumplía esta construcción, ya que sólo existían hipótesis y conjeturas. Para algunos, había sido un puesto de avanzada de las proyecciones expansionistas del Imperio Incaico; mientras otros creían que se había tratado de un monasterio, donde se formaban las niñas (acllas) que servirían al Inca y al Willac Uno (Sumo Sacerdote). Esto se presumía a partir de que los cuerpos encontrados durante las investigaciones habían sido en su mayoría del sexo femenino. Sin embargo, había quienes afirmaban que era imposible determinar el sexo habiendo encontrado en la mayor parte de los casos, solo cráneos.





Era un misterio la función de estas construcciones


La sorprendente perfección y belleza de los muros de Machu Picchu, construidos uniendo piedra sobre piedra, sin cemento ni pegamento, han hecho surgir mitos sobre su edificación.
La tradición oral cuontaba que un ave llamada Kak’agllu, conocía la fórmula para ablandar las piedras, pero que, por un mandato, quizás de los antiguos dioses incaicos, se le arrancó la lengua. También se decía que existía una planta mágica que disolvía la roca y podía compactarla.
Pero más allá de las leyendas, el valor que se le daba a estas construcciones estaba en sus plazas, en sus acueductos y torreones de vigilancia, en sus observatorios y en su reloj solar, evidencias de la sabiduría y técnica de los ingenieros andinos.



Piedras encajadas a la perfección y sin ningún cemento


Los restos de la ciudad comprendían una serie de terrazas construidas en torno a una plaza central, y conectadas entre sí por numerosas escaleras.
La mayor parte de los edificios eran de alrededor de ciento cincuenta casas de una sola habitación, que aparecían sin techos, dispuestas en torno a patios interiores.
Dos de los edificios más destacados eran la Casa de la Ñusta, que pudo ser una zona de baños, y el Intihuatana u Observatorio Astronómico que se ubicaba en uno de los lugares más estratégicos desde donde los Incas pudieron estudiar los movimientos del sol.
En el grupo edilicio se encontraba el Templo del Sol, que era el de mejor construcción de toda la ciudad, y junto a él había una casa que fue restaurada y se la solía llamar Casa del Cuidador de la Fuente. Las estructuras que se encontraban frente al Templo del Sol habían sido clasificadas como el Sector Real.
En la parte superior de la ciudad se podían ver el Templo de las Tres Ventanas, el Templo Principal y la Sacristía.



Casa del Cuidador de la Fuente


Machu Picchu había sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1983, además de ser la Octava Maravilla del Mundo.
Estas condiciones atraían cada vez a más turistas, calculándose en cien mil quienes por año la visitaban. Era por esto que tanto los ambientalistas como los arqueólogos de la Universidad de Cusco se habían alarmado por el riesgo de que ciertas estructuras se derrumbaran si no se tomaban medidas precautorias.

Construcciones en las laderas más abruptas


Machu Picchu se encontraba sobre una gran estructura orogénica de granito bautizada como el “Vilcapampa”, de donde se habían extraído las piedras en que estaba construida. Ese granito blanco grisáceo estaba compuesto por un sesenta por ciento de feldespato, un treinta por ciento de cuarzo y un diez por ciento de mica.



Construcciones hechas con rocas graníticas


Resultaba imposible precisar el momento exacto del primer poblamiento de estos territorios, ya que no se podía hablar de fundaciones sino más bien de ocupaciones. Pero se calculaba que la Ciudadela fue construida en el siglo XV.
Muchos exploradores antes de Hiram Bingham habían tratado de descubrir este Santuario Histórico, ya que habían oído hablar de él. Se sabía que sólo los hermanos Santander habían estado en la base del Templo del Sol en 1909, debido a una inscripción que aparecía en dicho lugar.



Los techos de las casas habían caído por el peso de la selva que los había cubierto


En julio de 1911 arribó Hiram Bingham con especialistas de la Universidad de Yale en topografía, biología, geología, ingeniería y osteología. Ellos fueron conducidos hasta el lugar por Melchor Arteaga, un habitante de la zona quien les dio derroteros de cómo llegar.
Posteriormente, en 1914, Bingham volvió a Machu Picchu con apoyo económico y logístico de la misma universidad y de la Sociedad Geográfica de los Estados Unidos al frente de un equipo especializado y con una publicación que ya circulaba por el mundo, “La Ciudad Perdida de los Incas”.



Hiram Bingham la descubrió en 1911


Si bien la lluvia paró de a ratos, las nubes se mantuvieron bajas durante todo el tiempo, lo que no nos permitió ver por momentos al Waynapicchu o Montaña Joven, que era la que le servía de marco en la mayoría de las postales.





Waynapicchu semicubierto por las nubes


Machu Picchu, Monte Viejo en castellano, estaba localizada a 2400 msnm, sobre una loma estrecha y desnivelada, en cuyos bordes había un farallón de cuatrocientos metros de profundidad, que formaba el cañón por el que corría el río Urubamba.

Vista del río Urubamba desde la Ciudadela


Si bien era posible subir al Waynapicchu, era considerado muy peligroso, en especial en época de lluvias, por lo que a toda persona que decidía hacerlo le hacían firmar un documento donde se hacía responsable ante cualquier accidente. Por lo tanto, decidimos no arriesgar y continuamos ascendiendo sólo por donde se presentaban escalones, que ya de por sí presentaban dificultades no solamente por ser desparejos, sino que por la lluvia estaban sumamente resbalosos. Y en una de las terrazas más altas encontramos una pequeña choza desde donde podía verse toda la Ciudadela.






Con dificultades subimos hasta la choza


Recorrimos las ruinas durante gran parte del día, primero con guías y luego por nuestra cuenta para poder observar con más detenimiento los lugares que más nos habían interesado.



Con Martín en Machu Picchu


Y antes de emprender el regreso Martín juntó tierra para su terapeuta Gonzalo, quien tenía una interesante colección con la que contribuíamos cada vez que viajábamos. Era un verdadero culto a la Pacha Mama.




Martín tomando una muestra de la tierra del lugar


Llegamos nuevamente a Aguas Calientes, estábamos cansados y mojados; pero a pesar de lo avanzado de la tarde, nos esperaban con un plato de carne de llama guisada, acompañada con papa y ensalada. La mesa estaba tendida con un mantel de awayo, que era una tela típicamente andina con colores vivos y guardas con motivos incaicos.



Con Martin comiendo la carne de llama


Y a última hora de la tarde, tomamos el tren de regreso al Cusco. En este viaje, además de la merienda disfrutamos de un desfile de modas con las correspondientes ventas, y de un show representando el carnaval.



Modas y carnaval a bordo del tren


Llegamos al Cusco muy tarde a la noche y pudimos ver la ciudad iluminada como otro premio más a nuestros ojos.
Todo había sido impactante. Lo único que lamentamos, era la escasez de información que, en las escuelas, las universidades y los medios de comunicación se daba sobre la Civilización Incaica, así como sobre otros pueblos originarios, que no permitían apreciar y valorizar debidamente estas manifestaciones y respetar su cultura a los descendientes.




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