En enero de 2008, había varias maneras de ir desde el
Cusco a Machu Picchu, pero todas de alto costo, en especial para los
latinoamericanos porque todo se pagaba en dólares en relación con el poder
adquisitivo de norteamericanos y europeos. Incluso si uno quería realizar el
Camino del Inca a pie, tenía la obligación de contratar a un guía, por lo que
los costos no bajaban demasiado.
Saliendo de la estación Poroy, en el Cusco
En cuanto a las formas de desplazamiento ferroviario,
existían tres posibilidades para extranjeros, ya que el tren local, de muy bajo
costo en soles, sólo podía ser utilizado por peruanos tanto como para carga
como para pasajeros.
El Backpacker era un tren especialmente diseñado para
aventureros, ya que existía amplio lugar para ubicar mochilas. Los asientos habían
sido revestidos con telas autóctonas, lo que le daba un aire muy especial. El costo
ida y vuelta era de algo menos que 100 U$S, y para conseguir lugar había que
reservarlo con mucha anticipación.
El Vistadome costaba algo más de 140 U$S, y tenía la
ventaja de poder ver la frondosa vegetación en forma panorámica ya que el techo
era parcialmente transparente. Además, incluía una muy contundente colación.
Y el Hiram Bingham, con un costo de casi 600 US$ no sólo
que incluía alimentos a bordo sino otros servicios gastronómicos en el destino,
el pasaje de 12 U$S entre Aguas Calientes y Machu Picchu, y también el
ingreso a la Ciudadela que ascendía a 40 U$S.
En todos los casos, el trayecto era entre la estación
Poroy, en el Cusco, hasta la localidad de Aguas Calientes, recorrido que se
realizaba en alrededor de tres horas, a lo largo de ciento doce kilómetros.
Esos precios tan elevados se debían a que la empresa
que concentraba todos los servicios era la PeruRail de origen británico. Había
quienes iban en otros medios hasta Ollantaytambo y luego tomaban allí el tren,
disminuyendo parte de los costos. Nosotros partimos a la mañana muy temprano de la estación
Poroy rumbo a Aguas Calientes en el Vistadome.
Martín degustando el té en el tren Vistadome
El recorrido se realizaba siguiendo al río Urubamba a
través del Valle Sagrado de los Incas, donde comenzaba a angostarse el valle y
a aumentar la densidad de vegetación.
Río
Urubamba desde el tren
Las lluvias se producían en esta zona entre octubre y
marzo, y estábamos en pleno mes de enero, por lo cual no era la mejor época
para hacer esta excursión, pero no teníamos posibilidades en otro momento del
año.
La lluvia
se hacía más intensa a medida que avanzábamos
El tren se desplazaba a muy baja velocidad, yendo en
algunos tramos a paso de hombre, debido a la pendiente y al estado de las vías.
En el recorrido desciendía desde los 3400 msnm donde se encontraba Cusco, hasta
los 1700 msnm en Aguas Calientes, para lo cual en algunos tramos debía utilizar
cremallera.
Vegetación
selvática a lo largo del camino
Llegamos
a Aguas Calientes y nos hospedamos en un hotel frente a la estación de trenes.
El lugar nos pareció maravilloso. Las montañas encima, las laderas muy
abruptas, paisaje que me impactó por hacerme sentir insignificante, y a la vez
protegida, segura… Aunque esto no tenía nada de racional, porque se
trataba de una zona sísmica y de derrumbes.
Vista de las montañas desde la ventana del hotel de
Aguas Calientes
Aguas
Calientes también llamado o conocido como Machu Picchu Pueblo, se forjó con el
inicio de la construcción de la línea férrea, diez años más tarde del
descubrimiento de la ciudad de los Incas, en 1911.
Estación ferroviaria de Aguas Calientes
Aguas Calientes fue el
centro de las operaciones de la maquinaria y equipos pesados del proyecto y
funcionó como campamento de los trabajadores ferroviarios.
Plátanos
y otras plantas higrófilas
La temperatura media anual
era de 16ºC y las lluvias abundantes estacionales permitían que la vegetación fuera
exuberante y diversa. Pero solía llegar a 26ºC en verano y bajar a 8ºC en los
períodos más fríos.
El río
corría a gran velocidad y arrastraba las piedras
Las precipitaciones
concentradas en una sola etapa del año, sumado a las pendientes pronunciadas y
suelos débiles, era lo que solía producir derrumbes que ocasionaban graves
perjuicios en el pueblo. Las lluvias podían pasar de 500 a 2800 mm según la
estación del año y las laderas.
Varios
puentes unen ambos lados del pueblo de Aguas Calientes
El nombre de Aguas
Calientes respondía a las termas que se encontraban en la parte alta a unos
ochocientos metros del núcleo del pueblo.
Lugar
ideal para realizar caminatas
El pueblo vivía principalmente
del turismo, ya que, a pesar de su reducido tamaño, contaba con todos los
servicios.
Sistemas
de desagüe centrales en las calles laterales
Dedicamos
la primera tarde para caminar y conocer Aguas Calientes, y al día siguiente a
la mañana tomamos el ómnibus local que en media hora y bajo una lluvia
torrencial, nos llevaría a la Ciudadela de Machu Picchu, ascendiendo unos
setecientos metros.
Ciudadela
de Machu Picchu
Desde
que fuera descubierta por el norteamericano Hiram Bingham, Machu Picchu había
sido considerada, por su impactante entorno natural y armoniosa construcción,
como uno de los monumentos arquitectónicos y arqueológicos más importantes del
planeta.
Sistema de andenes como en todas las construcciones
incaicas
La Ciudadela,
de casi un kilómetro de extensión, formaba parte de una geografía que manifestaba
tanto características andinas como amazónicas.
Ecotono entre la vegetación andina de alta
montaña y la amazónica
Era un
verdadero misterio la función que cumplía esta construcción, ya que sólo existían
hipótesis y conjeturas. Para algunos, había sido un puesto de avanzada de las
proyecciones expansionistas del Imperio Incaico; mientras otros creían que se
había tratado de un monasterio, donde se formaban las niñas (acllas) que
servirían al Inca y al Willac Uno (Sumo Sacerdote). Esto se presumía a partir
de que los cuerpos encontrados durante las investigaciones habían sido en su mayoría
del sexo femenino. Sin embargo, había quienes afirmaban que era imposible
determinar el sexo habiendo encontrado en la mayor parte de los casos, solo
cráneos.
Era un misterio la función de estas
construcciones
La sorprendente
perfección y belleza de los muros de Machu Picchu, construidos uniendo piedra
sobre piedra, sin cemento ni pegamento, han hecho surgir mitos sobre su
edificación.
La
tradición oral cuontaba que un ave llamada Kak’agllu, conocía la fórmula para
ablandar las piedras, pero que, por un mandato, quizás de los antiguos dioses
incaicos, se le arrancó la lengua. También se decía que existía una planta
mágica que disolvía la roca y podía compactarla.
Pero
más allá de las leyendas, el valor que se le daba a estas construcciones estaba
en sus plazas, en sus acueductos y torreones de vigilancia, en sus
observatorios y en su reloj solar, evidencias de la sabiduría y técnica de los
ingenieros andinos.
Piedras encajadas a la perfección y sin ningún cemento
Los
restos de la ciudad comprendían una serie de terrazas construidas en torno a
una plaza central, y conectadas entre sí por numerosas escaleras.
La
mayor parte de los edificios eran de alrededor de ciento cincuenta casas de una
sola habitación, que aparecían sin techos, dispuestas en torno a patios
interiores.
Dos
de los edificios más destacados eran la Casa de la Ñusta, que pudo ser una zona
de baños, y el Intihuatana u Observatorio Astronómico que se ubicaba en uno de
los lugares más estratégicos desde donde los Incas pudieron estudiar los
movimientos del sol.
En
el grupo edilicio se encontraba el Templo del Sol, que era el de mejor
construcción de toda la ciudad, y junto a él había una casa que fue restaurada
y se la solía llamar Casa del Cuidador de la Fuente. Las estructuras que se encontraban
frente al Templo del Sol habían sido clasificadas como el Sector Real.
En
la parte superior de la ciudad se podían ver el Templo de las Tres Ventanas, el
Templo Principal y la Sacristía.
Casa del
Cuidador de la Fuente
Machu
Picchu había sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO
en 1983, además de ser la Octava Maravilla del Mundo.
Estas
condiciones atraían cada vez a más turistas, calculándose en cien mil quienes
por año la visitaban. Era por esto que tanto los ambientalistas como los
arqueólogos de la Universidad de Cusco se habían alarmado por el riesgo de que
ciertas estructuras se derrumbaran si no se tomaban medidas precautorias.
Construcciones
en las laderas más abruptas
Machu
Picchu se encontraba sobre una gran estructura orogénica de granito bautizada
como el “Vilcapampa”, de donde se habían extraído las piedras en que estaba construida.
Ese granito blanco grisáceo estaba compuesto por un sesenta por ciento de
feldespato, un treinta por ciento de cuarzo y un diez por ciento de mica.
Construcciones
hechas con rocas graníticas
Resultaba
imposible precisar el momento exacto del primer poblamiento de estos
territorios, ya que no se podía hablar de fundaciones sino más bien de
ocupaciones. Pero se calculaba que la Ciudadela fue construida en el siglo XV.
Muchos
exploradores antes de Hiram Bingham habían tratado de descubrir este Santuario
Histórico, ya que habían oído hablar de él. Se sabía que sólo los hermanos
Santander habían estado en la base del Templo del Sol en 1909, debido a una inscripción
que aparecía en dicho lugar.
Los
techos de las casas habían caído por el peso de la selva que los había cubierto
En
julio de 1911 arribó Hiram Bingham con especialistas de la Universidad de Yale
en topografía, biología, geología, ingeniería y osteología. Ellos fueron
conducidos hasta el lugar por Melchor Arteaga, un habitante de la zona quien
les dio derroteros de cómo llegar.
Posteriormente,
en 1914, Bingham volvió a Machu Picchu con apoyo económico y logístico de la
misma universidad y de la Sociedad Geográfica de los Estados Unidos al frente
de un equipo especializado y con una publicación que ya circulaba por el mundo,
“La Ciudad Perdida de los Incas”.
Hiram
Bingham la descubrió en 1911
Si
bien la lluvia paró de a ratos, las nubes se mantuvieron bajas durante todo el
tiempo, lo que no nos permitió ver por momentos al Waynapicchu o Montaña Joven,
que era la que le servía de marco en la mayoría de las postales.
Waynapicchu
semicubierto por las nubes
Machu
Picchu, Monte Viejo en castellano, estaba localizada a 2400 msnm, sobre una
loma estrecha y desnivelada, en cuyos bordes había un farallón de cuatrocientos
metros de profundidad, que formaba el cañón por el que corría el río Urubamba.
Vista del
río Urubamba desde la Ciudadela
Si
bien era posible subir al Waynapicchu, era considerado muy peligroso, en especial
en época de lluvias, por lo que a toda persona que decidía hacerlo le hacían
firmar un documento donde se hacía responsable ante cualquier accidente. Por lo
tanto, decidimos no arriesgar y continuamos ascendiendo sólo por donde se
presentaban escalones, que ya de por sí presentaban dificultades no solamente
por ser desparejos, sino que por la lluvia estaban sumamente resbalosos. Y en
una de las terrazas más altas encontramos una pequeña choza desde donde podía
verse toda la Ciudadela.
Con dificultades subimos
hasta la choza
Recorrimos
las ruinas durante gran parte del día, primero con guías y luego por nuestra
cuenta para poder observar con más detenimiento los lugares que más nos habían
interesado.
Con Martín en Machu Picchu
Y
antes de emprender el regreso Martín juntó tierra para su terapeuta Gonzalo, quien
tenía una interesante colección con la que contribuíamos cada vez que viajábamos.
Era un verdadero culto a la Pacha Mama.
Martín tomando una muestra de la tierra del lugar
Llegamos
nuevamente a Aguas Calientes, estábamos cansados y mojados; pero a pesar de lo
avanzado de la tarde, nos esperaban con un plato de carne de llama guisada,
acompañada con papa y ensalada. La mesa estaba tendida con un mantel de awayo,
que era una tela típicamente andina con colores vivos y guardas con motivos
incaicos.
Con Martin comiendo la carne de llama
Y
a última hora de la tarde, tomamos el tren de regreso al Cusco. En este viaje,
además de la merienda disfrutamos de un desfile de modas con las
correspondientes ventas, y de un show representando el carnaval.
Modas y carnaval a bordo del tren
Llegamos al Cusco muy tarde a la noche y pudimos ver
la ciudad iluminada como otro premio más a nuestros ojos.
Todo había sido impactante. Lo único que lamentamos, era
la escasez de información que, en las escuelas, las universidades y los medios
de comunicación se daba sobre la Civilización Incaica, así como sobre otros
pueblos originarios, que no permitían apreciar y valorizar debidamente estas
manifestaciones y respetar su cultura a los descendientes.
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